El hombre debe morir antes de su muerte - Cuarto Camino

Había una vez un hombre generoso, oriundo de Bokhara. Debido a que tenía un grado tan alto en la jerarquía invisible, era conocido como el Rey del Mundo. Puso una condición a su generosidad. Cada día daba oro a una categoría de personas: enfermos, personas viudas, etc. Pero nada debía darse a quien abriese la boca. No todos podían guardar silencio. Un día tocó a los mendigos recibir su parte. Uno de ellos no pudo contenerse y pronunció la más cabal de las súplicas. Nada le fue dado. Sin embargo, no puso aquí fin a sus esfuerzos, Al día siguiente estaban siendo ayudados los inválidos, de modo que fingió que sus piernas estaban rotas. Pero el Rey lo reconoció, y nada obtuvo. Al siguiente día, con otra apariencia, cubierto su rostro, se presentó entre personas de otra categoría. Fue nuevamente reconocido y despedido. Probó una y otra vez, incluso disfrazándose de mujer: pero siempre sin resultado. Finalmente, este mendigo encontró un enterrador y le pidió que lo envolviera en una mortaja. Cuando pase el Rey quizá suponga que se trata de un cadáver. Tal vez arroje algún dinero para mi entierro, del que yo te daré una parte. Así lo hicieron. Una moneda de oro cayó, de la mano del Rey, sobre la mortaja, El mendigo la agarró, temiendo que el enterrador se le adelantase. Luego dijo al benefactor: Me negaste tu generosidad mira como la he conseguido. Nada podrás obtener de mi, respondió el hombre generoso, hasta que mueras. "El hombre debe morir antes de su muerte" -El don llega después de la muerte', y no antes. Y esta muerte' incluso no es posible sin ayuda."