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General: La iniciación según el Sufismo
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 07/12/2010 00:57
La iniciación según el Sufismo
LA TEORÍA DE LOS «CENTROS SUTILES» EN EL SUFISMO DEL SHAYKH AHMAD SIRHIND~
Antoni Gonzalo Carbó
El «corazón» (ár. qalb, per. dil) es uno de los centros psíquicos o sustancias sutiles (latd'if) que la antropología sagrada del sufismo en general y de la Naqshbandiyya en particular identifican con la estructura total del ser humano. Un gran maestro de dicha cofradía, el Shaykh 'Ubayd Alliih Ahriir (m. 895/1490), según el relato que nos da el autor de las Rashahdt 'ayn al-haydt (Las emanaciones de lajkente de la vida), comentando un dicho de Sa'd al- Din Kiishghari, explica en qué consiste el gobernar (tasarruf) el interior del murid de forma que se eliminen las conductas reprobables y sustituir éstas por las cualidades loables, ejercicio metódico que es para él una de las características de la Naqshbandiyya: «El murshid -dice- orienta su corazón hacia lo íntimo (bdtin) del discípulo. Por la virtud de este tawajjuh se producen en lo íntimo del discípulo una conexión (irbibdt, término en el que de forma significativa reaparece la raíz de rdbita) y un vínculo (ittisdl) con el corazón del maestro que conducen a la unión de ambos (ittihdd). Entonces el corazón del discípulo es iluminado por el reflejo en él de los rayos del sol del corazón de su maestro». Nuestro autor resalta luego que esta operación no tiene por fin únicamente el actualizar las virtualidades espirituales (isti 'ddddt) ya presentes en el discípulo sino que, en esta orden, sus efectos son proporcionales al isti 'ddd del maestro mismo El tawajjuh (lit. concentración), el lazo entre el director espiritual y el novicio, es una técnica espiritual regular y no un carisma espontáneo. Es una práctica que se sigue también en otras cofradías (turuq), y que se halla incluso antes de la aparición de éstas. En su forma más elemental, tanto el tawajjuh como la rdbita implican un uso metódico de la facultad imaginativa (khaydl). La idea profunda subyacente a esta práctica es que el director espiritual tiene la llave que abre las puertas del recogimiento interior y de la contemplación, pues él es el espejo de la Realidad divina (haqiqa) tan deseada. De forma esquemática, comporta dos fases. En la primera, el murshid o el khalqa debidamente investido «ve» su propio corazón lleno de la «Luz muhammadiana» (Nfir Muhammad, nfir muhammadi) que le llega por el canal de la silsila y en particular de su propio maestro que constituye el último eslabón. En la segunda, «ve» la forma o la imagen (sfira) del discípulo y refleja hacia el corazón de este último dicha luz sobreabundante. Todo enunciado relativo a la rdbita remite pues, implícita o explícitamente, al tema de la haqiqa muhammadiyya como fuente última «de las gracias y de las luces», pues el rol del maestro es el de ser el espejo en el que el discípulo contempla el reflejo de la Realidad muhammadiana. En sus Maktfibdt Ahmad Sirhindi hace alusión a menudo al tawajjuh, y declara: «Si la imagen del murshid sobreviene de forma espontánea durante el dhikr, hay que conducirla hasta el corazón y entregarse al dhikr preservando esta imagen en el corazón»19. Es propio de la tariqa naqshbandiyya considerar la práctica de la rdbitat al-shaykh como un regla de excelencia o un medio preliminar propio para facilitar el dhikr, un tariq mustaqill, una vía autónoma que por sí misma conduce a la realización espiritual. Algunos maestros llegan a considerar que la rdbita es superior al dhikr. En relación con esto, un texto característico asegura que: «[la rdbita] consiste para el murid en hacer presente la imagen de su shaykh perfecto, de quien se ha testificado que ha alcanzado la estación (maqdm) de la aniquilación (fand') y la permanencia (baqd') perfectas, y en beber en la fuente de su forma espiritual (rfihdniyya) y de sus luces. [La rdbita] tiene efectos más poderosos aún que el dhikr para obtener el arrobamiento extático (jadhba) y la ascensión del novicio hacia los grados de la perfección» La técnica del dhikr, la rememoración continua del Nombre divino2', constituye la liturgia espiritual fundamental de todos los sufíes. De forma resumida, en la sesión de la plegaria silenciosa (dhikr-i khafl) de la tariqa naqshbandiyya, los derviches se sientan formando un círculo estrecho, con la cabeza inclinada y los ojos entornados. Hace falta pasar por cinco grados antes de alcanzar la perfección final. Cada uno de estos grados es la consecuencia de una práctica cada vez más interiorizada de la plegaria que debe permitir la obtención de estaciones en la vía o «estados de conciencia» (maqdmdt) cada vez más elevados. En el primer grado, la contemplación se dirige hacia el corazón; después hacia otras partes del cuerpo22. Desde el momento de la iniciación el guía espiritual empieza a activar las sustancias sutiles de cada discípulo, comenzando un proceso de asistencia al aspirante para atraer la gracia o energía divina (fayd) cuyo origen (asl) se halla por encima del Trono divino (al- 'arsh). Ninguna experiencia mística puede tener lugar sin un vehículo apropiado, el shaykh (per. pir), que vivifique las latd'ifdel discípulo, ayudándole a crear los medios para el viaje espiritual. El dhdkir (el que recuerda a Dios) desplaza su respiración y su conciencia a lo largo de los diferentes centros sutiles del cuerpo ( l ~ t d ' i j )r~ep~i,ti endo mentalmente el nombre de Dios (Alldh) cada vez más deprisa y consagrándose a retenciones de la respiración cada vez más prolongadas que hay que bloquear debajo del ombligo, puesto que ahí se halla el centro de las pasiones, el ego (nafs). El dhikr reposa esencialmente en dos métodos distintos, aunque complementarios. El primero es la invocación únicamente del nombre Alldh. Este dhikr es esencialmente esotérico y no conviene en principio más que a los «perfectos» que se han despojado por completo de su ego (nafs) y cuyo corazón se ha vuelto puro, es decir, vacío de todo lo que no es Dios: ellos son los adeptos de la extinción en Dios (fand'fl-Lldh). El otro método consiste en el empleo de la fórmula litúrgica de la confesión de fe islámica (shahdda), «no hay dios sino Dios» (16 ildha illd-Lldh). Los sufíes la han adoptado como el mejor método litúrgico de oración, siguiendo así un dicho del Profeta que se hace eco de algunos versículos coránicos que hacen referencia al recuerdo de Dios24. El más bello y el más decisivo es el versículo que dice: los «corazones están tranquilos con el recuerdo de Dios» (Cor. 13:28). Los maestros naqshbandíes invitan a sus discípulos a meditar varios grados de significación aptos para la «negación» (1d ildha), según sean más o menos avanzados en la vía: no hay adorado (ma'bfid), objetivo (maqsfid) ni existente (mawjfid), exepto Dios. Los sufíes naqshbandíes ponen énfasis en la trascendencia absoluta de Dios, pero el último dictamen es el más elevado pues supone la negación ontológica de cuanto no es Dios. En este estadio, el celebrante se convence de la gran evidencia: «Yo no soy nada, cuanto es, es Dios>>2E5.s ta via negationis acarrea la insignificancia de la «humanidad» del peregrino que, despojado de todos sus atributos creaturales, puede fundirse con la única Realidad divina que tipifica la afirmación illd-Lldh. Esta absorción de la individulidad humana en la Esencia divina corresponde a lo que en la ter minología sufí se denomina la «abolición en Dios» (fand'fl-Lldh), que es la resultante del recuerdo divino y que muestra el efecto. El guía espiritual se sitúa enfrente del novicio de tal manera que sus corazones se hallan exactamente uno delante del otro. Esta postura y orientación permite que la concentración del primero pueda transferir la energía del dhikr al segundo. Por medio de la concentración y orientación del corazón (tawajjuh) del maestro espiritual (murshid) hacia el aspirante (murid), se establece la relación (nisba) o vínculo (rdbita) entre ambos: «[entra] así por la puerta del corazón del discípulo» para vigilarle y protegerle en todo momento. El guía espiritual ruega a Dios que la luz del dhikr, la que él recibió de su propio shaykh, pueda ahora recaer sobre su adepto. Después el shaykh concentra sobre el aspirante los órganos sutiles (latd'if) a fin de que el dhikr penetre la totalidad del ser del novicioz6. La purificación gradual de las sustancias sutiles (latdJiJ) de la naturaleza humana condiciona la iluminación de estos mismos centros sutiles por la Presencia divina, hasta que Dios es substituido en el arcano oculto del peregrino y Él mismo deviene el dhdkir. «La perfección acabada de los diferentes grados del dhikr -declara Muhammad Pks2- es que el Invocado asedie el corazón y se vuelva maestro; que Él permanezca solo y eso es todo». Este estadio de realización corresponde al tawhid (la unio mystica). Entonces el dhikr es realmente el «recuerdo oculto» (dhikr khafl) que remite al centro sutil del mismo nombre. Muharnrnad Pks2 Bukh21-i (m. 822/1420), un ilustre discípulo de Bah2' al-Din Naqshband, en su Risdla q~tdsiyya( Epístola sobre la santidad) evoca la disciplina del «control (espiritual) del corazón» (wuqfif qalbi) que Bah2' al- Din Naqshband consideraba como la más importante de todas. El dhikr apunta principalmente a la «purificación del corazón», ya que va destinado a permitir que el sufí se libere progresivamente de todos sus vínculos con el mundo creatural: Pero cuando su corazón se ha vuelto puro, para mantenerlo en este estado debe ejercer un control permanente del corazón y rechazar todas las «sugestiones » si quiere permanecer en la alegna de la contemplación y la dulzura inefable del recuerdo de Dios. En este grado ya no es el peregrino el que recuerda a Dios, sino que es Dios mismo quien le llama y le atrae hacia Él, como el imán atrae el hierro. Al menor desfallecimiento de su conciencia, el dhikr oculto en el fondo de su corazón, que es aquel a través del cual Dios le interpela (cf. Cor. 2: 152: «Invocadme: os recordaré»), puede abandonarle. De ahí la necesidad imperiosa del control místico del corazón, sinónimo del estado contemplativo denominado «vigilancia» o comunión espiritual (ár. murdqaba, per. nigdh d d ~ h t )E~n~ re.a lidad, esta estación espiritual superior abarca todos los demás fundamentos anexos de la vía mística. Baha' al-Din Naqshband la ha definido en los siguientes términos: «La vigilancia es olvidar la visión de lo creatural teniendo la vista vuelta de forma permanente hacia Dios.»


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