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General: Masoneria 758
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 03/04/2013 21:55
Aunque no hubiéramos dicho al comienzo que no nos referiríamos ni a la Masonería que ES, ni a la que “debería” ser, sino a lo que PUEDE ser para quien la mira como nosotros, ya lo habría advertido el lector. Creemos importante que la Institución siga siendo como es: un seno donde pueden encontrarse a sí mismos hombres en todo diferentes. Se equivocan quienes la encuentran defectuosa y quieren mejorarla. Según lo que ella enseña la materia a mejorar somos nosotros mismos; y la ciencia del alma nos hace saber que “poner fuera” el terreno del conflicto, es una vía de escape, un en-ajena-miento. Modifíquese el hombre y se modificará la sociedad; perfecciónese el masón y la Institución mejorará. En una ocasión en que se conversaba de lo típicamente extrínseco de ciertas proposiciones que nunca dejan de oírse (“la Masonería no hace nada; se queda atrás; deberíamos salir a la calle y manifestar nuestra posición en los problemas de la hora”, etc.; y “hay que modernizar los rituales sacándoles todo lo que tienen de anacrónico”, etc.) tan llenas de buenas intenciones como ajenas a la índole de la Institución, un conspicuo Hermano lanzó una declaración chocante: -¿Qué otra cosa cabe esperar en una asociación como la masónica que posee un profanismo congénito? Y como los que oíamos quedamos sorprendidos, explicó su pensamiento. La Masonería no es un Templo de Misterios a la manera de los de la antigüedad, como a veces nos gusta suponer. No es un Colegio de Iniciados, sino uno de profanos –donde éstos, si así lo quieren pueden desarrollar el espíritu iniciático; pero nada los obliga a ello. Y se puede ser un excelente y digno masón sin ser un Iniciado y sin quererlo ser. La Masonería es algo así como un intento de poner “la Iniciación al alcance de todos” –con lo que ello implica de rebaja en materia de exigencias tanto preliminares como subsecuentes. En cambio, los Misterios antiguos eran círculos sumamente cerrados –incluso con limitaciones de casta, raza, y nacionalidad; y sólo en tiempos en que ya comenzaba su decadencia se admitieron algunos extranjeros. Eso hizo posible que algunos griegos como Demócrito y Pitágoras lograran ser admitidos –no sin grandes trabajos. Aún para gentes de esa categoría las pruebas de admisión eran sumamente rigurosas; tanto que seguramente muchos morían en ellas. El propio Pitágoras casi sucumbe en las mismas. ¿Y pedimos a quienes lo hacen algo más de que sean “libres y de buenas costumbres”? Sin duda somos algo exigentes en cuanto a honestidad y espíritu de servicio; pero allí terminan nuestras demandas en cuanto a moralidad. Y respecto a que deban ser “libres” ¿no aceptamos gentes cuya libertad interior y exterior está ligada a todo género de compromisos conceptuales, sociales, familiares, políticos, financieros, etc.? Entonces, ¿cómo nos puede sorprender lo que vemos? La verdad es que mientras la Institución aspira a que todos sus miembros sean iniciados, cómo sólo les pide que sean hombres buenos, rectos, amantes de la verdad y la virtud, y decididos defensores de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad ... ni todos los que visten mandil son Iniciados, ni tienen por qué serlo. - ¿Pues cómo es esto de que no somos Iniciados?- dirá alguno; y nosotros, que compartimos la posición de aquel Hermano contestaremos que todo depende de qué se entiende por ello. Poco o mucho, todos estamos iniciados en las formalidades del rito; y mal que bien también lo estamos en la jerga del oficio, y sabemos hablar en términos misteriosos. Hay hasta un vocabulario completo para cada grado, y lo que aquí se llama acta, allí Columna, Plancha de trazar, Balaustre, etc.; y lo mismo cambian los nombres de cargos y dignidades. Si a esto se le llama iniciación, pues ... todos lo estamos. Por suerte pocos son los que se entretienen en estos fariseísmos propios de la cáscara externa; y cuando dicen Iniciación aluden a una cierta actitud del espíritu. En este sentido bien puede decirse que los masones demuestran haber crecido en el espíritu de la Libertad, la Igualdad, y la Fraternidad que caracteriza la Orden. Y si demostrar haber hecho carne este espíritu es ser Iniciado, casi todos (si no TODOS) lo son, porque en verdad los Hermanos saben ser cordiales y fraternos; y el más encumbrado de los hombres ha de considerar un honor que un masón lo considere su igual. Pero hay quienes dan al término una acepción más profunda, y conciben la Iniciación como un proceso del carácter que culmina en algo así como una dinamización de la voluntad que facilita al que lo ha sufrido el proyectarse sobre el ambiente en que actúa para iluminarlo con sus luces y servirlo con su fuerza realizadora. Los que así piensan, conciben la Masonería como una escuela de dirigentes. Y que no están del todo errados lo demuestra el hecho por demás cotidiano de que la sociedad nos reconoce por tales y nos eleva siempre que puede a las posiciones de dirección. Sin duda hay muchos Hermanos que pueden ostentar con dignidad su condición de Ilustres y Poderosos. Sin negar los anteriores niveles de Iniciación, nosotros la entendemos como la posesión de un oficio –que en el caso consiste en saber utilizar los símbolos como herramientas operativas en los niveles del ánimo. Y es aquí donde la cosa no se ve tan generalizada. En este último sentido, es preciso admitir que la Masonería se limita a suministrar al neófito aquellos elementos con que él mismo podrá, si así lo quiere, iniciar, continuar, y eventualmente culminar el proceso. Y como la libertad personal es, entre nosotros inalienable, todos los masones pueden desenvolver su vida iniciática dentro de las líneas y hasta los límites que quieran. Para ser masón sobra con ser un hombre de bien; no es necesario ser un filósofo, y menos se requiere ser un místico. - Pero una cosa es tener derecho a permanecer ajeno a las sutilezas del esoterismo y hasta a considerarlas superfluas, y otra es querer trasladar esa postura personal a la Institución misma negándole todo contenido iniciático, y hasta pretendiendo borrar toda huella de ello. Y como somos de los que sostenemos que la verdadera opción debe plantearse entre tomar o dejar y NO entre tomar y destruir, nos hacemos un deber decir que el Arte de la Masonería es algo más que la práctica de la fraternidad y el servicio externo. Los argumentos en que se apoya lo que podría llamarse “tesis profana” no son ni sólidos ni numerosos; y en general se limitan a desconocer la existencia del hecho religioso en la Masonería, y a calificar de “reminiscencias de épocas felizmente trascendidas” a cuanto lo demostrara, y en sostener que la única aplicación legítima de los símbolos es su interpretación moral. Puesta a manera de diálogo, la monocorde argumentación presentaría más o menos la siguiente estructura: - ¿Cuál es el origen de la Francmasonería? - No es posible contestar con precisión. La historia de la Institución comienza en Inglaterra en 1717; pero su prehistoria se hunde en el oscuro pasado de las Corporaciones, Guildas, y Collegia En su espíritu, podría decirse que la Masonería es un impulso del Hombre hacia la libertad; y que nació cuando la necesidad de éste lo lanzó a la conquista de la Naturaleza. En ese orden de ideas, puede decirse que la Masonería comenzó con el descubrimiento del fuego, y que es lo que puso término a la vida nómade con la Agricultura, dando luego nacimiento a la Arquitectura –arte del que derivamos nuestra existencia institucional y simbólica. Por eso, siendo Tubal Cain el primer artífice en metales, Hiram Aviv el arquitecto del Templo de Salomón, y Caín el primer agricultor según la Biblia, se dice emblemáticamente que los masones descienden de esos personajes legendarios, para señalar que representan el impulso civilizador de la humanidad frente a las fuerzas de todo orden que la oprimen. - Usted descarta la necesidad espiritual como elemento motivador. Sin embargo, entiendo que Hiram era arquitecto de un Templo. - Así dice, en efecto, la leyenda. Y si es que nuestra pre-historia ha de encontrarse, como sostengo, en las corporaciones de albañiles, así lo hicieron nuestros antepasados operativos. Indudablemente la humanidad parece poseer una tendencia innata a lo religioso. Pero si miramos bien veremos que ésta nace de la inseguridad y precariedad de nuestra existencia, como hombres, sobre la Tierra. Desde los tiempos más remotos el hombre ha soñado siempre con una ilusoria esperanza de eternidad; y por eso ha levantado monumentos, construido Templos, cavado tumbas –creando además múltiples sistemas religiosos con todos sus refinamientos y derivaciones para expresar ese su ardiente anhelo de permanencia. También es verdad que nuestra liturgia recoge el sentimiento religioso humano y lo traduce en mitos, ceremonias, y símbolos que podrían interpretarse en ese sentido. Pero debe entenderse que es sólo por tradición que practicamos esas ceremonias,, reminiscencias de épocas bárbaras y que no necesariamente deben ser interpretadas en sentido religioso, sino que pueden y deben aceptarse por su estricto valor moral. Así, por ejemplo, la leyenda de Hiram alude al genio humano asesinado por la mentira religiosa, la ignorancia popular y la ambición política. Nosotros no nos ocupamos de religión y nuestras herramientas están pura y exclusivamente al servicio de la humanidad, cuyo progreso anhelamos en base a la razón pura y al Derecho. - No entiendo del todo cómo se puede combatir la mentira religiosa sin ocuparse de Religión, y usted dice que la Masonería no se interesa en ella. Además, no condice mucho su interpretación del Maestro con el significado literal de su nombre, que lo hace equivalente por lo menos gramaticalmente con el “Hijo del Padre que está en los Cielos” del cristianismo. ¿Sabía usted que en hebreo abí significa “padre mío” y que Hi (pron. JI) quiere decir “viviente” y que Ram se traduce como “elevado”? ¿Sabía usted que Aviv significa “el joven”? Entonces, aún interpretando a Hiram Aviv como el genio humano que lucha hacia su progreso, su nombre emblemático lo ligaría a una especie de divinidad celeste de la que sería terreno reflejo. Confieso que no conocía el significado del nombre de nuestro Maestro. Pero ello no quita valor a mi argumentación, sino que la favorece, ya que pone en evidencia que se trata de reminiscencias de épocas felizmente trascendidas. Hoy ya la humanidad ha aprendido a confiar en sí misma. - Bien. Pero si la Masonería no se ocupa de metafísica, ¿cómo explica usted que proclame la existencia de un Principio espiritual que denomina Gran Arquitecto del Universo? - En los tiempos que corren, el Gran Arquitecto del Universo debe ser interpretado como la Naturaleza y la Humanidad. De manera que es sólo por tradición que mantenemos la fórmula “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo” para iniciar nuestros trabajos. En realidad de verdad, trabajamos “a la Perfección de la Humanidad” como se dice en muchísimas Logias. - Supongo que también me dirá que la admisión de nuevos miembros por medio de ceremonias semejantes a las que se practicaron antiguamente en algunas naciones son “reminiscencias”, aunque se me ocurre que lo de “felizmente trascendidas” no es muy apropiado para ser aplicado a civilizaciones como las que florecieron en el antiguo Egipto y en la Grecia de la edad de oro. - En efecto. Sostengo que es sólo por tradición que practicamos esas ceremonias, las que cumplimos en forma simbólica. - Parece desprenderse de sus palabras que usted piensa que los símbolos que utiliza la Francmasonería no son otra cosa que representaciones alegóricas o material enigmático sin más finalidad ni objeto que el de servir para hacer interpretaciones; y muchos no lo creemos así. En Oriente se utilizan los mismos símbolos geométricos para invocar y proyectar ciertas potencias del ánimo, cuya realidad, a juzgar por las conclusiones de algunos psicólogos occidentales no es tan ilusoria como pudiera pensarse. Por otra parte, sabemos que esos símbolos geométricos que las Escrituras orientales se ocupan de describir minuciosamente y de explicar cómo deben construirse y utilizarse, son empleados en algunos círculos occidentales como medio conducente y poderoso auxilio en los procesos que llevan al desenvolvimiento de la Conciencia. Y siendo la Masonería una institución que claramente persigue el mismo fin (el perfeccionamiento de la Conciencia), ¿No cree usted que los símbolos que utiliza puedan tener un sentido psicológico más profundo que el meramente alegórico que les asigna? - Confieso que no estaba enterado del uso de símbolos como instrumentos de perfección psíquica. Pero de cualquier manera puedo asegurarle que entre los masones esos símbolos no tienen más valor que el alegórico, siendo su interpretación puramente moral. Constituyen parte de nuestra herencia ancestral y los mantenemos por tradición. Además, la Masonería sólo busca la reforma moral de la humanidad, y no un cambio más profundo tal como el que pretenden obtener los sistemas a que usted alude, de los cuales, le repito, no conozco nada. - Cualquier psicólogo le podría informar que lo que usted llama “reforma moral” no es algo que pueda lograrse con simples consejos como creen las abuelas, sino que exige una intervención más profunda; una que sea capaz de llegar a los resortes del comportamiento y del carácter. Y los símbolos cumplen esa magia transmutadora en otras tiendas. Entonces, se me escapa cómo lo que es instrumento operativo en otras partes pierde su virtud en la Masonería. Pero la presencia en ésta de símbolos geométricos y de gestos místicos no es el único detalle que abona la afirmación de la existencia, en la Masonería, de una tradición esotérica. Usted acaba de afirmar que la Institución solamente busca la reforma moral del individuo, y no un cambio más profundo, ¿no es así? - Así es. Y lo prueba el hecho de que entre nosotros no existen Iniciados en el sentido que usted los imagina. - De eso no estaría yo tan seguro; pero permítame continuar. Los sistemas de reforma del entendimiento parten de la idea de que la mente del hombre, por estar sometida a permanente agitación a consecuencia del constante estímulo que recibe por la vía de los sentidos, se halla incapacitada para el autoconocimiento, y como presa en la red de esos estímulos. De ahí que la primer cosa que se trata de lograr es el aquietamiento de la mente y la producción de un estado dinámico de tensión que la lance en otra dirección. Las diferentes escuelas sólo difieren en cuanto al método para lograr este apaciguamiento y esa tensión; pero en lo que tiene que ver con la necesidad de lograrlo, todas concuerdan. Ahora bien: yo encuentro esta idea en la Masonería; y en el silencio a que se obliga al Aprendiz, descubro un método maravillosamente adaptado a nuestra idiosincrasia, por el que se busca el dominio y la dinamización de la mente por el control de su aparato de expresión. - Le repito que no conozco absolutamente nada de “yoga” ni de otras cosas por el estilo; pero de cualquier manera me atrevo a afirmar que en la Masonería no hay nada de eso. La disciplina del silencio pertenece a nuestra herencia tradicional. Es una reminiscencia de otras épocas, y todo lo más, sirve al propósito de adaptación del neófito a nuestras formas y costumbres un tanto anacrónicas. El supuesto diálogo podría prolongarse indefinidamente. A cada indicio de la existencia, en la Masonería, de una doctrina secreta y de un método misterioso capaz de transformar la estructura profunda del hombre, nuestro interlocutor contestaría siempre en forma parecida: “Reminiscencias ... reminiscencias de épocas oscuras”. Y en esa “oscuridad” englobaría todo cuanto desconoce en materia de espiritualidad, desde la religión naturalista que en su imaginación atribuye al hombre de las cavernas, hasta la del sabio griego que se expresa en el mito. Para este tipo de pensador, toda religión es falsa; y el único pensamiento legítimo es su racionalismo materialista. Y para él, Platón viene a ser una rara mezcla de sabiduría y superstición. Como no sabe de alquimia más que lo que de ésta conocieron los “sopladores” que la creían un arte materialista para fabricar oro físico por transmutación de otras sustancias, la supone una oscura pariente de la moderna química y no encuentra ninguna relación entre las fases operativas de su proceso (nigredo, albedo, citrinitas y rubedo) con el francmasónico, que también comienza en el Negro de la Reflexión, y pasando por la albura del aprendizaje y el ocre brillo del estudio, culmina en el rojo de la Maestría. Y al no poder establecer la relación, fracasa en descubrir que, al igual que en el magisterio hermético, también en el masónico se busca una transformación profunda de la materia original (o sea: la Conciencia) y NO simplemente la externa modelación del carácter y el comportamiento. Y así con todo. Esto si el profanismo de nuestro imaginario interlocutor pudiera clasificarse dentro del marco del racionalismo materialista. Porque si se tratara de uno “teísta”, nuestro hombre vería en todo el simbolismo masónico coincidencias afirmativas de sus propias concepciones religiosas. El Gran Arquitecto del Universo sería, para él, idéntico al Dios de su iglesia o confesión: una entidad personal a la que es posible propiciar o invocar, y con la que se puede dialogar en la oración; el Oriente Eterno sería el nombre que la Masonería da al “cielo” donde espera ascender después de muerto; y la leyenda de Hiram la explicación de su doctrina acerca de la inmortalidad del alma Por suerte no podremos dialogar con él. Porque en general la religiosidad profana es dogmática e intolerante, vista o no mandil. Y que esta afirmación que hacemos no es gratuita lo prueban las escisiones y excomuniones por cuestiones tan extrañas a lo iniciático como son la Biblia y Dios. Quizá nuestro interlocutor se inclinase a las fantasías del ocultismo popular, en cuyo caso sus ideas acerca de la Masonería estarán infiltradas de mesmerismos, magnetismos, entidades angélicas y presencias tan ultrafísicas y “astrales” como antropomórficas y quiméricas. Pero la doctrina de los iniciados no es ni el materialismo racionalista, ni el teísmo, ni el deísmo, ni las fantasías pseudoteosóficas que al respecto andan por allí, sino aquel Gnosticismo que alentó en los Misterios de la antigüedad –y que no es una “reminiscencia” sino una Luz y un Poder. A pesar de la mella del tiempo y las depredaciones de iconoclastas y reformadores, lo que aún queda del simbolismo tradicional contiene indicios suficientes para que la condición iniciática de la Francmasonería no pueda ser negada. He aquí algunos: a) La fórmula 3, 5 y 7, que marca la estructura de una Logia (“tres la gobiernan, cinco la sostienen, siete la perfeccionan”) y a la que se ajusta la “edad” de Aprendices, Compañeros y Maestros, es la misma que en los Misterios egipcios establecía las “medidas del trigo” que cultivaban los muertos para el Señor de la Vida. Esta fórmula corresponde a la del acorde musical menor; y este “acorde” es una Ley de armonía que obra en la Naturaleza. ¿Será por reminiscencia que cuando se pulsa una nota vibra su armónica? Creemos que no; y con los Pitagóricos entendemos que su conocimiento es Ciencia, y su empleo es Poder. Y puesto que las series armónicas se dan no sólo en el terreno de lo puramente físico, sino también en el del alma, es ciencia y poder iniciáticos. b) La estructura de una Logia recuerda la de la isla de Ea, cuyos habitantes eran llamados “hijos de la Luz”. Patria de Helios, este Dios visitaba diariamente su mediodía; Actes la gobernaba desde Oriente ayudado por Circe, la gran Maga, que se asentaba en Occidente. Esa estructura, donde cada Oficial tiene un lugar preciso y donde no hay nada de arbitrario, se aviene a las líneas a que también se conforma el Árbol de la Vida de los cabalistas, y a la disposición de los planos y centros metafísicos y psicofisiológicos de los Orientales. ¿Reminiscencias? Puede ser; pero también realidad de la Naturaleza. Y aunque “sólo por tradición” armemos un dínamo, su giro producirá electricidad; y si lo que armamos es un motor, cada vez que se lo conecte al circuito eléctrico, se moverá. c) La naturaleza de la energía que circula por la Logia es la del pensamiento-palabra. Mas no de cualquier manera, sino siguiendo determinado circuito, que se encarga de marcar nuestra liturgia, cuando manda transmitir el BoHaZ –emblema de la sagrada Palabra- del lugar de la Sabiduría al asiento de la Fuerza, y de ahí al de la Belleza, desde donde se derrama a los planos inferiores. Este emblema trae a la mente la doctrina cabalística de las Emanaciones, según la que el “rayo descendente de la Creación” proveniente de la tríada superior se condensa en el Sephirah Jesed (el Rey magnánimo) y de éste pasa al Sephirah Geburah (la Severidad; la Fuerza) desde donde se dirige al Sephirah Tiphereth (la Belleza u Ornamento) desde donde se vierte hacia los cuatro Sephiroth inferiores. Es la misma vieja doctrina del Verbo Divino que, como supremo Poder, crea, sostiene, y destruye el universo de las formas. Y puesto que HABLAMOS (aunque ¡ay! no siempre como Iniciados con palabras de luz y verdad, sino a menudo como profanos que por “no saber hablar” ensucian la Palabra) la doctrina de que el poder del espíritu está en el Verbo tampoco puede ser considerada “cosa del oscuro pasado”. Naturalmente que los Iniciados no se limitan a afirmar que el Espíritu se expresa por el pensamiento-palabra y a enseñar las leyes de la lógica ordinariaSu enseñanza –que entre otras cosas revela que el Poder Creador o energía realizadora se encarna en los sonidos-letra se halla implícita en la Palabra Sagrada del Aprendiz, emblema del alfabeto (puesto que como venimos repitiendo está formada por todas las consonantes de la B a la Z y todas las vocales de la Alfa a la Omega). Esta palabra que en hebreo significa “En ello la Fuerza” indica cual es la energía a ser utilizada primero para la autoperfección y luego en el servicio de la Humanidad. La doctrina del Poder de la palabra es universal. La encontramos en Filón; y Juan la repite adaptándola a las ideas del cristianismo de su tiempo. El mito hindú relata como Sarasvati, la esposa del Brahmá Creador, da nacimiento, sostiene, y destruye los mundos cantando en su debido orden las letras del alfabeto. En la tradición rabínica, Elohim (palabra que significa Poderoso Sonido Tumultuoso, y es nombre de Dios-Creador) habla y las cosas aparecen; y en el Zohar se dice que Adonai creó el mundo con el auxilio de las letras del alfabeto, a cada una de las cuales asignó un cometido. El Sepher Yetzirah (Libro de la Creación) dice que el acceso al Árbol de la Vida se ha de encontrar “por la interpretación del lenguaje y la vida según la Ley”. Y los alquimistas acuñaron con la primera y última letra de los alfabetos latino, griego y hebreo, su palabra AZOTH para nombrar su Substancia Universal. Todo esto guarda una chocante semejanza con el BoHaZ emblemático de los francmasones. ¿Reminiscencia? Quizá lo sea para quien se limite a estar informado, pero NO para el que practique las disciplinas de “meditación” a que está ligado –la primera de las cuales es la del Silencio. Para quien así obre, el BoHaZ no será un “tradicionalismo” sino un fructífero artificio de perfección. La lista de ejemplos podría resultar interminable. Tan numerosos son los indicios de que en el simbolismo francmasónico campea la misma doctrina que alienta en todos los sistemas de desenvolvimiento espiritual, que parece milagro que no se los reconozca unánimemente. Pero tiempo es ya que se haga en las mentes de los masones la luz que permitió a nuestro ilustre Hermano Albert Pike ver en los gloriosos símbolos tradicionales algo más que reminiscencias y alegorías morales. Escribía Pike en carta al también Hermano Gould: “ ... y ante mi inteligencia (el simbolismo) empezó a tomar la forma de algo asombroso y lleno de majestad; algo tan imponente como las pirámides en cuyas secretas cámaras aún no descubiertas, quizá se conserven todavía los libros sagrados de Egipto, perdidos para el mundo. Algo tan grandioso como la Esfinge semisepultada por las arenas del desierto. Porque el simbolismo de la Francmasonería, que juntamente con su espíritu de Fraternidad constituyen su esencia, es más antiguo que todas las religiones existentes. La Masonería guarda los símbolos que, anteriores a él mismo enseñó Zaratustra, ¡Sublime y triste espectáculo el de nuestros antepasados, que ofrecieron al mundo los símbolos del universo, antaño tan elocuentes, hoy tan sin intérpretes!”. Cada vez que señalamos la existencia de una posible 1 función misteriosa del simbolismo masónico, tenemos la sensación de haber despertado un dragón. Porque mientras por un lado surgen los “teosofistas-ocultistas” que quieren aprovechar la ocasión para explicarnos que dicho esoterismo no es otra cosa que las fantasías que proclaman, por el otro se alzan las justamente airadas voces de las gentes sensatas rechazando la absurda falsa moneda y reclamando cordura. 1 Decimos posible, NO probable. No se trata de una hipótesis sino de un hecho cierto. El simbolismo PUEDE emplearse para acelerar los procesos del devenir histórico. Es que al entendimiento de cualquier persona medianamente culta lo que ciertos traficantes del Misterio llaman pomposamente “ocultismo” no es sino un conjunto de creencias tan supersticiosas como ridículas: la fantástica construcción de algunas imaginaciones calenturientas en la que refugian su infantilismo las gentes ingenuas, ansiosas de saber y dotadas de espíritu religioso, pero demasiado débiles para escalar las alturas del saber ordinario y el misticismo verdadero –respecto a lo que cultivan una defensiva actitud de desdeñosa superioridad. Mas puesto que las dichas fantasías nada tienen que ver con el Ocultismo, el rechazo de éste en función de lo que de él proclaman los ignorantes, falla por su base. Que el Ocultismo tenga sus charlatanes, no es argumento para repudiarlo. ¿Qué rama del saber no los ha tenido o los tiene? ¿Y qué capítulo de la ciencia no exige a quien quiera opinar con derecho el esfuerzo inteligente y la diligente aplicación para aprehenderlo de sus debidas fuentes? La verdad es que la Doctrina Secreta que los recién llegados a la cultura del alma miran con desconfianza, no es ni el ilusorio fruto de imaginaciones enfermizas, ni lo que pretenden sugerir que es las montañas de libros que tratan el tema sin conocerlo y que son al ocultismo lo que las novelas de ciencia-ficción son a la Ciencia. Al contrario: es un venerable conocimiento de sólido fundamento y antiquísima tradición; y suma de un saber empíricamente comprobado y acumulado por incontables generaciones de adeptos. Para comprender las doctrinas de los Iniciados hay que empezar por advertir que, puesto que hablan de cosas extra-ordinarias sus palabras no pueden tomarse en sentido corriente. Así, por ejemplo, "lo oculto", el "mundo oculto", etc., tiene varias acepciones y muchos nombres. En primer lugar, por "oculto" se entiende el trasfondo abismal del Ser, "de donde todo procede y a donde todo ha de volver" -y por eso se lo llama Misterio, Misterioso Anciano, Comienzo, Principio y Fin, Alfa y Omega, Olvido, Sabiduría Primordial, etc. De manera que por Ocultismo y por Doctrina Secreta ha de entenderse el saber que se relaciona con el mundo ultraliminal Este mundo que vemos y todo su contenido incluso nosotros mismos, en el que sufrimos, gozamos, y desenvolvemos nuestra actividad, no es otra cosa que la ex -presión fugaz del "Secreto". De manera que "lo Oculto" y "lo manifestado" no son sino aspectos de algo que permanece por siempre desconocido en su esencia. En el ejemplo clásico del huevo y la gallina, la segunda está oculta en el primero; y luego es el huevo el que está oculto en el ave; y así sucesivamente hasta que el impulso original se agote en su última aparición. Pero en TODA la serie, "lo Oculto", la cosa en sí, permaneció "secreto". Entre el no-ser y el existir se tiende una doble corriente. Hay una presión que fluye del primero hacia lo que llamamos "presente"; y hay otro curso que de éste regresa al primero; y hay un punto "consciente" de Luz que marca el entrecruzamiento del flujo y el reflujo. A todo este mecanismo se lo llama El Gran Símbolo (Sri-Yantra) y se lo representa tradicionalmente con el emblema de los triángulos entrelazados. Pero si alguien entendiera que el referido emblema se limita a expresar la señalada idea, se equivocaría. Ocultismo no es teoría ni explicación. Como herramienta psicológica "explicación" sirve para quedarse tranquilo; en el mismo sentido "ocultismo" (en el caso: el símbolo indicado) sirve para inquietar. No es un enigma para interpretar, sino una herramienta para fijar la mente y hacerla penetrar a la vivencia del fluir; su recto empleo es religioso y místico, NO intelectual. Hablando de la naturaleza del "Ocultismo" como ciencia y arte de Perfección, decíamos en Lumen: Entre el no-ser y el existir se tiende el puente de Luz. En el no-ser están las oscuras ignotas simientes de todo lo que ha de aparecer. El no-ser ha sido comparado a una fuente de negras aguas; y el existir viene a ser el río que procede de la misma, el cual riega la tierra y nutre la vida de cuanto de ésta nace. Los cabalistas dieron a dicho manantial entre otros el nombre de El Misterio; y en su figurativo lenguaje dicen que "la Naturaleza toda se nutre y sostiene por el Misterio" -el cual es eternamente secreto, tanto en su realidad trascendente como en su presencia inmanente en todo y por todo. Aunque inconcebible en sí mismo este "Comienzo" (como también se lo llama) es comparable a la fuente y el fluir de las aguas de la Vida, y también es imaginado en términos de eternidad y Tiempo. Y sus efectos, que en forma de transcurrir surgen de esa Oscuridad que llamamos Futuro, se hacen visibles en el Presente y se conservan en el Recuerdo para volver a su fuente cuando se hunden en el Olvido. Por eso el nombre del río que separa las tierras del no-ser de las del existir, es LETEO. De manera que en términos absolutos, no es "esotérico" sino aquello que aún no alumbró para nadie, y aquello que fue definitivamente olvidado por todos. Cuanto alguien pueda conocer ha sido ya extraído del seno "oculto" y se ha manifestado, no importa si quien lo conoce lo calla o no. al trasvasado de lo que es no-ser al existir lo llamamos Creación -y hablamos de ello en términos de vida, sol, luz, calor, conciencia, etc.; al retorno al no-ser lo llamamos destrucción, y a ello nos referimos en términos de muerte, consumición, inconsciencia, OLVIDO. Entre una y otra actividad se tiende la zona de la experiencia y el recuerdo; y al proceso completo lo llamamos Devenir. La corriente del río de la Vida es a veces violenta, otras tranquila. Impetuosa cuando desciende de los altos montes, se hace mansa cuando recorre suavemente las planicies que riega en su carrera hacia el océano. Su caudal se nutre de las lluvias que vienen de lo alto; y éstas se regulan por el calor del sol que es la Luz del Mundo. Tal la función de la Luz Y LA DE LOS QUE LA ALIMENTAN CON EL EJERCICIO DE LAS PROPIAS: hacer que "llueva" y que la tierra se nutra y fructifica el Devenir. Ocurre en ocasiones que lo que debe ser linfa beneficente se hace fuerza destructora cuando las lluvias exceden su debida cuota. Cuenta la leyenda que cuando el Ganges descendió de su alta fuente hubiera aplastado la Tierra, arrasándolo todo y arrastrándolo a la sima del océano si no hubiera sido que Jahnú interpuso su cabeza y se bebió el río … cuyo caudal lo llenó - rebozándolo hasta salírsele por los oídos, para de allí tomar un curso beneficente y tranquilo. Decididamente no es bueno que el Futuro se haga Presente de una manera abrupta. En este sentido es preciso comprender que cuando los místicos en sus trances "como de muerte" se hunden en el seno del Olvido en busca de "la Sabiduría", en realidad están abriendo los cauces del mítico río, cuya corriente renovadora destruiría el mundo si fuese dejada fluir libremente. Por eso, ellos tratan de mantener bajo control las vías de las aguas mediante un elaborado sistema de diques y compuertas - el cual constituye el mecanismo de la tradición esotérica. Y también que así como los grandes místicos y adeptos penetran donde penetran, constituyéndose ellos mismos en cauces de "la Sabiduría", así también otros más pequeños cavan acequias, y otros aún más insignificantes van con sus baldes por "aguas del Misterio" a las represas que las contienen y las ofrecen al mundo sedientoY ya a esta altura, algunos beben, otros se lavan y bañan, otros las emplean en sus cocidos, otros juegan … y no faltan quienes las emporcan. Y puesto que todo a lo largo de la extensa cadena lo que se transmite es lo que alguna vez alguien extrajo de la oculta fuente, no está mal del todo decir que se trata de "Doctrinas Esotéricas", si bien en sentido estricto han dejado de serlo en el instante mismo en que vieron la luz en algún entendimiento. Tal lo que decíamos en Lumen. ¿No tiene la Masonería un lugar en la referida cadena? Si lo tiene y ES "transmisora de la Luz", entonces es algo más que "tradicionalismo". También pertenecen al Ocultismo las técnicas de meditación (con o sin el auxilio de símbolos) mediante las que se alcanza ese peculiar estado de conciencia que se llama Gnosis. Ya dijimos que la práctica del Silencio es una de éstas; y ya veremos que hay otras. Que se practiquen o no, es otra cosa


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