LOS PODEROSOS DICTADORES DE LAS NACIONES NO QUIEREN EL EVANGELIO


En el primer siglo, los apóstoles y primeros cristianos sólo vivían los misericordiosos mandamientos de Jesucristo, y predicaban por todos los pueblos solamente el Evangelio, como Jesucristo les había mandado:

"Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". (Mateo 24,11-14).

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado". (Marcos 16:15-16).

"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén". (Mateo 28,19-20).

Pero el Evangelio mandaba a los ricos repartir sus bienes entre los pobres, y esto no lo querían los poderosos de las naciones. El Evangelio también les mandaba a los poderosos "NO MATARÁS", perdonar a los hombres setenta veces siete y tener misericordia con todos.

Pero los poderosos de las naciones querían dominar sobre los demás y vivir como reyes dominando sobre los pobres, y entonces, abandonando los misericordiosos mandamientos del Evangelio, encontraron en los puntos difíciles de las cartas atribuidas a Pablo las justificaciones para imponer la ley de la espada y así acabar con los cristianos que no aceptaran su desmedida autoridad.

Aquellos poderosos de Roma asentaron su poder sobre los siguientes mandamientos de las cartas:

"Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas....... porque no en vano lleva la espada........ Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos......" (Romanos 13:1-6)

Esto es lo que dicen las cartas: que hagamos todo lo que dicen los gobernantes, sin distinguir entre gobernantes buenos o malos. Y además dicen que "no en vano lleva la espada" (para herir o matar), justificando con ello los castigos terribles y las penas de muerte que imponían los poderosos dictadores de las naciones...

Pero Jesucristo había mandado todo lo contrario, pues había dicho que los jefes de las naciones las tiranizan y que entre los cristianos no debe ser así, pues así dijo Jesucristo:

"Jesús los llamó y les dijo: "Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos; de la misma manera que el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos". (Mateo 20:25-28

Estos mandamientos de Jesucristo no los querían los poderos de las naciones, y en estos últimos siglos tampoco los quieren muchos "paulinistas" confundidos que se hacen llamar cristianos o "evangélicos".

Los poderosos católicos, desde el siglo IV, impusieron los mandamientos de las cartas atribuidas a Pablo para dejar anulados los misericordiosos mandamientos del Evangelio. Y más tarde, los grupos llamados "evangélicos" también siguieron este falso "paulinismo" que siguieron las católicos... 

Desde entonces, se cambió la Ley de la misericordia predicada por Jesucristo para imponer en su lugar las leyes de los ricos poderosos que dictaminaron leyes que mandaban penas de muerte, guerras, esclavitud y sistemas de terror, sistemas de terror y de inquisiciones que dejaron espantado al mundo.

Los católicos, desplazando los misericordiosos mandamientos del Evangelio y ahogándolos con las leyes judías del viejo testamento y los puntos difíciles de las cartas atribuidas a Pablo, impusieron sistemas de terror..., y de ellos aprendieron los protestantes luteranos, más tarde los calvinistas, y por fin, los últimos movimientos evangélicos que siguieron estas doctrinas de la ley de la espada y de las guerras que imponen los poderosos dictadores de las naciones.

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