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HISTORIA: TERRITORIOS QUE PERDIO CHILE EN LA GUERRA DEL PACIFICO
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 16/09/2013 14:53
Los territorios que perdió Chile en la Guerra del Pacífico
 
Rolando Rojas
*
 
Las relaciones políticas entre el Perú y Chile en la etapa republicana se iniciaron bajo el signo de la unificación que suponía un frente patriota contra el poder español. El Ejército Libertador de San Martín estaba conformado por “porteños” y chilenos, y recibió financiamiento del gobierno chileno. En los años de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), Chile se opuso a esta alianza política y envió dos expediciones militares para destruir la unificación de Perú y Bolivia. Los chilenos entraron a Lima, pero luego de la batalla de Yungay y de provocar el derrocamiento de Santa Cruz se retiraron del Perú. En 1866, el Perú y Chile se unificaron nuevamente para defenderse de la agresión de la armada española. Ambas naciones establecieron una alianza y hubo colaboración mutua para defender los puertos de Valparaíso y el Callao. 
 
Chile perdió más territorio del que ganó a Perú y Bolivia al “ceder” la Patagonia a la Argentina por el tratado de límites de 1881.
Luego sobrevino la Guerra del Pacífico (1879-1883), que volvió a enfrentar a Chile contra Perú y Bolivia. Sobre esta guerra, la historiografía tradicional chilena cuenta que la victoria sobre Perú y Bolivia tuvo como resultado la expansión territorial y la hegemonía sobre el Pacífico. Es la imagen más común que circula hasta hoy en los medios de comunicación chilenos e incluso entre peruanos y bolivianos. En este artículo queremos revisar esta versión de la historia de la Guerra del Pacífico a partir de algunos historiadores chilenos que proponen una lectura alternativa: Chile perdió más territorio del que ganó a Perú y Bolivia al “ceder” la Patagonia a la Argentina por el tratado de límites de 1881.

La historia empieza en 1843. Ese año el presidente de Chile, Manuel Bulnes, envió una misión militar que construyó un fuerte en las proximidades del estrecho de Magallanes. Este era el primer paso del gobierno chileno para ejercer su soberanía efectiva y colonizar la Patagonia. Cerca del fuerte se estableció una colonia chilena que se dedicó al comercio con los indios tehuelches, la crianza de ovejas, la explotación de carbón mineral y la caza de lobos de mar. Después de cuatro años de silencio, en 1847, el gobierno ar-gentino de Juan Manuel Rosas reclamó por la instalación del fuerte e invocó derechos sobre la Patagonia. Según Isidoro Vásquez de Acuña, autor de la Breve historia del territorio de Chile (1991), Chile solicitó que ambos países presentaran títulos de dominio sobre la zona en cuestión, pero Argentina difirió esta confrontación porque no contaba con respaldo documental. En realidad, la controversia por la Patagonia recién empezaba.
 
En 1856, Chile firmó con Argentina un Tratado de paz, amistad, comercio y navegación, el cual significó un avance de los intereses chilenos. En el artículo 33 de este tratado se estableció que ambas partes reconocían como “límites de sus respectivos territorios, los que poseían como tales en tiempo de separarse de la dominación española el año 1810”. Asimismo, se señaló que en caso de controversia las partes debían evitar actos violentos y recurrir al arbitraje de una nación amiga. Era casi una victoria chilena, pues el gobierno contaba con cédulas reales, mapas y otros documentos coloniales que avalaban que la Patagonia estaba bajo la jurisdicción de la Capitanía General de Chile en 1810.
 
Sin embargo, la Argentina nunca abandonó sus pretensiones por la Patagonia, y a partir de 1859 inició un proceso de penetración y colonización creando fuertes militares y pequeñas colonias para ejercer control efectivo de ese territorio. Dos elementos jugaban a favor de Argentina: su fácil acceso a la Patagonia (los chilenos debían atravesar los Andes o viajar por mar para llegar a ella) y la presión demográfica que, como consecuencia de la política inmigratoria, facilitaba una estrategia de colonización de la Pata-gonia. Por su parte, Chile tuvo una política errática y la población que se expandió desde el fuerte Bulnes (trasladado y refundado luego como Punta Arenas) llegó solo hasta las riberas del río Santa Cruz. La Patagonia era percibida como un territorio desértico y, por su desconocimiento, pobre en recursos naturales.
 
En las décadas de 1860 y 1870, ambos países trataron de llegar a acuerdos limítrofes sobre la Patagonia, pero al parecer la política argentina consistía en evitar el arbitraje consignado por el Tratado de 1856 y colonizar la Patagonia para dirimir sobre hechos consumados. A esto se sumaron los vientos de guerra entre Bolivia y Chile que llevaron a la “alianza secreta” entre Bolivia y Perú. La Argentina fue invitada a adherirse a la alianza y la Cámara de Diputados aprobó el tratado, pero no se llegó a aprobar en la de senadores. Este amago de adhesión será a la larga el principal instrumento para presionar al gobierno chileno por concesiones territoriales.
 
En 1878, cuando la guerra entre Chile y Bolivia ya era inminente, un incidente casi provoca la guerra entre Argentina y Chile. Aunque la armada chilena era ampliamente superior a la argentina, el conflicto se frenó porque el interés de las elites estaba puesto en los ricos yacimientos de salitre en Atacama. No obstante, cuando se declaró la guerra y en abril de 1879 las fuerzas militares chilenas se movilizaban hacia Bolivia, el ejército argentino dirigido por el general Julio A. Roca llevó a cabo la “campaña del desierto” ocupando la Patagonia. A este acto le siguió la presión diplomática que concluiría en el Tratado de límites de 1881.
 
Las elites chilenas lograron convertir sus intereses particulares en interés nacional. Si estas elites chilenas habrían tenido intereses económicos en la Patagonia, lo más probable es que nunca hubiesen cedido tan extenso territorio. [...] lo que prevaleció no fue la visión de futuro de las elites chilenas, sino sus fines de corto plazo.  
La presión diplomática argentina consistía en amenazar a Chile con ingresar a la guerra a favor de Bolivia y Perú. En abril de 1879, el representante peruano en Buenos Aires, Víctor de la Torre, mantenía conversaciones con el gobierno argentino para que le vendiera armas al Perú (e incluso acerca de su posible ingreso a la guerra). Sin embargo, señala Ezequiel González Madariaga (Nuestras relaciones con Argentina. Una historia deprimente, 1970), Argentina informaba a Chile de las tratativas peruano-argentinas para presionar sobre el diferendo en torno a la Patagonia. Así lo afirmaba De la Torre en una carta dirigida al ministro de Relaciones Exteriores, José de la Riva-Agüero, con fecha de 26 de abril: “Es indudable, señor Ministro, que la exigencia de notas para la adhesión y para resolver algo sobre el comercio de armas, tiene por objeto amenazar con ellas al Plenipotenciario de Chile, a fin de hacerle ceder de sus pretensiones”.

El resultado de esta presión fue la firma del Tratado de límites (23 de julio de 1881), gracias al cual Chile “cedió” la Patagonia, parte de la Tierra del Fuego y parte del estrecho de Magallanes (ver mapa 1). Según Ezequiel González Madariaga, el territorio ce-dido significó más de 750 mil kilómetros cuadrados. Isidoro Vásquez de Acuña habla de más de un millón dekilómetros cuadrados. ¿Por qué aceptó Chile entregar la Patagonia? Básicamente porque el interés principal de las elites de ese momento estaba en las salitreras de Antofagasta y Tarapacá. El historiador chileno Luis Ortega, autor de “En torno a los orígenes de la guerra del Pacífico” (2006), señala la influencia de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, de capitales británicos y chilenos, sobre el gobierno de Chile. Anota Ortega que varios de sus accionistas tenían altos cargos políticos: Miguel Saldías (diputado), Alejandro Fierro (ministro de Relaciones Exteriores), Alejandro Puelma (diputado y hombre de confianza del presidente Aníbal Pinto), Antonio Varas (diputado y ministro del Interior), Julio Zegers (ministro de Hacienda), Rafael Sotomayor (ministro de Guerra), Jorge Heneeus (ministro de Justicia). Pero el más destacado fue el diputado Domingo Santa María, nombrado ministro de Relaciones en re-emplazo de Fierro y luego elegido presidente de Chile en las elecciones de 1881.
 
Mapa 1. Chile pierde territorio de la Patagonia frente a Argentina. Tratado de límites de 1881

Fuente: González Carrera, Benjamín. Historia cartográfica resumida de la historia de Chile. Santiago de Chile, 2001-2002. Disponible en http://personales.com/chile/santiago/cartograma/
 
Es decir, las elites chilenas lograron convertir sus intereses particulares en interés na-cional. Si estas elites chilenas habrían tenido intereses económicos en la Patagonia, lo más probable es que nunca hubiesen cedido tan extenso territorio. Los pequeños propie-tarios que se habían instalado en la Patagonia no tenían el peso político para hacer que el Estado defendiera sus intereses. Así, lo que prevaleció no fue la visión de futuro de las elites chilenas, sino sus fines de corto plazo. Por otro lado, si el ejército chileno no habría estado concentrado en la ocupación del Perú, Chile habría podido defender o negociar con mayor ventaja un tratado de límites con Argentina. En ese sentido, el Tratado de 1881 es consecuencia y derivación de la Guerra del Pacífico. Según informó el ministro José Manuel Balmaceda en la sesión secreta de la Cámara de Diputados (octubre de 1881): “La aprobación del tratado eliminaría el peligro de una guerra con Argentina”.
 
 Ironías de la historia: el gas que extraía Argentina de la Patagonia se lo vendía a Chile. En 2005, el gobierno argentino restringió la exportación de gas a Chile, y ante lo inviable de obtenerlo de Bolivia, Chile tuvo que importarlo del Asia.
Algunos chilenos que no estaban relacionados con el poder y los intereses en el salitre sí tuvieron la claridad de ver el futuro de la Patagonia. Francisco Segundo Casanueva publicó un artículo en el diario El Independiente (16 de setiembre de 1881) en el  que señaló que el gobierno debía conservar la Patagonia y construir ferrocarriles que conectaran el país con el Atlántico. Por su parte, Benicio Alamos González fue premonitorio en un artículo publicado en El Ferrocarril (19 de octubre de 1881) cuando señaló que “si por el momento no necesitamos de ese territorio, más tarde puede ser una riqueza que sirva a la nacionalidad”.

Y, en efecto, poco tiempo después la Patagonia habría de experimentar un gran desarrollo económico gracias a la expansión de la ganadería ovina y la pesca. En el siglo XX se descubrieron yacimientos de petróleo y, en las últimas décadas, la explotación del gas. Ironías de la historia: el gas que extraía Argentina de la Patagonia se lo vendía a Chile. En 2005, el gobierno argentino restringió la exportación de gas a Chile, y ante lo inviable de obtenerlo de Bolivia, Chile tuvo que importarlo del Asia. Así, la victoria contundente que infligió Chile al Perú y Bolivia encierra la paradoja de haber perdido más territorio que los obtenidos, así como importantes recursos naturales que las elites no supieron prever.

* Historiador. Investigador del IEP.
 
Referencias Bibliográficas
 
Vásquez de Acuña, Isidoro. Breve historia del territorio de Chile. Santiago de Chile: Instituto de Investigaciones del Patrimonio Territorial de Chile, Universidad de Santia-go de Chile, 1991.
 
González Madariaga, Ezequiel. Nuestras relaciones con Argentina. Una historia deprimente. Del Tratado de paz, amistad, comercio y navegación de 1856 al Tratado de límites de 1881. Santiago de Chile: A. Bello, 1970.
 
Ortega, Luis. “En torno a los orígenes de la Guerra del Pacífico: una visión desde la historia económica y social”. Kyung Hee University, 2006. Disponible en http://www.scribd.com/doc/30495353/Luis-Ortega-En-torno-a-los-Origenes-de-La-Guerra-del-Pacifico


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 16/09/2013 14:59

CHILE PIERDE DEFINITIVAMENTE LA PATAGONIA


Tal como hemos visto en el capítulo anterior, a partir de 1843 Chile inició el proceso de exploración y colonización de la Patagonia Oriental que le pertenecía desde los tiempos de la conquista, dando comienzo a una presencia que se inició partir del siglo XVII, con el establecimiento de las primeras misiones en el lago Nahuel Huapi y se extendió, con algunas interrupciones, hasta 1879, cuando se vio forzado a retirarse definitivamente de esas regiones.


La pérdida de la Patagonia Oriental
El miércoles 24 de noviembre de 2004, el investigador Cristian Salazar Naudón, miembro del Consejo de Investigadores del Centro de Estudios Históricos Lircay y secretario general de la Corporación de Defensa de la Soberanía, dictó en el Salón del Círculo de Sub Oficiales en Retiro, de la ciudad de Santiago, una conferencia titulada “Patagonia Chilena: La Segunda Entrega”, bajo los auspicios del Centro de Estudios Históricos de Lircay1.
Por tratarse de un trabajo de investigación exhaustivo y ampliamente documentado, hemos creído acertado reproducir buena parte del mismo, efectuando la correspondiente mención de la fuente y el origen.
Ese día, Salazar Naudón explicó ante nutrida concurrencia que en 1930, vio la luz pública un extraordinario documento titulado La Patagonia. Errores geográficos y diplomáticos, obra de su compatriota, el distinguido historiador José Miguel Yrarrázaval Larraín, en la que el autor arremete con dureza contra todas las figuras históricas y políticas de su país a las que responsabiliza por la funesta y dolorosa pérdida de más de un millón de kilómetros cuadrados de territorio en la Patagonia Oriental, cedidos a la Argentina por el Tratado de 1881. De acuerdo con sus palabras, esa entrega privó a Chile de la posibilidad de gozar de sus derechos jurídicos en el territorio, abandonando su condición bioceánica y desprendiéndose de las tierras más ricas de la región continental.
En su exposición, Salazar Naudón explicó que Yrarrázaval, fustigó la figura de Diego Barros Arana por considerarlo el principal responsable de tan perjudicial entrega, poniendo especial énfasis en que la misma fue fraguada desde las altas esferas del gobierno chileno, incluyendo ministros, asesores y hasta los propios presidentes que rigieron los destinos del país en aquellos años. Salazar arremete después contra el mismo erudito al decir que se desentendió de la responsabilidad que en todo ese proceso le cupo también a uno de sus ancestros, don Ramón Luis Yrarrázaval, quien siendo ministro del Interior del presidente Manuel Bulnes, declaró erradamente que a la Argentina también le asistían derechos sobre el territorio chileno de Magallanes.
Para el conferencista, no quedaban dudas de que, por encima de todo, el trabajo de Yrarrázaval tiene el mérito de haber despertado, posiblemente sin proponérselo, uno de los debates intelectuales más intensos de la historia de la prensa chilena, cuando académicos de distintas corrientes comenzaron a tomar posiciones en la revisión de las circunstancias en que se dio la entrega de la Patagonia, debate que, hasta entonces, resultaba un tabú y llevaba cerca de medio siglo de ser evadido por autoridades, intelectuales y estudiosos en general, en especial porque las culpas inevitablemente salpicarían los retratos de una gran cantidad de figuras consulares de Chile, consideradas intocables e incuestionables por la historiografía, la tradición y la opinión pública en general. En ese debate, eruditos de la talla de Emilio Vaisse (Omer Emeth) tomaron partido por Yrarrázaval en tanto en el bando contrario, se situaron figuras destacadas como las del historiador Ricardo Donoso Novoa y Alberto Edwards.
Salazar Naudón, como Oscar Espinosa Moraga, Exequiel González Madariaga, Benjamín González Carrera y tantos otros expertos e investigadores, coinciden con Yrarrázaval Larraín en lo que a responsabilidades en materia de cesiones territoriales a la Argentina se refiere, ya que consideran que su trabajo permitió pautar perfectamente lo que fue un proceso irreversible de entreguismo, basado en la ignorancia, el desconocimiento de la geografía, la apatía general de los círculos intelectuales y sobre todo, la falta de visión y debilidad de los políticos para defender el territorio nacional, basándose principalmente en lo que ellos llaman “quimeras de una integración y confraternidad americana”, que terminó de a poco, pulverizada por la realidad. De este modo Yrarrázaval concluía su tesis en el “El Mercurio”, principal soporte del debate por él generado, al publicar una nota de su autoría en la edición del 31 de marzo de 1931: “Tal pérdida debe achacarse ­-lo hemos dicho- a la labor del geógrafo Barros Arana que desde 1871 en su texto oficial de Geografía Física, y en su cátedra, había declarado, copiando a su maestro Darwin, que la Patagonia toda era inhabitable y estéril; a las insistentes declaraciones al respecto de Vicuña Mackenna; al torpe giro dado a la misión de Lastarria; a la desgraciada actitud sobre todo del presidente Errázuriz Zañartu en presencia de las provocaciones argentinas de 1875; a la elección hecha por este mismo presidente de Barros Arana como representante de Chile para la defensa ante Argentina de la Patagonia, cuyo valor negaba; y muy en especial a las instrucciones impartidas por sus jefes al propio Barros Arana al partir su misión, instrucciones dadas a la publicidad poco después y que equivalían a la renuncia de Chile a casi la totalidad de la Patagonia, destruyendo así, tal propaganda y tales actuaciones, la patriótica y tenaz labor del ministro don Adolfo Ibáñez (1871 a abril 1875) y de sus dignos colaboradores: don Guillermo Blest Gana, don Miguel Luis Amunátegui y don Carlos Morla Vicuña”.
José Miguel Yrarrázaval
Vale aclarar que Carlos Morla Vicuña era secretario de la embajada chilena en Francia cuando recibió la orden de su gobierno de buscar documentación que robusteciese la postura de su país respecto de la Patagonia. En ese sentido, el diplomático se abocó a la tarea con decisión viajando a España, para trabajar hasta 12 horas diarias en el archivo de Simancas. Para el 26 de enero de 1876 concluyó su trabajo, que publicó en París con el título Le questions des limites entre le Chili et la Republique Argentine, que distribuyó por toda Europa con notable aceptación. Tres años después, se imprimió en Valparaíso la versión en español2. Lo que encontró Morla en los archivos hispanos fue de tal contundencia, que ello lo llevó a informarle al presidente Aníbal Pintos, por carta fechada el 29 de julio de ese año: “Con los documentos que he descubierto en esta expedición, podría comprobar, fuera de toda duda, que la Patagonia, el Estrecho y la Tierra del Fuego fueron incluidos en el Reino de Chile desde su origen hasta la fecha de su emancipación”, aclarando que por real orden, se le había hecho entrega al primer virrey del Río de la Plata, D. Pedro de Cevallos, un ejemplar del mapa de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, para que viera trazados en él los límites de su virreinato3.
Y lo que sigue a continuación es prueba de porqué la Argentina nunca quiso someter el tema a ningún laudo: “Espero terminar mi volumen en poco tiempo más  abrigo confianza ciega de que el triunfo será de Chile el día del arbitraje
El 24 de agosto de 1876 Morla remitió al embajador Alberto Blest Gana una memoria que constituyó una suerte de adelanto del mencionado trabajo y otro posterior, titulado Estudio histórico sobre el descubrimiento y conquista de la Patagonia, aparecido en 1904 y en los cinco volúmenes de la Defensa de Chile presentados cuando la firma del Tratado de 19024.
Salazar aclaró en su conferencia, que ni todo el debate, ni toda la polémica, ni todo el escándalo bibliotecario generado por la obra de Yrarrázaval sirvieron para aleccionar a políticos e intelectuales ya que en los años siguientes tuvieron lugar otras cuatro entregas de territorio a la Argentina a cambio de paz y amistad: los valles del Alto Palena en 1966, la mitad del Canal Beagle con su inmensa proyección marítima en 1984, Laguna del Desierto en 1994 y el área oriental de Campo de Hielo Patagónico Sur (Hielos Continentales), a partir de 1998. Según sus palabras, en cada uno de esos casos Chile volvió a cometer los mismos errores que Yrarrázaval señaló en su libro: la liviandad con que se asumieron los problemas limítrofes, el desconocimiento de las autoridades sobre el territorio en litigio, la incapacidad de sopesar objetivamente los derechos jurídicos en juego, la leguleya tendencia innata de los políticos chilenos y, por supuesto, la nefasta costumbre de seguir cómodamente las opiniones de quienes no son expertos ni versados en los temas protagónicos. Siguió diciendo más adelante que después de leer La Patagonia. Errores geográficos y diplomáticos, el lector percibe fácilmente que el investigador parte señalando la influencia de lo que denomina “los falsos oráculos”, es decir, aquellas que se toman ciegamente como referencias y autoridad en determinados temas en los que apenas son improvisados, uno de ellos Charles Darwin, cuya pésima y muy parcial descripción de la geografía de la Patagonia en la obra Viaje de un Naturalista alrededor del Mundo, según textuales palabras de Salazar, convenció a intelectuales y estudiosos incautos como Barros Arana, de lo que ha sido un verdadero absurdo como suponer a la Patagonia un territorio estéril cuando en realidad es uno de los más ricos y valiosos del continente americano.
Diego Barros Arana
Convencido por las torpes teoría y equivocadas observaciones de Darwin, Barros Arana, que nunca en su vida había pisado la Patagonia, repitió todas y cada una de esas opiniones describiendo a aquel inmenso territorio como una región maldita e infernal. Después de todo, era Darwin, el científico más importante de la época y para colmo inglés, quien lo había dicho. Poco y nada podían esperar los chilenos de una misión encabezada por semejante personaje, un mediocre que se limitaba a repetir lo que otro ignorante decía. Porque el mito “Darwin” quedó desplomado con su absurda teoría de la evolución.
Yrarrázaval también habla de los “románticos” quienes igualmente destacaron en el proceso de entrega, destacando como principal exponente a nada menos que Benjamín Vicuña Mackenna, el célebre político e historiador “argentinista” que fuera, entre otras cosas, intendente de Santiago y ex candidato a la presidencia de su país, que tal como explica Salazar, en enero de 1880, en pleno debate por los derechos de Chile en aquella región, tuvo el desacierto de publicar un impreciso libro titulado La Patagonia en el que sostiene insensatamente las impresiones de marinos extranjeros que vivieron duras aventuras en la región, inclusive secuestros y ataques de indígenas locales. Lo mismo que Barros Arana, Vicuña jamás había puesto un pie en aquel territorio pero se lanzaba a aseverar que el mismo no valía ni “un metro cuadrado de lazareto de Playa Ancha”, demostrando una torpeza y falta de visión rayana en el absurdo.
Pero el libro de Yrarrázabal, pone especial énfasis en lo que los chilenos llaman los “americanistas” (les dedica un capítulo completo) refiriéndose a la quijotada chilena de 1865, cuando en un lo que el autor da a entender fue un muy mal concebido sentimiento de lealtad hacia su vecino, Chile corrió a entrometerse en un a bizarra conflagración con una pequeña parte de la flota española socorriendo al Perú, después de que aquella le tomara las islas guaneras de Chincha un conflicto en el que Chile no solamente no tenía arte ni parte sino que terminó con su principal ciudad y puerto bombardeado y buena parte de su flota mercante destruida. La decisión precipitada y delirante de ir a la guerra contra solo media docena de buques hispanos intentaba poner término inmediato al conflicto limítrofes de Atacama, con Bolivia, y frenar las apetencias argentinas sobre la Patagonia, sabiendo que en aquel momento Chile se encontraba en una situación jurídica y militar ventajosa para conseguir una solución favorable y definitiva para ambos litigios. Tomando como propias las palabras de Salazar, “En su lugar, se cometió el error irreparable de enviar a otro icono de la intelectualidad chilena, don José Victorino Lastarria, a una misión hasta Buenos Aires que, junto con resultar en un fracaso absoluto, desató el principio del fin para las posibilidades de Chile de mantener para sí los territorios patagónicos y magallánicos en controversia, los que el enviado chileno se mostró dispuesto a renunciar en nombre de su país en favor de la Argentina”5.
El valor del trabajo de Yrrarázaval, continúa diciendo el autor, fue que el mismo sirve para distinguir y destacar a quienes supieron comprender que no existe el territorio que valga “pedacitos más o pedacitos menos” (frase que hizo célebre el presidente Patricio Aylwin tras el fallo que otorgó a la Argentina la Laguna del desierto), de aquellos otros que simplemente cedieron ante el enemigo, “…que cada fragmento de suelo, cada piedra, cada gota de mar, cada hoja de otoño, es para un chileno el trozo de una hostia sagrada llamada Chile, al decir del poeta nacional Miguel Serrano. Hombres que supieron a tiempo que nada de ella puede ser entregado, ni menos vilmente vendido, a precios absurdos, equivalentes a veces, en el caso de Palena, a cerca de mil pesos por hectárea; o en el caso de algunas de islas australes, cada una a menos de lo que vale un par de zapatos de buena calidad”6.
Para Salazar destaca especialmente entre aquellos que lucharon por los derechos de Chile sobre la Patagonia Oriental, Vicente Pérez Rosales, quien haciendo frente al ambiente ignorante, derrotista y entreguista de la intelectualidad chilena de aquellos años, publicó en 1856 su Ensayo sobre Chile, donde “…declara con vehemencia que el territorio a la Patagonia oriental es inmensamente valioso y rico, en oposición al amén darwiniano seguido por Lastarria, Barros Arana o Vicuña Mackenna. Consciente de que la verdad revelada de golpe y porrazo siempre se arriesga al escarnio y la polémica, Pérez Rosales advirtió magistralmente sobre la Patagonia que: ‘...el aspecto inhospitalario de su litoral marítimo, forman un juicio temerario sobre el interior de un país que ha encontrado más fácil calumniar que estudiar y conocer penetrando en él’”7.
Pero al igual que los informes de Máximo Ramón Lira y el entonces capitán de fragata Enrique Simpson, sobre el valor territorial de la Patagonia Oriental, el de Pérez Rosales, fue el de una voz que predica en el desierto, prevaleciendo por sobre ellos, la postura de entreguistas y cobardes.
La Corporación de Defensa de la Soberanía todavía es más amplia cuando se refiere al tema en su artículo “La entrega final de la Patagonia Oriental: mitos y realidades sobre la misión de Barros Arana en Buenos Aires de 1877 a 1878. Cómo la Argentina logró forzar a Chile a entregar la Patagonia en 1881”. (Ver Apéndice)
 
El historiador peruano Rolando Rojas, investigador del IEP (Instituto de Estudios Peruanos), también ha abordado el tema en su trabajo “Los territorios que perdió Chile en la guerra del Pacífico)8.
En su exposición, Rojas sostiene, como la gran mayoría de los historiadores chilenos, que durante la contienda, aquel país perdió más territorio el que obtuvo y que ello se debió, pura y exclusivamente a que los mezquinos intereses de su elite estaban puestos en los yacimientos de salitre de Atacama y no en los de la nación.
Tras una rápida relación del diferendo que Santiago y Buenos Aires mantuvieron desde el momento mismo de su independencia pero, en especial, desde 1843, cuando la primera estableció el Fuerte Bulnes en la región magallánica, Rojas acaba diciendo que en 1878, en momentos en que la guerra entre Chile, Perú y Bolivia se hacía inminente, un incidente menor estuvo a punto de provocar el enfrentamiento con la Argentina, refiriéndose a lo acontecido en Santa Cruz, cuando Buenos Aires despachó hacia esas latitudes a la escuadrilla del comodoro Py para desalojar a los chilenos del área.
 
Aunque la armada chilena era ampliamente superior a la argentina, el conflicto se frenó porque el interés de las elites estaba puesto en los ricos yacimientos de salitre en Atacama. No obstante, cuando se declaró la guerra y en abril de 1879 las fuerzas militares chilenas se movilizaban hacia Bolivia, el ejército argentino dirigido por el general Julio A. Roca llevó a cabo la “campaña del desierto” ocupando la Patagonia. A este acto le siguió la presión diplomática que concluiría en el Tratado de límites de 18819.
La presión diplomática argentina terminó, a corto plazo, por rendir sus frutos. Chile acabó cediendo al optar por un frente menos complicado y satisfacer el deseo de una minoría.
Su resultado fue la firma del Tratado de límites (23 de julio de 1881), gracias al cual Chile “cedió” la Patagonia, parte de la Tierra del Fuego y parte del estrecho de Magallanes (ver mapa 1). Según Ezequiel González Madariaga, el territorio ce-dido significó más de 750 mil kilómetros cuadrados. Isidoro Vásquez de Acuña habla de más de un millón de kilómetros cuadrados. ¿Por qué aceptó Chile entregar la Patagonia? Básicamente porque el interés principal de las elites de ese momento estaba en las salitreras de Antofagasta y Tarapacá. El historiador chileno Luis Ortega, autor de “En torno a los orígenes de la guerra del Pacífico” (2006), señala la influencia de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, de capitales británicos y chilenos, sobre el gobierno de Chile. Anota Ortega que varios de sus accionistas tenían altos cargos políticos: Miguel Saldías (diputado), Alejandro Fierro (ministro de Relaciones Exteriores), Alejandro Puelma (diputado y hombre de confianza del presidente Aníbal Pinto), Antonio Varas (diputado y ministro del Interior), Julio Zegers (ministro de Hacienda), Rafael Sotomayor (ministro de Guerra), Jorge Heneeus (ministro de Justicia). Pero el más destacado fue el diputado Domingo Santa María, nombrado ministro de Relaciones en re-emplazo de Fierro y luego elegido presidente de Chile en las elecciones de 188110.

Para Rolando Rojas, las elites chilenas convirtieron sus intereses particulares en interés nacionales y de ese modo, entregaron un territorio inmenso, pleno en recursos. Según su opinión, de haberlos tenido en la Patagonia, lo más probable es que jamás hubieran aceptado la cesión de tan extenso territorio y habrían negociado, con mayores ventajas, un tratado de límites mucho menos perjudicial. Los pequeños propietarios chilenos instalados en la Patagonia no tenían peso político para contrarrestar a la clase mercantil, que como veremos, contaba con el apoyo de Gran Bretaña. Y al no lograr que el Estado defendiese sus intereses, lo que prevaleció fueron los logros a corto plazo y no la visión de futuro a las que nos hemos referido en otros capítulos. Tal actitud quedó al descubierto cuando el ministro José Manuel Balmaceda informó a la Cámara de Diputados, durante la sesión secreta del mes de octubre de 1881, que la aprobación del tratado eliminaba el fantasma de una guerra con la Argentina.
Sin embargo, tal como veremos en el capítulo siguiente, ese peligro no fue alejado en 1881 como sostenía Balmaceda sino mucho antes, a fines de 1878, cuando tras el incidente de Santa Cruz, el gobierno de Santiago, encabezado por su presidente Aníbal Pinto, envió a la región a su representante, Diego Dublé Almeida, con un documento oficial en el que reconocía la soberanía argentina en la región a cambio de la paz11.
José Manuel Balmaceda
Pese a todo lo actuado, hubo chilenos que alzaron su voz de protesta para advertir sobre semejante maniobra, uno de ellos Francisco Segundo Casanueva, que el 16 de septiembre de 1881 publicó en el diario “El Independiente”, un artículo de su autoría en el que expresaba que el gobierno debía hacer lo posible por conservar la Patagonia y construir ferrocarriles que conectaran el país con el Atlántico. Por su parte, Benicio Álamos González hizo algo parecido en una nota aparecida el 19 de octubre del mismo año en “El Ferrocarril”, vaticinó que “si por el momento no necesitamos de ese territorio, más tarde puede ser una riqueza que sirva a la nacionalidad”12.
El investigador peruano cierra su artículo haciendo una sucinta referencia a lo que la Patagonia significa en materia de recursos y posibilidades y cuales son algunas de las consecuencias que la nación trasandina debe pagar por la política que implementó en 1878 y 1881.
 
…en efecto, poco tiempo después la Patagonia habría de experimentar un gran desarrollo económico gracias a la expansión de la ganadería ovina y la pesca. En el siglo XX se descubrieron yacimientos de petróleo y, en las últimas décadas, la explotación del gas. Ironías de la historia: el gas que extraía Argentina de la Patagonia se lo vendía a Chile. En 2005, el gobierno argentino restringió la exportación de gas a Chile, y ante lo inviable de obtenerlo de Bolivia, Chile tuvo que importarlo del Asia. Así, la victoria contundente que infligió Chile al Perú y Bolivia encierra la paradoja de haber perdido más territorio que los obtenidos, así como importantes recursos naturales que las elites no supieron prever13.
 
 
El 18 de enero de 1878, los gobiernos argentino y chileno, representados por sus respectivos cancilleres, Rufino de Elizalde y Diego Barros Arana, suscribieron un nuevo tratado de limites que condenó definitivamente a Chile a las fronteras que había fijado en sus constituciones de 1822 y 1823, notablemente influenciadas, según se ha dicho, por la logia argentina Lautaro, que tuvo en el Gral. José de San Martín a su máximo exponente.
 
Ambos negociadores extendieron el alcance del artículo 1º del tratado de mayo de 1877, incluyendo la siguiente aclaración: "Las dificultades que pudieran suscitarse por la existencia de ciertos valles de cordillera en que no sea perfectamente clara la línea  divisoria de las aguas, se resolverán siempre amistosamente por medio de peritos". El modus vivendi se establecía de la siguiente manera: Chile ejercería jurisdicción en todo el estrecho, con sus canales e islas adyacentes, y la Argentina lo haría sobre los territorios bañados por el Atlántico, comprendidos hasta la boca oriental del estrecho de Magallanes y la parte de la Tierra del Fuego bañada por el mismo mar; las islas situadas en el Atlántico estarían igualmente sometidas a la misma jurisdicción. Un protocolo complementario, que Barros Arana no consultó a la cancillería chilena, sometía también al árbitro el incidente del Jeanne Amélie14.
 
Se trataba de un importante triunfo argentino a nivel diplomático y una nueva prueba de que su diplomacia, lejos de lo que arguyen los falsos nacionalistas, voceros del derrotismo y la contradicción, se manejaba con astucia y celeridad.
 
La convención suscitó reparos en la cancillería chilena. El artículo 1º establecía como límite entre los países la cordillera de los Andes pero sin la frase: "en la porción de territorio sobre la cual no se ha suscitado discusión alguna", exigida ya antes por Barros Arana en junio de 1877. Esto importaba la renuncia de Chile a sus derechos a la Patagonia, Tierra del Fuego y el estrecho. El segundo reparo se refería al modus vivendi, pues la cancillería chilena insistía en exigir el límite provisional en Río Gallegos. Pero antes de que estas objeciones se pronunciaran, el presidente Avellaneda comunicó a Barros Arana que sería imposible obtener la aprobación legislativa a menos que el arbitraje fuera limitado por un protocolo adicional. El plenipotenciario chileno transmitió esto a su gobierno el 24 de enero y al día siguiente obtuvo la siguiente respuesta de Alfonso: "La opinión invariable de mi gobierno ha sido y es que se someta a arbitraje la comarca patagónica en toda su extensión (...) La materia del arbitraje debe comprender, pues, la Patagonia, Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego15.
 
Sobrevendrían después una serie de desacuerdos que pondrían a ambos países en tensión, agravada por el incidente del buque norteamericano “Devonshire”, que trataremos en el siguiente capítulo y que acabarían, finalmente con el Tratado de 1881, en el que Chile cedió definitivamente la Patagonia, buena parte de la cual fue ocupada por el general Julio Argentino Roca en 1879 y convertida en gobernación, con capital provisoria en la actual ciudad de Mercedes de Patagones (hoy Viedma) el 11 de octubre de 1878.
Por nuestra parte, solo agregaremos que pocas veces se ha visto en la historia de las naciones un ejemplo como el precedente, de una nación que se desentiende tanto de su integridad territorial como de su futuro, adoptando medidas contraproducentes como las de enviar a negociar a individuos débiles y temerosos, que para justificar su accionar y falta de bríos prefirieron aceptar que los territorios en disputa carecían de valor por ser estériles e inhóspitos. De haber sido válidos esos argumentos, ni las naciones desérticas del Sahara, ni la Siberia para Rusia, ni gigantescos vacíos e islas heladas de Canadá, serían parte de esas naciones.
Pero la Patagonia no sería la única porción de su suelo que los chilenos cederían a sus vecinos.

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 13/12/2017 01:47

Pérdida de la patagonia

  1. 1. La posición defendida por chile era que la Patagonia oriental empezaba en rio negro y pertenecía en su totalidad a chile. Se deja constancia de que chile por el sur llegaba hasta el polo ártico y que por el norte en plena guerra del pacifico había avanzado al interior del Perú.
  2. 2.  El tratado de 1881 fijo el límite en la línea de cordillera andina, en base a división de aguas. Toda la Patagonia oriental quedo en posesión de Argentina. Chile solo logro conservar sus posesiones territoriales en la zona del Estrecho de Magallanes.
  3. 3.  La región patagónica fue considerada, desde la ocupación española, un territorio estéril sin riquezas productivas.  A partir de la década de 1870, Argentina desarrolla un proceso de ocupación sistemática de la zona mediante la creación de asentamientos y el recurso de la colonización extranjera.  Chile en esa década se enfocaba en los territorios salitreros del norte y descuidaba esa zona.
  4. 4.  El estado chileno encarga al intelectual Diego Barros Arana evaluar la situación de la Patagonia , el se declara partidario de la cesión de estos territorios.  Hacia el año 1881 mientras Chile se encontraba en plena guerra con Perú y Bolivia, Argentina reclama sus derechos sobre la Patagonia.  Para evitar un nuevo conflicto armado, ante el cual no se estaba en condiciones de enfrentar Chile decide negociar con Argentina.
  5. 5.  Argentina ya había ocupado de hecho la zona en disputa, las tensiones de este conflicto finalizan con la firma del Tratado de Limites 1881.
  6. 6.  Firmado por los presidentes Aníbal Pinto(Chile) Julio Roca (Argentina) establece la entrega del territorio patagónico a Argentina.  Queda bajo control chileno el estrecho de Magallanes y tierra del fuego además de islas del Canal de Beagle.  La frontera queda fijada por las cumbres mas altas de la Cordillera de los Andes.
  7. 7.  Chile pierde cerca de 1.000.000 de kilómetros cuadrados, que más tarde serán la base de la economía ganadera de Argentina, así como también la explotación de recursos energéticos (Gas natural ).
  8. 8.  Este tratado sentó la base de la frontera entre ambos países, desmilitarizó el Estrecho de Magallanes, declaró obsoletos los tratados anteriores y nombró una instancia en caso de controversias.  La poca claridad del Tratado hace comunes los roces entre ambos conflictos
  9. 9. Hacia 1722, un navegante holandés (Jacobo Roggeveen) descubre la Isla de Rapa Nui, bautizándola como Isla de Pascua, por ser día de pascua de resurrección.  Aprovechaban su estratégica ubicación como punto de descanso y abastecimiento de alimentos y agua en las rutas a través del pacifico.  Durante el siglo XIX, muchos de sus habitantes son capturados y enviados como esclavos a haciendas y guaneras de Perú.
  10. 10.  Hacia 1888, Chile comprende la importancia de esta isla y decide incorporarla, por encontrarse dentro de su área de influencia.  Envía al capitán de la Armada, Policarpo Toro, para tomar posesión en nombre de Chile.  En 1887, Chile quiso anexionar la isla al territorio chileno, por lo cual comisiona al capitán de la Armada de Chile Policarpo Toro, quien por medio de negociaciones realizó la compra de terrenos en la isla a petición del Obispo de Valparaíso, dueño de 600 hectáreas, junto a los hermanos Salmon, Dutrou- Bornier y John Brander, de Tahití; esto a pesar de que, según la tradición, las tierras no se podían vender.
  11. 11.  El 9 de septiembre de 1888, se toma posesión y se firma un acta de cesión de los derechos de la isla en favor de Chile. “Los abajo firmantes, jefes de la Isla de Pascua, declaramos ceder para siempre y sin reservas al gobierno de la República de Chile, la soberanía plena y entera de la citada isla, reservándonos, al mismo tiempo, nuestros títulos de jefes de que estamos investidos y que gozamos actualmente” Policarpo toro
  12. 12.  Con la anexión de Isla de Pascua, se va configurando la situación de tricontinentalidad del territorio chileno actual, faltando solo la anexión del Territorio Antártico chileno (1946).
 
 
 
PATAGONIA / PASO / PASCUA

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: defasa Enviado: 23/08/2023 05:08
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