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General: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cr
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 22/01/2022 18:30
 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.ROMANOS 6:23.

[V.23-> Paga. Gr. opsōnion. Esta no es la palabra común del NT para “paga”, “salario”, “recompensa”, la cual es misthós (ver Luc 10:7; Jn 4:36; Rom 4:4; etc., donde se usa misthós). Opsōnion deriva de una palabra que significa “alimento cocido”, especialmente carne o pescado, más otra palabra que significa comprar “; por lo tanto, vino a significar “provisiones”, “asignación”, “viático”, como en el caso de las “raciones” que se daban a los soldados (ver Luc 3:14; 1Co 9:7; 2Co 11:8). Más tarde se usó para pago, o salario en general. Es posible, aunque no seguro, que Pablo hiciera alusión al símbolo del servicio militar (ver com. Rom 6:13). Muerte. El pecado paga a sus esclavos exactamente lo que ellos han ganado. “El alma que pecare, ésa morirá” (Eze 18:4). La muerte contrasta aquí con la vida eterna, por lo tanto Pablo se está refiriendo particularmente a la muerte eterna, o “segunda muerte” (Ap 20:6; Ap 20:14-15; cf. CS 599; PE 51). Los pecadores serán tratados en la destrucción final como ellos lo merecen. Han rechazado el ofrecimiento de la gracia de Dios y de la vida eterna, y recibirán los resultados de su propia elección deliberada (ver com. Rom 2:6; DTG 711-713). Dádiva. Gr. járisma, la palabra que previamente 541 se tradujo como “don” (ver com. Rom 5:15). “Dádiva” contrasta visiblemente con “paga”. Lo que el cristiano recibe se presenta como una dádiva de la gracia gratuita de Dios. Aun el servicio y la obediencia que el creyente justificado y renacido pueda prestar a Dios, no se deben a su propia virtud sino que son el fruto del Espíritu Santo a quien Dios ha enviado para que viva en el creyente. Ninguno de nosotros puede ganar la salvación. Ninguno de nosotros merece la redención. Somos salvados por gracia por medio de la fe, y esto es “don de Dios” (Efe 2:8). Ver com. Mat 20:15. Vida eterna. El don de la vida eterna, que Adán y Eva perdieron por su transgresión (ver com. Rom 5:12), será restaurado a todos los que estén dispuestos a recibirlo y se preparen para él dedicando su vida al servicio de Dios (Rom 2:7; Rom 6:22; cf. Ap 21:4; Ap 21:22 :2-3). En Cristo Jesús. Ver com. Rom 6:11; cf. 2Ti 1:1. Cristo es la “resurrección y la vida” (Jn 11:25); es el autor de la vida, el que da vida eterna a todos los que tienen fe en él (Jn 6:40). La dádiva de Dios de vida eterna no sólo se concede mediante Cristo, sino está en Cristo -su fuente permanente-, y sólo se puede recibir por medio de la unión con Aquel que es nuestra “vida” (Col 3:4; cf. DTG 730-731). ] 
-> Todas las almas son mías. Las “almas” o “vidas” (BJ) representan a las personas. Todos 668 los seres humanos son de Dios por derecho de creación. Todos son igualmente criaturas suyas, y su trato con ellos está libre de prejuicio o parcialidad. Ama a todos y desea salvarlos. El castigo sólo se aplica cuando es merecido. El alma que pecare. Aunque Ezequiel hablaba en primera instancia de los castigos que se avecinaban, sus palabras tienen una aplicación más amplia. Se aplican igualmente a la muerte segunda, final e irrevocable (Ap 20:14; cf. Mat 10:28). En el universo de Dios, ya restaurado, no quedará ningún vestigio de pecado. No quedarán recuerdos de la maldición, tales como almas que arden para siempre en un infierno eterno. El triunfo de Dios sobre el mal será completo. La idea de que al impío se le concederá vida eterna, aunque ésta sea la de un tormento eterno, es totalmente contraria a las Sagradas Escrituras. Esta doctrina se apoya en la falsa premisa de que el alma es una entidad separada e indestructible. Pero esta idea no proviene de la Biblia, sino de los falsos conceptos filosóficos que desde muy temprana época invadieron el pensamiento judío y cristiano. La palabra aquí traducida como “alma” (néfesh) no tiene nada que ver con ninguna parte inmortal del hombre, ni siquiera con el principio de vida en el hombre. Equivale a “ser humano”, “persona”. La palabra néfesh designa al ser humano como a una persona única, diferente de todas las demás. A fin de hacer destacar esta identidad peculiar, las Escrituras hablan del hombre con el término “alma”. Aquí Ezequiel afirma que “la persona que pecare morirá”. En el com. de Sal 16:10 aparece un estudio detallado de la palabra nefesh. ] 
[V.6-> Bienaventurado. Gr. makários (ver com. Mat 5:3). Santo. Gr. hágios (ver coro. Rom 1:7). La segunda muerte. O sea la muerte que sufrirán los impíos después de su resurrección al final de los mil años (Ap 20:14; Ap 21:8). La primera muerte es la que le sobreviene a todos (1Co 15:22; Heb 9:27). Todos, tanto los justos como los impíos, serán resucitados de esta primera muerte (Jn 5:28-29). Los justos saldrán de sus tumbas a la inmortalidad (1Co 15:52-55). Los impíos serán resucitados para recibir su castigo y morir eternamente (Ap 20:9; Ap 21:8). Dios los destruirá totalmente en el infierno (ver com. Mat 10:28); los aniquilará. La “segunda muerte” es algo diametralmente opuesto a una vida eterna en medio de torturas, que según enseñan muchos será la suerte de los impíos (ver com. Mat 25:41). Potestad. Gr. exousía, “autoridad”. La segunda muerte no tocará a los redimidos. Sacerdotes. Ver com. Apoc. 1.6; cf Isa 61:6. De Dios. Es decir, en compañía con Dios; así mismo “de Cristo” significa en compañía con Cristo. Las frases “de Dios” y “de Cristo” pueden también significar respectivamente, sirviendo a Dios y sirviendo a Cristo. Reinarán. Ver com. Ap 20:4 y la segunda Nota Adicional al final de este capítulo. ] 
[V.14-> La muerte y el Hades. Una personificación de la muerte y el Hades. Este lanzamiento de ambos en el lago de fuego, representa el fin de la muerte y el sepulcro o morada de los muertos. No tendrán jamás parte alguna en la Tierra Nueva, pues son fenómenos mortales que sólo pertenecen a este mundo. 1ª muerte es el enemigo final que será destruido (1Co 15:26; 1Co 15:53-55). Lago de fuego. Ver com. Ap 20:1. La muerte segunda. Ver com. Ap 20:6. ] 

[V.6-> Pagará. Pablo está citando Pro 24:12 o Sal 62:12. La enseñanza uniforme de las Escrituras es que los hombres serán juzgados de acuerdo con lo que han hecho (Jer 17:10; Mat 16:27; 2Co 5:10; Ap 2:23; Ap 20:12; Ap 22:12). Todos, incluso los privilegiados judíos, serán recompensados o condenados de acuerdo con las decisiones y las actitudes de su vida. Algunos han encontrado que hay oposición entre este pasaje y la doctrina de que “el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom 3:28). Pablo no está trazando aquí un contraste entre la fe y las obras, sino entre lo que el hombre es en realidad y lo que podría ser. Sostiene que Dios juzga al hombre de acuerdo con hechos reales, ya sean justos o injustos. Pablo explica posteriormente en la epístola que las obras de la ley -en contraste con las obras de la fe y aparte de éstas (ver 1Ts 1:3; 2Ts 1:11)- no son en realidad obras de justicia (Rom 9:31-32). Las obras serán reconocidas en el juicio como una evidencia o fruto de la fe. La fe en la gracia de Dios no es un sustituto para una conducta recta y una vida santa, pues sólo mediante una evidencia tal la fe puede demostrar su realidad y sinceridad (Stg 2:18). Dios considerará el caso de cada hombre de acuerdo con esa evidencia. ]

[V.12-> Por tanto. El pasaje que aquí comienza ha sido considerado por muchos como el más difícil del NT, o acaso de toda la Biblia; pero la dificultad parece consistir principalmente en que se ha tratado de usarlo para propósitos que no son los de Pablo. La principal meta del apóstol parece haber sido destacar los abarcantes resultados de la obra de Cristo, comparando y contrastando las consecuencias de su acto de justificación con el efecto del pecado de Adán. ”Por tanto” quizá sea una referencia retrospectiva a la descripción de los Rom 5:1-11, de la obra salvadora de Cristo que reconcilia y justifica al pecador extendiéndole la esperanza de la salvación final. Pecado. Pablo comienza una personificación del pecado: “entró en el mundo”, “reinó para muerte” (Rom 5:21), produce la muerte (Rom 7:13), tiene dominio sobre nosotros (Rom 6:14), genera toda suerte de concupiscencias (Rom 7:8), engaña y da muerte al pecador (Rom 7:11). Compárese Rom 5:12-13; Rom 5:20-21 con Rom 5:15-18. Debido a la “desobediencia” de Adán el principio del “pecado” entró en el mundo. El “pecado” a su vez se convirtió en la fructífera raíz de innumerables “desobediencias”. En toda esta sección se hace una distinción entre “pecado” como el principio y esencia de la impiedad (ver com. Jn 3:4), y el acto concreto del pecado, o sea la “desobediencia”. Pablo usa en Rom. cap. 5 tres diferentes palabras para describir el mal que se opone a la voluntad de Dios: hamártema (Rom 5:12-13; Rom 5:20-21); paráptoma (15-18, 20); y parakoé (Rom 5:19). La primera siempre se traduce “pecado” en la RVR; la segunda, “transgresión”, y la tercera, “desobediencia”; pero la BJ la traduce “delito” (Rom 5:19). En otros cap. Pablo utiliza también hamártema, que significa un pecado específico, y no el pecado en general (Rom 3:25). También usa el sustantivo anomía, “lo que está fuera de la ley” o “ilegalidad”, que se traduce “iniquidad” (Rom 4:7; Rom 6:19; 2Ts 2:7), pero que la BJ traduce “impiedad” y “maldad”. En 2Co 6:14 anomía ha sido traducida en la RVR como “injusticia”. Entró en el mundo. Pablo representa al pecado como un intruso que viene de afuera y entra en el ámbito de la humanidad. El término “mundo” se usa con frecuencia para referirse a la raza humana (Rom 3:19; Rom 11:15; cf. Jn 3:16-17). Pablo no se ocupa del origen del mal. El primer hombre violó la ley de Dios y en esa forma se introdujo el pecado entre los hombres. Por un hombre. Con estas palabras Pablo continúa la comparación entre los efectos de pecado de Adán y los de la redención de Cristo, pero presenta sólo la primera parte de la comparación. Después de exponerlo e su manera característica, se detiene para tratar algunos problemas implicados en lo que ya ha dicho. Esta digresión corresponde con los Rom 5:13 a 17; sin embargo, Pablo parece retomar su argumento principal en el vers 15. Si Pablo hubiese completado la comparación,  hubiera sido más o menos así: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron; así también por un hombre, Jesucristo, la justificación entró en el mundo, y la vida por medio de la justificación, de modo que, siendo todos justificados por la fe, pudieran ser salvos”. Philip Schaff ha observado acertadamente: “El apóstol podría haber evitado a los comentadores muchísimas dificultades si, de acuerdo con las reglas usuales de la composición, primero hubiera presentado la comparación en pleno, y después hubiera expuesto las explicaciones y las distinciones. Pero en las Escrituras esas dificultades gramaticales por lo general son superadas por una investigación más profunda y una aclaración del sentido” (Nota editorial en el Commentary de Lange, com. Rom 5:12). Los puntos principales de comparación que Pablo destaca en este pasaje son: que así como el pecado y la muerte -como un principio y un poder- derivaron de Adán y pasaron a toda la raza humana, así también la justificación y la vida -como un principio y un poder que contrarresta y vence al pecado y al mal- derivaron de Cristo para toda la humanidad; y que así como la muerte había pasado a todos los hombres que participaron del pecado de Adán, así también la vida ha pasado a todos los que participan de la justicia de Cristo. Sin embargo, este paralelismo no es perfecto, pues la participación en el pecado de Adán es general, mientras que la participación en la justicia de Cristo se limita a los creyentes. Todos los hombres son pecadores, y aunque la justicia de Cristo es igualmente universal en poder y propósito, no todos son creyentes. Además, lo que Cristo ha ganado supera a lo que perdió Adán (ver DTG 16). Por el pecado la muerte. Antes de que entrara el pecado, Dios había advertido a Adán que la muerte sería el resultado del pecado (Gen 2:17); y después de que entró el pecado, Dios pronunció la sentencia: “Polvo eres, y al polvo volverás” (Gen 3:19). La Biblia habla de tres muertes: (1) La muerte espiritual (Efe 2:1; Jn 3:14); (2) la muerte transitoria, o sea la “primera muerte” que Jesús describe como un “sueño” (Jn 11:11-14; Ap 2:10; Ap 12:11); y (3) la muerte eterna, o sea “la segunda muerte” (Mat 10:28; Stg 5:20; Ap 2:11; Ap 20:6; Ap 20:14; Ap 21:8). Se ha discutido mucho en cuanto a la clase de muerte que sobrevino por el pecado de Adán, y especialmente en cuanto a la clase de muerte que ha pasado a su posteridad (ver el com. de “la muerte pasó”). Gran parte de esta dificultad se debe a que por lo general se ha tergiversado el concepto que se tiene de la naturaleza de la muerte. Sin embargo, Pablo no parece preocuparse de esos problemas en este contexto, sino que sólo destaca el hecho histórico de que “el pecado entró en el mundo” por medio de Adán, y la muerte fue su consecuencia. Antes de la transgresión de Adán no había pecado ni muerte en este mundo; ambos se presentaron después. Por lo tanto, la transgresión de Adán fue la causa del pecado y de la muerte. El contraste importante radica entre la muerte como resultado del pecado de Adán, y la vida como resultado de la justicia de Cristo. El argumento de Pablo es que la dádiva de la vida y los beneficios que logró Cristo, son mucho mayores que los efectos del pecado de Adán. La nota tónica de este pasaje es: “sobreabundó la gracia” (Rom 5:20). La muerte pasó. Gr. diérjomai, “atravesar”, “recorrer”, “penetrar”. La oración podría traducirse: “La muerte se extendió a todos los hombres”. El verbo sugiere que la muerte se abrió paso hasta cada miembro de la familia humana. A todos los hombres. Equivale a la frase previa “en el mundo”, pero difiere de ella, ya que las partes concretas son diferentes de un todo abstracto. “Pasó” (ver com. “la muerte pasó”) tiene un matiz diferente del término “entró”, así como ir de casa en casa es diferente de entrar en una ciudad. Esta declaración de que la pena de muerte pronunciada sobre Adán ha pasado a todos los hombres, demuestra que la sentencia contra Adán (Gen 2:17) no se refería a la “segunda muerte” (ver com. “por el pecado la muerte”; CS 599). La segunda muerte no puede transmitiese a otros, pues sobrevendrá como resultado del juicio final, acerca del cual se afirma claramente: “Fueron juzgados cada uno según sus obras” (Ap 20:12-13). El juicio final de Dios y la sentencia final de muerte eterna se basan en la responsabilidad personal e individual (Rom 2:6). Todos los hombres descienden, sin excepción, a la sepultura, y en este respecto todos comparten el castigo de la transgresión de Adán. El derecho a la vida se perdió debido a la transgresión. Adán no podía transmitir a su posteridad lo que ya no poseía (ver CS 588). En este sentido “en Adán todos mueren” (1Co 15:22). Si no hubiera sido por el plan de salvación, el resultado del pecado de Adán habría sido la muerte eterna; pero mediante las estipulaciones de este plan, todos los miembros de la familia de Adán sean buenos o malos serán sacados de sus tumbas (Hch 24:15; cf. 1Co 15:22). En ese tiempo todos verán y reconocerán claramente que los que se pierdan eternamente sufrirán sólo por causa de sus propios pecados. No podrán culpar a Adán por su destino. Los que “hicieron lo bueno”, que por fe aceptaron la justicia de Cristo y la hicieron suya, saldrán “a resurrección de vida” (Jn 5:29). “La segunda muerte no tiene potestad sobre éstos” (Ap 20:6). Pero “los que hicieron lo malo”, los que han rechazado la justificación en Cristo y no han alcanzado el perdón por medio del arrepentimiento y la fe, saldrán para “resurrección de condenación” (Jn 5:29). Recibirán el castigo de la transgresión, “la paga” final “del pecado” (Rom 6:23): “la muerte segunda” (ver CS 599). Por cuanto. Gr. ef´ ho. Estas palabras, que se han traducido de diferentes maneras, han dado motivo a muchas controversias teológicas; sin embargo, parece claro que su significado es sencillamente “por lo cual”, “pues que” (RVA). En el griego clásico esta expresión por lo general significaba “con la condición de que”, pero no coincide con la forma en que se la usa en el NT Compárese su empleo en 2Co 5:4; Fil 3:12; Fil 4:10. Todos pecaron. La flexión del verbo es la misma del Rom 3:23. El principal propósito de Pablo no es destacar el hecho de que todos los hombres individualmente “pecaron” y que por esa razón la muerte es la suerte de todos (ver com. Rom 5:13). Una interpretación tal no corresponde con el contexto, pues en el Rom 5:14 Pablo añade que hasta los días de Moisés los hombres “no pecaron a la manera de la transgresión de Adán”. Cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios, no sólo perdieron su derecho al árbol de la vida -lo que resultó inevitablemente en su muerte y en la transmisión de ésta a sus descendientes-, sino que por causa del pecado también se depravó su naturaleza, con lo cual disminuyó su resistencia al mal (ver PP 45). De esa manera Adán y Eva transmitieron a su posteridad la tendencia al pecado y el sometimiento a su castigo: la muerte. Por su transgresión el pecado se introdujo como un poder infeccioso en la naturaleza humana antagónica a Dios, y esa infección ha continuado desde entonces. Debido a esa infección de la naturaleza humana, que se remonta al pecado de Adán, los hombres deben nacer nuevamente (ver com. Rom 3:23; Rom 5:1). En cuanto a la transmisión de una naturaleza pecaminosa de padre a hijo, debiera tenerse en cuenta lo siguiente: “Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres a menos que participen de los pecados de ellos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos hasta la tercera y cuarta generación” (PP 313-314). EL CATECISMO EN SI ES PECADO 666APOC CAP 13:17,18 .










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De: Damarit Espinoza Enviado: 22/01/2022 19:30

Hebreos 4-> Ver. 16
[V.16-> Acerquémonos, pues. En el Heb 4:16 se presenta la conclusión práctica de todo el desarrollo del pensamiento presentado en los cap. 3 y 4. El “reposo” de la gracia de Dios queda para el pueblo de Dios (Heb 4:9), “acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia”. Confiadamente. Gr. parresía, que se traduce como “confianza” en Heb 3:6 (ver el comentario respectivo; cf. Heb 10:35). Nos acercamos con confianza no porque Dios tenga una deuda con nosotros, sino porque él ofrece gratuitamente su gracia a todos los que la buscan. Trono de la gracia. Esto es, un trono que se caracteriza por la calidad de la gracia que ofrece (ver com. Rom 3:24; 1Co 1:3). El cristiano tiene la máxima oportunidad del libre acceso “al trono de la gracia” de un Padre amante, en vez de hacer vanos y difíciles intentos para ganar la salvación por medio de un riguroso cumplimiento del sistema legal del judaísmo o de cualquier otro sistema de justificación por las obras. Obtener misericordia. O un seguro perdón de los pecados (ver com. Jn 1:9). Delante del trono del juicio todos hallarán una estricta justicia no atemperada por la misericordia. La única esperanza del pecador es la misericordia de Dios que se ofrece mientras dure el tiempo de gracia. Gracia. Gr. járis (ver com. Jn 1:14; Rom 1:7; Rom 3:24; 1Co 1:3). Para el oportuno socorro. O sea en el tiempo de la tentación. Necesitamos la gracia para soportar las penas y los sufrimientos, y también para vencer la tentación. El que cultiva el hábito de presentarse cada día ante el “trono de la gracia” para recibir una nueva y fresca porción de la misericordia y de la gracia de Dios, entra en el “reposo” del alma que Dios proporciona a todo creyente fiel. ] 
[V.7-> Todos los que estáis en Roma. Es evidente que con esta frase Pablo se refiere a todos los cristianos de Roma (Rom 1:8). Amados de Dios. Dios ama a todos los hombres (Jn 3:16; Efe 2:4-5), pero para los cristianos que han sido reconciliados con Dios por medio de la muerte de Cristo, ha sido quitada la barrera que una vez los separó del amor de Dios (Rom 5:10; ver com. Jn 16:27). Santos. Este término es común en el NT para describir a los cristianos (Hch 9:32; Hch 9:41; Hch 26:10; Efe 1:1; etc.). No denota necesariamente personas ya perfeccionadas en la santidad (1Co 1:2; cf. 1Co 1:11), sino a aquellos que por su profesión de fe y bautismo pueden considerarse como separados del mundo y consagrados a Dios. La idea básica de hágios (santo) es “separado del uso común para el sagrado”. En este sentido se usaba y aplicaba en el AT el término hebreo equivalente qódesh o qadesh para referirse, por ejemplo, al tabernáculo y sus muebles (Exo 40:9). Se usaba para el pueblo judío como nación (Exo 19:5-6; Deu 7:6), no porque individualmente fueran perfectos y santos, sino para que se mantuvieran separados de las otras naciones y apartados para el servicio del Dios verdadero, pues las otras naciones se dedicaban al culto de sus ídolos. Hágios se usa aquí para referirse a los cristianos de Roma que habían sido llamados a separarse de los otros hombres y de las otras formas de vida, y a consagrarse al servicio de Dios. Gracia. Gr. járis, “buena voluntad”, “favor” o “gracia”, no la palabra común para saludarse usada en las cartas escritas en griego. El saludo común era jáirein, una expresión de deseo de salud y prosperidad. Jáirein aparece en el NT en la carta de Lisias al gobernador romano Félix (Hch 23:26) y en la Epístola de Santiago (Stg 1:1). En ambos casos a veces se ha traducido “salud” (BC, RVR). Jáirein, como se traduce en 2Jo 1:10, “bienvenido”, “salud” (BC), indica que los cristianos estaban acostumbrados a saludarse mutuamente en esta forma (ver Mat 26:49; Mat 27:29; Mat 28:9; Mar 15:18; Luc 1:28; Jn 19:3, donde jáire y jáirete se traducen como “salve”). Pero en vez de jáírein, “saludos”, con la idea prevaleciente de prosperidad temporal, Pablo usa aquí járis, “gracia”, palabra que comenzaba a adquirir un significado cristiano peculiar (ver Rom 3:24). Paz. La forma usual hebrea para saludar era shalom, “paz”, o shalom leka, “paz a ti” (Gen 29:6; Gen 43:23; Dan 10:19; Luc 10:5-6; etc.). Jesús saludó en esta forma a sus discípulos reunidos después de la resurrección (Jn 20:19; Jn 20:26). La vida, muerte y resurrección de Cristo habían dado un nuevo significado a estos dos antiguos términos familiares. “Gracia” ahora se entendía como el amor redentor de Dios en Cristo (2Ti 1:9). “Paz” era ahora la paz con Dios mediante la redención (Rom 5:1). “Gracia” y “paz” se convirtieron con este significado cristiano en el saludo habitual de Pablo en todas sus epístolas (1Co 1:3; 2Co 1:2; Gal 1:3; Efe 1:2; Fil 1:2; Col 1:2; 1Ts 1:1-2; 2Ts 1:2; File 1:3; cf. 1Ti 1:2; 2Ti 1:2; Tit 1:4). Pedro y Juan también usaban saludos similares (1Pe 1:2; 2Pe 1:2; 2Jo 1:3; Ap 1:4). Dios nuestro Padre. Dios, como Creador, es el Padre de todos los hombres (Hch 17:28-29), pero especialmente de los cristianos que han nacido de nuevo de él (Jn 1:12-13; Jn 5:1; cf. Jn 3:1-2), que han sido adoptados en la familia celestial (Rom 8:15), y que se están transformando a la semejanza de él (Mat 5:43-48). El saludo de Pablo es en realidad una oración para que Dios conceda gracia y paz a los creyentes de Roma. Sus saludos en todas sus epístolas son de este modo más que una simple cortesía: por el amor cristiano se han transformado en una oración que implora la bendición celestial. Señor Jesucristo. Jesús y el Padre son colocados juntos, pues ambos son considerados como la fuente de gracia y de paz. Esta es una evidencia de que Pablo reconocía la divinidad de Cristo (ver Fil 2:6). En el NT con frecuencia se hace referencia a Jesús como a Aquel que ha traído la paz al hombre (Jn 14:27; Jn 16:33; Hch 10:36; Rom 5:1; Efe 2:17). ] 
[V.24-> Siendo justificados. Los hombres no tienen nada por lo cual puedan presentarse como justos delante de Dios, por lo tanto la justificación tiene que ser algo gratuito. El hombre estará capacitado para aceptar por fe la justificación como un don gratuito únicamente cuando, con toda humildad, esté preparado para reconocer que se halla destituido de la gloria de Dios, y que no tiene en sí mismo nada que lo haga aceptable delante de Dios. Gratuitamente. Gr. dōreán, “gratuitamente, como regalo”. Compárese con el uso de esta palabra en Mat 10:8; 2Co 11:7; Ap 21:6; Ap 22:17. Gracia. Gr..járis, que aparece unas 150 veces en el NT. Pablo usa esta significativa palabra más que cualquiera de los otros escritores del NT: la utiliza unas 100 veces en sus epístolas; y Lucas, su íntimo colaborador, la usa unas 25 veces en Lucas y en Hechos. O sea que entre los dos la emplean más del 80 por ciento de todas las veces que aparece en el NT. “Gracia” de ninguna manera fue una palabra inventada por los apóstoles. Este término se usa mucho con una variedad de matices en la LXX, en la literatura griega clásica y posterior; sin embargo, el NT parece dar con frecuencia un significado especial a “gracia”, que no se encuentra plenamente en otras partes. ”Gracia” también significa “atractivo que tienen ciertas personas”, lo que da la idea de belleza, donosura, donaire, algo que deleita al que contempla. Compárese con “la gracia se derramó en tus labios” (Sal 45:2, LXX; cf. Pro 1:9; Pro 3:22). La misma idea se le da algunas veces cuando aparece en el NT Cuando Jesús habló en Nazaret, sus oyentes “estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca” (Luc 4:22). Pablo aconsejó a los creyentes de Colosas que sus palabras siempre debían ser “con gracia” (Col 4:6). ”Gracia” también da la idea de un sentimiento bello o agradable experimentado o expresado hacia otros, como bondad, favor, buena voluntad. José halló “gracia” ante Faraón (Hch 7:10; cf. Rom 3:46). Mientras los discípulos predicaban, despertaban “favor” -literalmente “gracia”- en toda la gente (Hch 2:47); y cuando Jesús era joven “la gracia de Dios era sobre él” (Luc 2:40). Este mismo sentido se observa en Luc 2:52, “en gracia para con Dios y los hombres”. Evidentemente, en estos textos de Lucas no cuadra la acepción “favor inmerecido”. La palabra “gracia” también se usaba como la manifestación de un sentimiento de buena voluntad al expresar agradecimiento. “¿Acaso da gracias al siervo?” (Luc 17:9). Con frecuencia se usa en el sentido de expresar gratitud a Dios: “Gracias sean dadas a Dios” 500 (1Co 15:57; 2Co 8:16; cf. Rom 6:17; 2Co 2:14; 2Co 9:15). Es, pues, claro que no es un “favor inmerecido” el que los mortales expresan ante Dios. ”Gracia” se usaba además como una expresión concreta de buena voluntad, para referirse a un regalo, un favor, una merced. Los judíos que comparecieron ante Festo le pidieron “como gracia” una medida contra Pablo (Hch 25:3); a su vez el apóstol habla del “donativo” (RVR), “generosidad” (BC), “liberalidad” (BJ), “obsequio” (NC), “beneficencia” (VM) que las iglesias habían reunido para los pobres de Jerusalén como “gracia” (1Co 16:3; cf. 2Co 8:4; 2Co 8:6-7; 2Co 8:19). Ninguna de las formas mencionadas difiere de las maneras en que se usa esa palabra en otros pasajes de la literatura griega. El significado peculiar añadido al término “gracia” en el NT -y especialmente en los escritos de Pablo- se refiere al abundante amor salvador de Dios para los pecadores según se revela en Jesucristo. Como “todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23), es obvio que los hombres pecadores no merecen en lo más mínimo una gracia tal ni la amante bondad de Dios. Los hombres han vivido odiando a Dios y en rebelión contra él (Rom 1:21; Rom 1:30; Rom 1:32), han pervertido su verdad (Rom 3:18; Rom 3:25), han preferido adorar a cuadrúpedos y a reptiles (Rom 3:23); han deshonrado la imagen divina en sus propios cuerpos (Rom 3:24-27), han blasfemado el nombre de Dios (Rom 2:24) y hasta lo han despreciado debido a su paciencia y longanimidad (Rom 3:4). Finalmente dieron muerte a su Hijo enviado para salvarlos (Hch 7:52). Pero a pesar de todo, a través de ese proceso Dios a continuado considerando al hombre con amor y bondad, para que la revelación de su misericordia pudiera inducir a los hombres al arrepentimiento (Rom 2:4). Esta es la gracia de Dios de acuerdo al significado peculiar que tiene en el NT. No es únicamente el favor de Dios para los que podrían merecer su aprobación; es su amor transformador, ilimitado y que todo lo abarca, para los pecadores -hombres y mujeres- y la buena nueva de que esta gracia, tal como se revela en Jesucristo, es “poder de Dios para salvación” (Rom 1:16). No comprende sólo la misericordia y buena voluntad de Dios para perdonar, sino que es también un poder activo, vigorizante y transformador para salvar. Por eso puede llenar a una persona (Jn 1:14) y ser dada (Rom 12:3), todo lo abarca (2Co 12:9; cf. Rom 5:20), reina (Rom 5:21), enseña (Tit 2:11-12), afirma el corazón (Heb 13:9). En algunos casos, “gracia” parece casi equivaler a “Evangelio” (Col 1:6) y, en general, a la obra que Dios ejerce(Hch 11:23; 1Pe 5:12). “La gracia divina es el gran elemento de poder salvador” (OE. 72). “Cristo dio su vida para ser posible que el hombre fuese restaurado a la imagen de Dios. Es el poder de su gracia el que une a los hombres en obediencia a la verdad.” (CM. 236). Redención. Gr. apolútōsis, “rescate”, “liberación mediante un rescate”. Es una palabra griega compuesta de apó, “procedente de”, y lútrōsis, afín de lútron, “rescate”. Lútron es un término común en los papiros para describir el precio de compra de los esclavos libertados. Se usaba para referirse a la liberación de la esclavitud o cautiverio, o de un mal de cualquier naturaleza, y generalmente implicaba la idea del pago de un precio o rescate. “Redimir” deriva de un verbo latino que significa “comprar de vuelta”, “rescatar”. En el AT el gran acto simbólico que representaba la redención fue la liberación de los israelitas de Egipto. Jehová, como el redentor o libertador, prometió: “Os redimiré con brazo extendido” (Exo 6:6; cf. Rom 15:13). El propósito de la redención era la consagración de Israel al servicio de Dios (Exo 6:7); y para que los israelitas disfrutaran de la redención debían, como un acto de fe, asperjar en sus umbrales la sangre del cordero pascual y comer su carne (Exo. 12). Esos símbolos se cumplen en la redención del hombre, rescatado del pecado y de la muerte. Jesús es “el Cordero que fue inmolado” (Ap 5:12; cf. Jn 1:29; 1Co 5:7; 1Pe 1:18-19). El NT enseña con claridad que se pagó un rescate o precio por nuestra redención. Jesús declaró que el Hijo del hombre vino “para dar su vida en rescate por muchos” (Mar 10:45). Pablo habla de Cristo como de Aquel “que se dio a sí mismo en rescate por todos” (1Ti 2:6). Se habla de los cristianos como “rescatados” (2Pe 2:1; o “adquiridos”, BJ), o “comprados por precio” (1Co 6:20). “Cristo nos redimió de la maldición de la ley hecho por nosotros maldición” (Gal 3:13). De modo que, en un sentido, la justificación no es gratuita, pues se ha pagado un grandísimo precio por ella: los 501 sufrirnientos y la muerte de Cristo. Pero es gratuita para nosotros, pues no tenemos que pagar su costo, pues ya fue pagado por el Hijo de Dios. Esta redención nos rescata del pecado (Efe 1:7; Col 1:14; Tit 2:14; Heb 9:15; 1Pe 1:18-19), de la corrupción y de la muerte (Rom 8:23), y finalmente nos liberará de nuestra mala condición actual y nos llevará a un estado de gloria y bienaventuranza (Luc 21:28; Efe 4:30). Cristo nos redime del castigo del pecado por medio de la justificación; nos salva del poder del pecado mediante la santificación; y nos redimirá de la presencia del pecado con su segunda venida y la resurrección de los suyos. Nuestra aceptación ahora del plan divino de la redención que libera del pecado requiere, como en el caso de los israelitas cuando fueron liberados de Egipto, que ejercitemos fe, que reconozcamos y aceptemos personalmente a Jesús como nuestro Redentor, con todo lo que implica tal decisión. En Cristo Jesús. Jesús “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1Co 1:30). Es esencialmente y al mismo tiempo el Redentor (Tit 2:14) y el precio del rescate (1Ti 2:6). No es entonces de admirarse que Pablo exclamara: “Cristo es el todo, y en todos” (Col 3:11). El apóstol no se estaba colocando dentro de una estrecha limitación cuando declaró que estaba dispuesto a “no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1Co 2:2), pues conocer bien a Cristo es conocer todo el plan y programa de Dios para la restauración del hombre. No hay sabiduría mayor que ésta. ] 
[V.3-> Gracia. Gr. járis, palabra que aparece 164 veces en el NT. En la RVR se ha traducido como “gracia” en unos 130 casos. También se ha traducido como “favor” (Hch 2:47), “mérito” (Luc 6:32), “congraciarse” (Hch 24:27; Hch 25:9, donde járis está acompañada de un verbo); “gracias” (Rom 7:25, con el sentido de “gratitud”), “agradecimiento” (1Co 10:30), “donativo” (1Co 16:3), “privilegio” (2Co 8:4). Aunque se combinaran todas estas palabras con todos sus matices de significado, se estaría Lejos de presentar la gloria, maravilla, alegría, gratitud y gozo que se despiertan en la mente de aquel que capta una vislumbre de la revelación de todos los incomparables atributos de Dios que se manifiestan en su bondadoso trato con el hombre mediante Jesucristo. Todos ellos están sintetizados en la palabra járis. Los antiguos griegos, que adoraban la belleza, usaban járis para sugerir un sentimiento de belleza o deleite. Esta idea después fue transferida al objeto que producía el sentimiento de belleza. El significado se amplió para incluir gratitud, gracias, agradable donaire y agrado. La palabra indicaba en sentido material una merced concedida o un favor que se había hecho. La iglesia cristiana primitiva asimiló esta útil palabra y aplicó los matices de significado de naturaleza amable, afectuosa y agradable y de una disposición bondadosa, a la actividad mutua de los cristianos. El término se usó en forma más particular para expresar la conducta de Dios hacia el hombre pecador, tal como se revela en Cristo, como favor espontáneo. Este favor de Dios para con el hombre en ninguna manera depende de la condición de éste; es decir, que ni los esfuerzos humanos para ganar la gracia mediante obras de justicia ni los fracasos para alcanzarla, 657 afectan las manifestaciones del favor de Dios para con él. Por lo tanto, le corresponde al hombre aprovechar la gracia si así lo desea. Su grado de pecaminosidad no influye en la disposición de Dios de ser bondadoso con el hombre por medio de Jesús. Ver com. Rom 1:7. Paz. Gr. eir’n’, de donde deriva el nombre Irene. En el NT eir’n’ significa completa ausencia de todo lo que disturbe o interrumpa la obra plena del Espíritu Santo en la vida del individuo, por la cual el alma queda en perfecta armonía con su Creador. J. H. Thayer define así esta palabra: “El estado de tranquilidad de un alma segura de su salvación mediante Cristo, y que por lo tanto no se siente temerosa de Dios y está contenta con su suerte terrenal, cualquiera que ésta sea”. Ver com. Rom 1:7. ] 
[V.9-> Por tanto, queda. Ver com. Heb 4:6. En el Heb 4:9 se presenta la conclusión a la cual se aludió en el Heb 4:6, la cual se dedujo de una serie de razonamientos que comienzan en el Heb 4:3 con el fin de probar la premisa de los Heb 4:1 y Heb 4:3. Esos razonamientos pueden resumirse así: 1. El “reposo” de Dios como originalmente le fue prometido al antiguo Israel, incluía: (a) un establecimiento permanente en la tierra de Canaán, (b) una transformación de carácter que haría de la nación un adecuado representante de los principios del reino de Dios, y (c) haría de ellos el agente escogido de Dios para la salvación del mundo (ver t. IV, pp. 28-32; com. Heb 3:11). 2. La generación a la cual originalmente fue hecha la promesa del “reposo”, fracasó; no entró en Canaán debido a “incredulidad” (ver com. Heb 3:19) y “desobediencia” (Heb 4:6). 3. Josué presidió a la siguiente generación en la entrada a la tierra que se les había prometido (ver com. Heb 3:11), pero como eran espiritualmente duros de cerviz no pudo hacerlos entrar en el “reposo” espiritual que Dios quería que disfrutaran (ver com. Heb 4:7-8). 4. La misma promesa fue repetida en los días de David (Heb 4:7). Esto demuestra que Israel aún no había entrado en el “reposo” espiritual, y también que su fracaso en los días de Moisés y de Josué no había invalidado la promesa original. 5. Es seguro el cumplimiento final de los propósitos de Dios a pesar del fracaso de sucesivas generaciones (ver com. Heb 4:3 y Heb 4:4). 6. El autor suplica fervientemente al pueblo de Dios de los días apostólicos que entre “en aquel reposo” (Heb 4:11; Heb 4:16). Es una comprobación 437 más de que continuaba la validez de la invitación y de que el pueblo de Dios no había entrado en conjunto en ese “reposo” ni aun en los tiempos apostólicos. 7. En conclusión, continúa la validez de la promesa de entrar en el “reposo” espiritual de Dios (Heb 4:6 y Heb 4:9), y los cristianos deben procurar “entrar en aquel reposo” (Heb 4:11). Debe notarse que el “reposo” que queda en los tiempos del cristianismo es el mismo “reposo” espiritual prometido originalmente a Israel (ver com. Heb 4:3). Es evidente que si “queda” es porque antes existió. Reposo. Gr. sabbatismós, “descanso de sábado”, “reposo sabático”. Esta es la única vez que aparece esta palabra en la Biblia. No aparece en los escritos extrabíblicos sino en una obra de Plutarco (Moralia, 166ª) y en escritos de los siglos II y III. Por esto algunos han pensado que el autor de Hebreos pudo haber acuñado la palabra. Sin embargo, el sentido no es discutido. La derivación de Sabbatismós es clara. En el AT se emplea 70 veces el verbo shabath, “cesar” o “reposar”. De esas veces, 7 tienen que ver con reposar el día sábado; las restantes 63 se refieren a otras formas de cesar o reposar Como ejemplos de este segundo uso, pueden citarse: Gen 8:22; Jns 5:12; Neh 6:3; Lam 5:14; Isa 14:4; Isa 24:8; Isa 33:8. El sustantivo shabbath, derivado del verbo shabath, significa “reposo” o “día de reposo”, y aparece en el AT 101 veces. Generalmente designa el día de reposo semanal, el séptimo de la semana, o sea sábado. De tener un sentido general, “reposo”, pasó a tener un sentido específico, “sábado”. También se emplea la palabra shabbath para referirse a la semana, un período de siete días que concluye con el sábado. En algunos casos, se usa shabbath como designación del año sabático, el año cuando la tierra debía descansar (Lev 25:6; Lev 26:34; Lev 26:43; 2Cr 36:21). Un derivado de shabbath, la palabra shabbathon, se usa 10 veces, generalmente en la construcción shabbath shabbathon, a veces traducida como “sábado de reposo” en la RVA. Designa por lo general a las “fiestas sabáticas”: el día de la expiación (Lev 16:31; Lev 23:32); la fiesta de las trompetas (Lev 23:24); al primero y último día de la fiesta de los tabernáculos (Lev 23:39). También se aplica al año sabático (Lev 25:45) y al día de reposo semanal (Exo 16:23; Exo 31:15; Exo 35:2). La LXX, en idioma griego, emplea la palabra sábbaton para designar al sábado, día de reposo semanal. También se usa sábbaton en el NT, aunque a veces tiene la forma plural sábbata con sentido singular (ver com. Mat 28:1 y Col 2:16). Siempre se refiere al día sábado o a la semana, período de siete días que culmina con el sábado. El verbo griego sabbatíz, “sabatizar”, si se quiere, o mejor, “guardar el sábado”; deriva de sábbaton. No aparece en el NT. Se usa siete veces en la LXX como traducción de shabath, “cesar”, “descansar”. Una vez se refiere a reposar el sábado semanal (Exo 16:30); una vez a reposar el día de la expiación (Lev 23:32); cinco veces se relaciona con el reposo de la tierra durante el año sabático (Lev 26:34-35; 2Cr 36:21). La palabra sabbatismós, “descanso sabático”, deriva de sabbatíz. Es evidente su derivación del original hebreo shabath, “cesar”. Pero su derivación más cercana es de sábbaton, “sábado”, por lo cual refleja mejor el contenido de esa palabra que el del original hebreo shabath. Por esto, el sentido de sabbatismós es claro: “descanso de sábado” o “reposo sabático”. Hasta aquí, el autor de Hebreos ha usado el verbo katapáuo y el sustantivo katápausis para referirse al descanso al cual deben aspirar sus lectores (Heb 4:1; Heb 4:3-4; Heb 4:5; Heb 4:8). Este es el reposo de Dios, al cual los israelitas bajo Josué no entraron, pero que todavía está abierto a los que creen. Katapáuo y katápausis se usan en el AT como traducción de shabath, “cesar”. Son palabras ricas en sentido. Pero en el Heb 4:9, se usa una nueva palabra: sabbatismós, “reposo sabático”, que aunque sinónima de la primera, tiene un contenido más amplio que el de katápausis. Sabbatismós, que se refiere específicamente al descanso “sabático”, sugiere un reposo especial, no sólo la cesación de las actividades. Este reposo que Dios promete a los fieles tiene, como el día sábado, ribetes de bendición (Gen 2:2-3; Isa 58:13-14), de redención (Deu 5:15) y de santificación (Eze 20:20). El descanso que ofrece Dios es el que cada semana miran por la fe los que observan el día de reposo ordenado por Dios. Este texto sugiere la importancia cósmica del día sábado, como símbolo del reposo eterno que Dios quiere que tengan los suyos. Corresponde notar que en el Heb 4:3, el autor insta a que “entremos” al descanso, como si no hiciera falta esperar a la eternidad para gozar del reposo que Dios ofrece. El reposo 438 simbolizado por el “reposo sabático” es el reposo de la gracia (ver Material Suplementario de EGW, com. Heb 4:9; cf. CS 295). Ese es el “verdadero reposo de la fe” (DMJ 9). Entramos en el “reposo” de Dios cuando consideramos a Jesús (Heb 3:1) y escuchamos su voz (Heb 3:7; Heb 3:15; Heb 4:7), cuando depositamos nuestra fe en él (Heb 4:2-3), cuando desistimos de nuestros propios esfuerzos para ganar la salvación (Heb 4:10), cuando retenemos nuestra profesión (Heb 4:14) y cuando nos acercamos al trono de la gracia (Heb 4:16). Los que quieran participar de esta experiencia deben librarse de un “corazón malo de incredulidad” (Heb 3:12), deben dejar de endurecer su corazón (Heb 3:8; Heb 3:15; Heb 4:7), y deben esforzarse por entrar en el “reposo” de Dios (Heb 4:11). Los que entren en el “reposo” de Dios retendrán su “profesión” (Heb 4:14). Se acercarán “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb 4:16). Algunos han pensado que en este pasaje Pablo indica que los cristianos deben dejar de guardar el sábado semanal, propio de los judíos, y pensar, en cambio, en entrar en el reposo cósmico y espiritual de Dios. Esta interpretación carece de base. El pasaje simplemente emplea una figura, la del reposo de sábado, con todas sus bendiciones y símbolos, para ilustrar la idea del reposo de Dios. La epístola a los Hebreos está dirigida a quienes observaban el sábado y gozaban de sus bendiciones. Este texto contiene una invitación a los cristianos hebreos de darle al reposo sabático semanal una amplitud mayor, a saber, reconocerlo como un símbolo claro del reposo eterno que Dios promete. Esta misma invitación es para los cristianos observadores del sábado en el siglo XX. Pueblo de Dios. Es decir, los cristianos que ahora son el pueblo escogido de Dios como lo fue antiguamente el pueblo de Israel (Exo 19:5-6; 1Pe 2:9-10; ver t. IV, pp. 37-38). ] 






Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 25/01/2022 17:52
ANTES DEL REGRESO DE CRISTO Y CUANDO COMIENCEN A CAER LAS PLAGAS DEL APOCALIPSIS  A ESTE MUNDO EL ANTICRISTO PAPADO BABILONIA SU ORGANISACION POLITICA RELIGIOSA MUNDIAL  CONTRA LA SANTA BIBLIA ,EL SABADO SEPTIMO DIA CONTRA SU SANTA LEY DEL SINAI Y CONTRA  SU PUEBLO QUE ESTARA SELLADO VIVIENDO EN EL MUNDO SIN LAS PLAGAS DEL APOCALIPSIS .
Daniel 7-> Ver. 25 25 proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo.
[V.25-> Hablará palabras PAPADO SANTO
 PADRE SUMO PONTÍFICE VICARIO DE CRISTO . Arameo millin (singular millah), simplemente, “palabras”. La expresión “grandes cosas” (Dan 7:8; Dan 7:20) es una traducción del vocablo arameo rabreban. Millah se traduce “asunto” en Dan 2:5; Dan 2:8; Dan 2:10-11; Dan 2:23; Dan 5:15; Dan 5:26; Dan 7:1; “palabra” en los Dan 4:31; Dan 4:33; Dan 5:10; Dan 7:11; Dan 7:25; Dan 7:28; “edicto” en 3:28; 6:12 y “respuesta” en 2:9. Contra. Arameo letsad. Si bien tsad significa “lado”, letsad no significa, como se esperaría, “al lado”, sino “contra”. Pero aquí parecería significar además “ponerse en lugar de”. Al oponerse al Altísimo , el cuerno pequeño pretendería ser igual a Dios PAPADO  (ver com. 2Ts 2:4; cf. Isa 14:12-14). La literatura eclesiástica abunda en ejemplos de las pretensiones arrogantes y blasfemas del papado. Ejemplos típicos son los siguientes tomados de una gran obra enciclopédica escrita por un teólogo católico del siglo XVIII: “El papa es de una dignidad tan grande y es tan excelso, que no es un mero hombre, sino como si fuera Dios y el vicario de Dios... ”El papa está coronado con una triple corona, como rey del cielo y de la tierra y de la regiones inferiores... ”El papa es como si fuera Dios sobre la tierra, único soberano de los fieles de Cristo, jefe de los reyes, tiene plenitud de poder, a él le ha sido encomendada por Dios omnipotente la dirección no sólo del reino terrenal sino también del reino celestial... ”El papa tiene tan grande autoridad y poder que puede modificar, explicar e interpretar aun las leyes divinas... ”El papa puede modificar la ley divina, ya que su poder no es de hombre sino de Dios, y actúa como vicerregente de Dios sobre la tierra con el más amplio poder de atar y soltar a sus ovejas. ”Cualquier cosa que se diga que hace el Señor Dios mismo, y el Redentor, eso hace su vicario, con tal que no haga nada contrario a la fe” (traducción de Lucio Ferraris, “Papa II”,Prompta Bibliotheca, t. VI, pp. 25-29). Quebrantará. O, “desgastará”. Esto se describe antes con las palabras, “este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía” (Dan 7:21). La frase describe una persecución continua e implacable. El papado reconoce que ha perseguido y defiende tales hechos como el legítimo ejercicio del poder que pretende haber recibido de Cristo. Lo siguiente está tomado de The Catholic Encyclopedia: ”En la bula ‘Ad exstirpanda’ (1252), Inocencio IV dice: ‘Cuando los que hayan sido condenados como culpables de herejía hayan sido entregados al poder civil por el obispo o su representante, o la Inquisición, el podestá o primer magistrado de la ciudad los llevará inmediatamente y ejecutará las leyes promulgadas contra ellos, dentro del término máximo de cinco días’... Ni podía quedar duda alguna en cuanto a cuáles disposiciones civiles se indicaban, porque los pasajes que ordenaban quemar a los herejes impenitentes en la hoguera encarcelados desterrados o como esclavos  estaban incluidos en los decretos papales de las constituciones imperiales ‘Commissis nobis’ e ‘lnconsutibilem tunicam’. La bula antes mencionada ‘Ad exstirpanda’ permaneció de allí en adelante como documento fundamental de la Inquisición, renovada o puesta nuevamente en vigencia por varios papas, Alejandro IV (1254-61), Clemente IV (1265-68), Nicolás IV (1288-92), Bonifacio VIll (1-1303) y otros. Por lo tanto, las autoridades civiles estaban obligadas por los papas, so pena de excomunión, a ejecutar las sentencias legales que condenaban a los herejes impenitentes a la hoguera” (Joseph Blötzer, art. “Inquisition”, t. VIII, p. 34). Pensará. Arameo sebar, “procurar”, “intentar”. Se indica un esfuerzo premeditado (CS 499-500). Tiempos. Arameo zimnin (singular, zeman), término que indica tiempo fijo, como en los Dan 3:7-8; Dan 4:36; Dan 6:10; Dan 6:13, o un lapso como en los Dan 2:16; Dan 7:12. En el Dan 2:21 se da una sugestión en cuanto al significado de la expresión “cambiar los tiempos’. Allí se usan juntas otra vez las mismas palabras arameas que significan “mudar” y “tiempos”. Sin embargo, en ese pasaje Daniel dice que es Dios quien tiene la autoridad de mudar los tiempos. Es Dios quien rige el destino de las naciones. Es él quien “quita reyes, y pone reyes” (Dan 2:21). “En la palabra de Dios contemplamos detrás, encima y entre la trama y urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los instrumentos del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios” (Ed 169). Es también Dios quien determina el “tiempo” (arameo zeman) cuando los santos poseerán el reino (Dan 7:22). El esfuerzo del cuerno pequeño para mudar los tiempos indicaría un esfuerzo premeditado para ejercer el derecho divino de dirigir el curso de la historia humana. La ley. Arameo dath, palabra usada para referirse tanto a la ley humana (Dan 2:9; Dan 2:13; Dan 2:15; Dan 6:8; Dan 6:12; Dan 6:15) como a la divina (Esd 7:12; Esd 7:14; Esd 7:21; Esd 7:25-26). Es evidente que aquí se hace referencia a la ley divina, ya que la ley humana puede ser cambiada según la voluntad de la autoridad civil, y tales cambios difícilmente podrían ser el tema de la profecía. Al investigar si el papado ha intentado cambiar las leyes divinas o no, encontramos la respuesta en la gran apostasía de los primeros siglos de la era cristiana cuando fueron introducidas numerosas doctrinas y prácticas contrarias a la voluntad de Dios revelada en las Sagradas Escrituras. El cambio más audaz corresponde al día de descanso semanal. La iglesia apóstata admite sin ambages que es responsable de la introducción del descanso dominical, y pretende que tiene el derecho de hacer tales cambios (CS 499-500). Un catecismo autorizado para sacerdotes dice: “La Iglesia de Dios [es decir, la Iglesia Católica] en su sabiduría ha ordenado que la celebración del día sábado fuese transferida al ‘día del Señor’ “ (Cathechism of the Council of Trent, traducción de Donovan, Ed. 1829, p. 358). Este catecismo fue escrito por orden del gran Concilio de Trento y publicado bajo los auspicios del Papa Pío V. Durante los tiempos del NT los cristianos observaron el sábado, séptimo día de la semana (ver com. Hch 17:2). “ transición del sábado al domingo fue un proceso gradual que comenzó antes de 150 d. C. y continuó durante unos tres siglos. Las primeras referencias históricas que tenemos en cuanto a la observancia del domingo por profesos cristianos aparecen en la Epístola de Bernabé (cap. 15) y en la Primera apología de Justino Mártir (cap. 67), obras que datan aproximadamente del 150 d. C. Ambas condenan la observancia del sábado e instan a observar el domingo. Las primeras referencias auténticas al domingo como “día del Señor” proceden de fines del siglo II y provienen del llamado Evangelio según San Pedro y de Clemente de Alejandría (Misceláneas, v. 14). Antes de la revolución judía instigada por Barcoquebas en 132-135 d. C.,, el Imperio Romano reconocía al judaísmo como una religión legal y al cristianismo como una secta judía. Pero como resultado de esa revolución los judíos y el judaísmo se desprestigiaron. Para evitar la persecución que siguió, de allí en adelante los cristianos trataron por todos los medios posibles de dejar en claro que no eran judíos. Las repetidas referencias que hacen los escritores cristianos de los tres siglos siguientes a la observancia del sábado como una práctica “judaizante”, junto con el hecho de que no hay referencia histórica de la observancia cristiana del domingo como día sagrado antes de la revolución judía, indican el período comprendido entre los años 135-150 como el tiempo cuando los cristianos empezaron a atribuirle santidad de día de reposo al primer día de la semana. Sin embargo, la observancia del domingo no reemplazó inmediatamente a la del sábado sino que la acompañó y completó. Durante varios siglos los cristianos observaron ambos días. Por ejemplo, a comienzos del siglo III, Tertuliano observó que Cristo no había anulado el sábado. Un poco más tarde, en las Constituciones apostólicas, libro apócrifo, (ii. 36) se amonestaba a los cristianos a “guardar el sábado y la fiesta del día del Señor”. A principios del siglo IV el domingo había alcanzado una clara preferencia oficial sobre el sábado. En su Comentario sobre el Salmo 92 Eusebio, principal historiador eclesiástico de esa época, escribió: “Todas aquellas cosas que era deber hacer en el sábado, las hemos transferido al día del Señor, como que le pertenecen de manera más apropiada, porque este día tiene preferencia y ocupa el primer lugar y es más honorable que el sábado judío”. La primera acción oficial de la Iglesia Católica que expresa preferencia por el día domingo fue tomada en el Concilio de Laodicea (c. 364 d. C.). El canon 29 de ese concilio estipula que “los cristianos no han de judaizar y estar sin trabajar en sábado, sino, que han de trabajar ese día; pero honrarán de especial manera el día del Señor, y como cristianos que son, si es posible, no harán ningún trabajo en ese día. Sin embargo, si se los encuentra judaizando, serán excluidos de Cristo”. Este concilio dispuso que hubiera culto en el día sábado, pero designó a ese día como día laborable. Es digno de notarse que ésta, la primera ley eclesiástica que ordena la observancia del domingo, especifica el judaizar como la razón para evitar la observancia del sábado. Además, la rígida prohibición de la observancia del sábado es una evidencia de que muchos estaban todavía ‘judaizando’ en ese día. En realidad, los escritores cristianos de los siglos IV y V con frecuencia amonestan a sus correligionarios en contra de esa práctica. Por ejemplo, alrededor del año 400, Crisóstomo observa que muchos guardaban aún el sábado a la manera judía y estaban así judaizando. Los registros de la época también revelan que las iglesias de Alejandría y Roma fueron las principales en fomentar la observancia del domingo. Por 440 d. C. el historiador eclesiástico Sócrates escribió que “aunque casi todas las iglesias del mundo celebran los sagrados misterios cada semana en sábado, sin embargo los cristianos de Alejandría y Roma, por una antigua tradición, han dejado de hacer esto” (Ecclesiastical History v. 22). Alrededor de la misma fecha Sozomenos (o Sozomeno) escribió que “la gente de Constantinopla, y de casi todas partes, se reúne en el sábado, tanto como en el primer día de la semana, costumbre que nunca se observa en Roma ni en Alejandría”. Hay pues tres hechos claros: (1) El concepto de la santidad del domingo entre los cristianos se originó, principalmente, en su esfuerzo de evitar prácticas que los identificaran con los judíos, y provocaran así persecución.ASI COMO HITLER (2) La iglesia de Roma PAPADO desde muy antiguo fomentó una preferencia por el domingo SANTIFICAR LAS FIESTAS CATECISMO  CONSTANTINO ; y la creciente importancia que se le dio al domingo en la iglesia primitiva, a expensas del sábado, siguió muy de cerca al crecimiento gradual del poder de Roma. (3) Finalmente, la influencia romana prevaleció para hacer que la observancia del domingo fuese motivo de una ley eclesiástica, en la misma forma en que prevaleció para establecer otras FORMAR EL CATECISMO DISTITUYENDO LA SANTA BIBLIA  prácticas tales como la adoración de María, la veneración de los santos y de los ángeles, el uso de imágenes y las oraciones por los muertos. La santidad del domingo descansa sobre la misma base que esas otras prácticas que no se encuentran en las Escrituras, y que fueron introducidas en la iglesia por el obispo de Roma PAPADO . Hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. La palabra aramea ‘iddan, que aquí se traduce “tiempo”, aparece también en el Dan 4:16; Dan 4:23; Dan 4:25; Dan 4:32. En estos pasajes la palabra ‘iddan indudablemente significa “un año” (ver com. Dan 4:16). La palabra que se traduce “tiempos”, que también proviene de ‘iddan, era puntuada por los masoretas como plural, pero los eruditos generalmente están de acuerdo en que debiera puntuarse como dual, indicando así “dos tiempos”. La palabra que se traduce “medio”, pelag puede también traducirse “mitad’. Por eso, es más aceptable la traducción de la Versión Moderna: ‘Un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo”. Al comparar este pasaje con profecías paralelas que se refieren al mismo período, pero designándolo de otras maneras, podemos calcular el total del tiempo implicado. En Ap 12:14 se denomina a este período “un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo”. Un poco antes, en Ap 12:6, se hace 860 referencia al mismo período al decir “mil doscientos sesenta días”. En Ap 11:2-3 la expresión “mil doscientos sesenta días” equivale a “cuarenta y dos meses”. Así queda claro que un período de tres tiempos y medio corresponde con 42 meses, que a su vez son representados como 1.260 días, y que un “tiempo” equivale a 12 meses o 360 días. Este período puede llamarse un año profético. Sin embargo, no debe confundirse un año profético de 360 días ó 12 meses de 30 días cada uno con el año judío, que era un año lunar de extensión variable (tenía meses de 29 y de 30 días), ni con el calendario solar de 365 días (ver t. 11, pp. 114-115). Un año profético significa 360 días proféticos, pero un día profético representa un año solar. Esta distinción puede explicarse así: Un año profético de 360 días no es literal sino simbólico. Por eso sus 360 días son proféticos, no literales. Según el principio de día por año, ilustrado en Num 14:34 y Eze 4:6, un día en profecía simbólica representa un año literal. Así un año profético, o “tiempo”, simboliza 360 años naturales, literales, y de la misma manera un período de 1.260 ó 2.300 o de cualquier otra cantidad de días proféticos representa la misma cantidad de años literales (es decir, años solares completos, marcados por las estaciones que son controladas por el sol). Aunque el número de días de cada año lunar era variable, el calendario judío se corregía con la adición ocasional de un mes extra (ver t. II, pp. 106-107), de modo que para los escritores bíblicos -al igual que para nosotros- una larga serie de años siempre era igual al mismo número de años solares naturales. En cuanto a la aplicación histórica del principio de día por año ver pp. 41-80. La validez del principio de día por año ha sido demostrada por el cumplimiento preciso de varias profecías calculadas por este método, en particular la de los 1.260 días y la de las 70 semanas. Un período de tres años y medio contados en forma literal es completamente exiguo para cumplir los requisitos de las profecías de 1.260 días con relación al papado. Pero cuando, de acuerdo con el principio de día por año, el período se extiende a 1.260 años, la profecía tiene un cumplimiento excepcional. En julio de 1790, treinta obispos católicos se presentaron ante los que encabezaban el gobierno revolucionario de Francia para protestar por la legislación que independizaba al clero francés de la jurisdicción del papa y lo hacía responsable directamente ante el gobierno. Preguntaron si los dirigentes de la revolución iban a dejar libres a todas las religiones “excepto aquella que fue una vez suprema, que fue mantenida por la piedad de nuestros padres y por todas las leyes del Estado y ha sido por mil doscientos años la religión nacional” (A. Aulard, Christianity and the French Revolution, p. 70). El período profético del cuerno pequeño comenzó en 538 d. C., cuando los ostrogodos abandonaron el asedio a Roma, y el obispo de Roma, liberado del dominio arriano, quedó libre para ejercer las prerrogativas del decreto de Justiniano de 533, y aumentar de allí en adelante la autoridad de la “Santa Sede” (ver com. Dan 7:8). Exactamente 1.260 años más tarde (1798) las espectaculares victorias de los ejércitos de Napoleón en Italia pusieron al papa a merced del gobierno revolucionario francés, quien informó a Bonaparte que la religión romana sería siempre la enemiga irreconciliable de la república, y que “hay una cosa aún más esencial para alcanzar el fin deseado, y eso es destruir, si es posible, el centro de unidad de la iglesia romana, y depende de Ud., que reúne en su persona las más distinguidas cualidades del general y del hábil político, alcanzar esa meta si lo considera factible” (Id., p. 158). En respuesta a esas instrucciones y por orden de Napoleón, el general Berthier entró en Roma con un ejército francés, proclamó que el régimen político del papado había concluido y llevó al papa prisionero a Francia, donde murió en el exilio. El derrocamiento del papado en 1798 marca el pináculo de una larga serie de acontecimientos vinculados con su decadencia progresiva, y también la conclusión del período profético de los 1.260 años. Ver la Nota Adicional al fin de este capítulo, donde hay un bosquejo más completo del surgimiento y la decadencia del papado. ]Daniel 7-> Ver. 26
.26-> Se sentará el juez Cristo . Ver com. Dan 7:9-11. El veredicto será sentencia de muerte para el papado. Este poder papado  continuará su guerra contra los santos de la ley del Sinaí hasta el mismo fin del regreso de Cristo . Entonces su dominio sobre ellos será quitado para siempre, y será exterminado el papado . ] Apocalipsis 13:17 y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre.

18 ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666.


Apocalipsis (de Juan) 13-> Ver. 17
[V.17-> Comprar ni vender. Esta drástica medida será tomada en un esfuerzo por obtener el cumplimiento de los dictados de la imagen; pero no será eficaz (ver com. Ap 14:1; Ap 14:12). Esta medida sin duda traerá consigo el decreto de muerte (ver com. Ap 13:15). La marca. Ver com. Ap 13:16. O el nombre. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de la conjunción “o”. Si se omite, la frase “el nombre de la bestia” estará en aposición con la palabra “marca”. El pasaje entonces podría decir: “la marca: el nombre de la bestia” (BA). Esto significaría que la marca que vio Juan en visión era el nombre de la bestia. Esta relación puede compararse con el sello de Dios que se coloca en la frente de los santos (Ap 7:2), con respecto a los cuales Juan declaró más tarde: tenían “el nombre... de su Padre escrito en la frente” (Ap 14:1). CE Ap 14:11. Sin embargo, la conjunción “o” aparece en el P47, el más antiguo manuscrito griego que se conoce del Apocalipsis. En tal caso, las frases “la marca”, “el nombre de la bestia” y “el número de su nombre” unidas por la palabra “o” pueden indicar grados de afiliación con la bestia o su imagen; pero Dios condena esta unión en cualquier grado que sea (Ap 14:9-11). Número de su nombre. Ver com. Ap 13:18. ] 

Apocalipsis (de Juan) 13-> Ver. 18

[V.18-> Aquí hay sabiduría. Compárese con la frase “para la mente que tenga sabiduría” (Ap 17:9). La sabiduría que aquí se alaba es sin duda a la cual se refiere Pablo en Efe 1:17. Los seres humanos pueden comprender los misterios de la Palabra de Dios únicamente por medio de la iluminación divina (1Co 2:14). Entendimiento. O “inteligencia”. Los que deseen saber el significado del número misterioso, podrán entenderlo. Cuente. O “calcule”. Número de la bestia. Debe notarse que la bestia ya ha sido plenamente identificada (ver com. Ap 13:1-10). El número proporciona una evidencia que confirma esta identificación. Desde los comienzos del cristianismo se ha debatido mucho el significado del número 666. Uno de los primeros en escribir sobre el tema fue Ireneo (c. 130-202). Identificó a la bestia como el anticristo. Creía que los valores numéricos de las letras de su nombre sumarían 666, y sugirió como muy probable el nombre Teitan el cual a veces se consideraba divino. También sugirió, pero como mucho menos probable, el nombre Latéinos, que era el nombre del último reino de los cuatro que vio Daniel. Pero al mismo tiempo previno que “es por lo tanto más seguro y menos peligroso esperar el cumplimiento de la profecía, que hacer conjeturas y buscar aquí y allí nombres que puedan presentarse pues pueden encontrarse muchos nombres que poseen el número mencionado” (Contra herejías v. 30. 3). El número 666 se ha aplicado a numerosas figuras políticas de la historia desde los días de Ireneo. Pero debe notarse que como la bestia ya ha sido identificada, el número -sea cual fuere su significado- debe tener relación con ese poder; de lo contrario, no habría razón válida para que el ángel diese a Juan en este momento de la narración profética la información contenida en el Ap 13:18. Una interpretación que se divulgó en el período siguiente a la Reforma, fue que 666 representa o equivale a Vicarius Filii Dei, que significa “vicario del Hijo de Dios”, uno de los títulos del papa de Roma. El valor numérico de las letras que componen este título suma, como sigue, 666 V 5 I 1 C 100 A ---- R ---- I 1 V (U=V) 5 S ---- F ---- I 1 L 50 I 1 I 1 D 500 E ---- I 1 666 Esta interpretación está basada en la identificación del papa como el anticristo, concepto que se expuso claramente en la Reforma. El principal expositor de esta interpretación fue Andreas Helwig (c. 1572-1643; ver L. E. Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, t. 2, pp. 605-608). Desde los días de 338 Helwig muchos han adoptado esta interpretación. Como este Comentario identifica a la bestia como el papado, también acepta este punto de vista como el mejor que se ha presentado hasta ahora, aunque reconoce que en el criptograma puede implicarse más de lo que contiene esta interpretación. En cuanto al título Vicarius Filii Dei, la revista católica Our Sunday Visitor, del 18 de abril de 1915, informó en respuesta a la pregunta: “¿Cuáles son las letras que se supone que están en la corona del papa, y qué significan, si es que tienen significado?” Respuesta: “Las letras grabadas en la mitra del papa son éstas: Vicarius Filii Dei, que en latín significan Vicario del Hijo de Dios. Los católicos sostienen que la iglesia, que es una sociedad visible, debe tener una cabeza visible” (p. 3). La edición de la misma revista del 15 de noviembre de 1914, admitía que los números latinos sumados daban un total de 666, pero añadía que muchos otros nombres también dan ese total. En el número del 3 de agosto de 1941, p. 7, nuevamente se trató el tema Vicarius Filii Dei, y se afirmó que ese título no está escrito en la tiara del papa. La tiara, se afirmaba, no lleva inscripción alguna (p.7). La Catholic Encyclopedia distingue entre mitra y tiara. Describe la tiara como un ornamento que no es litúrgico, y la mitra, como uno que se usa para ceremonias litúrgicas. Si la inscripción Vicarius Filii Dei aparece en la tiara o en la mitra, no tiene verdadera importancia. Se admite que el título se aplica al papa, y eso es suficiente para los propósitos de la profecía. Número de hombre. La bestia representa una organización humana. Seiscientos sesenta y seis. Si bien algunos , la evidencia textual tiende a confirmar el número 666 CATECISMO SANTIFICAR LAS FIESTAS DOMINGO . ] 




 
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