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Réponse  Message 1 de 33 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999  (message original) Envoyé: 09/04/2017 04:06
 

Los tartesios ¿eran fenicios?

 

Según cuenta el Antiguo Testamento, en el siglo X a. C. las naves de Salomón, el rey de Israel, volvían cada tres años cargadas de oro de un lejano y misterioso lugar llamado Tarsis: "El rey Salomón tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram [rey de Tiro], y cada tres años llegaban las naves de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones". La cita procede del Libro de los Reyes, escrito allá por el siglo VII a.C., pero nos remite tres siglos atrás, cuando la opulencia mineral del sur de la península Ibérica atraía hasta el otro extremo del Mediterráneo a los primeros navegantes semitas.

 

La mayoría de historiadores lo tiene claro: el primer autor que mencionó a Tarsis se estaba refiriendo a las relaciones comerciales que los israelitas mantenían con Tartessos, el reino situado más allá de las columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), en el Bajo Guadalquivir, que rigió el mítico rey Argantonio. Desde esta primera mención, el aura enigmática en torno a Tartessos no se ha desvanecido. Viajeros, filólogos y arqueólogos se han lanzado durante decenios a la búsqueda de los restos de aquella civilización que floreció entre los años 1000 y 500 a.C., para desaparecer luego y caer en un olvido silencioso que ha durado hasta hace poco, inmersa en una nebulosa de incertidumbres y conjeturas.

Tartessos y la Atlántida

El interés por la misteriosa Tartessos se remonta a la Antigüedad. Diversos historiadores y viajeros griegos de los siglos VI al IV a.C. dejaron constancia de lo que se sabía, o creía saberse, sobre aquella civilización. Tal fue el caso de Hecateo de Mileto, de Heródoto y, sobre todo, de Avieno, que en su Ora marítima hablaba de un río llamado Tartessos que ceñía la isla en la que se encontraba la ciudad, también denominada Tartessos. Otro autor del siglo IV a.C., Eforo, se refería igualmente a "un mercado muy próspero, la llamada Tartessos, ciudad ilustre, regada por un río que lleva gran cantidad de estaño, oro y cobre de Céltica".

A todos ellos se sumó una referencia aún más intrigante, la de la Atlántida cantada por Platón en sus Diálogos, particularmente en el Timeo, y que muchos no dudaron en identificar con Tartessos. ¿A qué, si no, podría aludir Platón cuando describe la Atlántida como "una gran isla, más allá de las columnas de Heracles, rica en recursos mineros y fauna animal"?

 

El primer autor que intentó localizar con exactitud Tartessos fue un filólogo, Antonio de Nebrija, responsable de la primera gramática castellana

Incluso arqueólogos contemporáneos han creído hallar los restos de la Atlántida en la región tartesia. Pero, de momento, se trata de una conexión imposible, basada más en las fabulaciones que en las certezas. Tal es caso de la tesis del francés Jacques Collina-Girard, que ubicó en 2001 la Atlántida en la isla Espartel, a medio camino entre Cádiz y Tánger; y de los avistamientos de Rainer Kuehne, quien en 2004 dijo haber localizado con imágenes aéreas los vestigios del templo de "plata" consagrado a Poseidón y el templo "dorado" levantado en honor a Cleito en la Marisma de Hinojos, cerca de Cádiz.

Al margen de la cuestión de la Atlántida, el primer autor que intentó localizar con exactitud Tartessos fue un filólogo, Antonio de Nebrija, responsable de la primera gramática castellana. En 1492, Nebrija identificó Tartessos con el río Betis (Guadalquivir) y con el paisaje de brazos marinos que formaba el río en su desembocadura. Pero las conjeturas de Nebrija, emitidas desde la intuición, no contaban con ningún tipo de respaldo arqueológico.

Tras las riquezas de Argantonio

La investigación arqueológica se hizo esperar hasta el siglo XIX. El primero que removió las entrañas andaluzas en busca de Tartessos fue George Bonsor, un pintor anglofrancés que quedó fascinado por los paisajes de Andalucía y que, desde la década de 1880, cambió lienzo y acuarela por pico y pala en cuanto comprobó el potencial arqueológico que se extendía bajo sus pies. Nadie le había enseñado a excavar, pero su ilusión pudo más que su bisoñez. Bonsor recuperó un alijo de piezas tartésicas en diversas necrópolis sevillanas como las de Cruz del Negro, Carmona, Setefilla y Cerro del Trigo.

A Bonsor lo siguió el alemán Adolf Schulten, gran impulsor de la investigación en el yacimiento de Numancia, de donde salió enemistado con las autoridades culturales españolas. Schulten quería seguir el ejemplo de su compatriota Schliemann, que había desenterrado Troya gracias a su fe en las fuentes clásicas. La Ora marítima de Avieno sería para Schulten lo que la Ilíada había sido para Schliemann; y el Coto de Doñana haría las veces de colina de Hissarlik, en Turquía, donde Schliemann encontró, en 1873, la Troya cantada por Homero.

La obra de Schulten sirvió para ordenar todos los conocimientos que se tenían sobre la antigua civilización del Guadalquivir

Schulten pretendía demostrar que Tartessos yacía en las Marismas de Doñana y pasó a la acción con la ayuda de Bonsor. Se hizo con las herramientas necesarias y dirigió la ambiciosa aventura de localizar allí Tartessos. Pero al final lo único que encontró fueron unas ruinas de época romana en el llamado Cerro del Trigo. Schulten fracasó, pero su contribución no dejó por ello de ser importante. Su obra Tartessos, publicada en 1924, sirvió para ordenar todos los conocimientos que se tenían sobre la antigua civilización del Guadalquivir y constituyó el punto de partida de investigaciones posteriores.

Todos los testimonios legados por las fuentes se refieren a Tarsis o Tartessos como una civilización de alma metalúrgica: "El más elegante de los mercados, la ciudad del oro y la plata...". Tanto es así que Argantonio, el rey tartesio por antonomasia, lleva la plata (Arg-) incorporada a su nombre.

Pero la literatura se elevó a certeza arqueológica el 30 de septiembre de 1958, el día en que una cuadrilla de obreros que trabajaban en un terreno de un club de cazadores de Sevilla –la Real Sociedad de Tiro al Pichón–, en la localidad de Camas, cuatro kilómetros al oeste de Sevilla, hizo un sensacional descubrimiento: un recipiente de barro en cuyo interior aparecieron 16 placas, dos brazaletes, dos pectorales y un collar. Todas las piezas eran de oro macizo y pesaban casi tres kilos. Después de analizarlas, el arqueólogo Juan de Mata Carriazo concluyó que era "un tesoro digno de Argantonio".

 

El hallazgo del tesoro de El Carambolo (se lo llamó así por el cerro de 91 metros de altura, de este nombre, en el que se encontró) alborotó los foros científicos cuando muchos se resignaban ya a una Tartessos virtual. El Carambolo se convirtió en la imagen de cabecera de la cultura tartesia y Juan de Mata Carriazo, en el padrino del descubrimiento.Durante tres años, Mata Carriazo excavó el yacimiento que representaba a la Tartessos tangible. Desenterró muros, estudió cerámicas, cotejó niveles estratigráficos y demostró, por fin, que Tartessos no era una alucinación de los autores de la Antigüedad.

De este modo, los estudiosos pudieron definir un mapa de la civilización tartesia, que se extendía por la mitad sur de la Península. Diversos yacimientos quedaban, así, asociados con Tartessos: en la provincia de Huelva, los de La Joya y el Cabezo de San Pedro; en la de Sevilla, El Gandul y Carmona; en Córdoba, La Colina de los Quemados; en Bajadoz, Medellín y Cancho Roano, e incluso en Portugal se considera tartesio el yacimiento de Alcácer do Sal. También cabe incluir en el área tartesia la localidad gaditana de Mesas de Asta, la Asta Regia romana. El término Regia es una interesante pista sobre el tipo de organización política del mundo tartésico; investigadores como Manuel Bendala sospechan que alguna élite tartésica gobernó estas tierras antes de que Roma le pusiera nombre.

En años recientes, la cuestión que más debate ha suscitado en torno a la cultura de Tartessos es la de su relación con el mundo fenicio. A partir del siglo VIII a.C., navegantes y comerciantes fenicios fundaron ciudades y factorías en el sur peninsular, especialmente en las provincias de Málaga, Granada, Cádiz, Almería y Alicante; un territorio, pues, muy próximo al de los tartesios, con quienes sin duda los fenicios mantuvieron contactos de todo tipo, tanto económicos como culturales y artísticos.

¿Tartesios o fenicios?

Tradicionalmente, se ha pensado que ambas áreas, pese a la cercanía geográfica y a las relaciones que se establecieron entre ellas, permanecieron sustancialmente independientes una de otra. El territorio nuclear tartesio se ha ubicado tradicionalmente lejos de la costa, mientras que lo fenicio se asocia al litoral andaluz y alicantino. Sin embargo, algunos estudiosos plantean hoy en día que entre tartesios y fenicios se dio una auténtica fusión cultural, hasta el punto de que en términos arqueológicos se hace muy difícil distinguir en muchas ocasiones qué elementos son tartesios y cuáles fenicios.

Ésta es justamente la teoría que mantienen dos arqueólogos sevillanos, Álvaro Fernández Flores y Araceli Rodríguez Azogue, que entre 2002 y 2005 excavaron en el yacimiento de El Carambolo, ampliando la investigación que había llevado a cabo Mata Carriazo décadas atrás. En su opinión, El Carambolo no sería un asentamiento indígena, producto de la civilización tartesia, sino un santuario fenicio, dedicado a la diosa Astarté, que alcanzó su máximo esplendor en el siglo VII a.C. y se abandonó en el siguiente. Una sentencia que reduce Tartessos a atrezzo imaginario y cuya onda expansiva ha sacudido a la comunidad científica.

Ambos autores mantienen que el área de expansión colonial de los fenicios se extendió incluso a Extremadura. Creen que los objetos bautizados como tartésicos (entre ellos, el propio tesoro de El Carambolo) son la expresión colonial de un pueblo semita que se asentó en Cádiz allá por el siglo X a.C. para luego expandirse por la costa y el interior peninsular. De esta forma, El Carambolo sería un santuario fenicio, resultado de un cierto "mestizaje" entre lo semita y lo local. Se podría comparar con la colonización española de América tras la llegada de Cristóbal Colón. Si uno contempla la huella dejada por los españoles en catedrales o iglesias de América Latina, ¿las catalogaría como obras españolas o locales?

Un reciente congreso, celebrado en Huelva en diciembre del año 2011, ha dado resonancia a las posiciones de los "tartesoescépticos", aquellos que dudan de que Tartessos pueda ser considerada como una cultura diferenciada. El debate se ha trasladado incluso a las vitrinas del Museo Arqueológico de Sevilla. Allí se exponen, también desde diciembre de 2011, las piezas del tesoro de El Carambolo, que durante décadas habían permanecido a buen recaudo en la caja fuerte de un banco. Pero ahora los visitantes leen una nueva denominación de origen: fenicia.

Sin embargo, para la mayoría de especialistas el dictamen de Fernández Flores y Rodríguez Azogue peca de atrevido. Creen, por el contrario, que en El Carambolo sí se advierten rasgos específicamente tartesios. Una evidencia de ello se encontraría en el altar con forma de piel de toro que ha aparecido en el epicentro del recinto sagrado, la misma forma de los pectorales del tesoro de El Carambolo. En ningún santuario fenicio se encuentran altares con este perfil; únicamente en territorio hispano.

Otros altares del área tartesia tienen la misma forma que el hallado en el Carambolo, como los de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) y Cerro de San Juan (Coria del Río, Sevilla). Cuenta el mito griego que Hércules, después de matar al gigante Gerión –el primer rey de Tartessos, según la leyenda–, se apropió de su rebaño de toros rojos, en el que fue el décimo de los doce trabajos atribuidos al héroe griego. Así, pues, el toro es el salvoconducto de Tartessos para no arder en la pira de las invenciones históricas.

Para saber más

Tartessos desvelado. La colonización fenicia del suroeste peninsular y el origen y ocaso de Tartessos. Álvaro Fernández Flores y Araceli Rodríguez Azogue. Almuzara, Córdoba, 2007.

Tartessos. Contribución a la historiamás antigua de Occidente. Adolf Schulten. Almuzara, Córdoba, 2006.

Tartessos. Jesús Maeso de la Torre. Edhasa, Barcelona, 2003 (novela).



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Réponse  Message 2 de 33 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 09/04/2017 04:09
 
La extension del reino de TartessosLa extension del reino de Tartessos

 

CÁDIZDIRECTO/J.M.García Bautista.- Conocemos por Tartessos a un antiguo reino cuya situación la ubican en la Vega Baja del Guadalquivir. Se dice que era la ciudad principal de Tarsis (o Tharsis) y en la que floreció una importante cultura urbana. De próspera economía basada en la agricultura y la ganadería así como en su actividad más destacada que eran las explotaciones mineras y sobre todo en el comercio del estaño.

Cuando los fenicios fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) hacia el 1100 a. C. , los tartesios tenían una agricultura evolucionada, eran muy buenos navegantes y pescadores, tenían su propio alfabeto y trabajaban extraordinariamente los metales que obtenían de sus ricas minas de oro,  plata ,  cobre y estaño. Minas consideradas como las más ricas del territorio. . .

Tradicionalmente Tartessos o Tartesos era considerado como “El Dorado” de las antiguas culturas de gran progreso económico y sociocultural pero de ella aún se desconoce su real emplazamiento o ubicación. Son muchas las especulaciones y muy pocas las aportaciones sobre su localización  exacta. Para los fenicios el emplazamiento de la mítica ciudad era un secreto que condenaba a quién lo divulgara, sobre todo si tenemos en cuenta que se trataba de mantener el control sobre el comercio del estaño, metal tan apreciado en aquella época.

Hay numerosas referencias y escritos que hacen mención destacada de la antigua Tarsis (así las podremos encontrar en escritos semíticos,  griegos, en la estela Nora (Cerdeña) e incluso en la Bíblia) e incluso en la inscripción del emperador asirio Asharadón y que refuerzan la idea que la ciudad de Tartessos era mediterránea.

Hecateo de Mileto (s.  VI a. C. ) escribía sobre Tartessos como de un territorio en el que existían varias ciudades. Heredoto la enmarca dentro de la colonización y de la importancia fenicia y de sus relaciones comerciales con estos. Por todos es conocido que los tartésicos comerciaron y negociaron con los fenicios y que en el siglo VII a. C.

La cultura Tartésica fue descubierta por los griegos con lo que se intensificaron las relaciones marítimas y comerciales con el Mediterráneo Oriental.  Estrabón recoge para Roma, en su obra “Geografía”,  descripciones del desaparecido reino tartésico (ya que nos encontramos en época del Imperio Romano cuando Iberia pasó a ser Hispania “el granero de Roma”) a nivel etnológico y en los dos siglos anteriores a Cristo. Justino, historiador galo contemporáneo de Augusto,  comunica interesantes informaciones sobre una mítica civilización en el saltus Tartessiorum, pero entra en el terreno de la más pura mitología clásica por lo que no se considera como una referencia directa a Tartessos.

Pero centrándonos en lo puramente científico y constatable debemos de ir a las pruebas innegables que nos aporta la Arqueología.

Las pruebas arqueológicas apuntan a que Tartessos era y estaba localizada en una zona geográfica en el bajo Guadalquivir (Cádiz) y Huelva en la Edad de Bronce e inicios del Hierro. Era un pueblo culturalmente muy evolucionado y recibía las influencias  directas de los pueblos colonizadores mediterráneos.

Pese a la “fragilidad” cronológica se dice que entre el s. IX y mediados s. VIII a. C.  florece un importante enclave metalúrgico en Huelva (extracciones de oro,  plata y cobre) que posteriormente se orienta hacia el comercio con los fenicios en lo que se constituiría como un importante foco de intercambio de metales por telas,  productos de ganadería,  agricultura, etc. En este periodo de tiempo se cree que es que más influencia cultural tuvo sobre la cultura tartésica y de ahí sus influencias orientalizantes.

Con el Estrecho de Gibraltar (o las Columnas de Hércules) controlado por los fenicios (potencia naval a partir del 970-936 c. C. )  tras el reinado de Hiram I y Tiro con papel de gran relevancia)  y sus influencias quedó cerrado a los griegos, así los tartésicos tenían dos principales vías de distribución: la primera era a través de Huelva-Riotinto (Onuba)  y la segunda  a través de Cádiz (Gadir) . Se constituyó así un intercambio entre los tartésicos y los fenicios con los pueblos de oriente, se llevaban metales de Iberia a través de Kytión (Chipre) por rutas de Tiro a Gadir vía Cerdeña e Iberia y de vuelta por estas mismas o por Cartago y Utica.


Réponse  Message 3 de 33 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 09/04/2017 04:10
 

También a nivel arqueológico se han encontrado importantes muestras de la cerámica de la época en la zona onubense-gaditana, aunque sería aventurado atribuirlo a la industria de la cerámica tartésica. Entre esas piezas destacan las de origen griego,  fenicio y de afinidad tartésica.

Los restos arqueológicos de mayor importancia hallados y de clara vinculación  del pueblo tartésico al sur de nuestra península lo encontramos en el hallazgo del denominado “Tesoro del Carambolo” hallado en Sevilla y formado por innumerables piezas de cerámica y una importantísima colección de piezas de joyería en oro de clara tendencia oriental (con influencia fenicia) y sin ningún género de dudas pertenecientes a la  cultura de Tartessos.

Hoy podemos encontrar numerosas piezas de este tesoro en la ciudad de Sevilla y en el Museo Arqueológico  Nacional de Madrid, entre las que podremos admirar entre otras una magnífica placa pectoral en forma de piel de toro en oro de 24 kilates y de una cuidada elaboración, collares de tendencia orientallizante,  un brazalete en oro con placas soldadas (de un gran nivel técnico) o unos maravillosos candelabros de  facturación exquisita.

Tal actividad tanto en la metalúrgica como en la cerámica ha llevado a concluir que estas dos eran las principales fuentes de comercio de los tartésicos con otros pueblos navegantes-comerciantes.

La sociedad tartésica estaba dividida por castas y de su monarquía destaca sobre cualquier otra figura las dos dinastías legendarias: la de Gerión y la de Gárgoris y su hijo Habis (que muchos historiadores han querido ver en ella como una monarquía hereditaria).  De entre sus reyes más notables destaca Argantonio,  el cual,  según Heredoto,  reinó ochenta años – del 630 al 550 a. C. -. El periodo comprendido en lo que se denomina como “Bronce Final”  del Suroeste sólo admite hablar de sociedades muy jerarquizadas, sin ir más allá de la estructura de grupos familiares gentilicios con jefes de carácter guerrero.

Así y bajo esta premisa podemos afirmar que la Tartessos que floreció y creció a lo largo del litoral gaditano-onubense no se trataba de un gran reino y si más bien de una confederación de pequeños estados unificados bajo un lider, en este caso Argantonio. Esta confederación de pequeños estado creció en nuestra geografía y se extendió hacia zonas como Córdoba,  Extremadura o Sevilla (Los Alcores  (Carmona) u Osuna). También se extendieron a otras zonas como Malaka,  Abdera-Adra (Almería),  Guadalhorce (s. VII a. C. ), la necrópolis de Trayamar (Málaga) o el Castillo de Doña Blanca en Cádiz (s. VIII).

Con la creación de Massalia en el Ródano se establece una evidente competencia comercial con la ciudad de Tartessos: los fenicios establecen relaciones comerciales con los massalos y comienza así el declive de la cultura tartésica. Los cartagineses trataron de reorientar el comercio de metales  hacia el Mediterráneo, establecen un periodo de prosperidad a la zona de Gadir que era abastecida por Tartessos y Cartago sustituye a “Fenicia” en el control comercial de la zona.

A partir del siglo VI a. C.  se produce un declive  en la demanda  de plata de los asirios provocada por la caída del imperio asirio  en manos de los babilonios y Tiro en poder de Nabucodonosor: entre tanta lucha por el control comercial y de los metales en esta zona del Mediterraneo-Atlántico se va solapando la Edad del Bronce con la del Hierro, en la cual queda relegada la zona de Tarsis a un segundo panorama víctima de las regiones productoras de Hierro. Se cree que tras el “reinado” de Argantonio, Tartessos , hacia el año 540 a. C. ,  se alió con los griegos de Italia frente a los etruscos y cartagineses, disputándoles el control del Mediterráneo. Derrotados en Alalia hacia esa fecha, los tartésicos fueron sometidos por Cartago hacia el 500 a. C.

El final de tartessos la marco su posible destrucción a manos de los cartagineses pasando Gadir (que posteriormente y tras la ocupación romana se llamaría Gades) a ostentar el control y capitalidad de la región.  Hoy se puede decir que Tartessos fue junto a Lixus y Utica uno de los focos de civilización más notable y enigmático de la antigua civilización del Bronce en nuestra península.

Muchos han querido ver en la mítica ciudad de Tartessos el reflejo de la legendaria Atlántida relatada por Platón en sus diálogos  Timeo y Critias Más allá de las Columnas de Hércules se alzaba una importante y desarrollada civilización cuyo poder sobre los elementos y desarrollo tecnológico no tenía igual en su época. El pensador griego Platón describe a la singular civilización en el Timeo y por primera escuchamos su nombre: Atlántida.

Las únicas obras en las que oímos éste nombre y su mito se encuentran en los Diálogos del escritor griego Platón y que al parecer vienen de una descripción detallada que hace Critias (fallecido en el año 403 a. C. )  de ella y que es una reproducción de lo que su abuelo, Critias El Viejo, le narró. Como fuente original de toda ésta historia tenemos al gran legislador Solón (640-558 a. C. ), el más sabio de los Siete Sabios de la antigua Grecia y cuyo relato le confiaron los sacerdotes de la ciudad egipcia y templo de Sais.

No son pocos aquellos que piensan que la Atlántida realmente se trataba de la misteriosamente desaparecida ciudad de Tartessos (que figura en la Biblia como Tarsis y, que según los investigadores e historiadores,  se hallaba ubicada aproximadamente en los entornos de Cádiz o Huelva).

Uno de estos investigadores que piensan que el asentamiento tartésico estaba directamente relacionado con la Atlántida era el historiador y arqueólogo germano Adolf Schulten.

La única “prueba” que consiguió fue un misterioso anillo con caracteres desconocidos en la desembocadura del río Guadalquivir hacia el año 1923.

Schulten creía que Tartesos podría estar en las proximidad eso incluso en el interior del Coto de Doñana siendo avalada de esta tesis por el hallazgo de la Estela Tartésica de Villamanrique, todo sucedió un 22 de Marzo de 1978 en el paraje denominado Chillas en el municipio sevillano de Villamanrique de la Condesa por dos vecinos, Manuel Zurita Chacón y Manuel Carrasco Díaz, esta inscripción arqueológica en piedra única, del siglo. VI a.C., nos documenta sobre la escritura indígena y que se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla. Esté relacionado o no el mito de la Atlántida con la desaparecida Tartessos, es innegable la real existencia de ésta ciudad, existiendo numerosas referencias históricas y literarias hacia ella.

Otros investigadores, como el geógrafo Richard Hanning, creen que el mito de la Atlántida se apoya en los relatos de la civilización perdida de Tartessos,  cerca de Gades (la actual Cádiz),  y la Esqueria de Homero.

Otros identifican el mito de Tartessos con la legendaria ciudad de Ofir,  aquella de la que los antiguos faraones egipcios obtenían  las más impresionantes piedras preciosas y cargamentos de nobles metales que serían la fascinación de sus descubridores a épocas cercanas. Sin embargo la mítica ciudad de Ofir parece estar ubicada en el continente africano al sur de Egipto y no en este bello marco geográfico de nuestra geografía hispana.

Actualmente se sigue trabajando en todo lo relacionado a Tartessos y son varias las piezas arqueológicas extraídas de la zona y  atribuidas a la cultura protagonista de este estudio. En cuestión se han obtenido varios bocados de caballo en hierro de baja calidad  hallados en las rías de Huelva y que  se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Hasta aquí esta breve aproximación a la legendaria y mítica ciudad o reino de Tartessos, uno de esos misterios que asolan nuestra geografía y para el cual aún no se han encontrado las respuestas con lo desvelen abogando así a navegar por las brumas de los Enigmas  y  misterios que a tantas personas a hechizado con la fascinación sobre sus relatos.

Profundizando en la mitología griega, el estrecho de Gibraltar, Cádiz y sus inmediaciones, ha sido escenario de batallas y pruebas colosales. Dentro de las creencias de los griegos, en suelo gaditano se hallaría el reino de Gerión, hijo de Crisor y Calirroe.

Era Gerión un gigante dotado de tres cuerpos y reinaba en Eritia. Se dedicaba Gerión al pastoreo de enormes bueyes rojos feroces vigilados por un perro de dos cabezas y un dragón de siete bocas. Hércules, en una de sus conocidas pruebas, debía robar esos bueyes.

En su viaje hacia España, cruza la costa africana y coloca a cada lado del estrecho sendos monolitos justo en los puntos por donde él cruzó. Estos monolitos se conocerían como las columnas de Hércules. El joven semidiós, mata al perro, acaba con el dragón, derriba al gigante y pastorea a los temidos bueyes hasta Micenas.

Con el paso de los siglos, el escenario de esta batalla y del reino de Eritia, se ha ido desplazando hacia occidente. Ximénez de Rada, sitúa en su obra De rebus Hispania del siglo XIII  en Cádiz y en 1548 Pedro de Medina, lo ubica definitivamente en el cabo de Trafalgar donde también estaría la tumba del gigante Gerión.

En cuanto a Tartessos, la primera vez que esta mítica ciudad se vincula con Cádiz es en un escrito del médico holandés Gorophius Beccano. Trabajaba este médico al servicio de los reyes de España y era un gran estudioso de literatura antigua. Como decimos, este médico holandés pública su Opera en 1580 donde identifica Cádiz con Tartessos y va un paso más allá al identificar también Tartessos con la bíblica Tarsis.

Hay otras fuentes que nos ponen en la pista para situar en la actual Cádiz la Tartessos ciudad. Por ejemplo, Cicerón, se refiere a Balbo (aquella familia gaditana que contó con el favor de Roma) como “Balbo el tartesso”.

Flavio Arriano, filósofo e historiador griego conocido también como Jenofonte, en su segundo libro de Anabasis de Alejandro Magno dice:“A mí me parece que el Heracles que veneran en Tartessos los íberos donde están las  llamadas columnas de Hércules, es el Heracles tirio, dado que Tarteso es una fundación fenicia; y es así, según el rito fenicio, como está construido el templo de Heracles y se ofrecen allí los sacrificios”.

Jaime Albar, es uno de los estudiosos que ha defendido la existencia de textos antiguos que animan a identificar Tartessos con Cádiz frente a la teoría que señala la ubicación de esta mítica ciudad más cercana a la Ría de Huelva. Sea como fuere, el debate sigue estando en mano de los estudiosos e historiadores a los que la cultura tartessica sigue presentándose como todo un enigma, como si de un espejismo se tratase.

Tartessos siempre estará muy presente en las raíces culturales -bien legendarias o históricas- de Andalucía teniendo como su posible cuna a Cádiz y estando relacionada intimamente con Huelva y Sevilla en una época en la que dominaron el sur de la península ibérica y que, en la imaginación, rivalizó con la propia Atlántida.



 
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