Soy uno con el orden divino de la vida.
Al comenzar el invierno, recuerdo los retoños de la primavera y su potencial. Tiernos capullos empapados de lluvia, deseando convertirse en bellas flores y deliciosos frutos.
Soy uno con el orden divino de la vida y en este fluir divino soy productivo al no ofrecer resistencia. Disfruto de paz, balance y sabiduría. Ejercito mi cuerpo e ingiero alimentos saludables. Siento placer cuando trabajo o cuando descanso. Disfruto de la compañía de familiares y amigos, y me restauro con sueño revitalizador.
Guiado y alimentado por el Espíritu morador, continúo creciendo en comprensión espiritual, siempre hacia la luz de Dios. Soy parte del orden divino de la vida y todo está bien.
Yo os enviaré las lluvias a su tiempo, y la tierra y el árbol del campo darán su fruto.—Levítico 26:4
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