La fachada de la casa está adornada con muchas luces. En el interior un gran pino decorado con esferas doradas y una enorme estrella en la punta. En el piso, una buena cantidad de regalos rodean al pino y en la chimenea, cuelgan botitas de fieltro rojo. Es la noche del 24 de Diciembre y la familia tiene invitados. La señora de la casa se ha lucido con la cena y el señor, con su selección de vinos y champagne. Todos están muy contentos. Pasan las horas entre baile, chistes, vino y charla variada. Los niños esperan ansiosos la visita de un personaje. A medianoche, aparece por fin el personaje esperado y se vuelve el centro de atracción de chicos y grandes: ¡Santa Claus! (el tío Luis disfrazado) Por fin acaba la fiesta y los anfitriones se disponen a subir a sus habitaciones a descansar. Después, todo queda en silencio... Las luces, el pino, la cena, las bebidas, el baile, los regalos, Santa Claus, etc. Lamentablemente la Navidad significa solamente estas cosas para muchas personas. La humanidad pierde cada vez más el enfoque auténtico de esta celebración. La Navidad es algo más que una tradición. Es algo más que un motivo para intercambiar regalos y reunirse para comer y beber. La Navidad es algo más que posadas, aguinaldos y compras desenfrenadas. Independientemente de las creencias religiosas de cada quien, todos sabemos que las fiestas decembrinas se celebran en conmemoración del nacimiento de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. El verdadero motivo de la celebración pues es el cumpleaños de Jesús. Pero en muchos hogares, Jesús pasa totalmente desapercibido. A nadie de nosotros nos gustaría que el día de nuestro cumpleaños, hicieran una fiesta en la cual no nos tomaran en cuenta y que además se repartieran regalos entre los demás y no nos dieran ninguno...¿Qué clase de fiesta de cumpleaños sería esa, donde se olvidan del que cumple años? El significado de la Navidad no es un árbol lleno de luces y adornos. No es la fantasía de un anciano gordo y vestido de rojo, bajando por la chimenea de las casas. No es una mesa llena de exquisitos manjares...¿Qué relación podría tener ésto con la noche del nacimiento del Salvador? En el pesebre no había luces, ¡el recién nacido era la luz, que había venido a alumbrar al mundo! En el pesebre no había chimenea, ¡él era el fuego consumidor! En el pesebre no había una mesa ni un pedazo de pan siquiera, ¡él era el pan de vida! El recuerdo de aquel nacimiento prodigioso en ese pesebre de Belén, es profanado por la manera de celebrar que tienen algunos, quienes solo usan la Navidad como pretexto para emborracharse. Se proclama la paz y el amor en Navidad, sin embargo, en las calles, reina la violencia, los pleitos entre borrachos, los accidentes a causa de los efectos del alcohol...La paz solo forma parte de la letra de los villancicos. Es tiempo de reflexionar y cerrar los ojos al exceso de materialismo que rodea a la Navidad. Es tiempo de abrir los ojos del alma para poder ver y comprender el verdadero significado de esta celebración. Celebremos la Navidad dando honor a quien realmente lo merece. Hagamos fiesta, pero no olvidemos quien es el festejado. Intercambiemos regalos, pero no olvidemos darle el suyo al que cumple años. ¿Y qué podemos regalarle a Jesús? Solo un espacio en nuestro corazón, ese es el mejor regalo para Él, NO HAY NAVIDAD SIN JESUS.