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†☼♥REFLEXIONES♥†♥ : LA HISTORIA DE LATIFF‏ Y EL SENTIMIENTO DE CULPA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: MAGVBIL  (Mensaje original) Enviado: 11/04/2016 14:00
Lluvia.gif picture by Gilbertgrd



b1.gif picture by silvygilbert

Hola mis amados:


Debemos tener claro que somos pecadores, antes de recibir al Señor en el corazón y en todo momento, pues como dice Pablo, lo que quiero hacer no lo hago porque es el pecado que mora en mi quien me lleva a hacer lo que ofende al Señor, entonces al entender que somos pecadores y que solo por la gracia de Dios es que podemos acercarnos a Él, no olvidemos de donde nos ha sacado, que precio pago Jesús por nosotros y que Su Misericordia es constante sobre nuestras vidas, que esto prevalezca siempre para vivir agradecidos con el Señor. 

 

LA HISTORIA DE LATIFF‏


Latiff era el mendigo más pobre de la aldea. Cada noche dormía en zaguán de una casa distinta, frente a la plaza del pueblo. Cada día tenía un breve descanso bajo un árbol distinto, con mano extendida y perdido en sus pensamientos.

Cada noche comía de las limosnas o las migajas que alguna persona caritativa le traía. Sin embargo, a pesar de su aspecto y la manera en que pasaba sus días, Latiff era considerado por todos como el hombre más sabio del pueblo, no tanto por su inteligencia, sino por lo que había vivido.

Una soleada mañana el rey apareció en la plaza, rodeado por sus guardias, caminando entre los frutos sin buscar nada en especial. Riendo ante los mercaderes y compradores, el rey y su séquito tropezaron con Latiff, quien dormitaba a la sombra de un roble. Alguien le dijo al rey que estaba frente al más pobre de sus súbditos, pero también ante uno de los hombres más respetados debido a su conocimiento.

El rey, divertido, se acercó al mendigo y le dijo: "Si puedes contestar mi pregunta, te daré esta moneda de oro". Latiff la miró y casi con desprecio le contestó: "Usted puede quedarse con su moneda, ¿qué haría con ella de todas maneras? ¿Cuál es su pregunta?"

El rey se sintió desafiado por la respuesta y en vez de una pregunta banal, le hizo una que le estaba molestando por días y que no podía resolver; un problema de bienes y recursos que los analistas no habían podido solucionarle. La respuesta de Latiff fue sabia y creativa. El rey se sorprendió; dejó la moneda a los pies del mendigo y continuó con su camino al mercado, reflexionando sobre lo ocurrido.

Al día siguiente regresó directamente a donde descansaba Latiff; esta vez bajo un olivo. Otra vez el rey le planteó una pregunta y nuevamente Latiff la contestó rápida y sabiamente. El rey volvió a sorprenderse ante tanta inteligencia. En un acto de humildad, se sacó sus sandalias y se sentó enfrente de Latiff.

"Latiff, te necesito", dijo el rey. "Estoy abrumado por las decisiones que un rey tiene que tomar. No quiero lastimar a mi pueblo y tampoco quiero ser un rey malo. Te pido que vengas al palacio y seas mi consejero. No temas; te prometo que serás respetado y que podrás irte cuando quieras... por favor".

Ya sea por compasión, por servir o por la sorpresa, Latiff, tras pensarlo un poco, aceptó la propuesta del rey. Esa misma noche Latiff llegó al palacio donde inmediatamente le asignaron un lujoso cuarto. El cuarto estaba cerca al del rey y tenía una tina llena de esencias y agua tibia esperándole.

Durante las siguientes semanas las consultas con el rey se tornaron habituales. Cada día en la mañana y en la tarde, el monarca consultaba a su nuevo consejero sobre problemas de su reino, de su propia vida o de sus dudas espirituales.

Latiff siempre contestaba con claridad y precisión y se convirtió en el vocero favorito del rey. Tres meses tras su arribo, no había decisión que el monarca tomase sin consultar primero a su apreciado consejero. Obviamente esto desató el celo del resto de los consejeros. Veían en el mendigo una amenaza a su propia influencia.

Un día, todos los consejeros pidieron una audiencia privada con el rey. Muy cautelosos y con gravedad le dijeron: "Su amigo Latiff está conspirando para destronarlo a Ud." El rey dijo: "No puedo creerlo".

"Puede confirmarlo con sus propios ojos", le dijeron. "Cada tarde, como a las cinco, Latiff se escabulle del palacio hacia el ala izquierda y entra en un cuarto oscuro. Se reúne con alguien en secreto, aunque no sabemos con quién. Le hemos preguntado dónde va todas esas tardes pero nos da respuestas evasivas. Su actitud nos alertó con respecto a la conspiración".

El rey se sintió defraudado y lastimado. Tenía que confirmar este informe. Esa tarde como a las cinco, esperó a Latiff bajo las escaleras. Vio a Latiff llegar a la puerta y mirar a su alrededor, con una llave colgando de su cuello. Abrió la puerta de Madera y se escabulló secretamente en la habitación. "¿Lo vio?" los otros consejeros le gritaron. "¿Lo vio?"

Seguido por su guardia personal, el monarca tocó a la puerta. "¿Quién es?" preguntó Latiff desde dentro. "Soy el rey", contestó, "ábreme la puerta".

Latiff abrió la puerta. No había nadie dentro, excepto Latiff. No había otras puertas o ventanas, no había accesos secretos o moblaje alguno en que alguien pudiese ocultarse.

Dentro de la habitación solo había una plato desgastado de madera; en una esquina, un bastón y en el centro del cuarto, una túnica raída colgando de un gancho en el techo. "¿Estás conspirando contra mí, Latiff?" preguntó el rey.

"¿Cómo podría, su Majestad?" contestó Latiff. "De ninguna manera. ¿Por qué lo haría? Hace tan solo seis meses, cuando llegué, lo único que tenía era esta túnica, este plato y este bastón. Ahora me siento tan cómodo en la ropa que visto y con la cama en que duermo, me siento tan honrado por el respeto que me brinda y tan fascinado por el poder que me ha concedido... de estar cerca de Ud... Que cada día vengo aquí para tocar esta vieja túnica para asegurarme que recuerde... quién soy y de dónde vengo.

Muy cierto. Nunca debemos olvidar quiénes somos y de dónde venimos. La vida da vueltas y bien pudiéramos regresar al mismo lugar.

Jorge Bucay, escritor argentino

Queridos Hermanos:

No cabe duda que nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza si pudiésemos mantenernos agradecidos a Dios por las bendiciones que nos han sido otorgados, aún sin merecerlas. Y es que mucho de lo que alcanzamos de este lado del cielo no es tanto por nuestro esfuerzo y duro trabajo (que ciertamente juegan un papel importante) sino por la gracia divina. Si miramos a nuestro alrededor, no pasará mucho tiempo para que descubramos a otros que trabajan más duro y se esfuerzan más que nosotros y sin embargo, no cosechan nuestros triunfos. ¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué?

En vez de concluir que somos especiales, ¿por qué no más bien reconocer que tenemos un Dios fuera de serie que se place en bendecirnos? Ojalá que sepamos no sólo atesorar sino aplicar la moraleja de esta anécdota... adelante y que el Señor les bendiga.

Raúl Irigoyen

 

EL SENTIMIENTO DE CULPA


Como cristianos, nos regocijamos que nuestra salvación está segura en Cristo y sabemos que nuestros pecados están por siempre lavados con su sangre. Nos maravillamos de su infinita misericordia pues nos perdonó aun cuando no lo merecíamos. Sin embargo, a menudo sucede que no nos perdonamos a nosotros mismos. Por supuesto que sabemos que "cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones" (Salmo 103:12). No obstante continuamente llevamos la pesada carga de la culpa y es innecesario.

Creemos estar obligados a llevar esta pesada carga, cuando en realidad ese nunca fue el propósito de Dios. Debemos aprender a liberarnos de nuestra culpa.

A veces el peso de la culpa es simplemente falsa condenación. Cuando era muchachito, mi madre tenía la convicción de que si yo alguna vez iba al cine a ver una película tratara de lo que tratase el piso del cine se abriría y me llevaría directamente al infierno. Yo me sentía mal hasta si pasaba por un cine. Ahora bien, eso era culpa falsa.

Paul Tournier, un respetado psicólogo suizo, ha dicho: "La falsa culpa viene como resultado de ideas y criterios humanos." La gente a veces quiere controlarnos o manipularnos creando reglas y normas que la Biblia nunca menciona. Debemos identificar esas falsas culpas con sumo cuidado y oración, y luego debemos librarnos de ellas.

En otras ocasiones llevamos pesadas cargas de culpa porque no hacemos con ella lo que corresponde. Hay al menos tres respuestas inadecuadas para con la verdadera culpa:

En primer lugar, podemos reprimirla. Tratamos de cubrirla y de negar su existencia. Ponemos la mira en nuestras faltas insignificantes en lugar de reconocer nuestra culpa real. Como resultado, perdemos la paz y a veces hasta sufrimos físicamente.

En segundo lugar, podemos lamentar nuestro error. Pero el solo hecho de decir "lo siento”..... No reconoce la seriedad de nuestro pecado y la consiguiente responsabilidad.

En tercer lugar, podemos sentir remordimiento por el pecado. "Nunca volveré a hacerlo", prometemos. El mismo Judas sintió remordimiento después de haber traicionado a Cristo (Mateo 27:3-4). Sin embargo, le falto un paso para llegar a lo que la Biblia llama arrepentimiento.

El arrepentimiento es la manera bíblica y correcta de responder al pecado. En el momento que entregamos nuestra vida a Cristo, nuestros pecados pasados, presentes y futuros--fueron perdonados. La justicia de Dios fue satisfecha. Pero ahora como hijos de Dios debemos mantener comunión con El. Para lograrlo, debemos confesar nuestras faltas al Padre Celestial cuando nos damos cuenta de que hemos pecado.

El escritor cristiano C. S. Lewis dijo que la verdadera culpa es un sistema de alarma interno que revela el pecado en nuestra vida y nos señala la perdida de la comunión con Dios. El Espíritu Santo usa la culpa para instarnos a volver de nuestros pecados y regresar al Padre.

Una vez que nos libramos de la falsa culpa y hacemos lo que debemos hacer con nuestros pecados, somos libres de la carga de la culpa. Isaías 55:6-7 nos da esta seguridad: "Busquen al Señor mientras puedan hallarlo. Invoquen Su Nombre ahora mientras esta cercano. Dejen los hombres sus maldades; expulsen de su mente toda idea de mal. Vuélvanse al Señor para que se apiade de ellos; a nuestro Dios, pues El dará abundante perdón" (BD).

Líbrese de su sus cargas y vuélvase a Dios ahora mismo. Él está esperando.


Es tan bello el Señor que en todo momento con Sus brazos abiertos nos espera para que hallemos en Él el consuelo, la libertad, la paz y el gozo que solo provienen de Su Espíritu, por eso no dejes que la falsa culpa te señale, te hunda o te haga apartar de Su Presencia que es mejor que la vida, ve con total confianza que Él es amplio en perdonar nuestra maldad, como nadie nos ama como el Padre Celestial, nos atiende con amor y nos abraza con ternura, a Él toda la Gloria por siempre.


Los amo y bendigo en Jesucristo.


MAGNOLIA

b1.gif picture by silvygilbert

MÉTELA EN TU CORAZÓN 

Según un predicador escocés, guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin. Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo.  Lo que necesitan es tenerla en el corazón. -D.L. Moody-

"En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti"

  

Salmo 119:11

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