Que te digan lo que dije cuando aturdido contaba los besos que tú me diste. Que
te digan lo que dije pero que te digan también como apretaba en mis
manos la nada que me dejaste cuando te gritaba "ven, ven". Los ojos tristes se tienen por algo y lo malo de mi suerte fué que duraste poco, tan poquito para verte. Mi suerte llegó y se fué contigo sin saber en qué final del puente está el principio de tu olvido... y mi castigo. Yo
asistí al entrierro de mi propio amor por tí, yo ví como se moría y
después lo ví y así mi vida en la almohada de mi cama la noche me
repetía lo sabies de su agonía. No me quieras, yo te quiero! con eso me basta y sobra para seguir un sendero sin importarme la gloria. No
me busques, yo te sueño! es una nueva armonía del martirio y el
consuelo. Los amores como el mío, este mío solamente, están presos por
cadenas que por la noche se sueltan por amores como estos. Que al
parecer se condenan, están llenas las ausencias de Cristos y
Magdalenas. Quién te dijo que la rosa, el azul, la mar y el cielo son
hoy solamente cosas perdidas en el recuerdo de tiempos que ya se fueron. Y
la lágrima, y el beso y el quedarse sin palabras ante unos ojos de
infierno. Y el grito, y el pensamiento son también cosas del tiempo.
Definitiva muerte. ¿Qué te queda? Grita, llora! dilo! Una dicha
que al nacer está condenada al tiempo, a mí me quedan tus ojos.
Mientras la vida me dé el milagro tan pequeño de mantenerlos con vida,
en la vida del recuerdo. No me quieras, yo te quiero! con eso me basta
y sobra...