Llega un paisano al bar del pueblo y deja atada su perra a un árbol.
Al instante, una jauría de perros se arremolina a su alrededor
tratando de conquistarla.
En medio de un concierto de ladridos, gruñidos, mordiscos y
aullidos, un policía entra al bar y pregunta por el dueño de la perra.
El paisano, que se estaba tomando un vaso grande de ginebra,
levanta la mano y dice "yo".
Su perra está alzada, le dice el policía.
No puede ser: yo la dejé en el suelo, responde el paisano.
Quiero decir que está en celo, insiste el cana.
No puede ser. Yo jamás le di motivos. Ni miro a otras perras,
contesta el gaucho sediento.
Digo que está caliente, ¿me entiende?
No, no lo entiendo: me cercioré de dejarla a la sombra.
Desesperado, el policía exclama:
Óigame, su perra quiere tener relaciones sexuales.
El paisano le responde:
Oh!!!! Yo Siempre quise tener un perro de policía