Amor mío dejame contemplarte de par en par como una puerta abierta. Quiero beberte, consumirte, amarte hasta volver ceniza las pasiones que guardan nuestros ojos. Desnudemos los labios, quitemonos la piel y juntemos las carnes, hasta sentir los huesos ardorosos y blandos; nadie te amó con música de sangre ni te arropó con cálidos delirios el pulso virginal de tus sentidos.
He bramado de amor -cuándo te miro estrecha como un capullo suave- y en delirante sueño te penetro el cariño que inoportuno baja hasta el borde otoñal de tu cadera.
Esta pálida flor se torna melancólica. Después de ver tu aroma batiendose en el aire descuajando los labios húmedos y mordidos nos ponemos flexibles, nos queremos, aunque al ponerse el sol en nuestras caras irradiemos la luz de la nostalgia.
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