Una mujer de la localidad de Winnipeg tomó acciones legales para asegurarse que el cerebro de su madre muerta

 no termine "en las manos equivocadas". 

Una de las hijas de la recientemente fallecida Teresa Irene Crellin se pregunta desde que empezó

el litigio por esta extraña posesión familiar "¿para qué demonios quiere el cerebro?".

 Según ella misma explica, su padrastro Aaron Crellin, sospechosamente pidió la custodia de los sesos de Teresa.

Según publicó el diario local The Sun, la explicación para esta disputa entre el marido

de la occisa y su hija, Shelley Anderson, es que ella cree que en el cerebro

de su madre está la clave para la resolución de un crimen.

 La hija de Teresa sospecha que el motivo por el cual su padrastro reclamó

el órgano es porque ahí está la pista que revelará que él la mató.

 Cuando el hombre se enteró de que Shelley había hecho la denuncia para impedir que

 pudiera sacarle el cerebro a su esposa buscó sin éxito un médico que deseara hacer la extracción.

La Oficina de Examen Médico se niega a abrirle la cabeza a la occisa,

a menos que lo considere imprescindible.

Ante esta negativa Shelley intenta hacerse con el órgano para poder conservarlo

en un frasco y que no sea enterrado junto con su madre.

 "De esta manera, cuando los examinadores médicos lo necesiten,

 todavía va a estar intacto".

A su vez, el padrastro dice que si tuviera el cerebro de su esposa ya lo hubiera cremado, como muestra de respeto.