
Necesito sentirme amado nuevamente, preciso confiar otra vez. ¿Será ella la mujer que está dispuesta a amarme como ya lo hizo una vez? Si no es. Me resignaré. Si por el contrario, aún a sabiendas a lo que nos arriesgamos, regresa a mi vida, ahora que son tantas las cosas, que las sombras que me perseguían se han iluminado para desaparecer, le entregaría a cada minuto las esperanzas perdidas.
Entre besos la volvería a elegir y ante una mirada suya, de rodillas le suplicaría que me hiciera vivir de nuevo, tratando de decirle que me perdonara por lo que pasó y que después de todo hiciéramos una nueva vida, para de nuevo mirar a sus ojos y no volver a pasar por el desamor, que sólo provoca dolor y vacío, para no sufrir de nuevo, para no pensar que en algún momento podrá terminar lo hermoso de nuestro presente.
Por eso y por mucho más, quiero expresar con mis escritos cada detalle que nace de mi alma, para por fin quedarme quieto y observarla nuevamente sin siquiera tocarla, perderme en esos ojos claros y poco a poco, besarla con los ojos abiertos como una vez lo hice, para ver su rostro lo más cerca posible y una vez, después de verla; cerrarlos para no dejar ni un momento de pensarla como en aquel entonces. Mantengo la esperanza de que lleguemos a ser la pareja ideal que soñábamos ser cuando viejos, entre tantas cosas; repetir de nuevo la historia de ver juntos un nuevo amanecer que le devuelva la sonrisa a nuestros rostros.
De mi puede esperar muchas cosas, la más importante, la amplia estela de fidelidad y la ambición de querer lograr esas formás y muy fundamentalmente el compromiso de que no le fallaré, porque no quiero repetir la historia. Emprenderé una nueva leyenda porque el ayer tiene muchas heridas que me han dejado cicatrices, resurgiré para que ella se dé cuenta que nadie la puede amar más que yo y, la recuperaré porque ella me salvó del abismo de la soltería, porque no quiero volver a verla sufrir y no quiero sufrir por ella.
Retoñaré de todos esos miedos, porque sé que puedo y a mi edad tengo que hacerlo sin sentimientos encontrados, con un sólo sentimiento que sobresale de todos: ¡el amor inmenso que siento por ella!...Al fin y al cabo sólo se trata de ser feliz. Su puesto no lo ocupará nadie, porque en ella vi la mujer que algún día le pedí al Todopoderoso, en ella encontré una familia de la que me siento orgulloso. Ojalá el Creador nos permita que lo nuestro sea real. Ana, Dios quiera al final de esta historia tengamos sólo cosas lindas por contar a nuestros nietos... ¡Amén!
¡Que así sea!
Ramón Morillo


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