Eleazar

Moisés le quitó a Aarón las vestiduras sacerdotales, y se las puso a Eleazar. Allí, en la cumbre del monte, murió Aarón. Luego Moisés y Eleazar descendieron del monte. Números 20:28.
Antes de hablar de Eleazar, una frase sobre Aarón. ¡Ojalá que cuando Dios nos llame al descanso, podamos estar tan confiados y tranquilos como el primer sumo sacerdote del pueblo de Israel! El cargo de sumo sacerdote, naturalmente, era para Nadab. Eleazar era el tercero en la línea de sucesión, pero eso no fue motivo para “despreocuparse” de los asuntos que estaban relacionados con su función. ¿Cuán en serio tomas las cuestiones relacionadas con tu responsabilidad? Si sientes que Dios te está llamando para una función determinada, ¿te preocupas por aprender alguna cosa -por mínima que sea – para “hacer frente” a la responsabilidad?
Nosotros no sabemos cuándo, cómo o por qué Dios nos puede llamar para realizar una tarea especial para él; por eso, es necesario estar preparados, prontos para el servicio, listos para la acción. La preparación abarca todas las áreas de tu vida, a fin de tener esa disposición correcta para realizar la tarea que nos sea encomendada de la mejor manera posible, no pensando que será evaluada por hombres, sino que el Señor todopoderoso y perfecto estará acompañando tus acciones y tus palabras en todo instante.
Cuando, por la desobediencia de sus hermanos mayores y la muerte de su padre, la responsabilidad de guiar espiritualmente al pueblo de Israel recayó sobre él, Eleazar estaba preparado. No esperó hasta el momento en que Aarón empezó a tener problemas de salud para preocuparse por las cuestiones relacionadas con el sacerdocio. No ocupó su tiempo quejándose porque no había tenido los privilegios de sus hermanos. No dejó de lado su misión y su responsabilidad porque no era “la primera opción” para ese trabajo.
Cuando descendió del monte, luego de haber sepultado a su padre, él ya era el nuevo sumo sacerdote del pueblo. No necesitó realizar un curso de urgencia; no tuvo que leer una manual de instrucciones. Él había utilizado el tiempo que tuvo a su disposición para aprender, por eso entendía perfectamente lo que significaba el cargo que iba a ocupar, las ropas que iba a usar y las acciones que iba a realizar.
Cuando llegó su momento, Eleazar estaba preparado para asumir su función.
Cuando Dios te llame para desempeñar alguna responsabilidad para él, ¿estarás pronto, como el hijo de Aarón?
Por: Milton Bentancor
Cuando todo parece derrumbarse
“Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel”. Salmo 22:3.
Mi amiga miraba con tranquilidad el futuro; todos sus hijos estaban casados, bien establecidos y en la Iglesia. La lucha no siempre había sido fácil pero había valido la pena. El hijo varón cursaba un posgrado en Teología.
Mientras trabajaba con papeles, sola en una oficina, pensó en su esposo, que por su trabajo viajaba la mayor parte del tiempo, en los hijos que estaban lejos, en su propia soledad, que por momentos le dolía, cuando de pronto, una ola de nostalgia invadió su corazón. En ese momento Dios trajo a su memoria el versículo 3 del salmo 22, y en lugar de lamentar distancias, comenzó a alabar al Señor por su misericordia para con ella y su familia. Lejos estaba de imaginar la prueba que se avecinaba.
No mucho tiempo después de que hiciera de la alabanza a Dios un hábito diario, su hijo avisó que viajaba con sus pequeños hijos para estar un tiempo con ellos. Un muchacho transido de dolor volvía al hogar paterno en busca de apoyo emocional y espiritual; su esposa había elegido otro camino.
En cuanto a los hijitos, él los tendría hasta que cumplieran 12 años, luego ella se haría cargo de su educación secundaria. Si después de eso los hijos querían volverse con su padre podrían hacerlo pero él tendría que ocuparse de su educación superior. ¿Por qué, Señor? Mi amiga no tenía respuestas, solo dolor, pero decidió aferrarse más firmemente de las promesas de Dios.
Pidió desesperadamente al Padre celestial que habitara en la familia de su hijo. El trauma emocional tuvo consecuencias físicas en él y a los pocos meses le detectaron un cáncer de estómago en un país donde no tenía cobertura médica. Las hermanas de la iglesia a la cual asistían, no podían comprender cómo ella vivía sonriendo y alabando al Señor. No captaban entonces el milagro que el Señor estaba obrando en el corazón de esa madre, y que poco después se manifestaría en la salud restaurada de su hijo.
Hoy, el hijo de mi amiga tiene un nuevo hogar cristiano, sus hijos son adventistas y cursan con felicidad carreras universitarias en una universidad adventista. “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel”.
Raquel Bellido, Argentina
Febrero 11