La educación que tradicionalmente hemos recibido las mujeres nos ha determinado a estar pendientes
de los demás, a prestar atención a los estados afectivos de quienes nos rodean.
Nos han instruido para dar más importancia a la comunicación que a la acción, para valorar los sentimientos
y tener en cuenta cada detalle.
Esto nos ha traído más de un problema, como la lacra de tener que agradar continuamente al prójimo,
pero también nos ha servido para, inconscientemente, captar y procesar los mil y un detalles que
aporta el lenguaje corporal. “Los mensajes no verbales son más reveladores
porque son menos controlables a nivel consciente”. Y es que este ‘idioma’ recoge, según los expertos, el 70%
de la información total, pues en él reside la mayor carga informativa
sobre las emociones y los sentimientos personales.
Así se explica, en parte, la habilidad natural que se nos atribuye a las mujeres de descubrir los secretos
más ocultos de alguien, de adivinar lo que realmente le pasa al que tenemos en frente; en definitiva,
de evaluar la emoción y así ‘intuir’ lo que le sucede al otro. D/A
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