VIDA PERFUMADA Vivió en la misma casa durante ochenta y dos años
consecutivos.
Viajó
por casi todos los países tropicales, especialmente por Centroamérica.
Aunque
nunca estudió en una universidad,
llegó
a saber más que nadie en su especialidad.
Murió
en abril de 1984, a los 107 años de edad. Rodney Jones, de Nueva Rochelle,
estado de Nueva York,
dedicó su vida al cultivo de las orquídeas.
Llegó
a producir más de treinta nuevas variedades y erigió nueve grandes invernaderos.
Dejó
millares de nuevos injertos y siembras,
y
enriqueció la floricultura con ideas, métodos
y
procedimientos para obtener más formas, más colores y más perfumes. He aquí
lo que podría llamarse una vida perfumada.
Mientras otros dedican su vida a inventar nuevas trampas en el juego,
o
mejores métodos de terrorismo,
o más
astutas formas de estafar,
este
hombre se dedicó a crear nuevas variedades de la hermosa
y
señorial flor de los trópicos. ¿Qué es lo que lleva a un hombre a crear
nuevas flores,
y a
otro a perfeccionar métodos de asaltar un banco?
¿Por
qué unos dedican su vida al bien público,
o al
arte o a la filantropía,
y
otros a inventar nuevas formas de males? Estas son preguntas difíciles de
contestar.
Nadie
sabe hasta dónde llegan, hacia atrás en el pasado, las raíces de la
personalidad.
¿La
forma en que somos nos viene de nuestros padres,
de
nuestros abuelos, de nuestros antepasados ancestrales?
¿Nos
comportamos de esta manera inducidos por el medio ambiente,
la
educación, la religión, los traumas psicológicos o los complejos? No lo
sabemos. El hombre es un terrible misterio.
El
profeta Jeremías, que ponía la razón de las acciones humanas en los impulsos del
corazón,
dice:
«Nada hay tan engañoso como el corazón.
No
tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?»
Y en
seguida, en el nombre de Dios, da la respuesta:
«Yo,
el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos,
para
darle a cada uno según sus acciones
y
según el fruto de sus obras» (Jeremías 17:9-10). Lo que piensa la mente, lo
que siente el corazón,
determina nuestra conducta, nuestra vida, nuestro destino eterno.
Pidámosle a Cristo que entre en nosotros para limpiar nuestra mente
y
purificar nuestro corazón.
Permitamos al Espíritu de Dios nos controle lo que piensa la
mente,
lo que siente el corazón, miran los ojos y tocan las
manos.
Tomado del Estudio Bíblico de mi amiga Patricia
(Arenabrillante)
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