Las personas afectadas por esta enfermedad tienen un interés obsesivo por el peso y el volumen corporal.
Son personas impulsivas, muy vulnerables a la opinión de los demás y con baja autoestima. Aunque se piensa que esto está provocado por la enfermedad más que formar parte de su causa.
Los episodios de atracones producen en la bulímica sensación de culpa y ansiedad, que llevan a una situación de disconfort psíquico que a su vez desencadena la sensación de hambre voraz.
A esto se suma la ansiedad que provoca el hambre por los periodos de ayuno, o de poquísima ingesta.
Estos enfermos poseen labilidad emocional, que se manifiesta con llanto o risa desproporcionada para una determinada situación.
Son personas con dificultad para controlar sus impulsos con lo que con frecuencia se asocian a su conducta mentiras, robos, promiscuidad sexual, consumo de tóxicos (tabaco, drogas, alcohol...) e incluso suicidio.
La falta de control y la ansiedad provocan sentimientos de culpa y autodesprecio que refuerzan la ansiedad y producen depresión.
Sus relaciones personales son inestables, variando con frecuencia de amigos o pareja.
Igual sucede con sus relaciones laborales, tendiendo a cambiar con frecuencia de trabajo o de ocupaciones.
El 50-90% sufren trastornos de la personalidad, especialmente límite e histérico.
Las mujeres suelen practicar gimnasia rítmica o danza y los varones, boxeo, lucha o halterofilia.
Los atracones suelen desencadenarse por el estrés y los estados de ánimo negativos. Pero el hambre voraz que los causa se debe a alteraciones orgánicas como la falta de glucosa por los ayunos, laxantes o dietas muy hipocalóricas, o el exceso de insulina por las irregularidades alimentarias.