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LA AVENTURA DE LEER
Leer es lo que permite viajar con la mente. Conocer nuevos mundos.
Imaginar el color del cielo descrito por el autor.
O comprender qué es lo que piensan otros.
Recientemente, en México se anunció con bombos y platillos un plan
gubernamental que busca incrementar entre los niños y adolescentes,
el gusto por leer. Se quiere hacer del país, un país de lectores. Y aunque México es un país de escritores, como el Premio Nobel de Literatura,
Octavio Paz o de poetas, como Jaime Sabines, luce raquíticos índices
de lectura. Casi un libro al año por persona. Casi nada.
¿Pero basta entregar libros a diestra y siniestra para que se lea más?
¿Basta con que se abran bibliotecas en zonas marginales para que la
gente acuda en masa a, literalmente, devorarse libros gratis?
La respuesta, por desgracia, es no. Para educar a una sociedad en el
gusto por los libros, hay que empezar a desarrollar el respeto por
la lectura.
Y trabajar en explicar a grandes y pequeños el valor que encierra el
dedicar un tiempo en leer un periódico, una revista, un libro.
Leer es un hábito que repetido desde pequeño se convierte en una virtud.
Pero si los padres no leen, es muy difícil despertar en los hijos una
atracción por la lectura. Ya se sabe: las palabras convencen;
los ejemplos, arrastran...
Para despertar la imaginación
El conocido cuentacuentista mexicano, Tío Patota, en su Taller
para desarrollar la imaginación de los niños, insiste en el punto:
un niño con imaginación es un niño seguro y feliz.
E invita a los padres de familia a contar cuentos a sus hijos. Sostiene
que un niño que escucha historias, sin ver los dibujos impresos en un
libro, desarrolla más su imaginación. Lo que no quiere decir que no se
puedan leer o ver los dibujos. Sólo que primero, hay que mostrar el
libro, dejarlo en una mesa... y ¡contar con las propias palabras el cuento!
Con todo, se recomineda escoger cuentos fáciles y adecuados a la
época actual. Es un hecho que relatar los cuentos clásicos de Hans
Christian Andersen o de los Hermanos Grimm está completamente
fuera de foco, según este cuentacuentista.
Ello, porque dichos relatos fueron escritos para niños que vivían en
pueblos cercados por bosques, con lobos y fieras que sí podían quitarles
la vida. Hoy, los niños viven en el asfalto, ven televisión y juegos
electrónicos, andan en bicicleta y muy pocos, tienen la fortuna
de conocer el mar...
Hay muchos cuentos cortos contemporáneos que permiten a
los niños una mayor identificación. Después de contar el cuento, que
incluye comentar el título y autor ¡y hasta la Editorial!, se sugiere
a los padres que inviten a sus hijos a hojear o leer el libro de donde
se extrajo el relato. Si no saben leer, no importa, pues lo que se busca
es que el menor tome contacto físico con el libro.
En la habitación de los niños, o en un lugar tranquilo, se sugiere poner
el rincón de la lectura. Es decir, dejar una canasta con varios libros
de pasta dura (para los más chicos) o un estante a baja altura, con
cuentos cortos (para los mayores) y unos cojines o mecedora.
¡Y mucha luz! La idea es que el ambiente invite a sentarse, tomar
un libro y pasar un tiempo leyendo... ¡o sólo mirando los dibujos!
Para contar cuentos y que los niños no se distraigan, también hay
novedosas fórmulas. Como la de pedirles que ellos vayan inventando
una parte del cuento; o atraer su atención, contando el cuento con
variantes distintas a como se contó la primera vez; si se puede
y no están en la cama, invitarles a ir dibujando mientras escuchan
el relato. O pedirles que ellos vayan participando con preguntas
específicas: ¿cómo se llamaba la hermanita del conejo?
¿qué edad tenía Juanito, el protagonista de este cuento?
Se trata de ayudar a nuestros hijos a entender que con la imaginación
y con las letras amontonadas en las páginas de los libros, se puede
tener muchísima diversión... Y de paso, aprender y entender,
que la lectura puede convertirse en la mejor compañera durante
las vacaciones.
(Texto de la red)
*Fondo por Vainica*
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