Me asusta escribir con tanta transparencia
que no pueda ocultar nada.

Me asusta no saber exactamente en qué
lugar dejé la realidad y entró la fantasía…

Me asusta tomar los cordeles de mis velas,
y no saber si las mueven mis manos o las mueve
el viento o las mueve Dios.

Me asusta que lo profundo salga tan natural
y lo natural parezca tan profundo…

Me asusta necesitar tanto silencio, y ver
como sin darme cuenta andan mis palabras
hablando por todas partes…

Me asusta que se me escurra la inspiración
como si el rió humano tuviera prisa por recibirla.

Me asusta montar a Dios sobre la pluma y
andar con El como si fuera una mensajera
que lo mereciera…

Me asusta no encontrar la materia exacta con
que debo llenar los huecos que se van
quedando en los regazos de la vida…

Me asustan los pies a medio camino,
el alma a media anchura, la bandera a media asta,
el amor a media naranja, el trabajo a mediodía,
y las manos a medio llenar…

Me asusta que manteniendo mi estructura
con los alquitranes de Dios se puedan aflojar
tornillos, abrir ventanas, y romper cristales…

Me asusta que Dios tenga que ser tanto,
porque yo soy tan poco…
Proveer, tanto por yo vivir tan desprovisto…
y ocuparse tanto porque yo soy un descuidado…

Me asustan los brillantes sin pulir,
las semillas sin nacer, y los dones sin producir…

Me asusta la dejadez sobre el amor,
el acomodo sobre el esfuerzo,
y el consentimiento sobre la verdad…

Me asusta mirar el mundo, Señor…
Y ver tan empredados los caminos…
Tan furioso el viento…
Tan altas las olas…
Tan amargas las frutas…
¡Y tener que vivir en él!

Zenaida Bacardí de Argamasilla
De su libro: Ramillete de estrellas