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RINCON DE ORACION: DOMINGO DE RAMOS***
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: 3 1954  (Mensaje original) Enviado: 01/04/2012 04:44
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El día de hoy para acompañar a Cristo en su pasión,su muerte y su resurrección,vamos a centrar nuestra reflexión en l a
entrada de Cristo a Jerusalén

La entrada Mesiánica de Jesús en Jerusalén,
 tal como la presenta San Juan,
se encuentra centrada en un contexto muy particular.
 No hay que olvidar que los evangelios
son una carga espiritual, teológica,
 de presencia de Cristo.
Por así decirlo, son un retrato descrito.

San Juan ubica la entrada de Cristo en Jerusalén,
por una parte, en el contexto de la unción de Betania,
 en la que se ha vuelto a hablar de la resurrección.
 Junto con este aspecto de la resurrección aparece,
como sombra constante,
la determinación de los sumos sacerdotes
 para deshacerse de Cristo.
Y como un segundo trasfondo de la entrada
 de Cristo en Jerusalén
está el contexto del discurso de Jesús
 sobre el grano de trigo que tiene
 que caer y morir para dar fruto.
Dice el Evangelio:
"Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
 En verdad, en verdad os digo:
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo;
 pero si muere, da mucho fruto".
 En el texto del grano de trigo se vuelve
a repetir el mismo dinamismo que se encierra en la voz de
 "lo he glorificado",
junto con la conciencia clara de la
presencia inminente de la pasión.

A nosotros nos llama mucho la atención que
 todo el misterio de la entrada de Jesús en Jerusalén
 quiera estar enmarcado en este contraluz de muerte
y resurrección (el grano de trigo
que muere para poder dar fruto), pero,
independientemente de que pueda ser un poco literario,
 este contexto nos permite ver lo que es
 exactamente la entrada de Cristo en Jerusalén.

Por una parte vemos que el pueblo realiza
lo que estaba escrito que tenía que realizar:
 "Esto no lo comprendieron sus discípulos de
momento; pero cuando Jesús fue glorificado,
se dieron cuenta de que esto estaba escrito sobre él,
y que era lo que le habían hecho".

Por otra parte, la voz del pueblo es un signo
que indica lo que Cristo es verdaderamente:
"Bendito el que viene en el nombre del Señor,
el Rey de Israel". Sin embargo,
 como tantas veces sucede con Cristo,
los hombres actúan sin saber que están actuando
 de una forma profética.
 El pueblo no sabe lo que hace,
pero aclama el triunfo y el éxito maravilloso
de un taumaturgo que resucitará.
 Además, las palabras de la gente tienen
 un total carácter de proclamación mesiánica,
por la que Cristo se presenta como liberador de Israel.
Y así, Cristo cumple un gesto mesiánico
que Zacarías había profetizado:
"No temas, hija de Sión;
 mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna".
Cristo se sienta en el asno,
aceptando con ello el que se le proclame Rey,
realizando así la profecía de Zacarías.

Sin embargo, esto no obscurece su conciencia
de que su mesianismo no es de tipo mundano,
 sino que esta unción como Mesías,
 esta proclamación, es el camino que lo
va a llevar a la cruz.
No hay que olvidar que el Mesías es el que resume,
 en sí mismo, todos los símbolos de Israel: el profeta,
 el sacerdote, el rey. Y como dijo el mismo Cristo,
es el profeta que va a morir en Jerusalén,
y es el sacerdote que llega hasta donde
 está el templo para ofrecer el sacrificio.

Pero, junto con esta visión externa que nos
 puede ayudar a preguntarnos: ¿qué tanto soy
 capaz de seguir a este Cristo,
que como rey, profeta y sacerdote va
a ser sacrificado por mí?,
yo les invitaría a contemplar el alma de Cristo,
 el interior de Cristo en su entrada a Jerusalén.

El alma de Cristo tiene ante sí,
con una gran claridad, el plan de Dios sobre Él.
Autor: P. Cipriano Sánchez
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: 3 1954 Enviado: 01/04/2012 04:57
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Cristo sabe que Dios ha querido unir su glorificación
 con el misterio de la pasión.
Es una gloria que pasa a través de la infamia
y del rechazo de los hombres,
una gloria que pasa por la paradoja de los planes de Dios,
 una gloria que quiere pasar por la total donación
 del Hijo de Dios para la salvación de los hombres.

Cristo tiene claro en su alma este plan de Dios,
 y con toda libertad y con toda decisión, lo acepta.
Él sabe que al ser proclamado Rey,
y al entrar en Jerusalén como Mesías,
está firmando la sentencia que le lleva al sacrificio,
y sin embargo, lo hace. Entonces los fariseos
comentaban entre sí: "¿Veis cómo no adelantáis nada?,
 todo el mundo se ha ido tras él". Él sabe que la exaltación
 real que a Él se le dará cuando sea levantado,
es la de la cruz, la del cuerpo para el sacrificio.

La cruz será su gloria de dominio, será su palabra
profética de discernimiento y también será la unción
 con la que su cuerpo será marcado como sacerdote
 de la Nueva y Eterna Alianza. La cruz será su trono
 de dominio desde el que Él va a atraer a todos
 los hombres hacia sí mismo:
 "Y cuando yo sea levantado de la tierra,
atraeré a todos hacia mí".
En su alma aparece el deseo de donarse,
porque ha llegado la hora para la que había venido al mundo,
 la hora del designio de amor sobre la humanidad,
 la hora por la que Dios entre, de modo definitivo,
 en la vida de los hombres por la gracia de la redención.

Sin embargo, todos los sentimientos se van
mezclando en Cristo.
Así como es consciente de que ha llegado
la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre,
 es también consciente de que el grano de trigo
tiene que caer en tierra para poder dar fruto:
"Pero mi alma se turba,
 ¿y cómo voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora!
Pero es para esta hora que yo he venido al mundo."

Podríamos terminar con una reflexión sobre
nosotros mismos, sin olvidar que nuestra vocación
cristiana también es una perspectiva de la
 luz que pasa a través de la cruz:
 Mi vocación es luminosa solamente
cuando pasa a través de la cruz.
Tiene que pasar por el mismo camino de Cristo:
 la aceptación generosa de la cruz, la aceptación
generosa de los signos que nos llevan a la cruz.

Para Cristo, el signo de la entrada de Jerusalén,
 es el signo que le lleva a la cruz;
para nosotros cristianos, nuestro Bautismo es
 un signo que nos indica, necesariamente,
la presencia de la cruz de Cristo.
Se trata de ser seguidor de Cristo,
 marcado con el signo indeleble de la cruz en
el corazón y en la vida.
El cristiano ha de ser capaz, como Cristo,
de recoger los frutos de vida eterna del árbol
fecundo de la cruz, para uno mismo y para sus hermanos.

Para quien juzga según Dios, la abnegación es
Sabiduría Divina envuelta en el misterio
de Cristo crucificado.
 No existe otro camino para ser seguidor de Aquél
 que no ha venido para ser servido sino para
 servir y dar su vida en rescate por muchos.

Toda la vida de Cristo, y particularmente su pasión,
 tiene un profundo significado de servicio para
la gloria del Padre y para la salvación de los hombres.
El Primogénito de toda criatura -al cual corresponde
 el primado sobre todas las cosas que son en
el cielo y en la tierra-, el que viene en el nombre del Señor,
el rey de Israel, se ha hecho siervo de todos los
hombres y dado a muerte en rescate de sus pecados.

Cristo entra en Jerusalén;
Cristo nos habla del grano de trigo,
nos habla de ser exaltados en la cruz,
y nos hace una pregunta que tenemos que responder:
 "¿Puedes beber del cáliz que yo beberé?."
 

Autor: P. Cipriano Sánchez
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