Tomar las cosas de forma amena me permite completar las tareas con facilidad y prontitud, dejando tiempo libre para mi recreación. Aprovecho al máximo la oportunidad de hacer aquello que disfruto. Encontrar y participar en pasatiempos sanos y divertidos enciende mi creatividad, y nuevas ideas fluyen en mí con facilidad.

Mi paso es más certero y cada hora que pasa se torna más preciosa y significativa. Donde quiera que vaya, comparto una sonrisa con tanta gente como pueda. Veo con gusto cómo mi comportamiento jovial crea olas de alegría que dejan a otros sintiéndose contentos.

El trabajo se convierte en una aventura divertida, las sonrisas se multiplican y, con una actitud de aprecio, ¡el buen humor crece!

El amor de Dios es mi consuelo durante todas las estaciones de mi vida. Eso lo veo claramente cuando recuerdo momentos de gozo y tristeza, de cambio y de estabilidad, de abundancia y de carencia. A través de todo, el amor de Dios ha sido mi constante fuente de consuelo.

Avanzo y crezco a través de mis desafíos y cambios. Me vuelvo más consciente del reconfortante amor de Dios. El solo saber que Dios está siempre conmigo me brinda un consuelo que me insta a proseguir en momentos desafiantes y aumenta mi alegría en los momentos agradables de la vida. El amor de Dios es mi seguridad, fomentando mi valor y alentando mi corazón. El amor reconfortante de Dios me hace sentir seguro para siempre.

Con Dios, realmente puedo hacer cualquier cosa. Si alguien me dijera que una de mis metas es inalcanzable, simplemente sonreiría porque conozco la verdad profunda. Cuando tengo fe en el poder divino en mí, ¡todas las cosas no son solo razonables sino alcanzables!

Mi fe no se amilana por lo que otras personas piensen o digan. Mantengo mi visión espiritual enfocada en avanzar más allá de las apariencias actuales. Voy en pos de algo mejor. Lo que una vez fue inimaginable, ahora está totalmente a mi alcance.

El poder realizar mi verdadero potencial surge de creer plenamente en la presencia divina en mí. Con Dios, todo es posible.

El gozo es el llamado de mi corazón. Ya sea que esté en el trabajo o descansando, imbuyo todo lo que hago con un sentido de alegría. Más que un estado de ánimo, el gozo es parte de mi esencia. Como todos los aspectos de mi identidad divina, la alegría florece en mi conciencia cuando tengo pensamientos y sentimientos alegres y optimistas.

Expreso mi gozo mediante el entusiasmo y la anticipación de cada nuevo descubrimiento, de cada satisfacción en una relación y en el suave brillo de comulgar con Dios en oración.

Mi alegría es contagiosa y amo compartirla. Experimento gozo cuando soy parte de los momentos alegres de mis amigos y familiares, sus celebraciones y logros. Me siento alegre cuando ofrezco consuelo, agradecido por poder de compartir el amor de Dios.