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Enloquecida por las prisas.
Atormentada por la búsqueda de sí misma.
Millones de hombres y mujeres corrían sin rumbo,
cegados por las luces frías y artificiales de neón.
Y entre lamentos, sangre y desolación he visto también –
semienterrada en el polvo del camino-
la luz parpadeante y vivificadora de una linterna eterna.
Era la linterna que un día depósito Jesús en Nazaret
en las manos de los hombres.
cegados por las luces frías y artificiales de neón,
el gentío no reparaba en aquellos destellos.
De vez en cuando, muy de tarde en tarde,
alguno de aquellos seres humanos descubre
“la señal” luminosa.
Pero, casi siempre,
cuando se detiene y trata de rescatarla del barro,
el tropel humano termina por arrollarlo.
Y yo, en mis sueños, me pregunto:
“¿Llegará el día en que esa Humanidad descubrirá
y rescatará definitivamente del polvo del camino
la linterna eterna?”
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