El Concilio Vaticano II, en continuidad con la preocupación manifestada por los Romanos Pontífices, ha puesto un énfasis especial en la participación de todo el Pueblo de Dios en la celebración eucarística. Para llevarla a cabo, como la misma Constitución había subrayado, es necesaria la formación litúrgica de sacerdotes y fieles: “no se puede esperar que esto ocurra (la participación plena, consciente y activa de los fieles), si antes los mismos pastores no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la liturgia y llegan a ser maestros de la misma”.

En este sentido, el beato Juan Pablo II y el Santo Padre Benedicto XVIhan recordado que es prioritario que sacerdotes y fieles descubran las riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de la Ordenación de las Lecturas de la Misa. Son “textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia”.

Aunque desde su publicación han pasado ya años, no se puede dar por descontado que se conoce y aprecia toda la riqueza litúrgica y pastoral que encierran.  Por una parte, la IGMR “se propone dar, tanto los lineamientos generales con los cuales se ordene idóneamente la celebración de la Eucaristía, como exponer las normas para la disposición de cada forma de celebración”. Por otra parte, la Ordenación General de las Lecturas de la Misa presenta la conexión entre la Palabra de Dios y la acción litúrgica, especialmente y con más detalle en la celebración de la Santa Misa, así como la estructura detallada de la Ordenación de las lecturas.