No permitas que perturben tu paz.
Cuando algo intenta perturbar tu paz,
no reacciones con prisa ni fuego.
Observa.
Respira.
Comprende que todo lo externo
es apenas una sombra, y tú eres el sol.
La tormenta puede gritar,
pero tú no eres el eco de esa tormenta.
Eres el silencio que la contiene.
No permitas que las palabras hirientes,
las miradas vacías o las energías ajenas
dicten tu estado interior.
La mente que se deja arrastrar
por cada viento termina perdida,
pero aquella que se ancla en la
conciencia permanece inmóvil.
Cada emoción negativa es una prueba.
Cuando controles tu respuesta,
habrás conquistado más que un imperio:
te habrás conquistado a ti mismo.
La rabia, la ansiedad, el miedo…
no son enemigos, son mensajeros.
Escúchalos sin alimentarlos.
Siente sin reaccionar.
Responde desde la calma,
y verás cómo hasta el caos se inclina
ante quien ya no se deja perturbar.
Recuerda: la paz no es la ausencia de ruido,
sino la fuerza interna de permanecer
en silencio incluso dentro del estruendo.
Tú no eres lo que te pasa.
Eres lo que eliges ser frente a lo que te pasa.
Créditos a quien corresponda.
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