Me di cuenta que estaba envejeciendo...
Me di cuenta de que estaba envejeciendo…
pero no fue por las arrugas.
No fue el espejo.
Ni las canas.
Ni el joven que me cedió el asiento
con esa mirada de “señora”.
Tampoco fue porque ya no entiendo cómo se usa TikTok,
o porque la ropa que venden me da frío con solo verla.
No.
Me di cuenta de que estaba envejeciendo
cuando dejé de pedir permiso para ser quien soy.
Cuando ya no perseguí a quien se iba.
Cuando dejé de buscar explicaciones
en gente que nunca las dio.
Cuando las discusiones
ya no me interesaban.
Y cuando el silencio,
ese que antes me daba ansiedad,
se volvió mi lugar favorito.
No fue el paso del tiempo,
fue el paso de la conciencia.
Fue cuando entendí que no vine
a esta vida a convencer a nadie,
ni a cargar culpas heredadas,
ni a ser la buena para todos.
Hoy camino más lento… pero más firme.
Me hablo con cariño. Me priorizo sin culpa.
Ya no pido disculpas por decir “no quiero”,
ni me esfuerzo por encajar
donde sé que no me ven.
Mi cuerpo ya no es un problema
que debo arreglar.
Es el templo que ha cargado hijos,
lágrimas, besos, trabajos,
duelos, caídas… y aquí sigue.
¿Cómo no amarlo?
Estoy envejeciendo, sí.
Pero por fin estoy viviendo.
Y lo mejor de todo:
ya no necesito que nadie lo entienda.
Créditos a quien corresponde

|