|
¡QUIÉN SABE POR
QUÉ!
Perdí tu
presencia, pero la hallaré; pues oculta ciencia dice a mi conciencia
que en otra existencia te recobraré. Tú fuiste en mi senda la única
prenda que nunca busqué; llegaste a mi tienda con tu noble ofrenda,
¡quén sabe por qué! ¡Ay!, por cuánta y cuánta quimera he
anhelado que jamás logré..., y en cambio, a ti, santa, dulce bien
amado, te encontré a mi lado, ¡quién sabe por qué! Viniste, me amaste;
diez años me amaste; diez años llenaste mi vida de fe, de luz y
de aroma; en mi alma arrullaste como una paloma, ¡quién sabe por
qué! Y un día te fuiste: ¡Ay triste!, ¡ay triste!; pero te hallaré;
pues oculta ciencia dice a mi conciencia que en otra existencia te
recobraré.


|