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He dejado esta sección como última, porque en todas las anteriores hemos visto como el Libro de Urantia nos va mostrando el Camino a través de los Universos, de la Ciencia y la Tecnología, pero nada de esto tendría verdadero sentido si no habláramos en forma especial de Jesús, porque

"DE TODO CONOCIMIENTO HUMANO, EL QUE TIENE MAYOR VALOR, ES CONOCER LA VIDA DE JESÚS Y CÓMO EL LA VIVIÓ" 2090

Conozcamos entonces a:

JESÚS  EL HOMBRE.

La característica más singular de la personalidad del Maestro era, no tanto su perfección como su armonía, su exquisita y equilibrada unificación.  La ternura infalible de Jesús tocó el corazón de los hombres, pero su constante fuerza de carácter sorprendió a sus seguidores. Era verdaderamente sincero, en él no había nada de hipócrita.  Estaba libre de toda afectación, era siempre refrescante y genuino.  Nunca se rebajó a pretensiones, ni recurrió a la impostura.  Vivió la Verdad, incluso al enseñarla.  Él fue la verdad.  Se vio restringido en la proclamación de la verdad salvadora por su generación, aun cuando dicha sinceridad a veces le causó dolor.  Era incondicionalmente leal a toda la verdad.

El Maestro era muy razonable y estaba siempre disponible.  Demostró su sentido práctico en todo su ministerio y todos sus planes estaban caracterizados por un sentido común santificado. Estaba libre de toda tendencia extravagante, errática y excéntrica.  No fue nunca caprichoso ni histérico.  En todas sus enseñanzas y en cada cosa que hizo siempre había una discriminación exquisita asociada con un extraordinario sentido de lo apropiado.

El Hijo del Hombre siempre fue una personalidad aplomada.  Aun sus enemigos no dejaron nunca de respetarlo plenamente.  Jesús no tenía temores.  Estaba sobrecargado de entusiasmo divino, pero no se volvió jamás fanático.  Era emocionalmente activo, pero nunca frívolo.  Era imaginativo pero siempre práctico. Se enfrentaba francamente con las realidades de la vida, pero no fue jamás torpe ni prosaico.  Era valiente, pero jamás precipitado, prudente pero nunca cobarde.  Era comprensivo pero no sentimental, singular pero no excéntrico.  Era piadoso pero no mojigato.  Tenía tanto aplomo porque estaba perfectamente unificado.

La originalidad de Jesús era espontánea. No estaba vinculado por la tradición ni obstaculizado por la esclavitud de las convenciones estrechas.  Hablaba con confianza indudable y enseñaba con autoridad absoluta.  Su extraordinaria originalidad no lo llevó a descartar las perlas de verdad en las enseñanzas de sus predecesores y contemporáneos.  La más original de sus enseñanzas fue el énfasis en el amor y la misericordia en lugar del temor y el sacrificio.

Jesús tenía una visión muy amplia.  Él amonestaba a sus seguidores a que predicaran el evangelio a todos los pueblos.  Estaba libre de toda estrechez de mente.  Su corazón comprensivo abrazaba a la humanidad entera.  Siempre su invitación era: “quien quiera que lo desee, que venga”.

De Jesús se dijo con verdad: “confiaba en Dios”. Como hombre entre los hombres confiaba en forma sublime en el Padre de los cielos.  Él confiaba en su Padre como un niñito confía en su padre terrenal.  Su fe era perfecta pero jamás presuntuosa.  Aunque la naturaleza pareciera cruel e indiferente al bienestar del hombre en la tierra, Jesús nunca titubeo en su fe.  Era inmune al desencanto e impermeable a la persecución.  El fracaso aparente no lo afectaba.

Él amó a los hombres como hermanos, reconociendo al mismo tiempo como diferían en dones innatos y cualidades adquiridas.  “Anduvo siempre haciendo el bien” y respetando la diversidad de creencias, razas y caracteres.

Jesús era una persona particularmente alegre, pero no era un optimismo ciego e irrazonable.  Su constante palabra de exhortación fue: “Tened ánimo”.  Podía mantener esta actitud tranquila debido a su inquebrantable confianza en Dios y a su fe firme en el hombre. Siempre fue conmovedoramente considerado con todos los hombres porque los amaba y creía en ellos.  Pero siempre se mantuvo fiel a sus convicciones y magníficamente firme en su devoción de hacer la voluntad del Padre.

El Maestro siempre fue generoso.  Jamás se cansó de decir: “Es más bienaventurado  el que da que el que recibe” y sin embargo a pesar de su generosidad sin límites, nunca fue despilfarrador ni extravagante.  Enseñó que debéis creer para recibir la salvación, “Porque el que pide, recibe” al igual que aquel que sabe dar con generosidad.

Era sincero, pero siempre gentil.  El dijo: “Si así no fuera, yo os lo hubiese dicho”.  Era franco pero siempre cordial. Hablaba libremente de su amor por el pecador y de su odio al pecado. Pero a través de esta sinceridad sorprendente, fue infaliblemente justo.

Jesús siempre fue alegre, a pesar que a veces bebió profundamente de la copa del dolor humano.  Se enfrentó sin temores con las realidades de la existencia y sin embargo estaba pletórico de entusiasmopor el evangelio del reino, pero controlaba su entusiasmo, éste nunca lo controló a Él. Estaba dedicado sin reserva a los asuntos del Padre.  Este entusiasmo divino condujo a sus hermanos menos espirituales a pensar que estaba fuera de sí mismo, pero el universo que le contemplaba lo juzgó un modelo de salud mental y el modelo original de la devoción mortal suprema a las altas normas de la vida espiritual.  Su entusiasmo controlado era contagioso, sus asociados se veían obligados a compartir su optimismo divino.

Este hombre de Galilea no fue un hombre de sufrimientos, fue un alma de alegría, siempre decía: “Regocijaos y sed sanamente alegres”.  Pero cuando el deber lo exigió, estuvo listo para andar valientemente a través del valle de la sombra de la muerte.  Era jubiloso pero humilde al mismo tiempo.

Su valentía era tan solo igual a su paciencia. Cuando se le urgía a actuar prematuramente, Él tan solo respondía:  “Mi hora aun no ha llegado”.  No tenía jamás prisa, su donaire era sublime.  Pero frecuentemente se indignaba por el mal, era intolerante con el pecado.  Frecuentemente tuvo el fuerte impulso de resistir aquello que consideraba contra el bienestar de sus hijos en la tierra.  Pero su indignación contra el pecado no se transformó nunca en ira contra el pecador

Su valor era magnífico, pero nunca fue temerario. Su palabra clave era “no temáis”. Su valentía era elevada y su coraje frecuentemente heroico.  Pero su coraje estaba vinculado con la discreción y controlado por la razón.  Era un coraje nacido de la fe, no la temeridad de la presunción ciega.  Era verdaderamente valiente pero nunca fue audaz.

El Maestro era modelo de reverencia.  La oración, aun en su juventud comenzaba: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificadosea tu nombre”  Respetaba la adoración defectuosa de sus semejantes, pero esto no le impidió atacar las tradiciones religiosas o atacar los errores de las creencias humanas, porque consideraba que “la adoración es la técnica de buscar en el Único la motivación para servir a muchos”1616

Jesús fue grande porque era bueno y gustaba de los niños.  Era dulce y sin pretensiones en su vida personal, sin embargo era el hombre perfeccionado de un universo.  Sus asociados le llamaron Maestro sin que él se los pidiera.

Jesús fue la personalidad humana perfectamente unificada y hoy, como ayer en Galilea, sigue unificando la experiencia mortal y coordinando las empresas humanas.  Unifica la vida, ennoblece el carácter y simplifica la experiencia.  Entra en la mente humana para elevar, transformar y transfigurar.  Es literalmente verdad que “Si un hombre tiene dentro de sí a Jesús Cristo, es él una criatura nueva, las cosas viejas pasaron” 1103.

En esta semblanza de Jesús, que hace un Melquisedec de Nebadón, nos está demostrando que Jesús quiso hacerse hombre para señalarnos en forma práctica y real el camino que nos conduce al reino, al amor del Padre y por ende al de nuestros hermanos.  Cuantas veces nos hemos complicado preguntándonos  ¿cómo puedo saber cual es la voluntad del Padre? Ahora, después de haber leído este documento ya no tenemos excusas posibles para no reconocerla, pues el ejemplo de Jesús es la guía clara y segura que nos puede conducir al verdadero camino de evolución.  “Era el plan de Miguel aparecer en la tierra como un hombre común, para que la gente común, pudiera comprenderlo y recibirlo” 1345.

Este nuevo evangelio que Jesús nos predicó con su ejemplo “presenta el alcance espiritual como meta auténtica del vivir.  La vida humana recibió una dotación de valor moral y dignidad divina.  Jesús nos enseñó que las realidades eternas son el resultado y la recompensa del esfuerzo de una conducta recta en la tierra” 1860.

Cuando se nos habla de Jesús adolescente se nos dice: “Ha aprendido bien a cumplir con sus obligaciones.  Sabe sobreponerse a las desilusiones y no se amilana cuando se frustran sus planes y cuando sus propósitos resultan temporalmente derrotados.  Ha aprendido a ser equitativo y justo aun frente a la injusticia, y está aprendiendo a ajustar sus ideales de vida espiritual a las demandas prácticas de la existencia terrestre.  Está aprendiendo a proyectar la consecución de metas idealistas más distantes y elevadas mientras labora seriamente por la consecución de objetivos necesarios más cercanos e inmediatos.  Está desarrollando el arte de ajustar sus aspiraciones a las demandas convencionales de los acontecimientos humanos.  Está apunto de dominar la técnica de utilización de la energía del impulso espiritual para mover el mecanismo del logro material.  Lentamente está aprendiendo a vivir su vida celestial, mientras continúa viviendo su vida terrestre.  Cada vez más, se acoge a la orientación y dirección final del Padre celestial a la vez que asume el papel paterno de orientar y dirigir a los hijos de su familia terrestre.  Se está volviendo experto en arrancar la victoria de las fauces mismas de la derrota, está aprendiendo a transformar las dificultades temporales en triunfos de la eternidad” 1405.

Vemos que nada espiritual se consigue si no es a través de lo material.  Si Jesús adolescente tuvo que aprender,  ¿cuánto mas deberemos hacerlo nosotros que aun somos unos niños en el arte de aprender a ser espirituales?  Cuando tomamos conciencia que la espiritualidad es algo técnico que debemos aprender, nuestra condición humana cambia porque dejamos deser contemplativos pasivos y nos vamos convirtiendo en hacedores del reino en nuestro propio mundo interno, porque permitimos que la misma “mente que estaba en Cristo, también esté en nosotros”1123, porque es “un hecho solemne y excelso que estas criaturas bajas y materiales, como son los seres humanos de Urantia, son hijos de Dios, hijos por la fe del Altísimo.  Mirad cuanto amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios” 448.

“Un Hijo creador de Dios se ha vuelto uno de vosotros, es vuestro hermano mayor, de hecho en espíritu os volvéis verdaderamente emparentados con Cristo, el victorioso Miguel, entonces en espíritu también debéis ser hijos de ese Padre que vosotros tenéis en común, aun del Padre Universal de todos” 448.  por lo tanto no es una utopía cuando se nos pide: “Sed perfectos así como Yo soy perfecto.  El Padre se ha otorgado a si mismo, ha colocado dentro de vosotros su espíritu, por lo tanto exige perfección última de vosotros” 449.

Tenemos pues, todas las herramientas necesarias para nuestra evolución y nuestro Ajustador está ansioso por ayudarnos y enseñarnos a usarlas, pero una vez más, recordemos que la evolución es un camino absolutamente personal y que necesita de nuestra parte volitiva.  Para poder evolucionar necesitamos de varios elementos básicos: voluntad, motivación, comprensión y práctica.  Lo importante no está en los grandes eventos sino en la realidad de cada minuto. “El destino de la eternidad está determinado de momento a momento, por los logros del vivir día a día.  Las acciones de hoy son el destino de mañana” 557.   El trabajo espiritual consiste en quinta esenciar lo corriente, es decir, ir más allá de las apariencias y buscar el significado a todo lo que nos ocurre, darnos cuenta del por qué y del cómo, no para quejarnos sino para ser capaces de vivenciar nuestra vida y aprender a aprovecharla para nuestra evolución.  Muchas veces ponemos como excusa nuestra falta de tiempo para ser espirituales, olvidando que la verdadera espiritualidad está en el quehacer cotidiano, es en medio de él que debemos recordar nuestra filiación divina, y ser consecuente de este privilegio e imitar el ejemplo que Jesús nos dejó. 

Cada vez que tengamos dudas de qué hacer, de cómo actuar frente a nuestros semejantes, hagamos silencio en nuestra alma y con el corazón muy abierto preguntémonos  ¿Qué haría Jesús si estuviera en mi lugar?  Recordemos a este Jesús, que quiso ser uno de nosotros, para poder señalarnos el camino hacia el Padre, el cual no es fácil, pero que también está lleno de recompensas, porque “una de las características mas sorprendente de la vida espiritual, es esa paz dinámica y sublime, esa paz que trasciende toda comprensión humana, esa calma cósmica que simboliza la ausencia de toda duda y confusión.  Tales niveles de estabilidad espiritual son inmunes a cualquier decepción” 1101 y merecen de todo nuestro esfuerzo por alcanzarla.

Yolanda Silva Solano


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