SOLEDAD

En las esquinas adormecidas
los solos temblamos de miedo
y en nuestro puños hacemos
cántaros de labradura fina
para recoger el zumo
de las penas y desconsuelos.

Nuestra vana protesta
la noche la cuaja en gritos
para devolvérnosla luego
hecha ecos y reflejos,
y nuestra mente es un conflicto,
un guerrear que muere y va de nuevo.

Percibimos el aliento de una alegría
y en nuestro afán de alcanzarla
las risas se van muriendo
y tornándose en desconsuelos,
sin haber plantado un árbol
que dé sombra a nuestro cuerpo.

Y en nuestras mentes se apuñalan
ideales, ilusiones, anhelos,
y se torna en pampas yertas
donde sembramos los luceros.
Ah, desengañada alegría
que jamás dió paz a nuestros pechos.

Es que la felicidad es tan libre
y por no ser de nadie se ha vuelto
inabordable orilla acantilada,
tirana del pensamiento.

Nuestro mundo gira, sin detenerse,
con su carga de lamentos
por los valles de las saudades,
que tragan espacios inmensos.

Desde los árboles percibimos
trinar de pájaros al viento
y nos preguntamos hacia dentro:
¿Porqué anhelamos tanto
y crucificamos el pensamiento
si esta existencia es pasajera,
si esta vida es como sueño
del que despertamos de repente
al coro de unos salmos lentos?

Dejamos tan solo de testigos
- como escombros siniestros
de un infierno vergonzoso -
mil emblemas de silencio,
en tanto marcamos nuestras mentes
con cuchilladas de anhelos
y sentimos el corazón desgarrarse
agobiado de tanto peso,
de flechas que estremecen
las conciencias y los cuerpos.

¿Y el amor? ... Cinta aislante
adherida a nuestros sueños.
¿Y la paz? ... Solamente tres letras
que se extraviaron a lo lejos
cuando quisieron ser viento.

Esta desesperanza no tiene fin,
solo tuvo su comienzo.
Soledad hoy te comprendemos
y acogida te damos en nuestro pecho.

Anónimo1