Los Dioses siguiendo sus ambiciones crearon a los humanos hechos a su imagen y semejanza, a partir de la arcilla estos fueron impuestos a seguir un destino que desde mucho antes de su nacimiento ha marcado la vida involucrándose en la disputa por la tierra como títeres capaces de ser manejados por los deseos de sus creadores.

La discordia y diferencias se acentuaron con el pasar de los siglos permitiéndole a la doncella del destino tirar los dados en dónde el azar eligió al viejo continente más precisamente a la antigua Italia; cuna de los mejores exponentes de las bellas artes. Ahí, un pintoresco pueblo toma su atención y en el cual sobresale aquel humilde orfanato que abriga tras sus paredes  la diáfana expresión de amistad que se prodigan tres pequeños niños quienes apegados a la desesperada necesidad de consolidar los lazos del cariño verdadero que sienten el uno por el otro, y cuyas pulseras en la mano son símbolo de la promesa que hicieron de no olvidar esta familiaridad y volverse encontrar al ser separados y guiados por diferentes caminos se cuela a manos de los Dioses.

El tiempo ha pasado y aquella imagen del lugar en dónde sellaron sus destinos se disipa con el viento subsistiendo únicamente la promesa y el sentimiento que alguna vez existió. Dejando en su lugar una mancha oscura del futuro incierto que les espera.

Ahora el paisaje lleno de vida es sustituido por la oscuridad y los tétricos bosques que se levantan como símbolo del cambio vertiginoso del destino, así, todo el panorama se envuelve en la desolación como si la vida lentamente desamparara a la villa y a sus habitantes. Es ahí que sin ser excepción de lo ocurrido la catedral en las inmediaciones de aquel bosque muestra por primera vez la presencia de energías totalmente ajenas a la naturaleza humana, en el interior de aquel lugar una tétrica melodía es creada por las manos delgadas de la musa infernal que como tal muestra su destreza extendiendo su tonada en una tácita invitación a quiénes en silencio aprecian su canción. Sin embargo, al cabo de un segundo inmediato la melodía es transformada en la resonancia de su propia melancólica convirtiéndola en la triste balada que libera los corazones de quienes la auscultan, sensaciones que presagian un hecho inevitable, tan inevitable como la muerte.


-…Espectros- menciona Pandora cuando sus manos ejecutan lo que parece el final de su obra, mientras que frente de ella íntimamente cercano, se halla el tabernáculo donde con toda gloria y autoridad reposa un hombre de corta edad y largos cabellos azabaches, es él el poseedor del corazón más puro sobre la tierra, su cuerpo es el receptor del alma del emperador de las tinieblas albergando desconocidos e indescriptibles poderes inentendibles por los conceptos humanos, es pues, una de las deidades más temidas: Hades, Dios de la Muerte, cuya sabiduría e imponente potestad dotan a este humano de arrogancia y displicencia que muestra impasible ante aquellos que arrodillados se subordinan ante él

-¡Ha llegado finalmente el día en que la tierra sea gobernada por nuestro señor Hades! …- dicta de manera contundente la heraldo del Inframundo -El mundo, no, el universo entero será gobernado por Hades-Sama ¡Y quienes se atrevan a interponerse gozaran del castigo impuesto de los Dioses! ¡Es la voluntad del emperador que se alcen estrellas malignas y reafirmen su lealtad al señor de los muertos!- exclama autoritaria mostrando su más profundo respeto así como admiración hacia Hades, por lo que transmite ese mismo efecto a los dueños de las lustrosas surplices que continúan de rodillas sumidos en la oscuridad del salón.

Ni bien terminado el discurso que aun hace eco en la sala, es cuando aquel ser de facultades divinas levanta la voz con omnipotencia y señorío adquiriendo la atención de todos a su servicio

-…El color de las estrellas y las vidas de los humanos se extinguirán dejando éste lienzo sin un vestigio de ellos, formaremos un mundo en el que solo quedará el oscuro color de la muerte. Extingan para mí estas brillantes vidas que han desechado su oportunidad en el mundo y tomen la de Athena quién protege sus destinos, denle a todos ellos un nuevo color de la redención, pinten de negro el cielo y a la tierra…-

 

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(Mientras tanto en el santuario)

 

-Señora Athena ¿Acaso dice usted que tenemos que estar preparados para defender a la humanidad nuevamente?- cuestiona el sumo pontífice quién guarda su distancia de la joven de violáceos cabellos que atentamente observa con la bóveda celeste cómo si ella pudiese leer más allá de lo aparente los mensajes ocultos que guarda celosamente el cielo.

-Un oscura bruma ha cubierto las nubes Patriarca, las estrellas pierden su brillo en el cielo, debemos estar preparados para una inminente guerra contra el mal el cual nos asecha como si fuésemos una presa más para éste gran depredador, estoy segura que nuestro enemigo es temible..- comparte con él su preocupación por el futuro que les espera cuando en ese momento una oscura visión se apodera de sus pensamientos revelándole la escena de una montaña de destrucción y almas que no encuentran el descanso entre la oscuridad. Desplomándose de rodillas sobre el suelo un sentimiento de angustia sofoca el corazón de Athena retornándola a la realidad en la plaza dónde se encuentra la estatua de la diosa.

-¡Señora Athena ¿Está bien?!-

-“No es posible, finalmente ha despertado…”- analiza de modo interno la deidad de la Justicia quién apoyada en su báculo la Diosa de la Victoria, Nike se levanta lentamente envuelta en una determinación y seguridad inigualables

-Patriarca, Sage como lo había previsto nuestro enemigo es un rival de temer, no debemos claudicar en nuestros ideales de defender el amor y la justicia, la esperanza no debe abandonar los corazones de los caballeros así nos enfrentemos al mismo Dios de los muertos.-

-¡El Dios de los muertos…! ¿Es que acaso Ha…Hades?-

-Así es Patriarca, finalmente una batalla más por la tierra ha de librarse, pero la defenderemos aún a costa de nuestras propias vidas, prepare las defensas del Santuario y dé la alerta a los caballeros que se encuentran dentro y fuera del santuario, debemos estar listos para recibir el primer golpe…-

Alienta al sumo pontífice manteniendo en su rostro la expresión serena y sosegada en la bautizada desde la era mitológica como la diosa “ojos de lechuza” por su relación con la historia que engloba a ésta criatura mística.