Dibújame la luz de tu boca con el néctar de tus labios de almíbar. Escribe sobre mí con tu lengua. Tatúame el sendero hacia el que me quieres llevar.
Señala, sonriente, la velocidad de los cuellos que desean encontrarse, en ese minúsculo espacio antes del contacto, donde tragas todo el aire del ambiente y salivas todo el sueño que deseas.

Camúflate con el juego de los espejos imperfectos: dos ojos y otros dos ojos formando un mismo mirar. Narices que se acarician y lenguas abrazándose lentamente, con la dulzura y la parsimonia .
Julio.2009.