Ya tenemos nuevo Papa.
Tras varias semanas de ilusión callada y de sueño acariciado, parece ser que yo no daba el perfil adecuado.
De nada me han servido mis años de monaguillo, ni mis inclinaciones teológicas y los encendidos debates de sobremesa referidos al clero.
No han contado conmigo para nada. Podríamos decir que me han ignorado por completo. Me siento dolido. Espero que lo superaré, pues el tiempo todo lo cura, pero no me será fácil. Hasta hoy no había creído en el dolor físico del alma. Esto ha sido una puñalada trapera. Me dice un amigo que ha sido por la edad. Insiste en que soy muy joven y debo esperar, pero para mí que sólo lo hace para arropar mi helado corazón. Me pinchan y no sangro.
Hay que saber perder.
¡Enhorabuena Francisco! 