
¿Por qué a mi helada soledad viniste cubierta con el último celaje de un crepúsculo gris?... Mira el paisaje,árido y triste, inmensamente triste.
Si vienes del dolor y en él nutriste tu corazón, bien vengas al salvaje desierto, donde apenas un miraje de lo que fue mi juventud existe.
Mas si acaso no vienes de tan lejos y en tu alma aún del placer quedan los dejos,puedes tornar a tu revuelto mundo.
Si no, ven a lavar tu ciprio manto en el mar amarguisimo y profundo de un triste amor o de un inmenso llanto.
Mira el paisaje: inmensidad abajo,inmensidad, inmensidad arriba;en el hondo perfil, la sierra altiva al pie minada por horrendo tajo.
Bloques gigantes que arrancó de cuajo el terremoto, de la roca viva;y en aquella sabana pensativa Y adusta, ni una senda ni un atajo.
asoladora atmósfera candente de se incrustan las águilas serena como clavos que se hunden lentamente.
Silencio, lobreguez pavor tremendos que viene sólo a interrumpir apenas el balope triunfal de los berrendos.
En la estepa maldita, bajo el pesode sibilante grisa que asesina,irgues tu talla escultural y finacomo un relieve en el confín impreso.
El viento, entre los médanos opreso,canta como una música divina, y finge bajo la húmeda neblina,un infinito y solitario beso.
Vibran en el crepúsculo tus ojos, un dardo negro de pasión y enojos que en mi carne y mi espíritu se clava;
y destacada contra el sol muriente,como un airón, flotando inmensamente,tu bruna cabellera de india brava.
La llanura amarguísima y salobre,enjuta cuenca de océano muerto,y en la gris lontananza, como puerto,el peñascal, desamparado y pobre.
Unta la tade en mi semblante yerto aterradora lobreguez, y sobre tu piel, tostada por el sol, el cobre y el sepia de las rocas del desierto.
Y en el regazo donde sombra eterna,del peñascal bajo la enorme arruga ,es para nuestro amor nido y caverna,
las lianas de tu cuerpo retorcidas en el torso viril que te subyuga,con una gran palpitación de vidas.
¡Qué enferma y dolorida lontananza! ¡Qué inexorable y hosca la llanura! Flota en todo el paisaje tal pavura como si fuera un campo de matanza.
Y la sombra que avanza, avanza, avanza,parece, con su trágica envoltura,el alma ingente, plena de amargura, de los que han de morir sin esperanza.
Y allí estamos nosotros, oprimidos por la angustia de todas las pasiones,bajo el peso de todos los olvidos.
En un cielo de plomo el sol ya muerto, y en nuestros desgarrados corazones¡ El desierto, el desierto... y el desierto!
¡Es mi adiós...! Allá vas, bruna y austera ,por las planicies que el bochorno escalda,al verberar tu ardiente cabellera, como una maldición, sobre tu espalda.
En mis desolaciones ¿qué te espera?- ya apenas veo tu arrastrante falda-una deshojazón de primavera y una eterna nostalgia de esmeralda.
El terremoto humano ha destruido mi corazón y todo en él expira. ¡Mal hayan el recuerdo y el olvido!
Aún te columbro, y ya olvidé tu frente; sólo, ay, tu espalda miro cual se mira lo que huye y se aleja eternamente.
MANUEL JOSE OTHON


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