Es azul la tristeza, como la sepultura
que en el fondo del lago se improvisó la altura.
Amplia, profunda, tersa, con el frustrado intento
de abrazar lo distante; triste, mas sin lamento.
Y el cristal divisorio de ambas concavidades,
(dos cielos, uno encima, y otro en profundidades),
mantiene la radiante superficie serena que,
aunque pueda quebrarse, nunca se desmelena.
Se bracea en las nubes y en el agua se vuela,
sin arrancar jirones, sin dibujar estela,
como ángel incorpóreo, o nereida evasiva,
aquél pura inocencia, y ésta visión lasciva.
Tibio paisaje, cálida, delicada belleza,
henchido de esa dulce, nostálgica tristeza,
que confiere a la amante del amado lejano
la sensación de casi tocarle con la mano.
Francisco Álvarez
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