Llegaste sútil, como la aurora.
En la madrugada de mi desamor,
en el día de mi olvido,
en la noche de mi cuerpo;
pusiste tus miradas.
Pronunciaste mi nombre
al vuelo de tu voz.
Me regalaste tu aliento
para guardarlo en mi ombligo.
Escuchaste mi respiración
al galope de tus manos,
Ubicaste tu cuerpo en cruz,
para inmolarlo en el mío:
Y la aurora nos beso en
la frente; silenciosa.
Al vuelo, los poemas de amor
en las alas de la voz,
planean distancias tan largas,
como en las que puede haber
dos miradas:
La tuya y la mía, reconociéndose.