¿Qué hacía yo a esas horas de la noche caminando
las anchas calles de la ciudad?
Solo recuerdo que había tomado mi celular
para leer el último mensaje que ella me había mandado,
mensaje que apresuró mis pasos agarrando la puerta
hasta que la brisa nocturna me cubrió en su traje oscuro.
Me exigía una decisión, estaba cansada de esperar
la suerte de su destino en la soledad que desde
hace mucho habitaba su alma, me quería a su lado
para siempre, me esperaba cuando la luz
de la aurora indicaba en el horizonte cada nuevo
amanecer, espera que en el paso
de los meses se tornaba una agonía.
Mi silencio era mi compañía, mi silencio
y la enorme carga que llevaba en la espalda,
quería llegar pronto hasta sus brazos, quería apagar
el fuego la consumía, ser en los reflejos de la luna
el baño perfecto para la sed de su piel,
quería que en mi pecho ella repose sus gritos,
sus delirios, su locura interminable por mí.
¿Qué hacía yo a esas horas de la noche?
Tal vez buscando su perdón o su olvido,
no la iba a encontrar jamás entre las avenidas
de la ciudad, no la iba a encontrar jamás
entre las estrellas del cielo, ella estaba cada vez
más lejos, había que cruzar el inmenso mar
o las cordilleras para llegar hasta sus latidos.