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General: TAMARA
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Da: Gran Papiyo  (Messaggio originale) Inviato: 03/09/2002 21:42

Tania la guerrillera







Especial

Berlín (Alemania). Los nazis habían hecho quemar el Reichstag desatando el terror en Berlín. El peligro estaba latente. Las denuncias, allanamientos y detenciones se multiplicaban a diario. El círculo que bajo la doctrina “científico-biológica” de las razas encerraba a los judíos se trataba ahora de una cuestión de vida o muerte.

Nadja Bider (quien más tarde sería la madre de Tamara) no sólo era una judía, sino además una rusa, nacida en Odessa, y una comunista militante. Estudiante de arquitectura en la Universidad Técnica y profesora de alemán en la Representación Comercial de la Unión Soviética en Berlín. Reunía todas las cartas de presentación que frente a los nazis le garantizaban un final trágico y tenía plena conciencia de su condición ante el poder alemán. De algún modo logró pasar inadvertida por un tiempo, hasta que en su Facultad comenzaron a aparecer estudiantes con el uniforme de las SS y, como era de esperarse, no tardó en llegarle una citación urgente de la Gestapo que la intimaba a declarar. Nadja comprendió que debía abandonar Alemania ese mismo día (lo cual le fue posible gracias a su pasaporte extranjero) y dispersar a su familia en territorios todavía seguros. El plan original de ella y su pareja, Erich Bunke —con quien no habían podido casarse legalmente a raíz de su condición de judía— era emigrar a Rusia pero, dadas las circunstancias, los papeles tardarían demasiado. La única opción fue pensar en un país alejado del escenario europeo, donde reinara la paz y se brindaban facilidades para inmigrantes. Corría el año 1935 y, 10 días después de aquella citación, desde suelo francés, los Bunke y otros familiares tomaron un barco a Buenos Aires.

Hija del exilio

Nadja y Erich, que tenían un hijo de meses, se casaron no bien llegaron a la Argentina, al día siguiente de la Navidad de 1935. En 1937 nació Tamara, quien creció y se educó en el ambiente de una familia dedicada de lleno a la causa comunista.

“Alrededor de un 10 por ciento de los habitantes en la Argentina tenía origen alemán y las colonias de los inmigrantes eran muy numerosas. Además, existía un partido comunista y allí, rápidamente lograríamos hacer amigos”, pensó Najda. Y así fue: la casa de los Bunke se convirtió en el centro de reuniones del partido (considerada una organización ilegal) y depósito de material de propaganda. Una vez desatada la guerra participaron también de la organización “Junta de la Victoria” para ayudar a los aliados.

Tamara se formó en un colegio alemán de Buenos Aires y pasaba sus vacaciones en colonias veraniegas de Córdoba (en Calamuchita), donde recibía una intensa preparación física. Llegó a la adolescencia sintiéndose, sin embargo, “totalmente argentina”. Según su madre, la pequeña Tamara no presenciaba aquellas reuniones políticas que transcurrían por las noches, ni escuchaba términos como “subversión” o “lucha armada”.

No obstante, a medida que crecía, se le explicaba el motivo de ese exilio en la Argentina, las aspiraciones y actividades que sus padres desarrollaban por el ideal de “una sociedad más justa”, y los deseos de regresar un día a Alemania para construir un país democrático-socialista. Para cuando Tamara tenía 14 años, en 1952, los Bunke decidieron abandonar el país y mudar toda la familia a la recientemente formada República Democrática de Alemania. Un cambio muy fuerte que pobló la mente de la joven de nostalgias y recuerdos de su querida Sudamérica.

Ideales revolucionarios

Se instalaron en una nueva ciudad llamada “Stalinstadt”, aún en construcción y levantada (literalmente) ladrillo por ladrillo a través de una organización comunitaria. “Cuando llegamos a Alemania nos encontramos con las ruinas de la guerra. La gente hablaba día y noche del terror a los ataques aéreos, las bombas por las calles, los campos de concentración, la muerte y la tortura”, cuenta Najda.

En 1949 la zona ocupada por los rusos se había constituido en un nuevo Estado y el entusiasmo se contagiaba entre los simpatizantes de la izquierda. Pronto, la Tamara melancólica de los comienzos que lloraba añorando su país y luchaba con un endiablado idioma que apenas si conocía y lo hablaba con marcado acento porteño, fue cautivada por esa energía arrolladora de los ideales revolucionarios: entró en la juventud con el más impetuoso espíritu de rebelión. Comenzó a practicar tiro deportivo a los 14 años y se destacó en diversas competencias; se convirtió en miembro de la organización comunista Juventud Libre de Alemania; leyó a Marx y a Engels e intensificó su correspondencia con jóvenes argentinos y de otros países latinoamericanos. Su obsesión con Sudamérica creció sin límites; y trasladó esa incansable vocación por el continente a cuanto la rodeara, transformándose en una especie de “consulado y comité de recepción” para todo latinoamericano que llegara a la RDA. Para esa época recibía la última carta de su amigo Peter, un compañero del jardín de infantes de Buenos Aires, quien desde los 4 años vivió completamente enamorado de Tamara. También él había dejado la Argentina, pero para irse a Israel, y en la carta le anunciaba que se casaría “con una muchacha de trenzas, tan rubia como ella”. Más tarde entró a la Universidad Humboldt de Berlín con gran actividad en la política universitaria, a los 21 años se afilió al oficialista Partido Socialista de Alemania y con ello comenzó a hablar de la idea de tomar parte en la lucha revolucionaria para llevar sus ideas sobre todo a la Argentina. Mientras tanto, su fiebre aumentaba con la distancia: organizó una exposición en la Biblioteca Nacional sobre la prensa (que coleccionaba meticulosamente) de los hechos ocurridos en Cuba, fundó en la Universidad un centro para latinoamericanos que se reunían regularmente para informarse y discutir la evolución política de los países del Cono Sur, integró manifestaciones y grupos de solidaridad con Cuba, etcétera.

Recién en 1960 llegó el detonante: Ernesto Che Guevara viajó a Leipzig como director del Banco Nacional de Cuba y el Consejo Central de Juventud Libre Alemana mandó a un representante oficial con una intérprete, que fue justamente Tamara. En esa gran conferencia, como nunca y al lado del Che, manifestó el orgullo de ser argentina y el fervor incontenible por participar de esos acontecimientos históricos que devoraba a través de las noticias. De alguna manera su sueño debía convertirse en realidad: durante dos años preparó el permiso para salir de la Alemania comunista para finalmente volver a Latinoamérica. La invasión norteamericana a Playa Girón en abril de 1961 la decidió definitivamente. Envió un telegrama a Cuba para informar que estaba lista y en menos de un mes aterrizaba en La Habana.

Ministerio a espionaje

En Cuba su actividad comienza con el plan de alfabetización y tareas de traductora e intérprete frente a las delegaciones alemanas. Al año siguiente ingresa a la Universidad de La Habana para estudiar periodismo; y, como una excepción muy especial a la regla con extranjeros, viste el uniforme de la milicia cubana. En 1961, apenas llegada, fundó también un grupo que estudiaba la posibilidad de crear una organización en la Argentina.

Los numerosos testimonios de quienes conocieron a Tamara y luego contribuyeron a alimentar su leyenda, coinciden en retratarla como una mujer atractiva, leal y carismática, que sabía tratar y conquistar a gente de todos los niveles y clases sociales. Su rol en Cuba era valioso y su brillante desempeño no dejaba de ser premiado. Sin embargo, el reconocimiento más gratificante a sus méritos le llegaría en 1964, para darle otro giro fundamental a su vida, de la mano del Che; cuando en una muestra de total confianza le encomendó a Tamara la misión de entrar a Bolivia vía Europa occidental para preparar el terreno logístico y establecer contactos a su guerrilla. Una tarea que requeriría de mucha paciencia, temple, valentía, discreción y minuciosidad, además de un arduo adiestramiento (de espionaje y militar). Era obvio que esta muchacha desbordante de simpatía pero con una voluntad de hierro a la hora de guardar secretos, tenía los ingredientes necesarios para el cóctel de la espía perfecta. Tamara Bunke se transformaría así en Haydée González, Marta Iriarte, Laura Gutiérrez y muchas otras, según las circunstancias impuestas por su misión, con histriónica habilidad.

A partir del momento en que fue designada debió apartarse de sus amigos y olvidar todo rasgo del pasado para no incurrir en errores. Con su novio cubano se comprometieron y juraron encontrarse para formar una familia después de cumplir su cometido. Debió aprender la historia de su nueva personalidad y hasta fabricar afectos a través de una correspondencia codificada (recuerdos: repetir la noticia; saludos: todo en orden; un abrazo: dificultades; un fuerte abrazo: graves dificultades…). Con el objeto de componer el rompecabezas de la “ilegalidad”, después de varios años regresó a Europa, a la Berlín de sus estudios y su adolescencia (ahora dividida por un muro). Viajó por varios países europeos y hasta actuó al detalle el más perfecto way of life burgués. En Berlín resistió la tentación de salir corriendo a ver a los padres, mientras se alojaba a metros de su propia casa. “Si ellos hubieran sabido qué tan cerca estábamos, apenas cientos de metros del lugar donde trabajaban y vivían. Incluso, he llegado a ver su edificio!”. Observaba las aulas de la Universidad, la gente misma con quien había compartido años, escondida ahora en la sombra de su nombre falso. Como agente secreto, debía esperar con calma, pensar con objetividad y actuar con rapidez. Como mujer estaba sola y enferma de miedo. Vivía de hotel en hotel pendiente de las noticias de Radio Habana en un aparato portátil y esperando instrucciones para sus próximos movimientos. Al final de su período de “formación” en Europa, el Che la citó otra vez en el Ministerio de la Industria en La Habana y estaba ya pronta para actuar en Bolivia.

En combate

Años enteros había pasado copiando cintas con cantos folklóricos argentinos, brasileños, chilenos, tangos… Ese era su hobby, y fue la llave para entrar a Bolivia. Laura Gutiérrez Bauer (su seudónimo) era una etnóloga dedicada al estudio del folklore que registraba música autóctona para un trabajo de investigación que más tarde publicaría. A través de Perú entró caminando al territorio boliviano. En La Paz consiguió instalarse en los ambientes políticos más conservadores para ganar confianza, logró el apoyo de la embajada argentina como estudiosa de la música popular y la antropología, hizo amigos en el Gobierno y, como se esperaba de ella, organizó infinidad de bases para el ingreso del Che a la selva boliviana.

El próximo paso, para el cual se había entrenado también arduamente, fue entrar de lleno en la acción militar. Pero, antes, cumplió otro sueño de toda la vida: volver a pisar la tierra de su país. En el norte argentino el encargo del Che fue el de contactar camaradas para futuros planes. En la selva atravesó la fiebre y todas las tremendas dificultades de la marcha en dirección norte. Su trágico final fue en combate, el 31 de agosto de 1967, enfrentando al Ejército boliviano en una emboscada preparada por un campesino del cual esperaban apoyo y guía para continuar adelante con el recorrido trazado por el Che. El grupo fue sorprendido al atravesar el río Grande en su paso más turbulento. Sólo uno logró sobrevivir. Tamara (la única mujer en la guerrilla de Ñancahuazú y sin tener siquiera 30 años) recibió una herida de bala mortal en el pecho. Seis semanas más tarde también caería el Che.

Tamara Bunke ha sido señalada por el New York Times como una triple agente-top, que trabajaba no sólo para Cuba sino también para la KGB rusa y la Stasi de la Alemania comunista. Como la amante del Che y una femme-fatale inescrupulosa y despiadada. Según su madre “la imagen calumniosa escrita por la prensa reaccionaria”.

Para otros, fue una joven romántica que respondió apasionadamente a los ideales de su tiempo y de su historia. Un ángel o un demonio. En cualquier caso, Tamara Bunke es un costado femenino de una revolución que luchó por las utopías de su época .

             SALUDOS REVOLUCIONARIOS !!!!!!!

                        (Gran Papiyo)



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Da: Gran Papiyo Inviato: 03/09/2002 23:55
En los recuerdos de su madre



Nadja Bunke tiene 90 años y una lucidez extraordinaria. Se mueve por Berlín con la misma vitalidad de aquella jovencita que desde la Rusia zarista llegó con su padre a Alemania. En el tradicional Café Einstein de Berlín, curiosamente al frente de la monumental embajada rusa, Nadja dialogó con LA VOZ DEL INTERIOR, en su primera entrevista con un medio argentino.

— ¿De niña, Tamara ya mostraba en su personalidad rasgos de lo que sería después?

— No. Hacía y le gustaba todo. Amaba la vida, era alegre. Nunca nos trajo problemas en su educación, aprendía muy bien, adoraba la música y el deporte. Creció con la idea de sus padres de construir el socialismo y, cuando llegó a Alemania, con casi 15 años, vivió a nuestro lado esa ilusión de trabajar por una sociedad mejor, más justa, sin hambre.

—¿Viajar a Alemania definió su vida?

— Definitivamente, porque al compartir la construcción de la República, alimentó cada vez más la idea de regresar a la Argentina para luchar allí por los mismos ideales. Fue siempre muy patriota, sentía el orgullo de ser argentina. Tamara era la latinoamericana, nosotros no; y para ella toda América latina era su patria. Apenas supo que al lado de Fidel estaba luchando un argentino con ideas políticas tan definidas, y que en Latinoamérica se divulgaba la liberación con las armas, quiso participar.

— ¿Sigue en contacto con el novio cubano de Tamara?

Para nosotros es como nuestro hijo. Se habían comprometido y querían casarse. Luego él se casó, tuvo hijos, se divorció y desempeña hoy en Cuba funciones muy importantes. Con motivo del 20째 aniversario de la muerte de Tamara recién pudo revelarse su identidad: Ulises Estrada Lescaille. El era su jefe de instrucciones y su compañero de vida e ideales. Hoy tiene 65 años.

— ¿Estuvo alguna vez con Fidel?

Sí. Varias veces. Y siempre fue muy emocionante porque es un hombre muy sensible y con una memoria prodigiosa. Las veces que estuve en Cuba fui invitada a las concentraciones para oír sus discursos: habla un español lentísimo y, además, es un gran retórico; por lo cual oírlo es una fantástica lección.

—¿Dónde conoció al Che?

Lo conocí en Alemania en 1960. Era una persona interesante. Tenía una sonrisa que puede ganar a cualquiera. Antes, muchas veces hemos cruzado los pasos en la vida. Pasamos tantísimas veces por su casa de Alta Gracia sin saber que él había vivido allí. Desde nuestra casa se veía la Facultad de Medicina donde él estudiaba, al frente estaba el club donde Tamara iba a natación, y al lado el estudio del padre, el arquitecto Guevara, donde él iba a estudiar. De modo que Tamara y el Che se habrán cruzado miles de veces en la calle sin conocerse, lo que recién sucedió en Alemania.

—¿Qué hay de esa versión sobre un romance entre ellos?

— Una total mentira. Algunos que han querido hablar mal de ella encontraron en esa versión la forma de mostrarla como la amante de un mujeriego. Para otros, esa versión era algo muy romántico. Yo pienso que la admiración de Tamara era tan grande que formaba una barrera para acercarse a él.

—¿De dónde viene el nombre de “Tania, la guerrillera”?

— Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis ya estaban cerca de Moscú, una joven rusa de 17 años: Soja Kosmodemjanskaja, le dejó una carta a su madre en la que le decía: ‘Mamá, no te aflijas, me fui junto a los guerrilleros. Te abraza, tu hijita’ y se unió a los que luchaban en su país contra los nazis, bajo el nombre de Tania. Luego la tomaron presa, la torturaron y finalmente la ahorcaron. Cuando Tamara iba al secundario en Stalinstaadt, leyó la biografía de Soja para la lección de ruso, y quedó tan conmovida con su valentía que la historia la marcó para siempre. Cuando la nombraron tras la proposición del Che, ella pidió que la llamaran Tania. Y así entró en la historia como “Tania la guerrillera”. Con la madre de Soja nos encontramos en 1954 durante una visita al campo de concentración de Buchenwald.

—¿Supo de los entrenamientos de Tamara para tomar parte activa en la guerrilla ?

Yo no sabía “nada”. Desde el momento en que se decidió, tras el encargo del Che de entrar a Bolivia, a prepararse en un duro año de entrenamiento, nosotros no supimos más nada de ella. Ni de su viaje a Europa como espía… Todo fue un absoluto secreto.

—¿Cómo se enteró de su muerte?

— Nos invitaron desde La Habana para “hablar” sobre ella, pero sólo después de la caída del Che. Fueron días muy agitados: Fidel habló el 15 de octubre en la TV de Cuba, el 16 apareció en la de Berlín confirmando la muerte del Che. Al día siguiente estaba anunciado en todos los periódicos. Y a la tarde llegaron dos cubanos para invitarnos a ir a La Habana. No nos dijeron nada más. Yo sabía que ella estaba muerta. Cuando me enteré de la caída del Che, estaba casi segura de que a su lado estaría ella. Cuando me anunciaron lo de Tamara sólo me dijeron que ella estaba en un grupo que había sido delatado y que cayeron en una emboscada.

Como madre, nunca hubiese pensado que mi hija, una muchacha simpática y valiente, tendría primero la voluntad y luego la garra para hacer lo que hizo. Para soportar los esfuerzos tremendos de esa vida, con la angustia de tener una identidad falsa y pensando que cada día podría ser descubierta. Yo estoy contenta de que haya caído con sus compañeros; y no que fuera descubierta en La Paz y terminara en una celda, violada y torturada. Eso hubiese sido para mí mucho más terrible. Cumplió su vida y la terminó dignamente.

—¿Cómo se la recordó?

—En el tiempo de la RDA había 242 agrupaciones con su nombre. Escuelas, centros infantiles, grupos de juventud, mujeres, y hasta una compañía del ejército popular. Después de 1989 sacaron su nombre de todas partes. Pero en Cuba hay un gran centro médico y varias escuelas que llevan su nombre.

Sus restos están en el mausoleo del Che, en Santa Clara.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS !!!!!!!!!

                       (Gran Papiyo)






 
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