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General: José Martí, 150 años después
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Da: Principe_Negro  (Messaggio originale) Inviato: 29/01/2003 01:43

José Martí, 150 años después
Vicky Peláez

“Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”. José Martí

Muchas veces cuando el ensueño llega, se pregunta uno qué habría sido de haber formado parte de la vida de un héroe. De haber sido tal vez la compañera, la esposa o amante, por ejemplo de Tupac Amaru o José Martí. En el primer caso que se sepa, Micaela Bastidas, tenía los mismos sueños que el Inca y no le importó salir con él en muchas campañas de guerra, ni poner de lado sus celos ante la adoración que despertaba en multitud de mujeres, ni tampoco marchar a una terrible muerte. Pero personalmente, el que mayor ternura inspira es José Martí. Cómo no haber amado a ese hombre en el que se fundía una fuerza increíble de lucha por la libertad y a la par crear los más tiernos poemas, cuentos para niños y contemplar a los seres más diminutos de la naturaleza.

“¿Por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio?…”, le preguntó a su madre en un verso. Tal vez a José Martí no le tocó la suerte de Tupac Amaru o de Pedro Albizu Campos, de tener una compañera que luche con ellos hasta el final, ni tampoco se podría estar segura hoy, al cumplirse 150 años de su nacimiento, de ser la mujer con el suficiente temple y estar al lado del hombre perseguido por todo un imperio, de marchar con él al exilio y después, estar con él en los peligros de la conjura, formación del ejército de liberación y después, contemplar cuando las balas españolas lo hieren de muerte en esa su primera y última batalla, el 19 de marzo de 1895.

Por esto toda mujer de conciencia, temerosa por los hijos de los pueblos latinoamericanos, le ama. Porque sus ideas formuladas en siglo XIX, siguen vigentes en pleno 2003 cuando bajo pretexto de la globalización quieren absorber a todos los pueblos poniendo fin a su cultura, tradición y libertad.

José Martí percibió que no solamente España era el peligro para la independencia de “nuestra América” como él la llamaba, diferenciándola de la América Europea, sino también advertía el peligro de la expansión norteamericana que nunca ha cejado hasta hoy. “Los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de siete leguas. Cuba debe ser libre de España y de Estados Unidos”, dijo. Esta idea siempre persistió en los cubanos que le siguieron. Se liberaron de España y nunca permitieron que Estados Unidos se afincara en su territorio, pese a la ocupación norteamericana de 1898, a las intervenciones de 1906-09, después en 1912, luego en 1917, ni tampoco continuar su presencia en el país así como sucedía en la Cuba de Batista, cuando era el nido y prostíbulo de la mafia norteamericana. En 1959 se cumplió el sueño de Martí quien dijo un día, “la lucha por la independencia es tarea de todo el pueblo” y “…le pertenece exclusivamente a ella”. También dijo que era “un proceso cuyo éxito dependía no tanto de los medios militares , sino de los socioeconómicos y políticos. Es decir, la lucha libertadora tenía que desarrollarse simultáneamente con la formación de un estado nuevo. Cuánta razón tenía este visionario , porque si el Gobierno Revolucionario de Cuba hubiera seguido con las mismas pautas tradicionales y “democráticas” impuestas por el vecino del Norte, hoy Cuba tendría el destino de todos sus vecinos latinoamericanos o estaría en las mismas condiciones de Puerto Rico que soporta ser un centro de entrenamiento militar.

José Martí fue uno de los primeros hombres en Latino América en percibir la lucha de clases. En su artículo “la Guerra Social en Chicago”, escrito en 1883, dio una explicación de la sociedad norteamericana desde el punto de vista de la división de clases, idea que fue reforzada por Frederic Engels más tarde, indicando que, “ésta huelga de Chicago definió el momento histórico de la lucha de clases, entre obreros y capitalistas”. Martí ya había dicho “ésta República, por el culto desmedido a la riqueza, ha caído, sin ninguna de las trabas de la tradición, en la desigualdad e injusticia de los países monárquicos”.

Antes de muchos dirigentes, Martí ya había dado una enorme importancia a la fuerza de la clase trabajadora en la lucha de los destinos de la libertad de un país. Los obreros para el apóstol José Martí, eran “el arca de la alianza donde se guarda la bandera de la libertad”. Esto es bien evidente cuando Martí llega a Estados Unidos en 1881. En Key West, a donde había llegado procedente de Nueva York formó una base de trabajadores que vieron en Martí un líder nuevo que no solamente sabía de sus problemas y tristezas sino que era capaz de dar un nuevo impulso a sus anhelos de libertad, justicia e igualdad.

Este hombre condenó el racismo como uno de los defectos más grandes de la sociedad. Decía, “todo lo que divide a los seres humanos y los separa por razas, constituye un pecado contra la humanidad”. “El hombre de color tiene el derecho de ser tratado de acuerdo a sus cualidades y no según el color de su piel”. Por esas palabras, que raramente eran expresadas por los líderes de su tiempo, se convirtió en el apóstol, en el mesías que guiaría a los cubanos a una nueva dimensión de la lucha.

No sólo era revolucionario, también era admirablemente erudito en muchos aspectos del arte. Rubén Darío dijo de él que “…transparentaba el cultivo de todas las literaturas antiguas y modernas; y, sobre todo, el espíritu de un alto y maravilloso poeta”. Cuando Darío le escuchó hablar escribió que “nunca he encontrado, ni en Castelar mismo, un conversador tan admirable. Era armonioso y familiar, dotado de una prodigiosa memoria, y ágil y pronto para la cita, para la reminiscencia, para el dato, para la imagen”.

Tenía curiosidad insaciable por todo lo humano y no le era desconocido lo que quedaba del Perú de Tupac Amaru, ni la realidad de los anamitas (Vietnam) ni tampoco la pintura del maestro húngaro Munkacezi y del ruso Verescheguin.

Sí, a riesgo de ser irreverente, hubiera valido la pena todo, besar su frente amplia, velar su sueño e inclusive morir por él… “de cara al sol”.

www.cubasocialista.com/noticias.htm



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