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General: Un mensaje desde un oscuro rincón del planeta
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: tatu_cu  (Mensaje original) Enviado: 20/03/2003 15:41

Discurso pronunciado por el Presidente de la
República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en la XIII Conferencia de Jefes de Estado o
Gobierno del Movimiento de Países No Alineados, Kuala Lumpur, Malasia, 25 de
febrero de 2003.

Excelentísimo y apreciado amigo, Mahathir
bin Mohamad, Primer Ministro de Malasia;


Estimados Jefes y demás miembros de las
delegaciones;


Distinguidos invitados:



Vivimos tiempos difíciles. En meses
recientes hemos escuchado más de una vez palabras y conceptos escalofriantes. En
discurso pronunciado ante los cadetes de West Point el primero de junio del
2002, el presidente de Estados Unidos declaró: "Nuestra seguridad requerirá que
transformemos a la fuerza militar que ustedes dirigirán en una fuerza militar
que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del
mundo."


Ese mismo día proclamó la doctrina de la
guerra preventiva y sorpresiva, algo que jamás hizo nadie en la historia
política del mundo. Meses después, al referirse a la innecesaria y casi segura
acción militar contra Iraq, afirmó: "...si nos obligan a la guerra, vamos a
luchar con el pleno poderío de nuestras fuerzas armadas."


Quien esto declaraba no era el gobierno de
un pequeño y débil Estado; era el jefe de la potencia militar más rica y
poderosa que jamás existió, poseedora de miles de armas nucleares suficientes
para liquidar varias veces la población mundial, y de otros temibles sistemas
militares convencionales o de destrucción masiva.


Eso somos: "Oscuros rincones del planeta."
Así ven algunos a los países del Tercer Mundo. Nunca nadie nos definió mejor, ni
lo hizo con más desprecio.


Las antiguas colonias de potencias que se
repartieron y saquearon el mundo durante siglos, hoy constituimos el conjunto de
países subdesarrollados. Para ninguno existe independencia plena, trato justo e
igualitario, ni seguridad nacional alguna; ninguno es miembro permanente del
Consejo de Seguridad, ninguno tiene derecho a veto, ni decide algo en los
organismos financieros internacionales; ni retiene sus mejores talentos, ni
puede protegerse de la fuga de sus capitales, de la destrucción de la naturaleza
y el medio ambiente, ocasionada por el consumismo despilfarrador, egoísta e
insaciable de los países de economía desarrollada.


Después de la última matanza mundial en la
década del 40, se nos prometió un mundo de paz, reducir la distancia entre ricos
y pobres y que los más desarrollados ayudarían a los menos desarrollados. Todo
resultó una enorme falsedad. Nos impusieron un orden mundial que no se puede
sostener ni se puede soportar. El mundo es conducido hacia un callejón sin
salida. En sólo 150 años se habrán agotado el gas y el petróleo que el planeta
tardó 300 millones de años en acumular.


La humanidad en sólo 100 años creció de
aproximadamente 1.500 millones a más de 6.000 millones de habitantes. Tendrá que
depender por entero de fuentes de energía que aún están por investigar y
desarrollar. La pobreza crece; viejas y nuevas enfermedades amenazan con
aniquilar naciones enteras; la tierra se erosiona y pierde fertilidad; el clima
cambia, el aire, el agua potable y los mares están cada vez más contaminados.


Se le arrebata autoridad, se obstruye y
destruye la Organización de Naciones Unidas; se disminuye la ayuda al
desarrollo; se exige al Tercer Mundo el pago de una deuda de 2,5 millones de
millones de dólares que es absolutamente impagable en las condiciones actuales;
se gastan en cambio un millón de millones de dólares anualmente en armas cada
vez más sofisticadas y letales. ¿Por qué y para qué?


Una cifra similar se emplea en publicidad
comercial, sembrando ansias consumistas, imposibles de satisfacer, en miles de
millones de personas. ¿Por qué y para qué?


Nuestra especie por primera vez corre real
peligro de extinguirse por las locuras de los propios seres humanos, víctimas de
semejante "civilización". Nadie, sin embargo, luchará por nosotros, que
constituimos la inmensa mayoría. Sólo nosotros mismos, con el apoyo de millones
de trabajadores manuales e intelectuales de los propios países desarrollados que
ven caer también sobre sus pueblos la catástrofe, sembrando ideas, creando
conciencia, movilizando a la opinión pública del mundo y del propio pueblo
norteamericano, podremos ser capaces de salvarla.


Nadie necesita que alguien se lo diga.
Ustedes lo saben de sobra. ¡Nuestro más sagrado deber es luchar y
lucharemos!


Muchas gracias (Aplausos prolongados).



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