PINAR DEL RIO, mayo (www.cubanet.org) - Parecía que iba a ser una mañana normal, pero no lo fue. Es increíble cómo alguien puede cambiarnos la vida de golpe en una sola mañana. Tenía mis cosas cada una en su sitio, como las he tenido siempre todas las mañanas de mi vida.
Es bien triste que alguien llegue a tu casa a cambiarte de golpe y sin aviso la rutina. Tocaron a mi puerta. Abrí y eran dos hombres que se identificaron como agentes del Departamento de Seguridad del Estado. Entraron sin previa invitación.
- Tenemos órdenes de intervenir su biblioteca y ocuparle sus equipos de trabajo. Usted es periodista independiente y eso en Cuba está prohibido por las leyes.
Y de esa manera me dejaron sin palabras los interventores. Había pensado que estaba preparado para este momento, pero no fue así. Registraron primero en el estante donde guardo los libros que he leído y los que me faltan por leer. Ahora pienso que ya no podré leerlos, al menos por un tiempo, porque fueron incautados con mis otras cosas. Se llevaron mi equipo de fax, también mi computadora. Enseñé la propiedad de esos equipos, pero fue en vano. Eso me hizo pensar que yo también soy propiedad de algo que se llama estado en esta isla donde vivo. Fue una mañana triste.
Creo que no vale la pena entristecer a los que lean este relato. Pero a veces, los amenazados tenemos como único recurso de salida las palabras. Son como un cable a tierra cuando nos llega algo muy fuerte desde arriba. Las palabras tienen eso de hermoso.
Uno entonces se va a un rincón de la casa, y se da cuenta de que está llorando porque le fueron arrebatadas las cosas y los libros que amó siempre. Y porque se da cuenta también que le quieren arrebatar las palabras.
Esa mañana me lo quitaron todo porque me quisieron prohibir las palabras. Ellos tienen el poder, pero mis palabras me pertenecen, y estoy seguro que seré un muerto si permito que un día me prohíban las palabras. cnet/06
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