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General: conciliar libertad y justicia
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Réponse  Message 1 de 1 de ce thème 
De: Valerio1939fv  (message original) Envoyé: 19/01/2004 00:02
Posted on Sun, Jan. 18, 2004 story:PUB_DESC
Conciliar libertad y justicia
ALEJANDRO GOMEZ

Finalmente, la Cumbre de Monterrey terminó en paz y no hubo el choque de trenes que todos esperaban. Las declaraciones de Roger Noriega, criticando la actitud argentina hacia Cuba, porque su canciller no recibió a los disidentes durante su visita a La Habana, habían calentado el ambiente y desencadenado una comedia de enredos.

En Buenos Aires y Brasilia, altos funcionarios dijeron que Noriega debía aclarar si hablaba como un disidente cubano o como funcionario de la administración Bush. Nadie se tomó el trabajo de averiguar que Noriega es de ascendencia mexicana, así que mal podría hablar como un disidente cubano.

En México, Bush y Kirchner tuvieron una reunión cordial, matizada con chistes y anécdotas, donde no se tocó el tema de Cuba. El presidente estadounidense sólo dejó saber su preocupación por Chávez. El argentino dijo después que él y Lula están cerca de Chávez y que se iba a realizar el referendo, por lo que había que dejar que los venezolanos resolvieran el problema.

Bush, que no habló del ALCA, concluyó fijando dos objetivos: profundización de la democracia y lucha contra la corrupción.

También pidió soluciones para el tema cubano, estancado hace 45 años sin que el continente se ocupe de quienes padecen el castrismo.

Más allá de formalidades y anécdotas, la brecha cultural entre las dos Américas sigue tan ancha como siempre. Con un gran resentimiento del sur hacia el norte y bastante indiferencia del norte hacia el sur.

La América hija de España y Portugal debe dejar de esperar que el desarrollo venga de su vecino norteño, que se siente más a gusto y entre iguales en el Grupo de los Ocho. Como botón de muestra valga decir que mientras Alvaro Uribe centra en Washington toda su estrategia contra la guerra, el precandidato a la presidencia Howard Dean dijo el jueves pasado que no sabía qué era el Plan Colombia.

Por otra parte, si bien es cierto que Estados Unidos olvida muy frecuentemente a sus vecinos del sur, lo es también que éstos no han movido un dedo para forzar cambios en Cuba primero y ahora en Venezuela. Después de los sacudones que financió La Habana en todo el continente en los años 60 y 70, y que provocaron en buena medida dictaduras militares en toda la región, todos los países volvieron a la democracia y a la libertad económica. Hoy, Castro y Chávez son las réplicas de un terremoto que pasó y no las de uno que viene. Lentamente, la historia los irá dejando a un lado como dinosaurios obsoletos. Lo que no implica que nos desinteresemos de los padecimientos que infligen a sus pueblos.

Si América Latina quiere marchar hacia un capitalismo eficiente, los obstáculos no son externos. Están en una clase empresaria con mentalidad rentística del capital, con una concepción autoritaria del poder, acostumbrada a la prebendas del estado y la evasión impositiva. Esos países no tienen hasta hoy el valor agregado de la industria que genera puestos de trabajo y nivel de vida. Chile, el país menos corrupto y mejor administrado de la región, exporta en su mayoría materias primas.

Si alguien quiere tomar en serio cosas tan peregrinas como la súbita preocupación de Chávez por la salida al mar de Bolivia, allá él. Obviamente, Bolivia necesita y merece una salida al mar. Pero es uno de los tantos problemas a resolver de manera racional.

La preocupación por Cuba y Venezuela es un problema moral y ético, que debe resolverse para sacar a esos pueblos del tormento cotidiano.

Pero en lo económico, la prioridad es la integración regional para conseguir el desarrollo a través de un capitalismo eficiente, controlar la corrupción y comenzar un proceso de acumulación de riqueza para financiar el desarrollo industrial. Pocas veces en la historia hubo tanta democracia en América Latina. Y pocas veces tanta pobreza y tanta desigualdad.

El continente está ante el desafío que planteó un gran escritor y periodista, Albert Camus, en los años 50: conciliar la libertad con la justicia. Porque la una sin la otra terminan desapareciendo.

agomez@herald.com



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