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From: "francisco luna leal"
Compas: Saludos a todos y todas. Ahi les van unas reflexiones sobre los recientes sucesos de corrupcion politica en México...
El contenido político de la corrupción en el PRD.
âComo si la jerarquía no constituyese el abuso capital y como si los pecados personales de los funcionarios pudieran compararse a los necesarios pecados jerárquicosâ. Carlos Marx.
El golpe que le dieron a Rene Bejarano fue, como dicen en el barrio, duro y a la cabeza del PRD. Bejarano era, y en parte todavía es, además de los cargos formales, ni más ni menos que el jefe real del PRD en el Distrito Federal, con un fuerte peso a nivel nacional. El grupo cerrado que encabeza, la Corriente de Izquierda Democrática (CID), le ha impuesto sus dictados al PRD en el Distrito Federal. Ellos controlan la gran mayoría de los puestos de la burocracia del partido: del comité ejecutivo estatal, de los comités ejecutivos delegacionales y hasta de los comités de âbaseâ, que también fueron burocratizados. Las candidaturas del PRD a los puestos llamados de âelección popularâ, esto es, a diputados locales y federales, a jefes delegacionales, a la misma jefatura de gobierno del Distrito Federal las ha decidido en buena medida la CID y, a través de ella, Rene Bejarano.
Como en el pasado proceso electoral del año 2003, el PRD arrasó en el Distrito Federal, la gran mayoría de los puestos de “elección popular” son ocupados actualmente por elementos que, o bien son de la CID o ésta los “palomeó” para que pasaran.
En estas condiciones, la candidatura de AMLO para jefe de gobierno del Distrito Federal, fue decidida por el propio Rene Bejarano. Con olfato propio de un controlador de organizaciones populares, percibió que AMLO estaba en condiciones de ganar la gobernatura del Distrito Federal, hizo campaña para postularlo. La jugada le salió, y él y su corriente pasaron a tener un mayor peso en la política del Distrito Federal y, en consecuencia, nacional. Ahora ya estaba organizando una jugada similar para âla grandeâ; empezaba a constituir los comités de apoyo a López Obrador para pegarse a éste en la próxima elección presidencial.
La âdemocraciaâ que está en el nombre del la CI âDâ y del mismo PR âDâ ha estado ausente en estas organizaciones desde su nacimiento, desde que Cuauhtémoc Cárdenas le apostó, para la formación del PRD, a la unidad de las corrientes de la izquierda cuyo común denominador era y es su reformismo, su sumisión al Estado de los plutócratas: los ex comunistas, los del Movimiento de Acción Popular (donde estaba José Goldemberg, que después renunció al PRD y pasó a presidir el Instituto Federal Electoral), los Jesús Ortega (quien, ya como senador de la república y aliándose con Diego Fernández y Manuel Bartlet, aprobaría la reforma contra los derechos de los indígenas mexicanos, derechos por los que los zapatistas y el pueblo hemos luchado), etc, etc. Desde su constitución, estas corrientes iniciaron el proceso del control burocrático del partido.
Una vez constituido su partido, Cuauhtémoc Cárdenas llevó la lucha contra el fraude y el neoliberalismo en el estrecho marco de los procesos electorales, convocando al pueblo a votar por el PRD para que, según él, âa fuerza de votosâ, se hicieran los cambios que el país necesita. Pidió al pueblo que llevara a los perredistas al gobierno, para que, los gobiernos perredistas realizaran los cambios necesarios a favor del pueblo.
Hay que reconocer que, en su inicio, sobre todo en sus bases, se incorporó también al PRD gente honesta y decidida a luchar consecuentemente contra el fraude que cometió en 1988 Salinas de Gortari para sentarse en la presidencial. Sin embargo, estos militantes fueron, o bien reprimidos por el Estado, hubo más de 500 perredistas muertos, o marginados, expulsados, u obligados a renunciar al PRD.
Las âcorrientesâ se organizaron al interior del PRD, y éste se convirtió prácticamente en un frente de tendencias que se disputan palmo a palmo las llamadas âcuotas de poderâ. Las corrientes de la âizquierdaâ reformista, a la sombra de Cuauhtémoc Cárdenas, empezaron a ocupar algunos puestos de la burocracia del Estado mexicano, con lo cual encontraron el medio para salir de la marginalidad política. Y fue entonces cuando demostraron de que están hechos: la lucha por los puestos burocráticos la convirtieron, en los hechos, de medio en fin en sí mismo. Se operó en ellos una metamorfosis política: de corrientes reformistas de los trabajadores pasaron a ser funcionarios del Estado de los opresores.
Un ejemplo manifiesto de esta conversión lo encontramos en Rosario Robles. De gris académica universitaria y de burócrata de media talla en el sindicato de trabajadores universitarios, realizó una carrera fulgurante que la llevó a las cumbres del Estado de la oligarquía, para hacerla descender después al lodazal de su corrupción. De ayudante de AMLO en las brigadas del sol, que llevaron a Cuauhtémoc Cárdenas al puesto de jefe de gobierno del Distrito Federal, Rosario fue premiada con un puesto en dicho gobierno. La renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas, para lanzarse por tercera ocasión a la lucha por la presidencial, marcó otro momento en el ascenso de la Robles, quien pasó a ocupar el puesto de jefa de gobierno.
Durante su gobierno, reprimió con saña a los jóvenes estudiantes del CGH, cuando éstos luchaban en las calles por la defensa de la educación gratuita en la UNAM. Esto fue una muestra indiscutible de que la señora se había convertido en representante de la oligarquía burguesa. Cabe recordar aquí un suceso histórico que tiene el mismo fondo político: los socialdemócratas alemanes igual hablaban de estar de lado de los trabajadores, pero una vez que llegaron al gobierno mandaron a asesinar a Rosa Luxemburgo, verdadera luchadora revolucionaria. Pero para que no se piense que la represión a los estudiantes fue un hecho aislado, conviene traer aquí a colación otro âdetalleâ. Cuando estuvo preso el compañero Héctor Castrejón, compañeras de la CUT decidieron acudir a un acto que la Robles organizó en el teatro de la ciudad, para solicitarle la libertad del compañero; la señora se puso histérica porque, según su megalomanía, le fueron a echar a perder âsu actoâ y se puso a gritarles, fuera de sí, a las compañeras.
Sin embargo, las actividades represivas de la señora fueron ignoradas por el perredismo; al contrario, terminado su periodo de gobierno fue premiada y, por acuerdo entre âlas corrientesâ, fue ungida como la máxima sacerdotisa del perredismo, llevada nada menos que a la misma presidencia del PRD. La hosquedad que la señora manifiesta contra las organizaciones sociales, tiene como complemento su benevolencia con los empresarios, particularmente con el egregio Carlos Ahumada. Al empresario le abrió de par en par las puertas del PRD y comenzaron las relaciones político empresariales. Los negocios, comenzaron a florecer conjuntando los recursos del capital y las relaciones con el poder. De este modo se cumplía con las promesas de las campañas electorales, en las cuales se pidió el voto para llegar al gobierno y solucionar las carencias del pueblo. Ahora la señora viste con ropa de alta costura, su cabello es cuidado en exclusivas estéticas y viaja en jet privado. Después de la exhibición de los videos, que sumió al PRD en la peor crisis de su historia -como lo reconoció el actual presidente del PRD, Leonel Godoy-, la señora tuvo que renunciar, llorando presentó las cosas como si sólo fuese âun errorâ en la selección de sus amistades, un mero problema sentimental. ¿Pero cual es su fondo político? Para ella no existe ningún problema político, sólo es un problema de equivocación en la elección de sus afectos.
Pero Chayo no es más que un eslabón en la cadena, es parte de un sistema de complicidades. Su caso, como analizamos más arriba, es sólo un ejemplo de la metamorfosis del PRD, de su conversión en elemento orgánico del Estado de la oligarquía gobernante.
Veamos como están percibiendo sectores del pueblo la corrupción del PRD. Llegó a visitarme Antonio, visiblemente emocionado, un afilador ambulante de tijeras y cuchillos. Sin decir agua va, me la soltó: âHermano, ¡todos son unos pillos! Para evitar que lo contradijera, rápidamente me reiteró: â¡Son unos pillos!, hermanoâ. No lo contradije, como lo iba a contradecir si estaba diciendo la purita verdad. Le conteste: âtienes razón, es la verdadâ. Ãl, que se parte el alma recorriendo la ciudad con su bicicleta, sudando la gota gorda en busca de unos cuantos pesos, continuó diciendo que vio como Rene Bejarano guardaba el dinero en su portafolios y que, como no le cupo, lo metió en las bolsas de su ropa. El impacto fue brutal: él, que votó por el PRD, vio como fue traicionado su voto y su confianza. Ya encarrerado, siguió diciendo con vehemencia: â¿en quién vamos a confiar?, ¿por quién vamos a votar?... aquí va a haber una revoluciónâ. Finalmente me preguntaba, y se preguntaba a sí mismo: ¿qué vamos a hacer hermano? La respuesta que le dimos fue: no confíes en los partidos de la oligarquía burguesa, confía en el pueblo y en ti mismo; la solución no es el PRI, el PRD o el PAN, la solución es el poder popular.
No sólo el compañero Antonio, sino amplios sectores del pueblo están haciéndose las mismas preguntas y sacando similares conclusiones. También se sienten burlados y traicionados en su voto. Don Simón, un señor ya entrado en años, que vende comida en un puesto provisional, me dijo: âNada más se están burlando del pueblo, ¿a ver, a quién han metido a la cárcel? En cambio a cualquier persona, por la menor cosa, ya lo están metiendo a la cárcel?â. Esto es lo que comentan gentes del pueblo.
Hegel, a su manera, también reflexionó sobre estos temas. En su Filosofía del Derecho se preguntaba que hacer contra los abusos de poder que pueden cometer las autoridades y los funcionarios. Según él, la garantía contra estos abusos esta en el control que ejerzan las jerarquías del Estado y el gobierno sobre autoridades y funcionarios. (Los del PRD, sin ser hegelianos, están promoviendo reglamentar el comportamiento de sus miembros para evitar actos de corrupción, la misma propuesta de Hegel, el control sobre el comportamiento de sus funcionarios y autoridades). Además Hegel planteaba que también el funcionario mismo debe ser garantía contra estos abusos en la medida que las pasiones, la juridicidad y la templanza de la conducta se conviertan en su costumbre. Esto es lo que argumenta López Obrador en su defensa: que él nunca ha ambicionado riquezas, que vive en justa medianía y que es honesto a toda prueba. A la mejor sí, le daríamos el beneficio de la duda. Sin embargo, ésta no es la cuestión esencial. Carlos Marx, con un razonamiento realista, ante este argumento de Hegel, hizo la pregunta incomoda: ¿Y no serán el espíritu real y la labor real de los funcionarios los que triunfen sobre sus otras aptitudes? Y, efectivamente en el PRD ha triunfado el espíritu real (su vocación capitalista) y la labor real de los funcionarios (representantes a sueldo del Estado de la oligarquía burguesa), sobre el accidente de la honradez personal de algunos de sus miembros. Tenía razón el barbón incomodo, el innombrable para algunos.
(Más aun, Marx cuestionó al Estado y al gobierno del capital explicando que el abuso principal, lo constituye la jerarquía en sí misma, y que los pecados personales de los funcionarios no pueden compararse con sus necesarios pecados jerárquicos). El problema principal es la existencia de una burocracia que gobierna al pueblo en lugar de que el pueblo se gobierne a si mismo, de una jerarquía de funcionarios situada al margen, encima y sobre el pueblo, que monopoliza el gobierno sin dejar que el pueblo se gobierne a sí mismo. Por eso, Antonio el afilador tiene razón cuando dice: todos son unos pillos; pero no sólo por el dinero que se embolsan; si no, sobre todo, porque usurpan el poder del pueblo, son parte de una estructura política constituida para suplantar y dominar al pueblo.
En el Estado de la oligarquía que padecemos los mexicanos, los políticos de los partidos que se le subordinan, de dicho se ocupan de las necesidades generales del pueblo, pero en realidad sus verdaderos intereses son los de los monopolios empresariales. Esa estructura de poder históricamente se constituyó inmediatamente después de la derrota de las fuerzas de Villa y Zapata, con la Constitución de 1917. Parte de la constitución de ese Estado, así como del desarrollo económico de la burguesía, ha sido la corrupción. Ya Ãlvaro Obregón la utilizó para corromper al sector moderado de la Casa del Obrero Mundial y logró que éstos âlideresâ formaran los batallones rojos que le ayudaron a derrotar las fuerzas de Villa y Zapata; baste recordar, al respecto, su cínica frase: ânadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesosâ. Lázaro Cárdenas del Río, con todo y sus reformas progresistas, que no revolucionarias, fue un momento más en el perfeccionamiento de esa estructura; un apretón más de tuercas que el capital ejerció contra el pueblo; hay que decirlo para no engañar al pueblo, como tantas veces lo ha hecho la izquierda oportunista, incluido Adolfo Gilly con su cantaleta del "nacionalismo revolucionario". Ahora, los cambios políticos deben llegar hasta el poder del pueblo, acabando con la estructura de dominio que el capital ha impuesto a los trabajadores y al pueblo; que sea el pueblo quien gobierne para se acabe con la corrupción y se satisfagan realmente sus necesidades.
La ârevolución democráticaâ, que propuso Cuauhtémoc Cárdenas, se redujo a un cambio de fachada del edificio, a simple cambio cosmético, a la llamada alternancia en el gobierno -quítate tu para que me ponga yo-; esto es, a romper con el monopolio que el PRI tenía sobre los puestos de la burocracia del Estado. El dominio de la oligarquía burguesa ya no se ejerció más a través de un sólo partido, si no de varios. A estas alturas resulta evidente que no ha habido transición democrática, que siguen imperando las tranzas, la injusticia, el enriquecimiento de empresarios y políticos, y que el pueblo sigue estando igual o más jodido que antes. Para terminar una profunda verdad que gritan a modo de consigna, nuestros queridos compañeros de Honduras, entre ellos Erasto: ¡sólo el pueblo, salva al pueblo!