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LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
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General: Se Busca Perredista Perdida
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ATTACmx  (Mensaje original) Enviado: 20/03/2004 01:02

http://groups.msn.com/ATTACPRAXISMEXICO/©

FORO, DEBATES, ANALÍSIS, registro ENVÍOS CIRCULAR INFORMATIVA*.

 
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Este es un arículo durísimo, pero vale la pena reflexionarlo y asimilar la experiencia. Creo que sólo una mujer habría podido escribirlo y no por la jalada de "mujer a mujer", sino por los muy particulares setimientos de género, a veces incomprensibles para nosotros.

De Bejarano o de Imaz, jamás se podría escribir lo mismo, para bien y para mal,

amén.

Denise Dresser
Se Busca Perredista Perdida

Se busca perredista perdida. Pelo café, ojos castaños, lentes
grandes, sonrisa abierta, entusiasmo contagioso, don de mando, visión de partido, compromiso con el país. Se busca mujer política de principios. Sin maquillaje, sin pretensiones, sin aviones privados, sin casas caras, sin relaciones turbias, sin helicópteros, sin viajes a Cuba. Se busca a la Rosario Robles que México conoció y admiró. Fue vista por última vez hace unos años al frente del gobierno del Distrito Federal. Si tiene información sobre su paradero, comuníquese de inmediato con los ciudadanos que la recuerdan como alguna vez fue.

En su lugar, desde hace tiempo, está una mujer desconocida. Una
persona a la que parece importarle más en qué viaja que hacia dónde va. Una figura a la que parece preocuparle más cómo se ve que cómo la ven. Una militante a la que parece importarle más la relación con su amante que la relación con su partido. Una líder a la que parece preocuparle más lo que ocurre en su vida privada que su impacto en la vida pública. Una mujer obsesionada, alebrestada, enloquecida, transformada. Una mujer, en pocas palabras, enamorada. Ya lo diría uno de los personajes de Angeles Mastretta en Mujeres de Ojos Grandes, Rosario Robles se enamoró como se enamoran todas las mujeres inteligentes, o sea, como una idiota.

Este hecho -compartido por muchos, vivido por muchas- no formaría
parte de la vida pública si Rosario Robles estuviera al margen de ella. No sería objeto de cuestionamientos públicos si Rosario sólo fuera una persona privada. Pero hace años que no lo es. Hace años que es una de las políticas más populares y poderosas del país y se le juzga como tal.

Hace años que toma la decisión de participar en la política y sujetarse a
sus reglas. Y una de ellas es no cometer estupideces.

A nadie le importaría la vida sentimental de Rosario Robles si su
pareja fuera un biólogo molecular o un vendedor de coches. A nadie le
preocuparía que Rosario Robles le rentara la casa a su novio, si él no tuviera contratos multimillonarios con la ciudad que el PRD gobierna. A nadie le quitaría el sueño que Rosario Robles viajara en un avión privado a Cuba para recuperarse emocionalmente, si ese avión no perteneciera a un prófugo. A nadie le interesaría la relación que mantenía con Carlos
Ahumada, si él no hubiese declarado su intención de sabotear a Andrés
Manuel López Obrador. Rosario Robles no paga el precio de la pasión
desatada; paga el precio de la corrupción facilitada. No paga el
precio de una relación sentimental; paga el precio de la ignorancia criminal.

No paga el precio del corazón ardiente; paga el precio de los ojos cerrados. No paga el precio del enriquecimiento personal; paga el precio por aprovechar el de su pareja. Tiene las manos limpias pero el juicio desactivado.

Rosario Robles no alcanza a comprenderlo. Lo más desconcertante de
los últimos días no han sido sus lágrimas sino su autismo. Lo más triste de los últimos tiempos no ha sido su martirio frente al mundo sino su
incapacidad para entenderlo. Se defiende pero no entiende. Como no
sabe cuál es la pregunta no ofrece una buena respuesta. Lanza un ¿"De qué se trata"? y no sabe de qué se trata. Se envuelve en sí misma y resulta ser un paquete muy pequeño. Porque hay algo fundamental que la perredista pierde de vista: la gran perdedora no es Rosario Robles aunque ella insista en verlo de esa manera. El verdadero precio no lo pagará su carrera política aunque ella cree que así será. El triángulo
Robles-Ahumada-PRD provoca pérdidas más grandes, más profundas, más dañinas que rebasan a las personas y a los partidos que encabezan.

En este asunto pierde el país. En este asunto pierde la población. En
este asunto pierde el interés público; un concepto que Rosario Robles desconoce lo rehúye. ¿Dónde estaba el interés público cuando Rosario Robles permitió que Carlos Ahumada financiara ilegalmente su campaña a la presidencia del PRD? ¿Dónde estaba el interés público cuando aceptó dinero turbio en aras de promover una elección limpia? ¿Dónde estaba el interés público cuando empezó a tender puentes entre perredistas a la venta y el constructor dispuesto a comprarlos? ¿Dónde quedó el interés público cuando ignoró el clamor creciente en torno a Carlos Ahumada, y las cosas cada vez más cuestionables que se decían sobre él? ¿Dónde quedó el interés público cuando su amante recibió 29 millones de pesos por obras que fueron contratadas pero nunca completadas? ¿Dónde quedó el interés público cuando Rosario Robles decidió cerrar los ojos y abrir los brazos?

A los habitantes del Distrito Federal no les convienen los contratos
otorgados por amistad en vez de calidad. A los contribuyentes no les
convienen los proyectos definidos por relaciones personales en vez de
procesos institucionales. A los militantes del PRD no les convienen
los líderes que duermen con el enemigo. A los mexicanos no les convienen dirigentes políticos que desconocen el concepto mismo de "interés público" y ni siquiera se refieren a él. Rosario Robles pierde la carrera política, pero los ciudadanos pierden algo más importante: la confianza en quienes pensaban mejores que los anteriores. El PRD prometía otra cosa. El PRD ofrecía otra manera. El PRD decía que iba a representar a los pobres en lugar de enamorarse de los ricos.

Rosario Robles responderá -como lo ha hecho- que todo es una
calumnia, que todo es un cohecho, que todo es una embestida de sus enemigos. Los tiene y se han lanzado en su contra. Los tiene mas eso no la exculpa. Rosario Robles es víctima de porciones de su partido, pero también de sí misma.

Muchos aprovechan la oportunidad para acuchillarla, pero ella les
provee armas
con qué hacerlo. Muchos se frotan las manos frente a su mala fortuna, pero ella contribuyó a que fuera así. Tiene razón cuando
declara "no me han hundido ni me hundirán". Se ha hundido sola. Rosario Robles lleva meses viviendo en la casa que Ahumada le renta; lleva meses volando en el avión que él le presta; lleva meses presentándolo a todos los miembros del PRD. Rosario Robles lleva años arrastrando acusaciones; lleva años pagando deudas; lleva años explicando irregularidades; lleva años intentando evadirlas.

Para Rosario Robles, el fin siempre justifica los medios y sus
declaraciones -una y otra vez- lamentablemente lo demuestran. Se vale
ser corrupto para combatir a los más corruptos. Se vale aceptar
computadoras y conteos rápidos de su amante para ganar la elección a su contrincante. Se vale endeudar al PRD con tal de conseguirle más poder. Se vale asociarse con alguien que enlode al perredismo con tal de que debilite a Andrés Manuel. Se vale viajar en el avión privado de alguien que acaba de darle un sablazo a su partido, si eso la hará sentirse mejor. Sólo esa visión explica la siguiente declaración: "Pedí el avión que me ha prestado en varias ocasiones Carlos Ahumada, me dijeron que él no estaba, que iba a hacer un viaje a Cuba y que si queríamos aprovechar y lo hicimos, dos amigas y yo que me acompañaron (a Cuba) porque yo estaba la verdad muy mal. Tenía que recuperarme".

Aunque duela admitirlo, Rosario Robles merece que la expulsen de su
partido. Aunque entristezca reconocerlo, Rosario Robles merece la
sanción.

Por amor y la ceguera que produce, le ha hecho daño a su partido. Por
ambición y las equivocaciones que engendra, le ha hecho daño a la
izquierda. Por interés personal y los incentivos que crea, le ha
hecho daño al interés público. Es un final triste, pero no injusto. Es un desenlace dramático, pero no imprevisible. Es un epílogo personal,
pero debería ser vara de medición perredista para René Bejarano y quienes se le parezcan.

Es también una paletada de tierra que sale de un hoyo viejo. Rosario
Robles empieza a cavarlo desde hace tiempo cuando se transforma en
otra cosa, cuando se vuelve otra persona. Cae en él cuando deja de ser ella misma, cuando le importa más su imagen que el pueblo en cuyo nombre dice hablar. Se hunde cuando abandona el lugar que tenía en el corazón de muchos mexicanos para resguardarse en el corazón de Carlos Ahumada. O peor aún: quizás la Rosario Robles de hoy es la misma de ayer y el escándalo lo ha hecho evidente. Quizás muchos mexicanos -incluyendo la autora- se empeñen en encontrar a la mujer que conocieron y admiraron, pero no tenga sentido hacerlo. Quizás nunca existió.



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