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General: Participación anarquista en la historia de Cuba
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De: OmarComas1  (Mensagem original) Enviado: 14/06/2004 20:21
             
El asesinato de Cánovas

      

      

Ocurrió el domingo 8 de agosto de 1897 en el balneario de Santa Agueda,       en las proximidades de San Sebastián, España, y su repercusión tuvo, en el       curso de la guerra independentista cubana (1895-1898), extraordinaria       significación. Don Antonio Cánovas del Castillo era el presidente del       Consejo de Gobierno español. En los libros de historia cubana, en general,       sólo se menciona, de él, que dijo que su partido, el Liberal Conservador,       sacrificaría el último hombre y la última peseta en su empeño por retener       a Cuba bajo el dominio español (publicado en El Liberal de Madrid y leído       en las Cortes por el senador Antonio María Fabié, el 28 de febrero de       1895, en apoyo a Mateo Sagasta, que presidía el Consejo de Gobierno). Y       nada más. Y que a su muerte le sucedió Sagasta, jefe del Partido Liberal.       Y nada más. Y por esas declaraciones de Cánovas lo odian, como lo odiaban       los independentistas en aquella guerra de hace más de un siglo.

      

En este trabajo, con las limitaciones de espacio propias de cualquier       periódico, vamos a extendernos sobre el personaje en cuestión en tres       partes: datos biográficos; el asesinato; su significado en el proceso       independentista iniciado en 1895.

      

Cánovas del Castillo nació en Málaga (Andalucía, España) en 1828. Desde       temprana edad se destacó en Madrid como historiador, literato y político.       Fue electo diputado a Cortes en todas las legislaturas desde 1954 a 1892;       fue, además, fundador del Partido Conservador; padre de la restauración       borbónica en el hijo de la Reina Isabel II, exiliada en París desde 1868,       Alfonso XII, en 1874, con la exigencia "como base indispensable de la       restauración, el reconocimiento del sistema parlamentario y el gobierno       civil de la monarquía; y de la constitución de 1876 (cuyas leyes se       extendieron a Cuba, tales como la libertad de prensa, de asociación,       representación parlamentaria, etc. que constituían un progreso notable con       respecto al régimen de las "facultades omnímodas de los capitanes       generales --desde la época de Miguel Tacón''); instaurador, junto con       Sagasta, Pacto del Prado, del turno de los dos partidos, conservador y       liberal, en el gobierno, a la inglesa; y seis veces presidente del Consejo       de Gobierno.

      

Como historiador escribió Historia de la decadencia de España desde       Felipe II hasta la muerte de Carlos II (1854), y el Bosquejo histórico de       la Casa de Austria (1869); fue también individuo de la Academia de       Historia, de la Lengua y Ciencias Políticas. Desde el 23 de mayo de 1895       hasta su muerte presidió la jefatura del gobierno español. Como en su       tiempo, se le sigue considerando hoy día el estadista más destacado e       influyente de todo el siglo decimonónico español.

      

Su asesino, el italiano Michele Angiolillo, de 27 años, era muy       conocido en los círculos anarquistas de su país. Salió de Italia con       intención de asesinar a la reina-regente, María Cristina de Habsburgo, y a       su hijo, el futuro Alfonso XIII, para vengar la ejecución reciente en       Barcelona de varios anarquistas. Pasó primero por París donde se       entrevistó con el Delegado de la Junta Cubana, Dr. Ramón Betances,       puertorriqueño independentista unido a los cubanos. Al comunicarle al Dr.       Betances sus intenciones, aprovechó la ocasión para pedirle dinero. Y éste       entonces lo convenció de que con la muerte de doña Cristina y su hijo nada       se ganaría; que Cánovas era el enemigo del pueblo cubano y de su libertad,       y era el mayor obstáculo para lograrla. Y con esa intención y plan salió       Angiolillo para España.

      

Después de rematar a Cánovas con tres tiros de revólver, aprovechando       que en el balneario no tenía escolta, cosa incomprensible, y que estaba       sentado en un banquillo de un corredor del hotel leyendo un periódico, fue       apresado. Confesó en los interrogatorios ''haber recibido en París 500       francos en un sobre sin remitente''. El mismo Betances ''confesó antes de       morir que él y el director de L'intransigeant le habían enviado el       dinero''. Angiolillo fue ajusticiado con la pena de garrote vil en la       cárcel de Vergara, Guipúzcua, el 20 de agosto de 1897 (para más detalles,       léase mi libro La odisea del almirante Cervera y su escuadra. Batalla       naval de Santiago de Cuba. 1898. Capítulo IV.)

      

Con la muerte de Cánovas la política nacional y colonial dio un giro de       noventa grados: el general Weyler, gobernador general de Cuba, que buscaba       una victoria militar sobre los mambises, fue desplazado por el general       Ramón Blanco, con instrucciones de buscar, a toda costa, una solución       política con los independentistas que trajera la paz a la isla. El       gobierno de Sagasta, bajo una fuerte presión de Washington, ofreció a los       cubanos un régimen autonómico el 1 de enero de 1898.

      

Tanto los intentos de Blanco y la autonomía ofrecida fueron rechazados       no sólo por el general Máximo Gómez, jefe del ejército libertador, y por       Tomás Estrada Palma, que presidía la Junta Cubana en Nueva York,       representante y vocera de los mambises en el exterior, sino también por       grupos de oficiales del ejército colonial apostados en La Habana opuestos       a esas concesiones.

      

Las tropas intervencionistas de Estados Unidos desembarcaron en Oriente       en junio de 1898, y la cosa volvió a dar otro giro de noventa     grados.



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De: mfelix28 Enviado: 16/06/2004 19:39
Más sobre el tema.
No hay que olvidar que dada la ideología anarquista la existencia de un estado libre o colonial les era indferente, tan contrario es a sus ideas un estado libre como un estado dependiente de otro, lo que sobre es la organización del estado en sí.
En el caso de la Cuba colonial se consideró, al final, que estaría más cerca de su meta un estado libre que una colonia.
Más sobre el tema:
 

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LOS LIBERTARIOS EN CUBA

Revista Cuba Nuestra
http://hem.passagen.se/cubanuestra/
Este texto se compone de varios fragmentos diferentes ordenados cronológicamente.


 

Liderazgo Obrero en Cuba Durante la Segunda Mitad del Siglo XIX:
del Liberalismo Integrista al "Anarco-Separatismo"


Capítulo II (Fragmento de un libro en preparación)
Por: Carlos M. Estefanía


"LA HISTORIA, ESA MAESTRA SEVERA Y ELOCUENTE, NOS DEMUESTRA QUE LAS IDEAS EMANCIPADORAS NO SE AHOGAN CON SANGRE, Y QUE EL ARBOL SAGRADO DE LA LIBERTAD, CUANTO MAS LO PODA LA TIRANIA, MAS LOZANO Y LLENO DE VIDA SE LEVANTA"

Enrique Roig San Martín, lider anarquista cubano del siglo XIX

Saturnino Martínez, el ilustrador de los obreros.

El primer líder proletario en Cuba no fue socialista, ni tampoco un hombre nacido en la isla. Se llamó Saturnino Martínez: astur, integrista, miembro por demás del "Cuerpo de Voluntarios"*. Pese a ello, la clase cubana guarda una deuda de gratitud con este peninsular.


Saturnino emigró a Cuba siendo muy joven y allí de dedicó, entre otros oficios, al de tabaquero. Si bien conservador ante el problema del separatismo, aquel hijo del Asturias se dejó influir por el pensamiento liberal de personalidades cubanas progresistas como Nicolas de Azcárate, presidente del Liceo de Guanabacoa y miembro de la ilustre Sociedad Económica de Amigos del País. Sería en la biblioteca de dicha institución (donde trabajaba como bibliotecario después de realizar su jornada artesanal) el lugar en que Saturnino se "contaminaría" con las ideas de progreso e iluminismo sustentadas por lo más avanzado del patriciado criollo. Así como en Europa, las conquistas del liberalismo sirvieron de "paraguas" contra la intolerancia bajo cuyo abrigo se desarrollaron corrientes socialistas, en Cuba este mismo "abrigo" ilustrador le permitirá a Saturnino Martínez fertilizar un campo, mediante la creación de periódicos, bibliotecas y asociaciones obreras, en el que se sembrarían, posteriormente, las doctrinas más radicales de cuantas se hayan comprometido con los proletarios. Martínez le abrió las puertas de la conciencia social obrera, quizás no siempre por su voluntad, a movimientos que buscaron la mejoría del trabajador, ya por vía de la reforma política, ya por la de la revolución contra el Estado. Al hacer todo lo posible por elevar el nivel cultural del trabajador, Martínez destapaba, sin querer, en una sociedad convulsa por la conspiración independentista, la "Caja de Pandora". Saturnino Martínez fue un precursor en la denuncia de las pésimas condiciones de vida que durante la etapa colonial padecía el emergente proletariado cubano, pero lo hizo siempre desde una posición conservadora, apelando como solución a los sentimientos de la ética cristiana y evitando que se identificara su crítica con la que provenía de los enemigos del régimen colonial. El año 1865 constituye el despunte de la actividad de Martínez, bajo su inspiración se iniciaría la lectura en las tabaquerías y se funda "La Aurora" (el primer periódico obrero de nuestra historia). A mediados de ese mismo año creó la Asociación de Tabaqueros de la Habana (1).


Un visitante "peligroso" en la Isla: Las ideas anarquistas


Se puede decir que de manera sutil y comenzando por el proselitismo a favor de las cooperativas, se irán difundiendo las ideas anarquistas en Cuba. El primer canal para ello, "la carrilera" como le llamarían las autoridades de hoy, lo que constituyó precisamente, el semanario "La Aurora", dirigido por el cauteloso Saturnino. Desde allí se divulgan las ideas de un clásico de este pensamiento, el francés Proudhon, quien se hace muy conocido entre los miembros más "politizados" de las primeras asociaciones de cajistas, jornaleros y artesanos.


Las experiencias de la Guerra de los Díez Años y de La Guerra Chiquita en 1879. De alguna manera debieron contribuir a radicalizar los modos de acción obrera. Si bien la capitulación mambísa significó entonces una derrota para los independentistas, aquellos alzamientos tuvieron que dejar alguna huella entre los proletarios cubanos, quienes comenzaban a recepcionar una doctrina donde se les representaba en el puesto de "esclavos asalariados". El modelo que ofrecería las primeras gestas "libertarias" (como suele llamar en Cuba ), destinadas a sustituir al Estado de la Colonia por el de la República en Armas, así como las tradicionales fugas y apalencamientos de esclavos, al margen de toda ley, constituían buenas "imágenes" para incendiar el espíritu libertario latente entre los obreros de Cuba. Ellas serían utilizadas con efectividad por los líderes anarquistas. Fue por la vía del levantamiento armado que se lograron importantes reformas sociales, como la abolición de la esclavitud a través de la ley del patrono y numerosas concesiones políticas de carácter liberal. El hábito de tomar la lucha antiesclavista en Cuba como ejemplo para caldear el ánimo proletario se manifiesta claramente en unas palabras pronunciadas por el líder ácrata, de origen catalán, Enrique Messonier, durante el Congreso Regional Obrero de Cuba en 1892: "No se consigue nada suplicando. El amo que libera al siervo es porque se le subleva, no porque se le humille. Los esclavos negros que consiguieron su libertad fueron los que sublevaron" (4-pags. 81-82).


Los anarquistas hegemonizan el movimiento obrero


La década de 1880 fue de efervescencia anarquista en Cuba. La llegada de nuevas olas migratorias provenientes de la metrópolis trajo como resultado una acelerada diseminación de ideas socialistas entre los trabajadores cubanos. Es bueno aclarar que en ese momento, el concepto de "socialismo" más difundido en España, era el que se basaba en los principios anarquistas de Bakuin. Este fenómeno tenía sumamente preocupado a Carlos Marx, quien le había encargado a su yerno , Pablo Lafargue (nacido en Cuba y mestizo para mayor signo de criollez) , la tarea de contrarrestar entre los españoles el influjo de las ideas del antiguo contrincante ruso en el interior de la Ira Internacional (5-pag. 47).


Pese a tener los cubanos un pariente en la familia de Marx, por ironías de la historia, no serían las concepciones del socialismo de Estado, las primeras que hegemonizarían el imaginario de nuestro "artesano". Los obreros cubanos de entonces , quizás con mejor instinto que sus descendientes del siglo XX, preferían guiarse por las concepciones del socialismo libertario que llevaron a los acuerdos del II Congreso Regional de la Federación de los Trabajadores de la Región Española, celebrando en Sevilla el 24 de Septiembre de 1882 (4-pag. 54).


Por aquel tiempo surgen en la isla nuevas publicaciones proletarias; entre las de clara tendencia anarquista tendremos: "El Obrero", lanzada en 1885 por el tipógrafo Eduardo Pineda y que fue durante algún tiempo órgano del Círculo de Trabajadores de La Habana. Esta organización había sido creada el mismo año, el 6 de Febrero. Entre los fundadores se encontraban conocidos dirigentes anarcosindicalistas de diferentes gremios, entre ellos Enrique Messonier y su tocayo Enrique Crecci. Ellos serían también responsables de la fundación en 1887 de la primera Federación Local de Tabaqueros entre los obreros cubanos inmigrados a Tampa y Cayo Hueso.


El Círculo de Trabajadores de la Habana tenía como propósito dar instrucción laica a los obreros, establecer bibliotecas, alejar a los "productores" de la política y borrar en ellos toda noción de raza, nacionalidad y jerarquía. La actividad proselitista inspirada por el Círculo estimuló la creación de varios grupos ácratas en diferentes puntos de la isla, especialmente en La Habana y en la región central.


Otro elemento que contribuyó a la difusión de las ideas anarquistas en Cuba fue el periódico proveniente de España: "La Tramonta". Los ejemplares llegaban a La Habana en cantidades considerables, para luego distribuirse en los términos municipales de Santiago de las Vegas, San Antonio de los Baños y Batabanó. No solamente llegaban "papeles" cargados de ideas anarquistas, a veces también individuos bastante belicosos, capaces de mantener a raya a todo un ejército de la Guardia Civil, como es el caso de un catalán muy buscado por la policía, Valero Bardejí, quien llegó a La Habana, en 1884. Luego de establecer contactos con su compatriota Enrique Messonier, Bardejí organizó grupos anarquistas de "acción directa", algunos de los cuales llegaron a agrupar hasta 19 miembros, dando bastante que hacer a las autoridades en la isla.


A finales de 1886 se destacará la figura más prestigiosa del anarquismo en Cuba. Se trata del carismático Enrique Roig San Martín. Había nacido en La Habana en 1843, hijo de una cubano, profesor de cirugía, y de madre mexicana. En 1880 se hace tabaquero y se interesa por las ideas autonomistas hasta que conoce en 1882 la prédica anarquista, de la que llegaría a ser un verdadero "apóstol" hasta el final de su vida. Enrique Roig San Martín asumió el cargo de redactor del "Boletín del Gremio de Obreros", un órgano de los tabaqueros creado por la mencionado Saturnino Martínez. Luego Roig San Martín fundaría el más "beligerante" de cuantos seminarios obreros se conocieron en La Habana; "El Productor" (1887). Aquel instrumento de agitación obrera estuvo en manos de Enrique Roig hasta el momento de su muerte, acaecida el 29 de agosto de 1889. El sepelio constituyó una muestra de popularidad y del respeto que por Roig San Martín sentía, no solo el artesanado, sino también buena parte de la sociedad, que veía en el publicista un hombre idealista e incorruptible. Su prematura desaparición restaba uno de los "tres Enriques" del anarquismo en Cuba (Roig, Messonier, Crecci). A pesar de ese duro golpe, el que hacer de los socialistas libertarios continuó en ascenso en la colonia caribeña.


Fue tan destacada la actividad del periódico dirigido por Roig San Martín en la defensa de los obreros cubanos, que en 1888 la Junta Central de Artesanos de La Habana nombró a "El Productor" su órgano oficial. Desde allí se propagaron con total radicalismo y sin eufemismos de ninguna clase los conceptos claves del anarcosindicalismo: su rechazo a la actividad política, el nihilismo nacional, la negación absoluta del Estado, etc. Esta actividad contribuyó a alejar a los obreros, por el momento, tanto de la propuesta independentista predicada por Martí, como de las concepciones de un socialismo autoritario proclamado por los veneradores de Carlos Marx en Europa. "El Productor" no sólo fue un medio de propaganda, sino también un instrumento de acción obrera. A través de la organización ácrata "Alianza", el periódico "monitoreó" varias huelgas, entre ellas, la primera que se efectuó en el giro tabacalero y que fue ganada por los obreros en diciembre de 1887 (1). Enemigo de todo concepto de nacionalidad, "El Productor" fue al mismo tiempo en verdad promotor de solidaridad proletaria por encima de las fronteras. Conmemoró cada aniversario de la Comuna del País como fecha de todos los trabajadores del mundo y desató una poderosa campaña de protesta para lograr la modificación de la sentencia de muerte dictada por los tribunales norteamericanos contra los anarquistas enjuiciados por los sucesos de mayo de 1886 en la Plaza de Haymarket, en Chicago, donde una bomba, supuestamente preparada por los acusados, había explotado entre las piernas de un policía. El 2 de octubre de 1887 los anarquistas cubanos crearon el Comité de Auxilio con el objetivo de apoyar la causa de la libertad de los ocho sentenciados. Entre las multiples actividades del Comité estuvo la convocatoria a una gran asamblea, con el objetivo de solicitar al Gobernador de Illinois el indulto para los obreros procesados. El encuentro se efectuó el 8 de noviembre en el Circo Jané y contó con una participación masiva para la época, asistieron más de 2000 trabajadores. Allí se leyeron adhesiones recibidas de varia localidades, provenientes de gremios de litógrafos, tabaqueros, mecánicos, escogedores, cocheros, cajoneros, panaderos, cigarreros, planchadores, zapateros, mecánicos y sastres.


Entre agosto y noviembre de 1887 se efectuaron una serie de reuniones en el local del Círculo de Trabajadores, sito en Dragones 39, que se conoce como el primer "Congreso Obrero" en la isla, propiciado por la recién fundada Federación de Trabajadores de Cuba, de orientación socialista revolucionaria (anarquista). Entre los temas discutidos estaban el auxilio a los encartados en los hechos de Chicago. Allí se llegó al importantísimo acuerdo, desde el punto de vista de los intereses obreros, de organizar sus colectividades haciendo desaparecer los vestigios de autoridad, mediante pactos federativos y tomando como base los de la Federación Española. También se acordó implementar formas cooperativas de vida, proscribiendo en el seno de las colectividades toda doctrina que no fuese la de la emancipación económico- social (en sentido ácrata) y la confraternidad entre todos los productores de la tierra (3-pags. 25-33).


En 1888 estalló, la guía de "El Productor", otra importante huelga en la rama tabacalera en la que se paraliza la industria. Desde Cayo Hueso los obreros anarquistas enviaron dinero y recursos a sus compañeros de la isla, quienes pese a esta ayuda fracasan (1).


Celebración del 1ro de mayo, Cuba entre los primeros países del Europa y América


Pocos saben que por ímpetu de los anarquistas cubanos nuestro país estuvo entre el reducido de los que celebraron en 1890 (por primera vez en la historia) la jornada internacional del Primero de Mayo. La actividad mundial se había acordado por el Congreso celebrado en París en julio de 1889 que dio vida a la 2da. Internacional (en el que participa el cubano Lafargue). Allí se haría un llamado para organizar una gran manifestación, en fecha fija, donde los obreros emplazaban a los poderes públicos exigiendo la reducción de la jornada laboral a ocho horas de trabajo. A pesar carácter socialdemócrata de los promotores extranjeros, el anarquista Círculo de Trabajadores de La Habana tomó la iniciativa de organizar dicha conmemoración también en Cuba. Esto no debe extrañarnos si tenemos en cuenta que se apelaba a una fecha en que se recordarían a los mártires del anarquismo por cuyas vidas tanto habían luchado sus correligionarios cubanos. El 20 de abril el Círculo de Trabajadores convoca a una manifestación pública pacífica que mostraría a las clases elevadas, al gobierno y a la sociedad en general cuáles eran las aspiraciones de las masas obreras en Cuba.


En el desfile participaron unos 3000 trabajadores. Se partió del antiguo Campo de Marte, (hoy Parque de la Fraternidad), pasando por las calles Reina, Galiano, San Rafaely Consulado y se concluyó en el Skating Ring, salón de entrenamientos ubicado en la esquina de Virtudes y Consulado. Los oradores, cerca de 15, denunciaron las condiciones de miseria y explotación en la que vivían los obreros cubanos de entonces, abogaron por las jornadas de ocho horas, por la igualdad de blancos y negros, por la destrucción del orden social vigente y por la creación de una patria universa. Resulta paradójico compara la libertad de expresión existente en este momento de la Cuba colonial, con el que prevalece en la Cuba "socialista de hoy". En aquel tiempo los sindicalistas, mientras no pasaran a la acción armada, podían decir todo lo que querían sobre la abolición inmediata del Estado; hoy, la más tímida a la libre sindicalización o a la democratización estatal, se paga con la cárcel u ostracismo social.


Pero regresemos al pasado. En 1891 el gobierno colonial español autorizó nuevamente la celebración del Día de los Trabajadores, pero limitó el evento a una asamblea en un local cerrado, el teatro Irijoa (hoy Martí). Los representantes de la Corona española en Cuba daban de ese modo mucha más garantía a los ácratas, que las que el gobierno comunista otorgó a los reprimidos organizadores del Concilio Cubano en 1994 (es inevitable la comparación). Entre los acuerdos adoptados en este acto por aquellos "disidentes" del pasado siglo estaba el de la convocatoria a un nuevo Congreso Obrero Regional de cuyo cumplimiento se encargaría el Círculo de Trabajadores.


Pero no todo lo que hacían los anarquistas cubanos estaba dentro de la ley. Durante esta misma época fueron juzgados once libertarios acusados de apuñalar a un obrero reformista del que se sospechaban vínculos con la policía. A pesar de que los obreros fueron absueltos se desató una escalada represiva contra el movimiento ácrata que trajo por consecuencia la suspensión temporal de "El Productor", que saldrá a la calle nuevamente en 1892 (aún no existían leyes Antídoto-Mordaza).**


Se prende la mecha


Del 15 al 19 de enero se efectuó el Congreso Regional Obrero de la Isla de Cuba. El término regional obedecía a que el movimiento obrero en Cuba se consideraba parte orgánica del de España. La convención tuvo lugar en el local del Centro Gallego de la Habana, sito en Prado y Dragones, y contó con la participación de 74 delegados. Allí fueron discutidos libremente (sin la orientación de un Partido) los temas que naturalmente inquietaban a los sectores proletarios de entonces, como son: la jornada de ocho horas, el derecho a huelga, las formas de organización, la igualdad racial, el problema de la mujer, el trabajo infantil. La particularidad del evento estuvo dada por el debate entre los trabajadores afines al separatismo y los obreros, "cosmopolita", o "antibelicistas", que mantenían una posición más bien neutral con respecto al problema de la independencia de Cuba. Esta segunda posición se deja traslucir en estas palabras del delegado Eduardo González: "...yo, que soy enemigo del integrista como del separatista, estrecho sus manos cuando hay que ponerse enfrente del burgués" (4-pag. 83).


Al final la balanza se inclinó hacia los que sustentaban la idea de que el anarcosindicalismo cubano debía ser menos ortodoxo en su ideología antinacionalista y respaldar las actividades de los que luchaban por la emancipación de Cuba. Por mayoría fue aprobada la siguiente moción:


1ro- El Congreso reconoce que la clase trabajadora no se emancipará en tanto no abrace las ideas del socialismo revolucionario y, por tanto, aconseja a los trabajadores en Cuba el estudio de dichas ideas para que, actualizándolas, puedan apreciar, como aprecia el Congreso, las inmensas ventajas que estas ideas proporcionan a toda la humanidad al ser implantadas.


2do- "Que si bien hace la anterior afirmación en su sentido más absoluto, también declara que la introducción de estas ideas en la masa trabajadora de Cuba, no viene, no puede venir a ser un nuevo obstáculo para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de este pueblo, por cuanto sería absurdo que el hombre que aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de un pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo sea a esa libertad relativa que consiste en emanciparse de la tutela de otro pueblo" (3-pag. 44) (la cursiva es nuestra).


Entre los firmantes aparecían Enrique Crecci, quien caería años después en la manigua luchando como mambí, también firmaba Messonier, el único de los "tres Enriques" que sobrevivió a la colonia.


La creación del Gobernador Civil de la Provincia, Francisco Cassá, no se hizo esperar. Este dispuso la detención de los firmantes de la propuesta aprobada y la suspención del Congreso.


En el oficio, firmado el 20 de Enero y enviado por el funcionario al Presidente de la Junta de Artesanos, se justificaba la cancelación por: "...considerar que la mayor parte de sus acuerdos, particularmente los aceptados y aclamados en la noche de ayer, tienden directamente a implantar y llevar a ejecución los procedimientos del socialismo revolucionario, mediante actos que revisten caracteres de delitos contra el orden social y político existente" (3-pag. 45).


Resulta curioso el hecho de que fuera el periódico liberal cubano "La Discusión", uno de los que mayor cobertura le diese a aquel evento, sirviéndole de fuente a los historiógrafos marxistas-leninistas (entiéndase oficiales) para evaluar aquel audaz congreso del anarquismo criollo. El mismo día 21, "La Discusión" publicaría un comentario titulado "Libertad para los obreros", donde se manifiesta la inconformidad del autor con el proceso judicial abierto contra los ácratas y se recuerda que su proposición repetía otras votadas en países europeos, entre ellos la propia España, por lo que nadie había sido enjuiciado.


Suspendido el Congreso las autoridades desataron una nueva ola represiva, cerraron los medios de expresión anarquistas encarcelando y deportando a sus líderes más relevantes (2).


Amen de la benévola defensa de los ácratas que hace el periódico "La Discusión", hay que reconocer que en la moción que citamos, el congreso transgredía todos los límites del juego "político" que estaba dispuesto a permitir el poder colonial en la Isla. Precisamente aquí reside la particular importante del evento. Este es el momento en que públicamente se rompe la dicotomía entre el movimiento obrero y el independentista. La gobernación española en Cuba no podía permitir que se aliaran, como se pretendía en el Congreso, aquellos levantiscos anarquistas y los seguidores del liberalismo revolucionario de José Martí. Se le podía perdonar a los libertarios sus demandas sociales, pero abogar por la independencia, en tiempos de "tregua fecunda", ya era demasiado. En este punto de nuestra historia se cierra un ciclo dentro de la evolución del liderazgo obrero en Cuba que se había iniciado con la actividad publicista desarrollada por Saturnino Martínez, aquel astur liberal e integrista, y culminaba con un congreso que, en medio del debate sobre temas de gran conflictividad social, tendían un puente entre anarquismo e independentismo. Esta "concesión" de los anarquistas cubanos hecha en vísperas de la nueva y última gesta separatista, constituye una muestra, tanto de su flexibilidad como de las particulares condiciones socio-históricas en las que hubo de nacer y crecer el movimiento libertario en Cuba.


Bibliografía y Referencias:

1-"Aclaraciones", Editora Política, La Habana, 1964.Frank Fernández,
2- "Cuba, Los Anarquistas y La Libertad I", Semanario CNT, España, marzo de 1994.
3-Evelio Tellería, "Los Congresos Obreros en Cuba", Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1973.
4-Elsa Pérez Guerra (editora), "Historia del Movimiento Obrero Cubano 1865-1958", tomo I, Editora Política, La Habana, 1985.
5- San Dolgoff,"Den Kubanska Revolutionen Ur ett Kritisk Perspektiv", AB Federativ, Stockholm, 1982.
  • Aquella organización paramilitar, que al estilo de las Brigadas de Acción Rápida de hoy, creaba cierta imagen de respaldo público al despotismo imperante. 
    • Así es como se conoce la nueva ley que persigue en Cuba a los periodistas independientes.




Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX:
los libertarios y la guerra del 95


Colaboración de Carlos M. Estefanía, fe96120@student.udd.htu.se (abril/97)
Revista Cuba Nuestra, roberto.sanchez@swipnet.se, Suecia

Este resumen histórico fue motivado por el artículo ¿Diálogo? ¿Pistoletazo? ¡Pueblo!

"Yo confío en que los socialistas libertarios que luchan contra el actual régimen no van a colocar uno nuevo en su lugar; ha sido y debe ser comprendido este sentimiento de oposición contra todos los gobiernos que durante la guerra de independencia se encarnó en cada socialista libertario, hacer imposible la opresión del pueblo de Cuba por esas misma leyes como las españolas, por cuya supresión entregaron sus vidas mártires como Martí, Crecci, Maceo y miles de otros cubanos..."
De una carta dirigida a sus camaradas cubanos por el célebre anarquista italiano Errico Malatesta (2 pág.54).

Dos posiciones de los anarquistas ante la guerra del 95

No es de extrañar que entre las alternativas viables a fines del pasado siglo en el escenario político cubano: la de la reforma autonomista o la del levantamiento armado independentista, la segunda ganara para su causa el corazón de muchos socialistas libertarios. El acuerdo del congreso obrero de 1882 apoyando la lucha contra el colonialismo impulsa la convergencia entre proletarios y separatistas. Sin embargo, no puede hablarse de consenso con respecto a la nueva guerra por parte de los anarquistas de Cuba. Muchos ácratas no apoyaban al independentismo, por oposición a una calamitosa guerra entendida como de carácter civil, en tanto Cuba formaba parte de España, una conflagración promovida por una ideología liberal nacionalista como la que sustentaba José Martí, en la que la solución al problema obrero no quedaba suficientemente esclarecida a la luz de la doctrina del socialismo libertario. Pensaban que la república prometida por los independentistas no se diferenciaría de las del resto del continente donde los anarquistas eran tan perseguidos como en el reino de España. El espíritu antibelicista de muchos ácratas, fundamentalmente los de La Habana se sublevaba de antemano contra la idea de una guerra bárbara que habría de destruir la economía de un país, arrebatando 300 000 vidas y cuyo colofón resultaría la entrega de la isla a los Estados Unidos. España, rendida, castigó a su hija rebelde, Cuba, tratando la paz con el enemigo anglosajón, a espaldas de los mambises. Según el escritor Carlos Alberto Montaner, en dialogo sostenido con el autor de estas notas, al entregar Madrid la soberanía de la isla a Estados Unidos, en lugar de hacerlo al movimiento independentista, la vieja metrópolis intentaba preservar las integridad de sus colaboradores, resguardándolos de posibles represalias por parte de un ejercito mambí triunfante. Así, la famosa enmienda Platt, que coartó la soberanía de la república durante sus primeros treinta años, nació precisamente a causa de las condiciones establecidas por España para su capitulación ante los Estados Unidos, el país llamado a intervenir cuando fuera necesario, no solo para proteger sus intereses sino también en defensa de las propiedades españolas en la excolonia. En cierto sentido la historia daría la razón a los anarquistas que asumieron una posición neutral ante el proceso bélico.

Si en algo pueden asemejarse las tres grandes revoluciones sufridas por Cuba en su devenir histórico, la prolongada independentista, la democrático nacionalista de los 30tas y la del 59 (originalmente democrática pero luego devenida en marxista-leninista) es que en cada una las expectativas del movimiento anarquista cubano quedaron insatisfechas. Por otra parte conviene recordar la culpa histórica de España, país en que salvan distancias ideológicas para fascinarse hoy con la figura de Fidel Castro, contemplándolo como el reivindicador del desatre del 98, la vieja espina clavada por Estados Unidos en el orgullo hispano. La españolidad se perdió en Cuba no sólo por la torpeza de los políticos de la metrópolis, o por la superioridad militar norteamericana, sino también porque la soberbia y el desprecio de los combatientes separatistas le impidió a España tener la visión política necesaria para tratar a tiempo la paz con honor (entiéndase la independencia) directamente con cubanos. De haberlo hecho aunque Martí hubiera muerto, quizás "otro gallo cantaría y Cuba sería feliz". Al entregar la isla de Cuba al tutelaje estadounidense, el gobierno español facilitó lo que quiso impedir José Martí al costo de su propia vida: "que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América" (1 pág.327)

El apoyo anarquista a la preparación de la guerra

A partir de la crisis económica mundial de 1857, se inició una imparable ola migratoria de empresarios y obreros cubanos hacia los Estados Unidos. Los emigrados harían de su nueva patria el foco de conspiración separatista más peligroso para el Gobierno General de la Isla de Cuba. Fue aquí donde con mayor éxito desplegó su labor en pro de la independencia José Martí. Su oratoria y su honestidad política lograron atraer numerosos obreros al movimiento independentista. Quien revise la obra publicistica de Martí en los Estados Unidos encontrará excelentes artículos de critica social en los que sin hacer concesiones en cuanto a su conceptos sobre la propiedad y la libertad de mercado, reconoce el derecho a la huelga y a la organización de los obreros para demandar condiciones justas de vida. La concepción socio liberal de Martí le permite tender un puente entre la lucha independentista que estaba organizando y las organizaciones de obreros cubanos emigrados, poderosamente influidas por las ideas ácratas. Los líderes mas importantes del anarquismo criollo, después de la muerte de Enrique Roig San Martín, los otros dos Enriques, Crecci y Messioner, se comprometerían con la causa de la emancipación nacional proclamamda por Martí. Es justo reconocer cuando se habla del apoyo que recibió José Martí de los ácratas cubanos de entonces del caso de Carlos Baliño, a quien el veterano libertario estadounidense Sam Dolgoff ubica como un activo anarquista dentro de los trabajadores del tabaco en la Florida (2 pág.49). Con el tiempo Baliño terminaría convirtiéndose en fundador de una de las primeras organizaciones prosovieticas de Cuba: La Agrupación Comunista de La Habana (18 de marzo de 1923). Pero treinta años antes se podían presumir los contactos y coincidencias de Baliño con los anarquistas de Estados Unidos, quienes mayoritariamente se declararon partidarios de la independencia de Cuba. En un discurso con motivo del 10 de octubre de 1892 Baliño cita, precisamente, las palabras de un líder anarquista norteamericano, Justus H. Schwab para decir: "No podemos permanecer inactivos cuando un pueblo lucha por conquistar su emancipación aunque no lo mueva el deseo de conquistar esas reformas radicales que nosotros proclamamos y que son las únicas que pueden garantizar la expansión del individuo" (3 pág.92).
Para explicar este acercamiento de los anarquistas a la empresa martiana conviene también tomar en cuenta la estructura del El Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí en 1892. Su concepción descentralizada, y unos estatutos propios de la democracia directa, se avienen en buena medida a los hábitos organizativos de los anarquistas, quienes se agruparon fundamentalmente en los clubes "Enrique Roig San Martín" y "Fermín Salvochea" (5 pág.9).

Creo que no me va a caber más, el resto del artículo está aquí:


 
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