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General: La Divina Libertad parte II
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De: matilda (message original) |
Envoyé: 01/10/2004 17:11 |
Es un poco largo pero creo que es un texto recomendable , para entender el contexto de nuestros debates. Un saludo Matilda En la versión best-seller del mito popular como historia, la "bondad" estadunidense llegó a su punto culminante durante la Segunda Guerra Mundial (también conocida como la Guerra Estadunidense contra el Fascismo). Perdido en el estruendo de las trompetas y las canciones angelicales está el hecho de que cuando el fascismo estaba en plena marcha en Europa, el gobierno estadunidense miró para el otro lado. Cuando Hitler llevaba a cabo su pogrom genocida contra los judíos, los funcionarios estadunidenses le negaron la entrada a los refugiados que huían de Alemania. Estados Unidos entró a la guerra después de que los japoneses bombardearon Pearl Harbor. Ahogado por ruidosos hosannas, está el acto más barbárico, de hecho, el acto más brutal que el mundo ha presenciado: el lanzamiento de la bomba atómica sobre las poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki. La guerra ya casi había terminado. Los cientos de miles de japoneses que murieron, los incontables más que sufrieron de cáncer durante generaciones venideras, no eran una amenaza a la paz mundial. Eran civiles. Así como las víctimas de los bombardeos del World Trade Center y el Pentágono eran civiles. Así como las cientos de miles de personas que murieron en Irak a causa de las sanciones encabezadas por Estados Unidos eran civiles. El bombardeo de Hiroshima y Nagasaki fue un frío, calculado experimento llevado a cabo para demostrar el poder de Estados Unidos. En aquel momento, el presidente Truman lo describió como "el mayor evento en la historia" (12).
La Segunda Guerra Mundial, se nos dice, fue una "guerra por la paz". La bomba atómica fue un "arma por la paz". Nos invitan a creer que la disuasión nuclear evitó la Tercera Guerra Mundial. Eso fue antes de que el presidente George Bush Jr. saliera con lo de la "doctrina del ataque preventivo" (13). ¿Hubo un brote de paz tras la Segunda Guerra Mundial? Definitivamente hubo una paz (relativa) en Europa y América, pero, ¿eso cuenta como paz mundial? No, a menos de que las feroces guerras libradas por terceros en tierras donde viven razas de colores (chinks, negros, dinks, wogs, gooks*) no cuenten como guerras.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha estado en guerra con o ha atacado a, entre otros países, Corea, Guatemala, Cuba, Laos, Vietnam, Camboya, Granada, Libia, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Irak, Somalia, Sudán, Yugoslavia y Afganistán. Esta lista también debería incluir las operaciones encubiertas del gobierno estadunidense en Africa, Asia y América Latina, los golpes que ha maquinado, y los dictadores que ha armado y apoyado. También debería incluir la guerra de Israel contra Líbano, que fue apoyada por Estados Unidos, en la cual murieron miles. Debería incluir el papel clave que Estados Unidos ha jugado en el conflicto en Medio Oriente, en el cual miles han muerto luchando contra la ocupación ilegal israelí de territorio palestino. Debería incluir el papel de Estados Unidos en la guerra civil en Afganistán en los ochenta, en la cual más de un millón de personas murieron (14). Debería incluir los embargos y sanciones que han conducido directa e indirectamente a la muerte de cientos de miles de personas, más visiblemente en Irak (15). Si lo juntamos todo, suena a que sí hubo una Tercera Guerra Mundial, y que el gobierno estadunidense era (o es) uno de sus principales protagonistas.
La mayoría de los ensayos en For reasons of state, de Chomsky, son acerca de la agresión estadunidense en Vietnam del Sur, Vietnam del Norte, Laos y Camboya. Fue una guerra que duró más de 12 años. 58 mil estadunidenses y cerca de 2 millones de vietnamitas, camboyanos y laosianos perdieron sus vidas (16). Estados Unidos desplegó medio millón de soldados terrestres y dejó caer más de 6 millones de toneladas de bombas (17). Y sin embargo (no lo creerían si ven la mayoría de las películas hollywoodenses), América perdió la guerra.
La guerra comenzó en Vietnam de Sur y luego se propagó a Vietnam del Norte, Laos y Camboya. Tras instalar un régimen clientelar en Saigón, el gobierno estadunidense se autoinvitó a luchar contra la insurgencia comunista –guerrilleros del vietcong que habían infiltrado las regiones rurales de Vietnam del Sur, donde los aldeanos los protegían. Justo éste fue el modelo que Rusia repitió cuando, en 1979, se autoinvitó a Afganistán. Nadie en el "mundo libre" tiene duda de que Rusia invadió Afganistán. Tras la Glasnost, hasta un ministro del Exterior soviético calificó de "ilegal e inmoral" la invasión soviética de Afganistán (18). Pero no ha habido una introspección parecida en Estados Unidos. En 1984, en una impresionante revelación, Chomsky escribió: "Durante los pasados 22 años, he buscado alguna referencia en el periodismo y en estudios académicos mainstream a una invasión estadunidense de Vietnam del Sur en 1962 (o en cualquier momento) o un ataque estadunidense contra Vietnam del Sur o una agresión estadunidense en Indochina –sin éxito. No ocurrió tal suceso en la historia. En vez, se habla de una defensa estadunidense de Vietnam del Sur contra los terroristas apoyados por el exterior (o sea, de Vietnam) (19).
La invasión que no existió
En 1962, la fuerza aérea estadunidense comenzó a bombardear el Vietnam del Sur rural, donde vive 80% de la población. El bombardeo duró más de una década. Miles de personas murieron. La idea era bombardear a una escala tal que provocara una migración de pánico de las aldeas a las ciudades, donde la gente podría ser retenida en campamentos de refugiados. Samuel Huntington se refirió a esto como un proceso de "urbanización" (20). (Cuando estuve en la escuela de arquitectura en la India aprendí sobre urbanización. No recuerdo que el bombardeo aéreo hubiera sido parte del plan de estudios).
Huntington –ahora famoso por su ensayo "¿El choque de civilizaciones?"– era, en ese momento, presidente del Consejo de Estudios Vietnamitas del Grupo Consejero de Desarrollo de Asia del Sudeste. Chomsky lo cita describiendo al Vietcong como "una poderosa fuerza que no puede ser desvinculada de su bases mientras sus bases sigan existiendo" (21). Huntington recomendaba "una aplicación directa de poder mecánico y convencional" –en otras palabras, para aplastar una guerra del pueblo, elimina al pueblo (22). (O, quizá, para actualizar la tesis: para prevenir el choque de civilizaciones, aniquila una civilización.)
He aquí un observador de la época que habla sobre las limitaciones del poder mecánico de Estados Unidos: "El problema es que las máquinas estadunidenses no son capaces de matar a los soldados comunistas sin usar una política de tierra-quemada que también destruye todo lo demás" (23). Ahora, ese problema ya está resuelto. No con bombas menos destructivas, sino con un lenguaje más imaginativo. Hay una manera más elegante de decir "que también destruye todo lo demás". La frase es "daño colateral".
Y he aquí un relato de primera mano de lo que las "máquinas" de Estados Unidos (Huntington las llamó "instrumentos de modernización" y los oficiales del Pentágono las llamaron "bomb-o-grams") pueden hacer (24). Este es T.D. Allman volando sobre la Llanura de Jars en Laos:
"Aunque la guerra en Laos terminara mañana, la restauración de su equilibrio ecológico podría tomar años. La reconstrucción de los pueblos y aldeas totalmente destruidos en la llanura también podría tardarse igual. Aunque se hiciera esto, podría ser peligroso que los humanos vivieran en la llanura debido a que hay cientos de miles de bombas sin estallar, minas y trampas explosivas.
"Un reciente vuelo sobre la Llanura de Jars reveló lo que menos de tres años de bombardeo intenso estadunidense le puede hacer a una zona rural, aún después de que su población civil fue evacuada. En grandes áreas, el color tropical básico –verde luminoso– fue remplazado por un abstracto dibujo en negro y brillantes colores metálicos. Gran parte del follaje restante está atrofiado, opacado por los defoliantes.
"Hoy, el negro es el color dominante en los extremos norte y este de la llanura. Se deja caer napalm con regularidad para quemar el pasto y la maleza que cubre las llanuras y llena muchas de sus estrechas barrancas. Parecería que el fuego arde constantemente, creando rectángulos negros. Durante el vuelo, columnas de humo podían verse ascendiendo de las zonas recién bombardeadas.
"Las rutas principales, que conducen a la llanura desde el territorio en manos de los comunistas, son bombardeadas sin piedad, al parecer sin parar. Ahí, y por el borde de la llanura, el amarillo es el color dominante. Toda la vegetación fue destruida. Los cráteres son incontables... El área ha sido bombardeada tantas veces que la tierra semeja el desierto cacarizo y agitado de las zonas azotadas por tormentas en el desierto norafricano.
Más hacia el sudeste, Xieng Khouangville –alguna vez el pueblo más poblado en Laos comunista– yace vacío, destruido. Al norte de la llanura, el pequeño centro vacacional de Khang Khay también fue destruido.
"Alrededor del campo de aterrizaje en la base de King Kong, los principales colores son el amarillo (de la tierra levantada) y el negro (del napalm), con brillantes parches rojos y azules: los paracaídas usados para dejar caer los abastecimientos.
"Los últimos habitantes locales eran sacados en transporte aéreo. Las hortalizas abandonadas, que nunca serán cosechadas, crecen cerca de casas abandonadas con platos todavía en las mesas y calendarios en las paredes" (25).
(En los "costos" de la guerra nunca se cuentan a los pájaros muertos, los animales carbonizados, los peces asesinados, los insectos incinerados, las fuentes de agua envenenadas, la vegetación destruida. Rara vez se menciona la arrogancia de la raza humana hacia otros seres vivos con los cuales comparte este planeta. Todos estos son olvidados en la lucha por los mercados y las ideologías. Esta arrogancia probablemente será lo que deshaga a la raza humana.)
Capa tras capa
La pieza central de For reasons of state es un ensayo llamado "La mentalidad de los chicos del cuarto trasero", en el cual Chomsky ofrece un análisis extraordinariamente sutil y exhaustivo de los "Papeles del Pentágono" (Pentagon Papers), los cuales, dice, "proveen evidencia documentada de una conspiración para usar la fuerza en asuntos internacionales en violación de la ley" (26). Aquí también, Chomsky señala el hecho de que mientras el bombardeo de Vietnam del Norte en cierta medida se discute en los "Papeles del Pentágono", la invasión de Vietnam del Sur escasamente merece una mención (27).
Los "Papeles del Pentágono" son fascinantes, no como documentación sobre la historia de la guerra estadunidense en Indochina, sino para comprender las mentes de los hombres que lo planearon y ejecutaron. Es fascinante estar al tanto de las ideas que andaban en el aire, las sugerencias que se hacían, las propuestas que se planteaban. En una sección llamada "La mente asiática –la mente estadunidense", Chomsky examina la discusión de la mentalidad del enemigo que "estoicamente acepta la destrucción de la riqueza y la pérdida de vidas", mientras que "nosotros queremos vida, felicidad, riqueza, poder", y para nosotros "la muerte y el sufrimiento son elecciones irracionales cuando existen otras alternativas" (28). Así que aprendemos que los asiáticos pobres, supuestamente porque no pueden comprender el significado de la felicidad, la riqueza y el poder, invitan a Estados Unidos a llevar esta "lógica estratégica a su conclusión, que es el genocidio". Pero entonces "nosotros" nos resistimos porque "el genocidio es una terrible carga" (29). (Eventualmente, claro, "nosotros" proseguimos y cometimos genocidio de todos modos, y luego aparentamos que en realidad no había pasado nada.)
Claro, los "Papeles del Pentágono" también contienen algunas moderadas propuestas.
Es probable que los ataques a blancos en la población (per se) no sólo creen una contraproducente ola de repulsión en el extranjero y en casa, sino que también incrementen enormemente el riesgo de agrandar la guerra con China y la Unión Soviética. La destrucción de esclusas y presas, sin embargo –si se maneja con cuidado–, podría... ser prometedor. Debe ser estudiado. Tal destrucción no mata ni ahoga gente. Con el tiempo, inundar el arroz acarrea una hambruna generalizada (¿más de un millón?) a menos de que provean de alimentos –lo cual nosotros podríamos ofrecer "en la mesa de negociaciones" (30).
Capa tras capa, Chomsky desmantela el proceso de toma de decisiones usado por los funcionarios del gobierno estadunidense para revelar en su centro el despiadado corazón de la máquina de guerra estadunidense, completamente aislado de las realidades de la guerra, enceguecido por la ideología, y dispuesto a aniquilar a millones de seres humanos, civiles, soldados, mujeres, niños, aldeas, ciudades completas, ecosistemas completos –con métodos de brutalidad perfeccionadas científicamente.
He aquí un piloto estadunidense hablando sobre las alegrías del napalm:
"De verdad estamos contentos con estos chicos del cuarto trasero en Dow. El producto original no era tan chingón –si los gooks eran rápidos podían quitárselo. Así que los chicos comenzaron a añadirle poliestireno– ahora se pega como la mierda a una cobija. Pero entonces, si los gooks se echaban al agua dejaba de quemarles, así que comenzaron a añadirle Willie Peter [fósforo blanco] para que quemara mejor. Ahora quema hasta debajo del agua. Y una gota es suficiente, seguirá quemando hasta el hueso así que de todos modos morirán por envenenamiento de fósforo" (31).
Así que los gooks suertudos fueron aniquilados por su propio bien. Mejor Muerto que Rojo.
Gracias a los seductores encantos de Hollywood y al irresistible atractivo de los medios masivos estadunidenses, todos estos años después el mundo ve la guerra como una historia estadunidense. Indochina contribuyó con el telón de fondo tropical y exuberante en el cual Estados Unidos realizó sus fantasías de violencia, probó su más reciente tecnología, promovió su ideología, examinó su consciencia, agonizó por sus dilemas morales y se ocupó de su sentimiento de culpa (o pretendió hacerlo). Los vietnamitas, los camboyanos y los laosianos sólo eran parte del escenario. Sin nombre, sin rostro, humanoides de ojos rasgados. Eran simplemente los que murieron. Gooks.
La única lección verdadera que el gobierno estadunidense aprendió de la invasión de Indochina fue cómo librar una guerra sin tener que enviar tropas estadunidenses ni arriesgar vidas estadunidenses. Así que ahora tenemos guerras que se libran con misiles crucero de largo alcance, Black Hawks, "bunker busters" [destroza-bunkers]. Guerras en las que los "aliados" pierden más periodistas que soldados.
Chompsky
Como niña que creció en Kerala, en el sur de la India –donde el primer gobierno comunista democráticamente electo en el mundo llegó al poder en 1959, el año en que nací– me preocupaba muchísimo ser una gook. Kerala estaba a sólo unas cuantas miles de millas al oeste de Vietnam. Teníamos junglas y ríos y campos de arroz, y también comunistas. Me imaginaba a mi madre, mi hermano y yo salir volando de los arbustos a causa de una granada; o masacrados, como los gooks en las películas, por un marine estadunidense con brazos musculosos y chicle y estruendosa música de fondo. En mis sueños, yo era la niña que ardía en la famosa foto tomada en el camino de Trang Bang.
Como alguien que creció en el filo de la propaganda estadunidense y soviética (que más o menos se neutralizaban), la primera vez que leí a Noam Chomsky se me ocurrió que su ordenamiento de la evidencia, el monto de ésta, su carácter implacable, era un poco –¿cómo decirlo?– demente. Una cuarta parte de la evidencia que había juntado habría bastado para convencerme. Me preguntaba por qué tenía que hacer tanto trabajo. Pero ahora comprendo que la magnitud y la intensidad del trabajo de Chomsky es un barómetro de la magnitud, alcance y carácter implacable de la máquina de propaganda a la que se enfrenta. Es como la carcoma que vive en el tercer estante de mi librero. Día y noche oigo sus mandíbulas mascando a través de la madera, reduciéndola a un fino polvo. Es como si no estuviera de acuerdo con la literatura y quisiera destruir la estructura misma en la que descansa. Yo la llamo Chompsky.
Ser un estadunidense que trabaja en Estados Unidos y que escribe para convencer a los estadunidenses de su punto de vista en verdad debe ser como hacer un túnel a través de la dura madera. Chomsky forma parte de una pequeña banda de individuos que lucha contra una industria entera. Y eso lo hace no sólo brillante, sino heroico.
Hace algunos años, en una conmovedora entrevista con James Peck, Chomsky habló de sus recuerdos del día en que Hiroshima fue bombardeada. Tenía 16 años: "Recuerdo que literalmente no podía hablar con nadie. No había nadie. Me fui a estar solo. Cuando escuché lo que había ocurrido estaba en un campamento de verano y me metí al bosque y me quedé solo un par de horas. Nunca pude hablar con alguien al respecto y nunca pude entender la reacción de los demás. Me sentí completamente aislado" (32).
Ese aislamiento produjo a uno de los más grandes y más radicales pensadores públicos de nuestro tiempo. Cuando el sol se ponga sobre el imperio estadunidense, como lo hará, como debe hacerlo, el trabajo de Noam Chomsky sobrevivirá. Señalará con un dedo impasible y acusador al despiadado imperio maquiavélico, tan cruel, santurrón e hipócrita como los que ha remplazado. (La única diferencia es que está armado con una tecnología que puede provocar una devastación en el mundo como jamás se ha conocido en la historia y que la raza humana ni siquiera puede imaginar.)
Como la gook que pude haber sido, y quién sabe, quizá como una gook en potencia, difícilmente pasa un día en el que no me descubra pensando –por una razón u otra– "Chomsky Zindabad**".
N DE LA T:
*Términos despectivos usados para referirse a los asiáticos, los africanos y los nativos del Medio Oriente. ** "Larga vida para Chomsky". |
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