No siempre en nuestra historia nacional la magia estuvo en oposición a la liberación. Actualmente aparecen dos formas de teología, a mi modo de ver complementarias pero que se presentan contradictorias y excluyentes. La primera suele ser una teología de corte institucional común a las grandes iglesias cristianas que insisten en la conversión del corazón, que en su análisis de la realidad suelen enfatizar en que seamos bondadosos, solidarios, participativos, y menos corruptos, así es probable que la esperanza cristiana se adueñe de nuestros corazones y algún día vivamos mejor.
La segunda teología tiene más que ver con una vertiente extra institucional y post cristiana, con una matriz más new age; así la Navidad es mágica, hace bien, exalta nuestra nos pone tiernos, cariñosos. La navidad tiene su mantra, que más allá de los renos, los Ángeles, el pesebre, y aunque ya nadie vaya a misa de gallo, hace bien compartir con los que suponemos debieran estar próximos a nuestros afectos. Para estos sectores, en Navidad renace nuestro Dios interior si estamos "distendidos, relajados y con buena onda" con los que nos proponemos estar.
Lo que tienen en común ambas teologías es que no existe la lucha de clases, es decir no aparece la dicotomía opresores-oprimidos. En la búsqueda de calidez sin pasión por la justicia el pensamiento se intoxica y se vuelve reaccionario y necrófilo.
Para estas dos teologías creo que sigue resultando estimulante por su calidad el discurso que Evita pronunciara en la Navidad de 1951, que postula un cambio de paradigma para las iglesias cristianas.
Trataré de dar elementos para creyentes y no creyentes que ayuden a ver cómo esas imágenes arquetípicas resultan revolucionarias. Las nuevas teologías se alejan al decir de Nietzsche de una filosofía de "camellos" que se atiborran de deberes, de misericordia, de caridad en Navidad, sin advertir seriamente cómo resarcirse afectivamente para tener "cara de resucitados" cuando participamos de la patria de las "tres D": desencanto, desarraigo y desamparo.
Se trata en la iniquidad de recuperar un relato de salvación alineado con aquella historia de frailes y jesuitas que a lo largo de nuestra historia nacional fueron construyendo nuestra teología de la liberación y no del sometimiento. Me refiero a fray Justo Santa María de Oro, a fray Mamerto Esquiú, o franciscanos como Francisco Solano, Luis Bolaños, a jesuitas tan revolucionarios como Hernán Benítez a quien los historiadores ubican como el mentor teológico de Evita.
Pero para otros quien fue realmente la musa inspiradora del sentir teológico de Evita fue fray Pedro Errecart. Se acercó a Evita y a Perón (cuando éste aún era ministro de bienestar social) para formularles un pedido social y fue tan intensa la comunión que surgió entre ellos, que retroalimentaron luego con la praxis social al servicio de los pobres. Creo que Fray Pedro veía a Dios en los pobres, y se desvivió por ellos. Exhortó al general Perón cuando éste no se presentó a su propia boda, influído por la presión que ejercían sus colegas militares, quienes lo estimulaban a evitar un casamiento con quien consideraban una actriz de segunda y de dudosa moral. Lo convenció para que no temiera y asumiera el compromiso, puesto que así sumaría libertad. Al cabo de tres días Perón se casó con Evita.
Con Eva recorrió la Europa hambreada de la posguerra de 1945, llevando trigo y carne. Fray Pedro la acompañó a entrevistarse con el Generalísimo Francisco Franco, y así consiguió la libertad para tres argentinos que estaban encarcelados en carácter de presos políticos.
Volvemos a encontrar a Fray Pedro, a lo largo de nuestra historia nacional, años más tarde acompañando espiritualmente a Carlos Menem, de quien se separa cuando considera imprudente la reelección.
Este último para mi marca un hito por ser la musa inspiradora de quien quizás fuera la mujer más emblemática de cultura Argentina.
Para algunos teólogos argentinos, el discurso de Eva Perón de la Navidad de 1951, es una forma muy clara de entender la teología de la liberación de nuestros pueblos, pensándonos como periferia en relación a un centro. Y constituye un eje paradigmático de un pensar teológico claramente imbricado en la historia de nuestro pueblo.
Para el pensamiento nietzscheano, los verdaderos hombres fueron aquéllos que manifestaron su voluntad de poder frente a los débiles espirituales. Nietzsche sonó que se transformaba en niño y así se metía en el féretro de su padre para morir con él. Algunos interpretaron que en aquél renacer se justificaría la aparición de Hitler y de la bestia rubia. La teología argentina piensa que en aquél renacer estaba más fácilmente Fray Pedro y Eva Duarte derribando a poderosos de sus tronos, no siendo esclavos como "camellos" de las leyes, desafiando como leones los poderes de este mundo y fundamentalmente, como niños disfrutando aún en la agonía de la música que para ellos fue la voz de su pueblo.
Así decía Eva Perón en aquél discurso paradigmático que fue el Mensaje en la Navidad de 1951: ".... Esta noche hacemos una tregua de amor en el camino de nuestras luchas y de nuestros afanes; y sólo pensamos en las cosas buenas y bellas que nos ha regalado la vida en el año que se acaba hundiéndose ya como un cometa en el horizonte de la eternidad, dejándonos una estela de recuerdos en el alma. En todos lo hogares del mundo, hombres y mujeres, ancianos y niños de todos los pueblos, en este mismo instante maravilloso están rindiendo homenaje al amor y están encendiendo en sus corazones las lámparas votivas de sus mejores recuerdos. ¿Por qué no hacer lo mismo nosotros en este inmenso hogar que es nuestra tierra? ¿Acaso no somos una gran familia nos une el vínculo de los mismos ideales y de los mismos amores. Por eso; porque somos y porque nos sentimos una inmensa familia y porque no podemos evadirnos del sortilegio maravilloso que en esta noche embarga el corazón de todas las familias del mundo, nosotros nos reunimos también en esta medianoche del amor y del recuerdo, para rendir precisamente nuestro homenaje al amor y para dejarnos llevar por los recuerdos del año que ya empieza a morir. Por eso estas palabras mías se atreven a romper el bullicio o el silencio de la noche, se animan a llegar con su mensaje al corazón de todos los hogares que quieren recibirlas con cariño y se derraman así sobre las mesa invisible de la Patria Nueva, como un canto de amor y de esperanza. Lo primero que se me ocurre es agradecer a Dios, porque en medio de un mundo casi definitivamente olvidado del amor, nosotros creemos en su poder y en su fecundidad, y nos permitimos anunciar la buena nueva de su advenimiento por el camino del Justicialismo. Por eso nos regocijamos y nos alegramos en la fiesta de esta noche. Hace diecinueve siglos y medio Dios eligió a los humildes pastores de Belén para anunciar el advenimiento de la paz a los hombres de buena voluntad. Sobre aquél mensaje, los hombres de mala voluntad han acumulado diecinueve siglos y medio de guerras, de crímenes, de explotación y de miseria, precisamente a costa del dolor y de la sangre de los pueblos humildes de la tierra. Y cuando todo parecía perdido, acaso definitivamente, nosotros, un pueblo humilde, a quien la soberbia de los poderosos llamó "descamisado"; nosotros, un pueblo que repite en su generosidad, en su sencillez, en su bondad, la figura de los pastores evangélicos, hemos sido elegidos entre todos los pueblos y entre todos los hombres, para recoger de las manos de Perón, bañado en el fuego de su corazón e iluminado por sus ideales de visionario, el antiguo mensaje de los ángeles. Salvando las distancias y remedando el cántico antiguo, podríamos decir que Dios ha hecho grandes cosas entre nosotros, deshaciendo la ambición del corazón de los soberbios, derribando de su trono a los poderosos, ensalzando a los humildes y colmando de bienes a los pobres. Por eso la Nochebuena nos embarga el corazón con la armonía de sus encantos prodigiosos, porque la Nochebuena es nuestra, es la noche de la humildad, la noche de la justicia. Y el Justicialismo que Perón nos ha enseñado y nos ha regalado como una realidad maravillosa de sus manos, es precisamente eso, algo así como el eco vibrante del anuncio que recibieron los pastores o como el reflejo encendido de la estrella que señaló, en la noche de los hombres, el divino amanecer de una redención extraordinaria. Nos sentimos felices porque en el seno de la gran familia justicialista que formamos, todos somos hijos iguales de la misma Patria, con los mismos derechos y los mismos deberes. Nos mide a todos, con la misma medida, la vara de la misma justicia. Nos ampara la bandera enhiesta de la dignidad y nos abraza la generosidad paternal del mismo amor que brota del corazón inigualable de Perón. Ahora sí podemos abrir nuestro corazón a la palabra ardiente del amor y comprendemos el verdadero sentido de la fraternidad. No queremos vanagloriarnos con orgullo de lo que somos ni de lo que tenemos, pero en esta noche, propicia para los aspectos del corazón, sentimos la necesidad de decirle a los hombres y mujeres del mundo el sencillo secreto de nuestra felicidad, que consiste en poner la buena voluntad de todos para que reinen la justicia y el amor. Primero la justicia, que es algo así como el pedestal para el amor. No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad. El día del amor y de la paz llegará cuando la justicia barra de la faz de la tierra a la raza de los explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente las realidades del antiguo mensaje de Belén renovado en los ideales del Justicialismo Peronista: Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan; Que sean todos para uno y uno para todos; Que no exista ningún otro privilegio que el de los niños; Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de los que puede ser; Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran; Que cada día los hombres sean menos pobres y Que todos seamos artífices del destino común. Para que todo esto se consolide como una realidad duradera entre nosotros, seguiremos luchando con Perón, al pie de sus banderas victoriosas, hasta el último aliento que nos dé la vida. Yo seguiré a su lado, brindándole también mi cariño, por todos los que lo quieren y cuidando sus espaldas para salvarlo del odio de sus enemigos. Seguiré a su lado como la simple y humilde mujer que renunció a todos los honores, porque le gustaba más que su pueblo la llamase cariñosamente: Evita. El primer deseo de mi brindis es para él: que sea siempre feliz, que lo acompañe siempre el cariño de todos ustedes, por muchos años, hasta el fin de sus años, porque se lo merece como premio de sus afanes y sus sacrificios. El otro augurio de mi brindis es para mi pueblo, para todos ustedes; y no puedo expresarlo de otra manera que deseándoles sencillamente que sean muy felices, cada vez más felices. Y por fin, yo me permito reunir simbólicamente la copa con que brinda cada uno de ustedes con mi propia copa, que contiene la misma sidra humilde, con la misma sencillez de nuestro corazón. Levanto al cielo con ella los deseos, los sueños y las esperanzas de todos, para que en esta noche prodigiosa el amor infinito los toque con la vara de sus milagros y los convierta en realidad." Eva Perón Mensaje de Navidad 1951, leído por ella misma en su lecho de enferma comunicado por la Cadena Nacional de Radiodifusión.
Me asombra la sintonía que tiene el discurso con una declaración de un grupo de sacerdotes argentinos decían: "La verdadera historia no la "escriben los que ganan", sino la que escribe Dios en la vida de los pobres, y que ni los Herodes, ni las autoridades religiosas de Jerusalén pudieron entender. Queremos mirar desde los signos que Dios da en el tiempo, y ponernos en camino hacia el niño. Queremos mirar, en suma, desde "los crucificados de la historia" que son hoy la estrella que nos conduce al pesebre. Sabemos que cada niño que nace en nuestros pueblos de América Latina nace con una deuda intolerable sobre sus espaldas que ni él ni sus padres contrajeron, que nace bajo un imperio que se alimenta de sangre, de guerras y de miseria. Sabemos que -como ayer- el nacimiento del niño no aparecería en la TV, los diarios o las radios. Pero también sabemos que Dios quiere otra cosa, aunque haya quienes "prefieren las tinieblas a la luz"; que aunque se "vistan de ángeles de luz" son realmente incapaces de reconocer los signos que Dios da en los pañales que cubren al niño. La Sagrada Familia de Nazaret no vivió ajena a los problemas de su tiempo. Así -según nos cuenta el Evangelio- debió padecer la persecución y el exilio. La muerte persigue al niño Jesús desde su infancia, y los poderosos, aunque parezcan indiferentes, no toleran la sencillez del pesebre. Como entonces, los migrantes, los exilados, los menores perseguidos con la excusa de la seguridad y la realidad de la pobreza, las niñas robadas para prostitución, los hogares condenados a sobrevivir con planes de mendrugo, los ancianos ignorados por parecer improductivos, los millones de ignorados por los planes y los gobiernos, los pueblos enteros condenados por una deuda odiosa (*), e inmoral, encuentran en el pesebre un reflejo de su propia historia, y el desafiante signo que les indica que Dios quiere otra cosa, por la que vale la pena "gastar la vida". - Miembros de la Iglesia jerárquica en nuestro país, en estos días, predican que todos los argentinos somos responsables de nuestra situación, que se vuelve indispensable una reconciliación que parece ignorar pecados y pecadores, e incluso insistiendo en la necesidad de la solidaridad para ayudar al sostenimiento de la Iglesia. Mientras la sociedad vive la más escandalosa injusticia, y las víctimas quedan heridas al costado del camino, la palabra "justicia" parece silenciada en los discursos oficiales. Mientras la impunidad se pasea pornográficamente en los medios de comunicación, no se escuchan voces que sinceren sus complicidades. Voces en las que empresarios, funcionarios, miembros de la jerarquía eclesiástica, sindical o social reconozcan al menos sus silencios cómplices en la implantación de un modelo económico de escándalo, injusticia y muerte. Mal asesorados por dirigentes de empresas auto-denominados cristianos, muchos obispos han callado sus voces omitiendo denunciar una deuda inmoral y odiosa, contraída por dictaduras de muerte y tiranía, sin siquiera hacerse eco de la voz del Santo Padre; y no han sabido ser "voz de los que no tienen voz". Los palacios no pueden entender el misterio de Belén... Esta Navidad queremos celebrarla en torno al pesebre, en torno al Niño Dios y Hombre que asume nuestra humanidad y nuestra realidad para liberarla desde adentro; que "se hace pobre para enriquecernos con su pobreza", como no pueden entenderlo quienes se enriquecen con la pobreza de sus hermanos. Esta Navidad queremos renovar el compromiso, como cristianos, de unir nuestras voces y echar nuestra suerte "con los pobres de la tierra", para que Jesús nos encuentre junto a sus predilectos, y con ellos caminemos haciendo juntos una historia de vida, de liberación y de esperanza."
Aparecen teologías desde 1951 que para pensar a Dios y tener mas paz, no buscan fugarse del mundo ni creen que todo termina armonizándonos en una clase de yoga. El modelo hegemónico pos moderno muy rapidamente quedo agotado. Sumergirnos en las luchas y en las esperanzas de todos sigue siendo un camino para que las reivindicaciones alcancen a todos. Partir de angustia noogena de todos es el camino para suavizar el sufrimiento y compartiendo los dones aumenta la alegría.
Desde Eva Duarte, magia y energía de fascinación no se oponen y se complementan a lucha por la liberación.
Se trata que la Navidad a través de la praxis y la compañía que elijamos nos concrete en la justicia y en la humildad. Si cada uno elige una compañía que realmente lo hace mas justo y mas humilde y por ende mas feliz puede evidenciar así que se quiere. Magia sin pasión por la justicia, resulta alienante y toda teología que busque concretar la justicia por cualquier ideología pero carezca de una propuesta humilde, terminará resintiendo y la protesta sin propuesta con el tiempo solo habrá de provocar amargura y frustración.
El mensaje auténtico de Navidad, la verdadera salvación y la paz la otorgan junto al niño todos los hombres de buena voluntad. Ojalá que el Niño, en Usted y en mí, nos ayuden para que creciendo encontremos caminos para que el amor sea cada día más amable.
Para ayudarlos a reflexionar les propongo estas preguntas:
¿Qué nos trae el niño que nace de nuevo? ¿Con quién pasa Ud. la Navidad? ¿Por quién realmente Ud. se siente querido y cuidado a quién Ud. cuida y protege? ¿Coinciden realmente sus sentimientos con sus compañeros de celebración? ¿Qué deberían Uds. hacer para que su Navidad sea mas mágica y fascinante? ¿Cómo cree que podría ser Ud. mas justo y mas humilde? Si para estar unido a los hombres de buena voluntad hace falta tener buena voluntad ¿cómo hacer para que la suya sea indeclinable? ¿Cómo se puede sumar bondad, cariño y alegría a nuestro escenario común para que cada día sea Navidad?
Nota aclaratoria:(*)
El derecho internacional llama "deuda odiosa" a aquella que es contraída por una dictadura sin el consentimiento del pueblo. Es decir: no se debe pagar una deuda contraída al margen de la ley y sin consentimiento del que se ve obligado a pagarla, o sea el pueblo argentino. Existe actualmente un Proyecto de Ley que impulsa la investigación sobre la legitimidad de la deuda que la mayoría de los diputados se niega a tratar y que los sucesivos presidentes han ignorado. Sólo la presión popular pacífica puede exigir su tratamiento. Es de notar que cuando el General San Martín asumió el Gobierno en el Perú afirmó que aquel país no iba a reconocer las deudas del gobierno español que hubiesen sido contraídas para mantener la esclavitud en ese país y hostilizar a los demás pueblos independientes de América.