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General: Izquierda cleptómana. ¿Redundancia?
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De: 02ManuelA  (Mensagem original) Enviado: 29/08/2005 22:32
ESCÁNDALO EM BRASIL Y DERROTA DE LA IDEOLOGÍA

Jorge Hernández Fonseca



28 de Agosto de 2005



Una pesadilla incomoda los sueños socialistas continentales: el escándalo de
corrupción que estalló en el seno del mayor partido de izquierda en América
Latina, el PT brasileño del presidente Luis Inácio Lula da Silva.



En el continente se comenzaba a valorizar la izquierda democrática encabezada
por el socialismo chileno -y de la cual Lula da Silva y su partido también eran
estrellas indiscutibles- diferenciándola de la izquierda autoritaria y
beligerante del dictador cubano y su seguidor Hugo Chávez, pero el resbalón
ético del PT pone de relieve aspectos ideológicos, políticos y prácticos, que
por su importancia para la venidera Cuba libre, vale la pena analizar.



El futuro democrático para la izquierda, después del fracaso soviético y su
esquema estalinista, era la realización del sueño de aquellos que creían en la
materialización del “proyecto social”. Sin embargo algunos valores, de entre los
tradicionalmente monopolizados por los partidos de izquierda, se ven afectados
ahora por lo sucedido en el seno del PT brasileño, organizando un esquema de
compra de apoyo con dinero, como nunca antes se vio en el gigante del sur.



El esquema implantado, a costa de millones de dólares en efectivo transportados
en maletas, perseguía -imitando el superado esquema leninista- conformar un
proyecto de poder (el resto no importaba) muy por encima de la materialización
del idílico proyecto social pregonado como carnada, haciendo del mantenimiento
de las riendas del gobierno su objetivo principal.



El caso brasileño emerge como un ejemplo de que, incluso la llamada izquierda
democrática, no debe diferenciarse éticamente de cualquier otro partido político
“tradicional”, veamos. Un alto funcionario educado en la escuela estalinista
cubana, José Dirceu, principal ministro del gobierno de Lula da Silva en Brasil
-equivalente a un Primer Ministro- montó un esquema de corrupción para la compra
de diputados y parlamentarios de partidos aliados, usando dinero en efectivo de
dudosa procedencia, para garantizar a cambio su apoyo al gobierno.



El esquema permitiría a Lula da Silva disfrutar de una cómoda reelección el
próximo año, para posteriormente el propio Dirceu sucederlo en 2010, hasta el
2018, momentos en que, usando el dinero como “razones revolucionarias”, ya
habría otro candidato de izquierda a la sucesión. Un esquema, tan revolucionario
como el del PRI mexicano
. Era la mejicanización de Brasil.



Para Cuba y su futuro democrático, el episodio encierra lecciones inestimables
en momentos que se programa un proceso sucesorio encabezado por Raúl Castro, que ha querido vender una imagen de “sucesor demócrata” contando con el apoyo del socialismo español de Rodríguez Zapatero, junto a intereses militares y
económicos en EUA y que en el momento preciso utilizará organizaciones
opositoras ”de izquierda”, cuidadosamente preparadas.



El fracaso moral de la alternativa izquierdista brasileña, incluso habiendo
accedido a las riendas del gobierno por la vía democrática, no deja de tener
vínculos estrechos con el fracaso socialista cubano, a pesar de que ,mantiene
todavía su cadáver insepulto.



En primer lugar, la persona que vinculaba ambos procesos, José Dirceu -el hombre
de Castro en Brasil- ha sido el artífice del esquema de corrupción del PT. El
razonamiento implícito en la corrupción brasileña no puede ser más leninista:
‘sólo con dinero se puede mantener una alianza con partidos “capitalistas y
corrompidos”’; de manera que pudiera hasta llegar a pensarse que el mismo fue
inducido por el “laboratorio ideológico” de la Habana.



Este vínculo ideológico con la Habana, nos hace pensar seriamente en el futuro
de la izquierda para la Cuba libre y democrática del porvenir. Esta preocupación
se constituye en una realidad tangible, a partir de la lucha que disidentes de
esta tendencia política llevan adelante contra la dictadura, en un esfuerzo por
rescatar “el proyecto”, asumiendo que el mismo, a pesar de haber sido
“traicionado”, se reviste de una ética que el resto de los partidos
“tradicionales” no tienen.



Mucho cuidado con este razonamiento; la línea de izquierda en el espectro
opositor cubano es una entre tantas y con la desventaja de haber detentado una
oportunidad histórica en estos 46 años, desperdiciada en ambiciones
dictatoriales que todavía padecemos como pocos.



Otro poder izquierdista que accedió al poder por vías democráticas, el gobierno
de Hugo Chávez en Venezuela -ya no tan democrático- padece del mismo mal: hacer uso y abuso del dinero para conseguir sus fines hegemónicos dentro y fuera del
país, sin conseguir moralizar su política interna, continuamente salpicada por
sonados casos de corrupción.



Nada de esto significa que la izquierda democrática haya dejado de ser una
alternativa viable para nuestra región, alternándose en el gobierno con partidos
tradicionales, como ocurre en Chile. Lo que sí significa sin embargo es que
estos partidos no pueden continuar presentándose como abanderados de la ética en la política -como siempre pregonó el PT- pasando a ser considerado un partido alternativo más, dentro del amplio espectro partidario.



Esta realidad implica la existencia de fuertes interrogantes en el plano
ideológico hacia los postulados tradicionales de la izquierda. Si en la economía
la izquierda lleva a cabo políticas monetarias de corte capitalista; si en la política industrial defienden líneas de desarrollo también capitalistas; si el principal abanderado del socialismo de estado -China- aplica métodos y técnicas capitalistas de gestión y desarrollo en su economía y en su sociedad; si los izquierdistas abanderados de la ética en la política abandonan el barco y se lanzan a una aventura de poder en Brasil mejicanizando el país, ¿dónde ha ido aparar la pregonada base ideológica de la izquierda?



Que en Brasil (o en el mundo) absolutamente ningún intelectual escriba un
artículo “ideológico” en defensa de la izquierda petista envuelta en este
escándalo, es sintomático. Constatar que el ser humano es el mismo,
independientemente del partido político en el que decida militar,
se sale del
esquema marxista-leninista y por tanto no amerita ‘aquella’ profundización
intelectual.



Constatar por ejemplo que en el caso de Cuba, Fidel Castro actúa como lo hubiera hecho Batista, o Pinochet en similares condiciones, no deja de ser un escollo insalvable para la intelectualidad de izquierda que defiende “sus héroes”,
comprobadamente de carne y hueso.



Se constata que en las actuales circunstancias post marxistas y post
industriales, el gobierno de un país no puede medirse más por el punto cardinal
que ocupe en el panorama político y sí hacerlo por su programa de gobierno,
acabando definitivamente con la pretensión de colocarse a la izquierda del
espectro como manera de diferenciarse éticamente del resto, atrayendo la
simpatía de los intelectuales que cuestionan la “corrompida y explotadora
sociedad capitalista”.



Si no se quiere fracasar en la Cuba del futuro, el esquema de gobierno está
definido: capitalismo en la economía (como en EUA, Chile, China o Brasil);
democracia en la política (como aquellos los países que han alcanzado desarrollo social haciendo avanzar en sus pueblos); libertad irrestricta para su sociedad civil (como todos los países desarrollados).



Otros esquemas, como el cubano, ejemplo mundial de “cómo no deben hacerse las
cosas”, y el ejemplo que nos brinda Hugo Chávez, con su experiencia
empobrecedora del “socialismo del siglo XXI” (que nadie sabe lo que es, o lo que
puede significar para su pueblo), son muestras adicionales -junto a las
reveladoras muestras cleptómanas del PT brasileño- de la derrota de la ideología
autoritaria, supuestamente salvadora de Latinoamérica, que se escondía hasta no
hace mucho tiempo detrás de la máscara de la mayoría de los partidos de
izquierda.




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Solo la opresión debe temer al pleno ejercicio de la libertad. Libertad es el
derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin
hipocresía. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que
piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin
trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado.

José Martí
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