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LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
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General: Una realidad ineludible: 47 años de involución constante
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Da: maribea05  (Messaggio originale) Inviato: 08/11/2005 13:59
Son otros tiempos.
Generación tras generación criadas en las "bondades" y en los "múltiples beneficios" de este entuerto mal llamado revolución que necesita desde hace años eso mismo, una revolución, un cambio mayúsculo.
Todo es una gran mentira, el hombre nuevo, la supuesta ideología, el nacionalismo. Nunca el cubano ha sido más viejo, más deteriorado moral y físicamente; nunca Cuba ha sido más pobre, más oprimida; nunca el nativo ha sido más antipatriota que ahora, producto todo ello de esta dictadura que tiene que acabar.

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Sin garantías
Jorge Olivera Castillo

LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Morir en La Habana, podría ser el título de una novela, la etiqueta de un filme de suspenso o la descripción dramatizada de un día en uno de los barrios marginales, donde la violencia es el arte de vanguardia, el hilo conductor de la cotidianeidad, el himno de la desesperanza que anuncia el próximo asalto, la trifulca en ciernes, el adiós a la clemencia.

Al menos un turista ha muerto en La Habana de la Bodeguita del Medio, del Palacio de los Capitanes Generales. Ocurrió la semana pasada a pocas cuadras del Capitolio, en el barrio de Colón del municipio Centro Habana, donde las fachadas embadurnadas de tristezas esconden a un vecindario mayoritariamente negro, relegado a circunstancias que semejan a un naufragio adscrito a la permanencia.

Quizás fue una víctima del despiste, un baluarte de la ingenuidad que creyó en la fanfarria de los publicistas que le hablaron de un pueblo manso y hospitalario, de alegrías permanentes e ideales casi divinos. No le avisaron de la decadencia, del rencor apoltronado en el tiempo, de la segregación que anda junto a la retórica oficial con sus letanías hechas de sombras y promesas muy dóciles a los vaivenes del viento.

Surgen versiones por doquier. Hay comentarios, retazos de verdades pespunteados con los rumores que tratan de llenar el vacío dejado por la censura.

Pese a las adiciones ficticias, el suceso ha escapado del silencio. Se sabe que la ciudad se va convirtiendo es un espacio letal para los visitantes foráneos.

"El problema no radica en el elemento cuantitativo, sino en los métodos utilizados por los atracadores, cada vez más agresivos y dispuestos a causar estragos físicos a las víctimas, incluso quitarles la vida", me decía hace dos meses un médico que labora en una sala de terapia intensiva.

Nada ha podido frenar el ascenso de los asaltos. Ni las altas sanciones de privación de libertad, incluso hasta la imposición de la pena de muerte, han sido eficaces para atenuar la espiral de violencia que afecta, en igual medida, a los nacionales de mayor solvencia.

La decisión para cometer tales acciones parte de una multiplicidad factorial que implica la marginación con sus lastres. Pobreza, drogas, prostitución, son algunas realidades que viabilizan las conductas extremas. La alineación como resultado de la impotencia y la clausura de posibilidades para un crecimiento material y espiritual sin el fardo de las teorizaciones que se quedan flotando en un mar de subjetividades, ofrecen una respuesta al clima de tensiones presente en amplios núcleos urbanos de la capital.

La marginalidad en la ciudad de La Habana, con sus más de dos millones de habitantes, es alarmante. Se puede asegurar sin temor a equivocaciones que una cifra superior al 50%, sufre en algún grado del hacinamiento, el deterioro habitacional, salarios irrisorios, serios problemas con el acceso a los servicios, entre ellos de electricidad y agua, por sólo mencionar una parte ínfima de las necesidades que agobian a los capitalinos. El meollo de la cuestión no son las dificultades en sí, lo peor es su prolongación junto a la impericia de la burocracia que durante más de 40 años no ha encontrado soluciones.

A todo este cúmulo de privaciones se suma el trato escandalosamente discriminatorio a los cubanos respecto a los extranjeros.

El contraste entre la abundancia y la pulcritud de los hoteles, con la miseria de las cuarterías o los edificios quebrados por la falta de mantenimiento, es evidente. Esto activa el rencor, anula la razón y contribuye, desgraciadamente a menudo, a incentivar el salvajismo.

La Habana con sus "almendrones" sorteando los cráteres tallados por el abandono en el pavimento, los parques con sus hierbas envejecidas y los bancos destrozados, tiene su magia y sus terrores.

Hay folklor, indiferencia, y también sentimientos agrios detrás de una sonrisa.

Escribo a una semana de distancia del homicidio. Ayer me comunicaron que habían descubierto otros dos cuerpos sin vida de extranjeros en La Habana. No me ha sido posible comprobar la veracidad de la información. Ojalá sea un rumor, pero dado el ambiente de crispaciones que mantiene en vilo a la ciudadanía, me abstengo de descartar la concurrencia de un nuevo asesinato. De ser cierto, ¿estarán las disparidades promoviendo la xenofobia?


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