Desde que tenía seis años, vivió con el estigma de ser hija de un “traidor”. Tuvo que madurar de golpe. Una madrugada de 1998 comenzó a conocer la verdad. Su padre es uno de los cinco cubanos antiterroristas, prisioneros hoy en cárceles de Estados Unidos.
De pequeña decía que iba a ser dentista, piloto, abogada o socióloga, pero un día, cuando le tocó decidir al terminar el preuniversitario, puso en primera opción la Psicología, que hoy no la cambia por ninguna. Siente que los dos años que lleva estudiándola la han hecho mejor persona y ha logrado entender y perdonar muchos errores humanos, según confiesa Irma González Salanueva, una joven cubana a la que la vida ha ubicado en el centro de un conflicto que involucra la determinación de todo un pueblo.
Su padre, René González, es uno de los cinco hombres por quienes Cuba lucha para regresarlos a la patria. Ellos aplazaron aspiraciones personales por ir a cumplir la misión de combatir el terrorismo contra Cuba que se ampara y financia en Estados Unidos; sin embargo, un amañado proceso judicial efectuado en la ciudad de Miami los sentenció a largas y desmesuradas condenas que en conjunto incluyen cuatro cadenas perpetuas más 75 años. Ahora, que la Corte de Atlanta ha declarado ilegal ese proceso, renacen nuevas esperanzas en el mundo de la solidaridad con los Cinco Héroes para reafirmar la lucha por su libertad. Y, obviamente, también esa posibilidad ha impactado muy fuerte en Cuba y en los familiares de los Cinco.
Menuda, de hermosos ojos claros, inteligente, sencilla y muy locuaz, Irmita –como suelen llamarla amigos y familiares- afirma que “lo que he pasado no empezó hace casi siete años con el arresto de mi padre, viene de más atrás. Toda mi vida he tenido que entender lo que estaba ocurriendo alrededor mío, tratar de responderme miles de preguntas”.
“Cuando mi papá abandonó el país yo tenía apenas seis años y ya voy a cumplir 21. Maduré de golpe. Él era como mi vida y de pronto se va…como era piloto yo estaba acostumbrada a que se ausentara, pero que no demorara tanto como ocurrió a partir de ese instante. Aquel día de su ida había un gran revuelo en la casa, y un entra y sale tremendo.
Luego mi mamá me dijo ‘tu papá está volando’, después: ‘tu papá está estudiando’. Yo recuerdo el dolor que sentía en el pecho cuando mami trataba de explicarme: ‘no, mañana tu papá tampoco viene’.
Transcurrido un año de su partida ella decidió regalarle a mi abuelo Cándido una camisa de mi padre, yo se lo reclamé: ‘¿cómo es posible que hagas eso si papi regresa?’ y así fueron esos primeros tiempos, muy duros.
Hasta que él se fue había sido siempre su ‘tracatana’ –sonríe-, su incondicional. Mi papá era todo para mí y mami disfrutaba mucho nuestra relación.
Pienso que su carácter es lo que posibilitó esa comunicación temprana y tan hermosa entre nosotros. Si lo vieras: es una gente fuerte, es valiente, pero como papá y como ser humano es la persona más cariñosa que he conocido, desde que uno empieza a hablar con él te inspira una gran confianza.
Yo le decía ‘papi dame la leche’ y corría para complacerme, incluso, se acostaba boca arriba y me servía como sofá. Hay una foto bastante conocida en la que aparecen él y mi hermanita Ivette acostadita sobre su pecho, esa costumbre mi padre nunca la perdió con nosotras. Todavía yo con seis años me tiraba encima de él y soportaba mi peso, aunque él es bastante grandote -bueno mide seis pies y dos pulgadas-, pero yo sencillamente le decía ‘ahora tú eres el sofá’ y allá iba él.
Otras veces me mandaba a bañar y yo le replicaba: ‘no papi, si tu no me das una nalgada no voy’ y entonces iba dándome palmaditas en las nalgas desde la sala hasta el baño. ¡Hasta ese nivel de descaro tenía con él!
Es de las personas que disfrutaba mucho esos momentos y en realidad con mi mamá era lo mismo, ellos nunca dejaron de ser novios. Yo me acuerdo que él siempre estaba Puti —como se dicen mutuamente— p´allá, Puti p´acá y siempre la estaba llenando de besos”.
LA FOTO
“Un día vino otro golpe: mi mamá me dijo que mi papá quería que nos reuniéramos con él en Estados Unidos, yo estaba ansiosa por verlo, pero significaba dejar todo lo mío atrás, sentí un gran dolor; sin embargo cuando llegué y lo abracé y observé que era la misma persona que había dejado de ver hacía un tiempo, con los mismos valores me sentí feliz, pero era una gran contradicción que siendo así estuviese allá y se reuniera con gente que para mí no eran iguales a él. A mí nunca me lo dijeron, pero yo sabía que mi papá no era parte de esa gente.
“Yo asistía a las reuniones que hacían y un día —ya había cumplido los doce años— me senté con mis padres y les dije: ‘fíjense bien, no voy a más ninguna cosa de esa, ni a ningún arroz con pollo’, porque casi siempre en esas reuniones los único que se dedicaban era a hablar mal del sistema en Cuba y a decir cómo iban a tumbar a la Revolución.
Mi papá se sonrió y no expresó nada ante mi protesta, pero en ocasiones sucesivas me pedía: ‘Irmi, me hace falta que me acompañes’, yo, aunque refunfuñaba interiormente, asumía mi rol, iba al lugar que fuera y me sentaba sin decir ni una palabra, deseando solo que aquello terminara. Sin develar nada de su misión siento que entre nosotros existía una gran complicidad.
Los valores que me crearon de niña se los debo a mi familia...yo te digo que me fui para Estados Unidos, pero no soportaba aquello. Una vez que vine de vacaciones a Cuba enseguida me llevaron a la Plaza de la Revolución, al Museo de la Revolución y yo estaba encantada. En una de esas excursiones vi una imagen de Fidel que me gustó mucho y le tiré una foto con mi cámara, al regreso la imprimí junto al resto de las que había tomado, cuando se las enseñé a mi papá él no hizo comentario alguno.
Un día fueron a la casa un grupo de supuestos amigos de mi papá y lo primero que se me ocurrió decir fue: ‘ah, esperen, que les voy a enseñar las fotos de Cuba’, de una zancada mi padre fue detrás de mí para repasar qué fotos yo mostraría, la de Fidel ya la había sacado del grupo y muy calladito me preguntó: ‘¿dónde la pusiste?’, sabía a cuál se refería y entonces le respondí:‘no te preocupes que ya la escondí’.
Después esa foto la utilizaron como evidencia contra mi padre; sin embargo, estaba en mi cuarto dentro del libro Descamisado, que estaba leyendo”.
A mi papá lo arrestan el 12 de septiembre de 1998, viví todo aquello, esa madrugada es imposible que la olvide, después que sufrimos, el acoso, nos pintaron una hoz y un martillo en la puerta del apartamento…Cuando leí en la prensa que habían apresado a ‘Espías de Castro’ —esa fue la frase que acuñaron los medios—, sin que me dijeran nada para mí habían quedado resueltas las grandes contradicciones en cuanto al comportamiento de mi padre.
Cuando hicieron la primera vista en Corte para presentar el caso yo fui, mi papá estaba con unas chancletitas, me sobrecogió verlo y lo que me salió fue el grito de: ‘Papi’, eso fue muy gratificante para él, después me dijo que en ese momento se dio cuenta de que su hija seguía creyendo en él.
Después que mi mamá es deportada de Estados Unidos nos reunimos aquí ella, mi hermanita y yo. Al volver sentí la alegría de retornar a mi patria, pero traía una enorme tristeza porque atrás quedaba mi padre sin saber por cuánto tiempo.
Cuando todavía la historia de los cinco no se conocía yo regresé y me incorporé al preuniversitario, llegué de pronto a un décimo grado, dominaba el inglés…me preguntaban por mi papá, yo sin saber explicar, porque normalmente los jóvenes cubanos que estudian en otros países y regresan es porque sus padres estaban trabajando en el exterior, en mi caso cuando me preguntaban yo simplemente decía: ‘mi padre está preso en Estados Unidos’, cuando todo se hace público esas mismas personas que me habían preguntado me dijeron: ‘ahora entendemos’ y a partir de ahí surgió una página de solidaridad muy linda; sin embargo, siempre en mi pre fui Irmita, después fue el ‘ah, Irmita, la hija de René’, pero seguía siendo Irmita y en la universidad soy, definitivamente, Irmita.
Jaraneo, bailo cantidad, porque me encanta –mi papá es muy patón para el baile- y parece que como él no sabe me recomienda que yo lo haga y que gaste mucha energía. Cada vez que hay una fiesta perdida en la Facultad ahí estoy yo, pero sí estudio mucho y cuando tengo que hacerlo me olvido de cualquier otra cosa. Tengo muy buenos compañeros y mis profesores son maravillosos.
Mi gran reto de hoy es ayudar en todo lo que pueda para que mi papá regrese y tratar, momento a momento, día a día, de no defraudar a las personas que se te acercan a brindar su apoyo, porque es increíble cómo un pueblo puede solidarizarse tanto con cinco hombres y sus familias.
Yo creo que en Estados Unidos adquirí dos cosas fundamentales: una el idioma para defender a mi papá y a sus compañeros de causa en todas las tribunas, y segundo, ser más revolucionaria, aprendí a querer más lo que tengo gracias a la experiencia de haber vivido allá. Comprendí que esto es lo mío, que yo amo a mi Revolución, que amo a mi país y que no hubiese soportado estar mucho tiempo más alejada de mi raíz.
También el gran reto que tengo delante, en el plano personal, es ayudar a que mi familia viva algo feliz. Mi mamá trata de sonreír para que nosotras nos sintamos bien, hace un esfuerzo increíble. A ella lo único que la motiva más es la llamada de mi papá, hay que verla cuando suena el teléfono, se desboca a cogerlo y le sale del alma aquello de ‘Puti, ¿eres tú mi amor?’, cuando siente el pitico característico de las llamadas internacionales.
Mi mamá está dedicada a que nosotros nos sintamos bien, que nos desarrollemos lo más normalmente posible y a la batalla por mi papá y ese es gran mérito. Creo que si es grande, mi mamá es tan grande como él, porque ha estado ahí siempre. Llevan 22 años de casados y han tenido períodos largos de separación, ahora mismo las autoridades norteamericanas se empeñan en negarle la visa para que pueda ver a mi padre, algo que afecta directamente también a mi hermanita Ivette, quien apenas lo conoce. Pero mi madre está ahí: esperándolo, llorándolo, queriéndolo y apoyándolo en todo momento.
Hace poco yo vine de visitarlo en la prisión de Marianna, Florida, adonde lo trasladaron recientemente, sus últimas palabras fueron ‘dale a tu mamá todos los besos que puedas y dile que la amo y que estoy loco por verla’.
Como joven cubana estoy orgullosa de la tierra donde vivo y siento el amor inmenso de un pueblo. La historia de los Cinco se hizo pública, pero mi papá siempre me ha dicho que ‘en Cuba hay millones de héroes y ellos levantan la bandera por mantener nuestra libertad y preservar las vidas de los cubanos. La disyuntiva ha hecho que esto se supiera, y que a nosotros nos conozcan, pero yo no me creo más héroe que ninguno’. Por eso mi papá es mi papá y sé que héroes como él hay muchos en esta Isla”.
Deisy Francis Mexidor
IRMITA Y EL PERRITO “DANDY”
“Cuando papi se fue yo estaba empeñada en aprender a leer y cuando me llega su primera carta ya sabía; sin embargo, no pude leerla porque lo único que yo hacía era llorar. El hombre que yo adoraba, el que yo pensaba que estaba estudiando de pronto me entero que para donde se había ido era para Estados Unidos, lo que yo asimilaba era que nos había dejado a mi mamá y a mí.
Jamás escuché nada sobre las circunstancias en que mi padre había salido del país, ante los ojos de la gente él era un traidor que se había ido con un avión robado, pero eso nunca llegó a mí. Yo, sencillamente, ignoraba el lugar donde estaba, y un primito mayor que yo dos años sí lo sabía, un día tuvimos una pelea porque me rompió una calcomanía que me había regalado mi papá, eso me insultó, nos fajamos de piñazos y todo, la defensa que utilizó él fue decirme a boca de jarro ‘yo no sé para qué tú guardas esa calcomanía si tu papá es un gusano’.
Con mi edad no era muy comprensible la expresión de mi primo, pero sí suponía que debía ser algo muy malo lo que había dicho y me fui corriendo sin consuelo a ver a mi mamá. Conservo en la memoria su rostro en aquel momento, los intentos por explicarme que no hiciera caso de esas cosas, pero yo no entendía nada. Yo solo sabía que mi papá no podía ser malo.
En mi casa no había tarea que fuera de uno o de otro. Todo lo hacían juntos, ¡hasta mis motonetas!, y cada vez que me las hacía mi papá quedaban bien viradas, me ponía unos lazos muy chillones, cuando me vestía para irme a la escuela me paraban en la calle para arreglarme la saya del uniforme porque me la había puesto virada, pero todo lo hacía con mucho amor y eso era lo más lindo.
Era de estos padres que aun la casa siendo chiquitica todos los perros que encontraba por ahí me los llevaba, ninguno se me daba porque los manoseaba mucho, qué sé yo, el caso es que se me morían, solo logré uno que después de varios años murió por la edad.
“Es significativo, porque ese perrito me lo regaló el día antes de irse. Después supe que quería dejarme un recuerdo suyo. Cuando se apareció con el perrito en la casa se paró en el medio de la puerta y me lo enseñó. Mi mamá se volvió loca de contenta, porque ella también es amante de los perros. Decidimos nombrarlo Dandy y cuando mi papá se fue ese era mi perrito del alma”.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)